Su charla, penúltima de las
actividades en torno a la exposición de las Misiones Pedagógicas, fue seguida
con interés por un público que, una vez más, abarrotó el recinto del aulario de
La Merced
Diego
Jiménez/Murcia. Con la presentación de José Luis López Lillo, el profesor titular de la Facultad de
Filosofía de la Universidad de Murcia y vicedecano de Calidad y Posgrado, Jorge Novella, mantuvo, con su
conferencia referida a los emblemas y significados de la II República la atención de un auditorio que, una vez más,
abarrotó el Aula Antonio Soler de la UMU, hasta el extremo que hubo de
permanecer de pie u ocupar los pasillos del recinto. En su exposición hizo constantes referencias a aspectos ético-filosóficos, literarios e históricos, para reivindicar el legado de la República y la necesidad de la Memoria Histórica, aspecto éste que abordó al inicio y al final de su intervención.
El profesor Jorge Novella, a la izquierda de la imagen, con José Luis L. Lillo |
Reivindicación
de la Memoria Histórica
Comenzóreclamando la necesidad de la permanente reivindicación de la Memoria
Histórica, para lo que dijo que está trabajando en un proyecto de investigación
del CSIC llamado “El pensamiento del exilio y la construcción de una
racionalidad crítica”.
“La sociedad española tiene una
cuenta pendiente; no terminamos de valorar y entender las consecuencias de la
‘guerra incivil’, en palabras de Miguel
de Unamuno”, afirmó. “La solución no pasa por la construcción de un nuevo
contrarrelato hegemónico; hay una Historia, como dice Benjamin, la Historia de los vencedores, y hay una Historia de los
vencidos”, recordó.
En España, la larga hegemonía
del pasado franquista y la reiteración de los conflictos que lastraron la
implantación de un Estado constitucional durante los dos últimos siglos
“evidencian la debilidad histórica del nacionalismo cívico, frente al vigor del
catolicismo político y las distintas variantes del autoritarismo”. En ese
contexto, la “reconciliación, como mito fundacional de la España de la España
contemporánea, sigue hoy aún pendiente”, apostilló.
Significados
y simbología de la II República
La represión ejercida por el
franquismo sobre los vencidos en la guerra, no sólo buscaba el “silencio
forzoso”, sino también su erradicación de la Historia mediante la
“desarticulación” de las comunidades de Memoria. Novella expresó su
satisfacción por su presencia en esa conferencia, pues afirmó que es en estos
foros donde se “socializan los recuerdos”, por lo que “necesitamos la Memoria y no el olvido”. Por
eso es oportuna la exposición de las Misiones Pedagógicas, para “traer a la
memoria y comprender lo que significó la II República”. ¿Qué simboliza la República
hoy? ¿Qué tenemos en común con aquella experiencia?
Recordemos que la instauración
de esa República vino precedida de unas elecciones democráticas y que aquélla
sufrió un golpe de Estado militar. Pero aún hoy, en nuestro país, la derecha
política sigue justificando ese golpe militar. “No hay una votación en las
Cortes en que, por parte de todas las fuerzas políticas, se condene el golpe de
Estado del 18 de julio de 1936. Todo un síntoma”, recalcó. Expuso las
justificaciones del general Mola
para dar ese golpe, de las que destacan sus afirmaciones de “nada de turnos ni
de transacciones; un corte definitivo, un ataque contrarrevolucionario a fondo
es lo que se impone: la destrucción del régimen político actualmente imperante
en España”.
Pero sigue habiendo una
tentación de reescribir la Historia desde una perspectiva revisionista, con
pretendidos “historiadores” que lanzan soflamas que no se sostienen.
Afortunadamente, dijo, “la Universidad de Murcia cuenta con un ‘plantel’ de
historiadores-as de primer nivel (Encarna
Nicolás, Carmen González, Pedro Mª Egea Bruno…y la fallecida Mª Teresa Pérez Picazo)”, que han
trabajado con datos y estadísticas, al contrario que los revisionistas. Tenemos
hoy un problema: el ‘presentismo’; “todo se interpreta desde el presente”, lo
que supone una falta de rigor intelectual histórico que enmascara y falsea la
compleja realidad.
Pero el legado de la II
República se ha incorporado a nuestra realidad presente. Novella, exhibió un
texto de la Constitución de 1931, muchas de cuyas normas se han incorporado a
la Constitución de 1978. “El hecho de que la actual forma de Estado sea la
monarquía ha hecho que sea una situación incómoda hablar de los valores
republicanos, de la tradición republicana” presente en autores como Aristóteles, Maquiavelo, Rousseau…, y
no sólo como forma de gobierno, sino como republicanismo cívico, como línea de
pensamiento.
En España, las peripecias de la
República de Weimar (1919, Alemania) pasaron desapercibidas, pues en toda
Europa se está dando el auge de los fascismos, y España no queda ajena a ello.
A lo que se suma, además, el efecto de la crisis económica de 1929, que
agravaría aún más los síntomas de la debilitada economía española.
La II República Española
representa la herencia de las señas de identidad del liberalismo español,
reforzada también con los planteamientos humanistas de la Institución Libre de
Enseñanza, con el pensamiento de Giner
de los Ríos y lo que se conoce como krauso-positivismo e institucionismo.
Los institucionistas, herederos de Sanz
del Río, son “ejemplo de conducta ética” y propugnaban un cambio social
basándose en una necesaria “educación cívica”. Éste va a ser el emblema de la
República. Citó también al regeneracionista Joaquín Costa, opuesto a la oligarquía y el caciquismo, con su lema “Escuela y despensa”, como
ejemplo de persona que se inserta en esta dinámica ética y modernizadora que
intentó la República, y, por supuesto, citó a Manuel Azaña, como uno de los emblemas de la aquélla.
Precedentes:
la Generación de 1914
Como otro hilo conductor de esa
tendencia modernizadora, hizo alusión a la Generación de 1914, la flor y nata
de esa Edad de Plata, aunque cada uno de sus miembros adoptara después
distintas posiciones políticas con la República. No obstante, es constatable el proyecto de
ilustración de aquella Generación del 14 –a quien la da nombre Lorenzo Luzuriaga-: Ortega, Eugenio D’Ors, Azaña, Marañón,
Pitaluga, Madariaga, Sánchez Albornoz, Américo Castro, García Morente…
novelistas como Miró, Pérez de Ayala, Wenceslao F. Flórez… poetas como Juan Ramón Jiménez, el polifacético Gómez
de la Serna…, artistas como Juan
Gris, Vázquez Díaz, José Gutiérrez Solana… escultores como Gargallo…. No se
olvidó de la presencia de mujeres: María
Goyri, Cenobia Camprubí, la pedagoga María
Maeztu, o las feministas, claramente enfrentadas, Clara Campoamor y Victoria
Kent, y, aun no poertenciendo a la Generación del 14, pero que es un
referente, María Zambrano.
Toda esta Generación del 14
desea consolidar un proyecto de modernidad para España, recuperando una línea
de pensamiento crítico que arrancaría en la Ilustración. Junto a otros nombres,
como Fernando de los Ríos y Araquistáin, aspiran, desde distintas
posiciones ideológicas, a modernizar España.
Los miembros de esta Generación, por medio de la Junta de Ampliación de
Estudios impulsada por la Institución Libre de Enseñanza, pudieron salir al
extranjero (en total, unos 4.500 españoles de distintas profesiones). Cuando
vuelven a España y ven cómo está el país, lo que ansían es “regenerar” España,
usando como instrumentos la Ciencia y la Cultura.
Los
“destinos” de la República y la figura de Azaña
Cada grupo político
interpretaba a su capricho cuál habría de ser el devenir de la II República.
Para unos, habría de ser una democracia liberal; para otros, una democracia
conservadora; otros la veían como una etapa de transición hacia la revolución,
y muchos esperaban consolidar la contrarrevolución pendiente mediante la acción
directa (Falange). Se contaba, además, con otros enemigos de la República. La
prensa integrista de la época habla de “nefanda democracia”. Pero el país
estaba necesitado de consolidar los derechos ciudadanos elementales,
secularizar la vida pública….
Novella hizo alusión a una cita
del penalista Jiménez de Asúa, que
murió en el exilio: “A la modernización de España se opusieron sus enemigos
multiseculares: el militarismo, el clericalismo, el retardado feudalismo y el
separatismo”.
Durante los años del
franquismo, el hombre que encarnó el pasado republicano fue el “hombre más
vilipendiado” de España, D. Manuel Azaña,
un liberal radical. España necesitaba que la burguesía alcanzara su
“mayoría de edad”, para lo que debería enfrentarse al tradicionalismo en todos
sus frentes: religioso, monárquico y militar. Pero, según Novella, “Azaña se
encontró ‘entre dos fuegos’ con una radicalización procedente de la izquierda
(comunismo, anarquismo y el ala izquierda del PSOE-UGT –Largo Caballero-) y de la derecha. Azaña vio venir lo que iba a
suceder, lo que Benjamin denomina
los “avisadores del fuego”.
Para Azaña, la República era
necesaria para sacar del marasmo a un país en poder de la aristocracia y el
clero y con un pueblo atrasado y pobre. “La República tiene que ser una escuela
de civilidad moral y de abnegación pública, es decir, de civismo”, decía Azaña
en un discurso en Valladolid en 1932, afirmando, además, que las reformas
precisas eran: laicización del Estado, supresión del poder de la Iglesia,
mejora de la enseñanza, reforma del Ejército, reforma agraria, solución de los
particularismos regionales….; en general, una necesaria ‘puesta al día’ de
España.
El
esfuerzo en Educación: las Misiones Pedagógicas
En los dos primeros años, en el
llamado bienio reformista o progresista con figuras en Educación como Marcelino Domingo, Fernando de los Ríos o Barnés,
y con su el director general, Rodofo
Llopis, se logra un importante avance educativo. Según datos de María Teresa Pérez Picazo, sobre un
censo de 26 millones de personas en 1930, si tenemos en cuenta que la monarquía
había creado de 1909 a 1931 un total de 11.800 escuelas, en el bienio
reformista se construyeron 7.000 escuelas; se reformaron 6.280; las Misiones
Pedagógicas instalaron más de 3.200 bibliotecas en dos años (1931-32)… labor
ingente si se tiene en cuenta que, en Madrid, había casi 50.000 niños sin
escolarizar.
Las
‘sombras’ aparentes de la República: la radicalización política
Pero la República hubo de
soportar una radicalización de todas las fuerzas políticas. En la derecha, las
posturas contrarias se dieron desde el principio, de forma que cuando la CEDA
se incorporó al gobierno se dio paso a una dura contrarreforma, eliminando los
logros que “a nadie hacían daño” pero que favorecían a las capas más
desprotegidas de la población.
Pero los maximalismos de
izquierdas y derechas, la radicalización del socialismo, la creciente actuación
del anarquismo, el golpismo de las fuerzas tradicionales y monárquicas…
propalaban el mensaje de ‘anarquía y desorden social’ como sinónimo de la
República.
Empero, una persona nada
sospechosa como Ortega y Gasset afirmaba: “La República, en su primera etapa,
debía de ser sólo República; radical cambio en la forma del Estado, una
liberación del poder público del detentado por unos cuantos grupos, en suma,
que el triunfo de la República no podía serlo de ningún grupo o partido o
combinación de ellos, sino la entrega del poder público a la totalidad cordial
de los españoles”.
Un novelista de la época, Manuel Chaves Nogales, autor de la
novela “A sangre y fuego”, hace la siguiente reflexión sobre la República: “Murió
batiéndose heroicamente por una causa que no era la suya; su causa, la de la
libertad, no había en España quien la defendiese”.
La
solución final y los anhelos de Azaña
Para Novella, la solución final
de Franco no era otro que el exterminio de los vencidos, cosa que intuía Azaña en los meses finales del
conflicto. Decía, en un discurso ante las Cortes, en Barcelona, en los últimos
meses de 1938: “Cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras
generaciones, si alguna vez les hierve la sangre iracunda y el genio español
vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de
destrucción, que piensen en los muertos […] y en esos hombres que han caído en
la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso, y que ahora,
abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos
envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una
estrella, el mensaje de la Patria eterna que dice a todos sus hijos: paz,
piedad, perdón”.
El
exilio, otro emblema. La figura de María Zambrano
“Pero no hubo paz, no hubo
piedad, no hubo perdón”, recordó Novella. Después de la guerra, el exilio, otro de los
legados de la II República. El exilio, otro de los emblemas, de tal forma que
muchas personas hicieron del exilio una nueva forma de vida. “Si el holocausto
es la memoria de la violencia, el exilio es la memoria del olvido, de la
desolación y de la destrucción”, dice Novella. María Zambrano simboliza como nadie la figura del exiliado. Regresó
de Chile en 1938, en plena etapa del final de la guerra, viajó luego a México y regresó de nuevo en
1984.
Incidiendo
en la necesidad de la Memoria.
Novella se remitió a su
artículo “El envés de la Historia” en que se cuenta esa otra Historia que no se
cuenta, la de los vencidos, la Historia de “La voz dormida”, de Dulce Chacón, de “Tiempo de silencio”,
de Martín Santos, de “A larga noite
de piedra”, de Ferreiro… de tantos y
tantos que han simbolizado ese ‘exilio interior’, que también existió. A esas
víctimas de la Historia se les sigue marginando hoy, con el pretexto de que no
hay que remover viejas heridas. Pero si queremos construir el presente y el
futuro, no podemos prescindir de la Memoria; recordar no significa simplemente
traer al corazón, también simboliza el incorporar a la conciencia de la gente
la existencia anterior de la barbarie, como única forma de combatirla,
demostrando que es algo felizmente que se ha superado, para que las nuevas
generaciones se puedan vacunar contra el odio y la aniquilación del otro.
Walter
Benjamin (que viajó de Berlín a España y luego a Lisboa para intentar
llegar a EE UU) afirmó que hay un ejercicio de ‘recordación’, que las personas
tenemos una razón ‘anamnética’ (anamnesis, en griego, significa recuerdo), y
cuando somos mayores recordamos más los hechos de nuestra infancia y juventud
que los más inmediatos. Pero, para él, la memoria también es un ejercicio de
justicia, para sacar a la luz lo que ha permanecido en el ostracismo: la lógica
del vencedor, negar la existencia del otro, del prójimo. En la literatura de
los campos de concentración (Mauthausen, Gusen… en donde estuvieron muchos
murcianos) aparece ese imperativo de recordar y contar lo que aconteció para
que nunca vuelva a repetirse. También con las víctimas del terrorismo, que,
según Novella, fueron insignificantes. “La Memoria es siempre algo actual”.
Benjamin afirmó que debemos ser “traperos de la Historia”, porque hemos de ir
recogiendo los ‘despojos’ del pasado. Ante tantas víctimas de la represión, hay
que ejercer ese derecho, sin revanchismo, y “tener un sitio donde tener el
duelo, porque, si no, no hay duelo”, enfatizó Novella. Y eso es algo que nos
compete a todos, con normalidad y cordialidad, contando con los testimonios de
los testigos, los supervivientes, que, en algunos casos –sobre todo, los que
estuvieron en campos de concentración- tardan en narrar lo que vivieron,
porque, literalmente, no podían escribir. Es el caso del austríaco Jean Améry, que sólo se decidió a
narrar el horror de los campos de exterminio cuando le diagnosticaron un
cáncer, por lo que deseaba transmitir, antes de morir, esas terribles
experiencias. Dice Benjamin (cita literal): “Tampoco los muertos estarán
seguros ante el enemigo cuando éste venza, y este enemigo no ha cesado de
vencer”. Este filósofo alemán nos enseña otro modo de mirar la Historia,
ilustrándolo con el “Ángel” de Paul Klee,
que “vuela hacia adelante con el rostro vuelto hacia el pasado”, porque lo
que contempla le produce espanto.
Decía Riquer que el historiador ha de ser el “médico de la Memoria”, y
otro historiador, Hobsbawn, entiende
también que la Historia tiene un objetivo, “no olvidar”, frente a una
programación que pretende borrar las huellas y el recuerdo de las víctimas y
testigos.
“Vivir para referir lo que
sucedió” es como entiende Novella la ecuación entre Historia y Memoria, que
debe tener como resultado Verdad y Justicia, porque el deber de la Memoria es
hacer Justicia. “Ese pasado insatisfecho forma parte de la racionalidad
Moderna, por tanto, no puede quedar al margen de ésta; hay que poner en primer
plano las zonas invisibles, grises y opacas de nuestro pasado común (…) Por eso
es preciso traer a nuestro presente autores olvidados, épocas “obsoletas”, “olvidadas”,
que, al decir de algunos, no sirven para solventar los problemas actuales”. Incidió,
además, en que “vuelven a oírse viejos eslóganes nacionalistas, estereotipos del
norte y del sur, conflictos étnicos, como en la guerra de los Balcanes (que
motivó que el genocidio haya estado próximo a nosotros)…; no se ha superado
nada y los viejos fantasmas vuelven. Ya no vuelve a hablarse de tiempos de
progreso, esto se ha convertido en un salvaje desarrollo que hace del hombre un
consumidor satisfecho y la Humanidad es cada día más reducida”, dijo el
conferenciante.
Novella terminó su
intervención, dirigiéndose a los jóvenes, a los que emplazó a “no rendirse
nunca”.
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