Su charla clausuró formalmente,
el pasado viernes día 13 de febrero, la
exposición sobre las Misiones Pedagógicas, que se ha exhibido desde el pasado
día 12 de enero en el Museo de la Universidad de Murcia. Al fnal del acto, se contó con la actuación, muy aplaudida, del Coro Arsis, de Caravaca de la Cruz.
Diego
Jiménez/Murcia.- Presentado por Benigno Polo, una de las personas de STERM Intersindical que han colaborado activamente en la exposición, Antonio
Viñao, catedrático de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia, comenzó su disertación recordando
que, tras la aprobación de la Constitución de 1931, en enero de 1932 el
Ministerio de Instrucción Pública envió un ejemplar del nuevo texto a todas las
escuelas. Lo acompañó con una Orden, en la que se decía que la Constitución se explicaría los escolares junto a algunos de los principios básicos de
ese texto constitucional. Así, se dice que: “La escuela ha de ser laica; la
escuela, sobre todo, ha de respetar la libertad de conciencia del niño. No puede
ser dogmática ni sectaria, toda propaganda política, social, filosófica o
religiosa queda terminantemente prohibida. La escuela no puede coaccionar las
conciencias, al contrario, ha de respetarlas (…) La escuela, por imperativo del
artículo 48 de la Constitución, ha de ser laica, por tanto no ostentará signo
alguno que implique confesionalidad, quedando igualmente suprimidas del horario
y programa la enseñanza y la práctica confesionales. En lo sucesivo, la escuela
se inhibirá de los problemas religiosos: la escuela es de todos y aspira a ser
para todos”.
Un año más tarde, un grupo de
profesores/as publica un libro, “El Evangelio de la República. La Constitución
explicada a los niños”. En él, aparece un párrafo que aclara el texto
anteriormente expuesto: “La escuela será laica. No debe entenderse esta palabra
en un sentido de oposición a las prácticas religiosas. No es ése su
significado. Por el contrario, este principio denota el máximo respeto a la
conciencia del niño y del maestro. El laicismo no es un concepto ofensivo para
ninguna religión, es un concepto defensivo de todas; no impone ninguna creencia
(…) no ofende a ninguna conciencia,
defiende la libertad de conciencia sin la cual no hay religiosidad posible…”
¿Cómo
se llega a estas posiciones?
En 1900, una sufragista,
higienista y eugenista sueca, Ellen Key,
publica
un libro, “El siglo del niño”. Este siglo XX se abre con una nueva disciplina,
la Paidología, que estudia los procesos del desarrollo físico, psíquico e
intelectual de los niños y niñas. Y junto a ésta, aparece la Paidotecnia, esto
es, la aplicación de esta nueva ciencia con un carácter práctico. Los niños son
objeto de observación por psicólogos, psiquiatras, médicos, higienistas… Son
medidos, cuantificados… son objeto de atención científica. Es la época en la
que surgen los primeros test y escalas para medir la inteligencia, en la que se
plantean leyes de protección para la infancia y en la que el movimiento
higienista (médicos y psiquiatras) se vuelca sobre los niños y niñas.
Pero con la Paidología y la
Paidotecnia los niños y niñas no pasan de ser un objeto, no son sujeto. Ha de
llegar el movimiento internacional de la Escuela Nueva para que empiece a
hablarse del “paidocentrismo”, que propugna que la Escuela ha de estructurarse
en torno a los intereses de los niños/as. Pero aún habría de darse un
paso más; era precisa una nueva concepción de la infancia, la que establece que
los niños y niñas son sujetos de derechos. En esta nueva concepción se inserta
la libertad de conciencia de los niños.
A continuación, Viñao pasó a exponer
los antecedentes de todo el movimiento tendente a reivindicar los derechos de
la infancia en Europa, y que posteriormente tendría su repercusión en España.
Los
cuáqueros
Fue la denominación oficial de
una secta religiosa anglo-americana
(originalmente ellos mismos se denominaban “Hijos de la Verdad” e “Hijos
de la Luz”, pero fueron llamados en forma
despectiva por el resto de mundo “Cuáqueros”).
El fundador de la secta, George
Fox, hijo de un acomodado tejedor, nació en Fenny Drayton, en Leicestershire, Inglaterra, en julio de 1624, y funda esta secta, disidente de la Iglesia oficial anglicana, que entre otras cosas rechazaba la violencia y planteaba la objeción al Ejército.
Es un pacifismo pasivo que, poco a poco,
va derivando hacia un pacifismo activo. De modo que, a partir del siglo
XIX, los cuáqueros se plantean atender a los desplazados de las guerras, y,
sobre todo a los más inocentes, los niños, basándose en los principios de
neutralidad y en el no proselitismo. Los cuáqueros crean hospitales, escuelas,
dan alimento a los niños…
José
María Blanco Crespo, “Blanco White”.
Nacido en 1775 y fallecido en
Liverpool en 1841. Sacerdote católico por presiones de su madre y hombre de
brillantes cualidades intelectuales, se hizo ateo e indujo al ateísmo al grupo
de sacerdotes que le leyeron. Exiliado en 1810, entra en Oxford y se convierte
al anglicanismo. Pero en Irlanda observa la misma intolerancia de los
anglicanos que él había observado en los católicos, por lo que abandona la
Iglesia anglicana. En los últimos años de su vida, en un artículo publicado en The Christian Teacher, afirma: “No creo
en el dios de los teólogos; creo en Jesús de Nazaret como ‘guía moral’ ”. En
The Christian Teacher escribe, de 1836 a 1840, una serie de artículos. El
primero de ellos, “Los derechos mentales de los niños”, en que se manifiesta
contrario a la conformación y ‘moldeado’ de las mentes infantiles, propugnando
el respeto, por los padres y madres, de sus derechos mentales. Denunció que el
sistema educativo británico de su época constituía una suerte de esclavitud
mental de los niños y niñas. En otro artículo, se refiere al autor de un libro
que trata de explicarles a los niños la existencia del alma. En ese artículo,
dice: “El autor, por supuesto, pertenece a esa multitud, desgraciadamente
inmensa, que cree en el derecho y en el deber de todos los padres de apoderarse
de las mentes de sus hijos desde la más temprana edad y conformarlas
enteramente tomando como modelo la suya”.
En otro texto, en que se finge
un diálogo por un seglar y un clérigo (que es él), en los que se habla sobre
estos temas, el seglar le dice:
-Deduzco, por lo que dice
usted, que los niños no deberían recibir formación religiosa alguna hasta que
sean mayores.
A lo que el religioso,
responde:
-Diga ninguna instrucción
catequística. La tiranía en la educación religiosa actual consiste en persuadir
a los niños que aquello que se les enseña no admite dudas. Esto es una
auténtica falsedad, todos los padres saben que los dogmas de su propia Iglesia,
sea cual sea, son puestos en cuestión por los hombres más instruidos e ilustres.
Ocultar este hecho a sus hijos es algo deshonesto.
A lo que su interlocutor
responde:
-Muy bien, entonces, ¿cómo
puede decirse a un niño de tres o cuatro años que el catecismo que se le hace
repetir es objeto de controversia?
-Muy fácil, no se lo enseñe –responde
el clérigo.
Eglantyne
Jebb,
maestra cristiana, comprometida, pacifista, sufragista, junto con su hermana
crea en 1919, tras la Primera Guerra Mundial, una institución que existe hoy: Save of the Children, con el fin de
atender a niños austriacos y alemanes víctimas de la hambruna que esa guerra
provocó en Austria y Alemania. Por esa acción, Eglantyne encontró en su país
una fuerte oposición a la creación de Shave
of the Children Fund (Unión Internacional de Socorro a los niños).
No sólo creó una de las
organizaciones de desarrollo más importantes del mundo, sino que su labor
desembocó además en la primera promulgación de la “Declaración de Derechos del Niño” por parte
de la Sociedad de Naciones (1924). Pero, en ella, la libertad de conciencia aún
no figura.
Cambios
en la concepción de los derechos de la infancia
La actividad desarrollada por
Eglantyne esté en el origen de toda una serie de estudios y declaraciones
acerca de los derechos de la infancia. En España, se editó un libro de Fernando
Sáinz, un inspector de Educación (el libro no lleva fecha, pero debe ser
aproximadamente de 1930), que contiene la Carta de los Derechos del Niño,
aprobada por el grupo madrileño de la Liga Internacional de la Educación Nueva,
pues a través de la Educación se plantea con más claridad la libertad de
conciencia. De esa carta, dos artículos:
“El niño tiene derecho a ser un agente de
su propia Educación e instrucción y a sentir el placer de la investigación y el
descubrimiento de la verdad. Se debe dejar que elabore por sí mismo su propia
cultura guiándole y ayudándole en ello, para que llegue a saber los derechos de
carácter pedagógico”.
En otro artículo, se dice: “El
niño tiene derecho a que se respete su futura personalidad, no imponiéndosele
prematuramente ideas o concepciones de la vida que dificulten o impidan la
libre formación de conciencia”.
Los
derechos de la infancia, hoy
Si repasamos la vigente
Constitución de 1978, la libertad de conciencia de los niños y niñas no aparece
explícitamente. Sin embargo, sí aparece ese nefasto y malentendido derecho de
los padres a que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de
acuerdo con sus propias convicciones (artículo 27). Sin embargo, el artículo 39
remite a los acuerdos internacionales que velan por los derechos de los niños.
Actualmente rige la Convención
de las Naciones Unidas de los Derechos del Niño, de 20 de noviembre de 1989,
que muchos países no han suscrito y otros lo han hecho con reservas (¿entre
ellos España?) pues no soportan el hecho de la libertad de conciencia de la
infancia.
En la Declaración Universal de
Derechos Humanos de 1948, en su artículo 18, la cuestión está clara (salvo que
neguemos a los niños y niñas la condición de ‘persona’). Dice ese artículo:
“Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de
religión. Este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de
creencia”.
Lo expuesto hasta aquí
evidencia la existencia de cambios en la concepción de la infancia, pues se
pasa de considerar al niño como un objeto al niño como persona sujeto de
derechos. Con lo cual, según se expresa en unos párrafos de un artículo del
grupo de UNICEF del País Vasco, ello supone el rechazo del derecho subjetivo de
los padres hacia sus hijos por el mero hecho de la procreación. En ese
artículo, se afirma:
“Entender los derechos de la
infancia y de la autonomía del niño supone aceptar que la infancia no debe ser
considerada sólo como una fase de transición hacia la edad adulta. El niño o la
niña no pertenecen a su familia ni al Estado: pertenecen a sí mismos”.
La
libertad de conciencia durante la Guerra Civil
A partir del golpe de Estado
del 17-18 de julio contra la República, el bando rebelde franquista no se
plantea esos problemas de libertad de conciencia, porque ésta es un valor republicano;
muy al contrario, a los niños se les viste de requetés. El problema se plantea
en la zona republicana. La imagen de unos niños con el puño el alto, imitando
el gesto de los adultos, nos indica que la guerra produce una distorsión de sus
valores autónomos.
Lógicamente, el contenido de
los libros escolares cambia y los símbolos también; aparecen libros y
materiales con títulos como “Cartilla escolar antifascista”. La situación es
nueva, distinta: una guerra es una guerra. Y en la guerra, en ambas zonas, la
Educación, la Escuela, los maestros se ponen al servicio de un objetivo:
vencer. En ese contexto, la neutralidad no cabe, así como tampoco las posturas
tibias.
En los planes de estudios de
1937 y que son aprobados por la Generalitat en 1938, así como en las
orientaciones pedagógicas de la CNT, está claro que la guerra es un hecho que
condiciona el currículum y la práctica escolar. Pero se intenta inculcar a los
niños otros valores como la paz, la solidaridad y la fraternidad, algo ausente
en la “zona nacional”. Es decir, viene a decirse: “Construyamos una sociedad
nueva y no será necesario el recurso a la guerra”.
Pero la guerra es un hecho que
influye en las prácticas y juegos de la infancia. Los niños, a veces, juegan a
los fusilamientos. Y los niños son también blanco de los bombardeos, sobre todo
en Madrid, Málaga, Guernica, Cartagena… Y los niños mueren.
Se
impone la protección de niños y niñas: las colonias escolares
Avanzan las tropas franquistas.
Con ocasión de la caída de Málaga a primeros de 1937, familias enteras vinieron
andando desde Jaén y Málaga y recorrieron Almería para llegar a Murcia. Por
ello, se impone evacuar a la población infantil o protegerla en instituciones
adecuadas. Además, la República intenta infundir alegría a los niños, evitarles
el trauma de la guerra. La República organizó una semana de juguetes para los
niños (del 1 al 7 de enero). Se creó un Consejo Nacional de la Infancia para
organizar la evacuación. Se crean las colonias, convertidas pronto en
instrumento de propaganda, de tal forma que son visitadas por políticos
extranjeros. Se les sugiere a los niños que plasmen sus experiencias en dibujos
destinados a ser expuestos en el extranjero y así obtener fondos. (Se dispone
de un catálogo de una exposición de dibujos infantiles que se hizo en Nueva
York en 1938).
En suma, en la zona republicana
se intentó salvaguardar la libertad de conciencia de los niños y niñas,
protegerles, evitar que fueran traumatizados por la dura experiencia de la
guerra y crear un medio, una colonia, una escuela, un hospital… donde los niños
vivieran en un ambiente distinto.
Ángel
Llorca, director del grupo escolar “Cervantes”, institucionista,
republicano, vocal del Patronato de Misiones Pedagógicas y jubilado el 25 de
julio de 1936 (hecho que le salvó), junto con una maestra, Justa Freire, organizó, por el encargo de la Agrupación de Mujeres
Antifascistas, una colonia infantil en el Perelló. Colonia que fue modélica y
que otras trataron de imitar. Justa Frerire afirma con claridad que en este
ambiente bélico la Escuela es uno de los oasis que en un desierto florece; se
trata de crearles a los niños y niñas un ambiente familiar en el que se pueda
llevar a cabo un ensayo pedagógico que la guerra ha hecho posible; esto es,
avanzar la Educación del futuro.
Justa Freire terminó en la
cárcel de Ventas, en donde se encargó de la alfabetización de las reclusas e
incluso formó un coro. Hubo dos tipos de colonias
escolares. En unas, los niños y niñas vivían con familias y eran atendidos por
maestros desplazados. Pero hubo también colonias colectivas, en régimen de
internado, normalmente en casas confiscadas. ¿Cuántas colonias hubo? A la altura de septiembre de 1937, se
registran las siguientes: Cataluña, 54; Valencia, 37; Alicante, 28;
Murcia-provincia, 20 (con 1.014 niños/as); Aragón, 5; Albacete, 1. En total,
aproximadamente, unos 46.000 niños/as, con una intención por parte de la
República de que se pudiera llegar a la cifra de 100.000.
Labor
de los cuáqueros en Murcia
Francesca
Wilson, de la asociación inglesa de los Cuáqueros, es un ejemplo
de la labor desarrollada por éstos en España en ambas zonas beligerantes. Entre
1936 y 1942, atendieron a unos 150 mil niños/as. Incluso siguieron unos años
más en la España de Franco. De las cartas e informes de la asociación se deduce
que trabajaban más cómodamente en la zona republicana, aun no haciendo
distinción alguna con los niños de una zona u otra.
Los cuáqueros tomaron dos
ciudades como centro para su actuación: Barcelona y Murcia. Francesca Wilson llegó a Murcia en febrero de
1937. Se encontró con una población de 60.000 habitantes entre los que se
encuentran unos 20.000 refugiados, repartidos entre la ciudad y el resto de la
provincia. Hubo de afrontar dificultades inmensas. En primer lugar, los
refugiados desconfían de los extranjeros por creer que se van a llevar a sus
niños fuera del país. Además, y ella lo expresa con claridad, Francesca
encontró grandes diferencias de nivel político y cultural entre Barcelona, con
una población de mentalidad civil republicana, y Murcia, en que no se daba esa
situación. Es más, califica duramente a las muchachas y mujeres adultas de la
burguesía y de la alta clase murciana al no encontrar colaboración ni ayuda de
éstas para atender, cuidar, alimentar, curar… a esos niños/as “piojosos”,
“rojos”, que llegan llenos de sarna, enfermedades, malnutridos… Por ello,
Francesca se ve compelida a buscar ayuda fuera. En los años siguientes llegan
más cuáqueras, que, al no encontrar mucha colaboración, hubieron de buscar
personas capacitadas para la asistencia a esos niños. El apoyo lo encontraron,
sobre todo, en el alcalde de Murcia, Fernando
Piñuela.
En Murcia, contaron con el
albergue “Pablo Iglesias”, en el que se les suministraba a niños y niñas leche,
mermelada, pan… aportados por los cuáqueros. También pusieron en marcha
talleres para dar ocupación a las madres de esos niños. (Los cuáqueros fundaron
en Murcia un Hospital de Niños, cuyo edificio hoy se conserva al final de la
calle Puerta Nueva).
Sí hubo en Murcia personas que
colaboraron con las colonias. José
Castaño y Gabriel Pinazo se
desplazaron a Madrid para traer niños a las colonias murcianas. Y José Castaño,
junto con Elisa Smilg (hermana de
Clara) y Encarnación Zorita (al
principio, como miembros de la FUE se les pidió ayuda), tuvieron a su cargo una
colonia, primero en la Casa del Pino (casa de La Cierva). Y en otra segunda
colonia en Buenavista, en La Paloma, estuvieron Carmen Tapia, Clara Smilg
y Pilar Barnés. El padre de Clara era el chófer de los
cuáqueros, razón por la que, después de la guerra, denunciado por unos vecinos,
acabó en la cárcel.
Pilar Barnés cuenta que por las
tardes se reunían para tomar té en la casa de Clara junto con los cuáqueros. En
especial, recuerda a Emily Parker,
con la que mantuvo correspondencia durante bastantes años. También acudían a
esas citas suizos y alemanes de las Brigadas Internacionales. Pilar Barnés y Carmen Tapia dieron clase, además, en
el Hospital de los niños.
Viñao acudía, en los finales de
la década de los 70 y en las siguientes, una vez a la semana para conversar en
inglés con Clara Smilg, que dominaba el alemán, inglés, francés… Según nos
dijo, Clara era una mujer culta y liberal, gran conversadora, que sabía
escuchar y que, más que aconsejar, daba ánimos. Clara Smilg le decía que los
párrafos escritos por Blanco White coincidía con lo que ella había pensado y
sentido.
“Los
niños que perdimos la guerra”
Viñao acabó su conferencia con
la lectura de un párrafo de la obra de Luis Garrido titulada “Los niños que perdimos
la guerra”, una novela autobiográfica, en la que el niño protagonista, Paco,
no es otro que él mismo. Un niño evacuado que había estudiado en un
colegio de monjas. Su madre, católica, le enseñó que por las noches debía
rezar. Ese niño llega a la colonia y empieza a rezar y el resto de los niños se
le echa encima:
-El Paco está rezando; hay que
zumbarle, es un maldito carca. ¡Fascista, beato, carca, a por él! -le dicen.
Al día siguiente, en clase, la profesora
lo nota extraño. De ella, dice Paco: “La profesora de mi clase se llamaba
Clara; era una señorita a la que todos queríamos mucho por su amabilidad y
comprensión”.
La profesora, extrañada de que
el niño no respondiera bien, le llama y le dice:
-He dicho que te quedes para
que me expliques qué te pasa, porque te he visto toda la mañana distraído y sé
que te pasa algo.
A lo que le contesta Paco:
-Es que yo rezo y anoche los chicos me pegaron
y me prometieron decírselo al director.
Y, a renglón seguido, le dice a la maestra:
-Es que es malo rezar?
-No, pero al director no le
gusta que lo hagáis y no debes volver a hacerlo –dijo Clara.
Paco le rfequiere:
-¿Entonces usted tampoco reza?
-Tú no puedes comprender lo que
pasa; eres muy pequeño, pero, si quieres, puedes decir tus oraciones con el
pensamiento, no las digas en voz alta. -le responde Clara.
El crío pregunta:
-¿Por qué?
-Porque a los señores que
mandan no les gusta, porque está prohibido en la guardería y porque tus compañeros se burlarán de ti.
El crío no acepta eso, porque
considera que su madre es también mala. Llora y, en ese momento, Clara lo
acoge, le echa el brazo por encima, le acaricia y, en un tono muy bajo, le
dice:
-No llores, Paquito, no llores,
todo esto se acabará pronto y volverás con tus padres. Pero, mientras tanto,
tienes que hacer lo que yo te diga y verás como todo irá bien.
-Entonces haré lo que me ha
dicho –dice Paco.
-Está bien, toma un caramelo y
vete a jugar con los otros niños. Y ya sabes que sólo tú y yo estaremos
enterados -le dice ella.
Así era Clara Smilg.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Al final de la charla, el Coro Arsis, de Caravaca de la Cruz, puso el colofón a esta brillante conferencia y esta sugerente exposición con la interpretación de algunos de los temas del Coro del Pueblo de las Misiones Pedagógicas, junto con otros temas musicales de nuestro país y del resto del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario