La charla formó parte de las
actividades paralelas a la exposición en Murcia de las Misiones Pedagógicas y
contó con un público expectante que llenó el Salón de Grados de Derecho.
Diego
Jiménez/Murcia. El
Salón de Grados de la Facultad de Derecho registró, una vez más, un lleno total
en la tarde del pasado martes, día 27 de enero, para escuchar a César Oliva disertar sobre La Barraca y el Teatro de las Misiones
Pedagógicas, un acto presentado por Antonio Sánchez, de la Asociación de Jubilados y Pensionistas de STERM Intersindical.
De izquierda a derecha, Antonio Sánchez y el ponente, César Oliva. |
César
Oliva enmarcó la llegada de Alejandro
Casona al Teatro de las Misiones con el acceso al mundo teatral de autores
españoles de la Generación del 98, como Unamuno,
que en 1932 estrena “El Otro”, con la actriz Margarita Xirgu, y Valle
Inclán, con “La reina castiza” (junio de 1931), una
obra antimonárquica publicada
por primera vez en la revista La Pluma
en 1920, junto a “Divinas Palabras”, interpretada también por Margarita Xirgu y Enric Borràs. Son los años de la aparición de nuevos dramaturgos
como Miguel Mihura, José María Pemán, Enrique Jardiel Poncela… El teatro profesional tenía, pues, enorme
peso en la República.
El Patronato de las Misiones
Pedagógicas y su impulso de la cultura y de las artes escénicas
En torno a 1931, se habla de una sociedad en descomposición
tras muchos años de dictadura sostenida por la Corona, de manera que el triunfo
de la II República trajo cierta esperanza para la vida española. En ese
contexto nace el Patronato de las Misiones Pedagógicas, creado por decreto de
29 de mayo de 1931 por el Ministerio de Instrucción Pública, a cuyo frente
estaba Marcelino Domingo, y con un
objetivo claro: impulsar la cultura
con un programa concreto de educación popular.
El Patronato, presidido por Manuel Bartolomé Cossío, impulsa en las artes escénicas el Coro y
Teatro del Pueblo, dirigidos, respectivamente por Eduardo Martínez Tornel y Alejandro
Casona. El Coro y el Teatro estaban integrados por jóvenes estudiantes que
recorrían el país en periodos vacacionales y en días festivos. Se beneficiaron
de sus actividades unos 286 pueblos. El repertorio estaba basado en piezas
populares de la literatura clásica de autores como Lope de Rueda, Juan de la Encina,
el Cervantes de los entremeses,
sainetes de Ramón de la Cruz…, y
piezas compuestas por el propio Alejandro Casona.
Poco después, se pone en marcha un segundo plan de acción
teatral, con idénticas pretensiones de llevar la cultura a los distintos rincones
del país: ‘La Barraca’, de Federico
García Lorca.
La Barraca: su origen y sus
actividades
La Barraca surge a partir de una idea de García Lorca y de la Unión Federal de Estudiantes Hispánicos. El
ministro de Instrucción Pública, el granadino Fernando de los Ríos, subvencionó el proyecto con 100.000 ptas.
García Lorca, junto con Eduardo Ugarte,
codirector de La Barraca, comienzan la tarea de preparar montajes teatrales
para llevar a los pueblos de España desde el verano siguiente (1932). El objetivo
pedagógico era similar al del Teatro del Pueblo. Quizás los intereses del grupo
fueran más atrevidos, como indicó el biógrafo del grupo, Luis Sáez de la Calzada.
La Barraca fue una apuesta firme por la renovación del arte
escénico, condicionada, no obstante, por las dificultades presupuestarias
posteriores y por el cambio de gobierno, con el acceso de la derecha al poder.
Esas dificultades junto a ciertas críticas de sectores de la intelectualidad
hicieron disminuir el ímpetu inicial del proyecto. No obstante lo cual, entre
1932 y 1935 La Barraca ofreció un repertorio que dignificaba la escena
española, en un sentido de popularizarla, según reflexiones recogidas del
hispanista Ian Gibson.
Un primer desafío que encara La Barraca fue la puesta en
escena de un complejo texto, el auto de ‘La vida es sueño’, de Calderón de la
Barca.
Sus actuaciones
El 10 de julio de 1932, en el pueblo soriano de Burgo de
Osma, comienza sus actuaciones La Barraca, en un periplo que, durante cuatro
años, la va a llevar por todos los pueblos de España. La bibliografía sobre
este grupo teatral recoge la enorme ilusión que ponían todos sus componentes,
vestidos con unos característicos monos azules, justificados por las tareas al
margen de su actuación artística que debían de desarrollar.
El repertorio lo constituían piezas clásicas, con la
excepción de un recital de “La tierra de Alvargonzález”, de Antonio Machado, declamado por el
propio Federico, y una breve pieza de García Lorca, “El retablillo de Don
Cristóbal”, programada en un breve periodo de tiempo que tuvo La Barraca tras
la muerte de Federico. Las representaciones de La Barraca iban dirigidas a un
pueblo llano, virgen, no corrompido, así como a unos pocos intelectuales que
entendieran los objetivos de esta actividad teatral.
Actividad escénica de las Misiones
Pedagógicas
Las Misiones inician su andadura con el Teatro y Coro del
Pueblo, que lo integran, como en La Barraca, jóvenes estudiantes que actúan en
periodos vacacionales. El repertorio incluía obras clásicas y menores, como
pasos, entremeses, sainetes… adaptados o reescritos para su mejor comprensión.
La primera representación se dio en Esquivias (Toledo), el 15 de mayo de 1932,
y la labor de las Misiones en este terreno se prolongó durante cinco años,
quedando interrumpida por la guerra civil.
Las primeras salidas se hacían en radio de acción limitado al
entorno de Madrid, normalmente en funciones de mañana y tarde; pero, en épocas
vacacionales, las Misiones extendían su actividad a zonas más alejadas, en
provincias tales como Ciudad Real, Cáceres, Zamora, Valladolid, Salamanca,
Zaragoza… Las últimas actuaciones tuvieron lugar en julio de 1936, en la
comarca que rodea el lago de Sanabria.
Los materiales y los actores viajaban, normalmente, en dos autocares
y una furgoneta alquilados, cuyos propietarios cobraban un precio simbólico.
Pero, a partir de 1934, cuando el presupuesto de las Misiones descendió un 50%,
los propietarios sólo cobraban el importe de los carburantes de los vehículos.
El alma mater del Teatro del Pueblo fue Alejandro Casona, un dramaturgo que era maestro de escuela. Su
apellido Casona (en realidad sus
apellidos reales eran Rodríguez Álvarez)
lo adoptó artísticamente en recuerdo a la casona familiar en la que transcurrió
su infancia y juventud.
Funcionó, así mismo, un Retablo de Fantoches, verdadero
teatro de títeres dirigido por Rafael
Dieste, que llegaba a pueblos a los que no podían acceder el autobús y la
camioneta. La primera representación de ese Retablo de Fantonches se dio en
Malpica, en la Costa da Morte (A Coruña), el 20 de octubre de 1933. El
repertorio incluía piezas del propio Dieste.
Estas actividades eran puestas en tela de juicio por ciertos
políticos e intelectuales. Así, Araquistain
decía que estas actuaciones “enriquecían la cabeza de la nación pero que se
olvidaban del estómago”.
Similitudes y diferencias entre
los dos proyectos culturales surgidos en la II República: La Barraca y el Teatro del Pueblo
Analogías: deseo de difusión cultural; componentes del
estudiantado, aficionados, poco o nada contaminados por el teatro profesional
de la época, y dirección a cargo de
personas con cierta experiencia en la puesta en escena, y, sobre todo, en la
adaptación de textos.
Diferencias: una mayor sencillez en el concepto de producción
en Misiones Pedagógicas; escasas pretensiones estéticas y un principal
objetivo: llevar por los rincones de España algunas obras breves de nuestro
acervo cultural clásico, con esa idea didácticas que estaba en la propia esencia
de Misiones Pedagógicas, que, además, en el caso de Misiones iban acompañadas
de Coro (La Barraca no tenía Coro).
La Barraca pretendía, además, la renovación teatral. Sus
representaciones tienden a hacerse en las capitales, como aquí en Murcia, en el
Teatro Romea, en Elche… Esa pretensión de renovación hace que la escenografía
cobre un protagonismo especial en La Barraca, para lo que contó con jóvenes
artistas para esa renovación estética: Benjamín
Palencia, Santiago Ontañón, José Caballero, Ramón Gaya…, es decir, los artistas jóvenes de ese momento.
A más de 80 años de su creación, sin embargo, ambos modelos
respondieron a un afán de aproximar el arte estético a medios desfavorecidos de
la cultura española.