El acto, celebrado el pasado sábado 31 de mayo en una abarrotada Casa de la Cultura de Yecla, contó con la presencia de amigos del autor, gentes del mundo de la Cultura y de la enseñanza.
Diego Jiménez/Murcia.- Difícil resulta realizar un relato objetivo de los momentos vividos el pasado sábado, día 31 en Yecla, cuando al cronista le cupo, además, el honor de ser invitado al acto en que Vicente Palao, ante todo maestro, pero, sobre todo, “persona beligerante, utópica, ilósofo con alma de poeta”, al decir de su amigo Ramón Palao, presentó en sociedad su librito de artículos “En otra palabras”, con el subtítulo de “Articulario 2004-2008”.
Temática
Vicente ha reunido en dos partes una selección de artículos que ha ido publicando en la prensa local de Yecla, junto con algunos otros no editados, y los ha pulido para esta publicación que reúne cuarenta y cuatro colaboraciones de temática variada, pero, sobre todo, que pone el acento en lo social y lo humano. Temas como el conservadurismo social en ‘El paso del tiempo’; el lenguaje en la fiesta de los toros, en ‘A propósito del arte y los toros’; la banal simbología de la guerra de las religiones en ‘Sobre velos y crucifijos’… todos ellos en la primera parte, entre mayo y diciembre de 2004, tras la conmoción que al autor le produjo el espantoso atentado del 11 M en los trenes de cercanías de Madrid, se mezclan con otros publicados entre los años 2005 y 2008, otra selección de veinticuatro artículos de temática de nuevo de lo mas variopinta, entre los que destacamos algunos: “Entre Dios y el César”, una reflexión de las santidades súbitas y medios de comunicación de masas; “Beatus ille”, o las ventajas de la vida campesina; “Saharauis”, sobre la siempre pendiente solidaridad con nuestros hermanos del desierto; “Teocracia versus democracia”, reflexión sobre las reacciones furibundas del alto clero en España…
Acto de presentación
El propio autor, tras unas breves palabras de salutación, se encargó de dar a conocer al público asistente las personas elegidas para hacer la presentación de su obra: José Luís López Lillo, maestro y sindicalista de STERM-La Intersindical; Diego Jiménez, profesor de secundaria, articulista también en la prensa regional y militante de IURM, entre otros menesteres, y su amigo Ramón Palao.
Diego Jiménez centró su breve disertación, de unos escasos quince minutos, en rastrear, a la luz de la Historia constitucional de España, las difíciles relaciones Iglesia-Estado, arrancando del Concordato de 1753, con Felipe VI, pasando por la ruptura de relaciones con la Santa Sede en la época republicana, periodo en que el laicismo presidió la vida política y social, y concluyendo con los Acuerdos de 1976 y 1979 con el Vaticano, a los que calificó de “preconstitucionales” en la medida en que el primero es anterior a la Constitución pero el último fue firmado a escasos veinte días de la ratificación en referéndum de la Constitución de 1978. El nacionalcatolicismo franquista no escapó a la consideración del ponente, así como las dudas sobre el supuesto carácter aconfesional del Estado, hoy, a la vista de los privilegios que, por vía fiscal y educativa, sigue detentando la Iglesia Católica. Jiménez planteó, además, sus dudas de que, a partir de lo estipulado en el artículo 27.3 de la Constitución de 1978, se pueda considerar que la Enseñanza religiosa ha de tener cabida en el currículum escolar e ironizó sobre el compromiso de la Iglesia Católica de alcanzar su autofinanciación a partir de los tres años de los Acuerdos de 1979, cosa que no se ha producido hasta la fecha, pues sigue recibiendo fondos estatales (un o,7% del IRPF) para sufragar sus gastos de funcionamiento.
José Luís López Lillo comenzó su disertación con una parábola contenida en un relato chino para disertar brevemente sobre “Maneras de estar en el mundo”, para lo que se apoyó en las reflexiones de un maestro murciano de los años ’20, José López Almagro. Lillo fue entremezclando, a lo largo de su exposición, fragmentos literales del pensamiento pedagógico de este enseñante con reflexiones personales. Destacamos a este respecto algunas de ellas: “En vuestras manos habeís tenido generaciones del ayer y de hoy y tenéis las del mañana ¿ Que habéis hecho de éllas ? ¿Qué prejuicios habéis borrado? ¿Qué valores habéis inculcado? ¿Qué amor a la verdad, a la justicia habéis sembrado? Tengo derecho a decir: No habeís hecho nada compañeros. En vez de hombres y mujeres completos estáis fabricando peleles según el molde marcado por una sociedad de valores trastocados”, decía Almagro respecto de la siempre pendiente misión de la Educación como instrumento para el cambio de mentalidades y por la transformación social. “Hay que torcer el rumbo. En vez de autómatas, haced hombres y mujeres completos, fraternales y solidarios”, decía entonces López Almagro, a lo que José Luís Lillo añadió: “En vez de siervos modernos del poder, del consumismo como última forma de alienación, hacedlos críticos, y, ante los nuevos caciques de hoy, rebeldes”. Lillo, que confesó identificarse con el contenido de las reflexiones de ese pedagogo, terminó su alocución con estas palabras: “En definitiva para mí estar en el mundo es pensarlo y sobre todo intentar cambiarlo. Y eso se puede hacer en el boca/ oreja de la calle o en el patio del colegio, desde la hoja parroquial (con perdón), con un megáfono, con un artículo, un libro... se puede hacer individual o colectivamente, pero lo que hay que tener claro que la salvación o es colectiva o no será. Salud”.
Cerró el turno de intervenciones Ramón Palao, íntimo amigo de Vicente, poeta y, como pude comprobar después , excelente cantautor, aunque no se haya prodigado como debiera haber hecho por estas tierras murcianas. Su mensaje, breve, fue el más cálido de la noche. La emoción le embargaba, como cuando, y en clara alusión a los tres maestros que le rodeaban en la mesa, citó el poema de Gabriel Celaya “Con el alma de una nube... llega el maestro”, que termina con la reflexión: “Con el alma en una nube y el cuerpo como un lamento, se marcha el padre del pueblo, se marcha el maestro”.
Ramón recordó sus primeros años de amistad con Vicente, en su adolescencia, cuando era conocido como el “hijo de la salera”, la escasa diferencia de edad con él y cómo de un inicial conocimiento, fruto de la militancia, se ha ido consolidando una fortísima amistad. Citó cómo se encontraron en el Club Cinda, local de comunistas, anarquistas, cristianos y socialistas, fermento de militantes y de personas dispuestas a luchar por el cambio social. Tras pasar repaso al contenido de alguno de los artículos de Vicente, calificó al autor de “beligerante, utópico, filósofo con alma de poeta” y le dedicó cuatro versos muy emotivos de despedida, un soneto inconcluso que algún día habrá de terminar.
Intervención del autor
Tomó la palabra, a continuación y para cerrar el acto, el autor, que esbozó una extensa, pero a la vez didáctica, explicación del contenido de su “Articulario”. Para Vicente Palao, “el subgénero literario del artículo periodístico tiene su miga, y es más complicado de lo que pudiera parecer a simple vista. Tal como yo me lo planteo se trata de establecer una suerte de correspondencia entre un posible lector (anónimo) y uno mismo donde, con la confianza que no tienes, le cuentas lo que tú piensas de un determinado tema. Esto es fácil si lo compartes en la intimidad (como los idiomas), porque la intimidad pertenece a gentes cercanas obviamente. Y la respuesta o asentimiento y coincidencia pueden ser inmediatos. Pero ¿cómo sabes la reacción de los que no conoces y que dentro de su propia intimidad, en su casa, te leen semanalmente? Y más aún… ¿estás dispuesto a aceptar esas reacciones? Esto ya lo reflejó Cervantes en el prólogo de su inmortal Quijote con su magistral ironía: …” por que no eres su pariente ni su amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo, y tu libre albedrío como el más pintado, y estás en tu casa, donde eres señor della, como el rey de sus alcabalas, y sabes lo que comúnmente se dice: que debajo de mi manto a rey mato (todo lo cual te exenta y hace libre de todo respeto y obligación) y así puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calunien por el mal ni te premien por el bien que dijeres della.” Para añadir a continuación: “El articulista, en consecuencia requiere entonces una seguridad en lo que escribe que no le deje lugar a dudas sobre la conveniencia o no, la necesidad o no, de publicarlo […] Quien crea que está en posesión de la verdad se equivoca como un bruto energúmeno”. Y respecto del valor que, para él, tiene la palabra escrita dijo: “Soy contrario a la chilleriza actual de muchos programas –por llamarlos de alguna manera- de TV. La palabra escrita tiene para mí un gran valor, pertenezco a aquella generación que ha venerado los libros. Naturalmente los libros bien escritos, donde palabra y mensaje fueran de la mano. El Quijote es el paradigma… por cierto a un paso de la crónica o del artículo periodístico.”
Confesó su admiración por el escritor murciano Miguel Espinosa con estas palabras: “Abandoné una incipiente creación literaria tras toparme con la obra de un murciano universal: Miguel Espinosa. En él encontré tan unidas esas dos cualidades de la escritura (la forma y el contenido) que renuncié a intentarlo por mi parte. Además, su lectura me divertía, no sólo me entretenía, como sucede al uso en una mayoría hoy en día y siempre ha sucedido… y pasé muchos años leyendo su escueta obra de cinco o seis creaciones… aunque suficientes para investigar en la psique humana durante toda una vida”.
Respecto de sus artículos, dijo, entre otras cosas: “No considero una obra literaria propiamente dicha, porque no lo son, de hecho. Pero sí son mis opiniones desnudas ante unos determinados acontecimientos de los últimos cuatro años (aunque si me fuerzan, en lo político o religioso comentado, podíamos remontarnos a hechos que dentro de mi racionalidad no caben desde hace más de 2000 años)”. Para, en clara alusión a la sintonía o discrepancia con los mismos, reconocer que “sé de sobra que muchos no estarán de acuerdo con estas opiniones –como habrá otros muchos que sí- pero no estoy dispuesto a polemizar sobre el sexo de los ángeles, entre otras cosas porque los ángeles no existen para mí, y porque hace mucho renuncié a intentar hacer salir de su error a los que sí lo creen. Con ello manifiesto mi respeto por sus posturas” .
Terminó su brillante reflexión con estas palabras: “Y al fin y al cabo es sólo un libro, no lo olviden. El verdadero peligro no está nunca en la letra impresa, como a veces algunos creyeron, haciendo arder bibliotecas (desde Alejandría hasta Berlín). Yo más bien veo el peligro en las posiciones de los que pueden decidir sobre la vida de los demás, su economía…, o en los que te marcan el camino moral que más les conviene a ellos, a sus costumbres o patologías personales, sin tener para nada en cuenta la libertad de conciencia de cada cual, el más alto valor que vale… Ahora, con su permiso, les dejo con él a través de algunas imágenes, títulos de sus artículos y brevísima sinopsis de cada uno de ellos, para que se hagan una idea de conjunto”.
Y, en efecto, una muy lograda presentación en formato power point, en la que se contenían los artículos del libro, cerró el acto.
Velada campestre… y algo más
Después del mismo, una gratísima velada en la casa del autor, que vive, como bien expresa en uno de sus artículos, retirado de la población de Yecla, en el campo. Allí nos esperaba un refrigerio, bien surtido de viandas y convenientemente regado, durante toda la noche, con los buenos caldos yeclanos. Pero quienes, como José Luis L. Lillo y yo, tuvimos la dicha de compartir esos momentos experimentamos algo más: la constatación de que en el ámbito de la Cultura (los amigos del Círculo de la Poesía de Yecla quisieron arroparlo esa noche), si nos encontramos con gentes impregnadas de un serio compromiso social, nos es dado encontrar sobre todo a la Persona, así, con mayúscula. Buenas personas rodearon a Vicente esa noche. Serias y comprometidas. Joviales y dicharacheras, pero reflexivas, próximas y, sobre todo, envidiablemente humanas. En Yecla gané un montón de amigos y amigas para muchos años.
¡Suerte, Vicente, en tu nueva singladura¡ ¡Ánimo, Ramón! Tu voz y tu sensibilidad poéticas merecen mejor reconocimiento por parte de las siempre pacatas “autoridades” culturales murcianas. Gracias, Lillo, por hacerme partícipe de esos inolvidables momentos.