Enmarcada en las actividades
paralelas a la exposición de las Misiones Pedagógicas, en su conferencia, y
ante un público expectante, Egea Bruno
destacó la pervivencia del caciquismo y la oposición de los poderes fácticos de
siempre (terratenientes, Iglesia y Ejército), como causas que acabaron con la
experiencia reformista de la II República.
Egea Bruno, a la izquierda de la imagen, mantuvo el interés del público hasta el final de su charla, ilustrada con constantes referencias a la prensa gráfica y satírica |
Diego Jiménez/Murcia.- Moderada por quien les escribe estas
líneas, el pasado jueves día 29 de enero tuvo lugar en Murcia, en el Aula
Antonio Soler de La Merced -abarrotada de público, hasta el extremo de que
muchas personas hubieron de permanecer de pie o sentadas en los pasillos-, una
actividad más complementaria a la exposición sobre las Misiones Pedagógicas que,
instalada en el Museo de la Universidad, se exhibe en Murcia hasta el próximo día 13 de
febrero. En esta ocasión, asistimos a la conferencia ‘El contexto histórico de
la II República en Murcia’ impartida por el catedrático de la Universidad de
Murcia (UMU) Pedro María Egea Bruno.
El público siguió con sumo interés la conferencia (Foto: José L. Elías López) |
De su extenso
currículum, de Pedro Mª Egea destacamos que pertenece a diferentes asociaciones y
entidades científicas. Es Académico Correspondiente por Murcia de la Real Academia de la Historia. Su labor
investigadora se ha traducido hasta el momento en 19 ponencias a Congresos, 70
artículos en revistas científicas y 57 libros sobre temas de su especialidad,
entre los que destacan: El distrito
minero de Cartagena en torno a la Primera Guerra Mundial (1909‑1923); La represión franquista en Cartagena
(1939-1945); La política y los
políticos en la Cartagena
de Alfonso XIII (1902‑1923); Apuntes
para la historia del movimiento obrero en la industria naval de Cartagena (1898‑1923);
Cartagena. Imagen y memoria, una
historia gráfica en cuatro tomos, y La
enseñanza primaria en Cartagena durante la II República y la Guerra Civil
(1931-1939). Es coautor –con Juan B.
Vilar y Diego Victoria- de La minería murciana contemporánea I (1840‑1930)
y II (1930-1985) y de El movimiento obrero en el distrito minero
de Cartagena ‑ La Unión (1840-1930). A él corresponde el estudio de la Edad Contemporánea
en la obra colectiva Manual de Historia
de Cartagena. En la actualidad
su obra se centra en II República, Guerra Civil y etapa franquista, avanzando
en estudios sobre la economía, la política, la ideología, la cultura, la vida
cotidiana, las emigraciones y la mujer.
A continuación, expondremos una amplia reseña
del contenido de su charla, que expuso con un soporte de numerosas fotografías,
gráficos y referencias a la prensa satírica de la época.
Antecedentes: oligarquía y caciquismo y ‘turnismo’ político
Pedro María arrancó en su exposición del
régimen político de la Restauración, mantenido por el ‘turnismo’ político de
dos partidos, el conservador de Antonio
Cánovas del Castillo, y el liberal, de
Práxedes Mateo Sagasta. Es un sistema político de elecciones amañadas, en
el que la oligarquía controla el poder mediante una extensa red de caciques, y
que está garantizado por el Ejército, institución que se constituye, en última
instancia, en el sostén de la monarquía. La clave del mantenimiento del sistema
caciquil está en que se manipula el censo, se falsifican las actas y se amenaza
al electorado. Políticamente, asistimos también a la marginación evidente de
los grupos antidinásticos (carlistas, regionalistas, republicanos y el
incipiente movimiento obrero), y un permanente control de dos poderes fácticos,
el Ejército y la Iglesia.
El caciquismo en Murcia
Murcia es un coto conservador. La razón, la
figura de Juan de la Cierva,
terrateniente, abogado, con negocios en minas, agricultura, conservas… Su red
caciquil está constituida en la provincia por su hermano, Isidoro de la Cierva, con Ángel
Guirao y Emilio Díez de Revenga;
en Cartagena, Tomás Maestre Pérez;
en Lorca, Simón Mellado; en Fuente
Álamo, Bruno; en Mula, Juan Antonio Perea; en Cieza, José Pérez Martínez y Diego Martínez Pareja; en Cehegín, el conde de Los Campillos, y en Yecla, Vicente Llovera Codorniu. Con esta red,
De la Cierva manipula las elecciones, favorecido por la inacción de la
Justicia. “Mata al rey y vete a Murcia” es la expresión que denota esa
inhibición judicial.
A este caciquismo contribuyen el analfabetismo
y la existencia de amplios términos municipales, lo que lleva al centralismo
comarcal y al alejamiento del campesinado de la política. En Murcia, el turno
pacífico se cumple a la perfección hasta la llegada al poder de Primo de
Rivera.
Pérdida colonial y “las dos Españas” de Ortega
El revulsivo a este orden inamovible llega con
la pérdida colonial de 1898. Pero España se aleja de Europa en renta per
cápita, en desarrollo económico, en convergencia electoral, en Educación, en
Sanidad, en registro de patentes, en ingenieros, en política democrática…
Nuestro país tampoco ha resuelto sus problemas: el problema agrario, el social,
la democracia, la reforma fiscal, el problema regional, el del Ejército, el
tema religioso y educativo… Son síntomas de la pervivencia de “las dos Españas”
de Ortega y Gasset.
Murcia se ajusta a este modelo: una sociedad
atrasada, con las tasas de analfabetismo más elevadas de España (en 1930, el
60% de los murcianos). Es un mundo rural (el 80% de la población vive en el
campo), con sólo tres ciudades importantes: Murcia, Cartagena y Lorca. La
provincia se sostiene con una economía agraria en un contexto de una sociedad
marcada por la desigualdad.
Los grupos sociales en Murcia
Dentro de la oligarquía terrateniente, encontramos al conde de Heredia Espínola, Juan
de la Cierva, Chico de Guzmán,
los condes de Balazote, los Roca de Togores, los Pérez de los Cobos, los marqueses de Corvera, los condes de Campohermoso, el marqués de Rocamora… y Juan March, que tenía intereses en la
provincia.
El grupo social de los nuevos ricos lo integran los comerciantes, los mineros, los
conserveros, los negociantes de la fruta, los exportadores… Hacen gala de su
estatus económico con gastos suntuarios y mansiones de lujo.
La clase
media crece con su conexión a los negocios y a los servicios públicos. Y
engrosa la afiliación republicana. En 1928 nace Alianza Republicana, con Ruiz Funes en Murcia. En 1930 surge el
Partido Republicano Radical-Socialista, a cuyo frente vemos al farmacéutico José Moreno Galvache. Estos son los dos
partidos de la clase media, que se adscribe a la masonería. Hubo 5 logias
masónicas en Cartagena; 2 en Murcia, y 1 en Águilas, Lorca y Archena.
Las clases
trabajadoras viven en los límites de la subsistencia. Se expande la UGT. La
Federación provincial, con sede en Llano del Beal, cuenta con 20.000 afiiados.
Erigió 20 Casas del Pueblo.
La CNT, que contó con tres centros comarcales,
en Murcia, Cartagena y Cieza, con un total de 5.000 afiliados, sufrió en sus
carnes la represión de Primo de Rivera.
El PSOE tenía 30 agrupaciones y 2.500
afiliados. A su frente estaba en Murcia José
Ruiz del Toro. Por otra parte, el PCE, fundado en Murcia en 1930, contó con
poca militancia e influencia social.
La violencia y la dictadura de Primo de Rivera
La cuestión social deriva hacia la violencia.
Son los ‘años rojos’, con huelgas y atentados. La oligarquía vive horas de
inquietud. Por si no fueran pocos estos problemas, a ellos se suma la cuestión
militar. Enquistada la guerra de Marruecos, la oligarquía busca un espadón: Primo de Rivera. Con su golpe de Estado
en septiembre de 1923 y su aceptación por el rey, asistimos a la sentencia de
muerte de la monarquía.
El Pacto de San Sebastián y el advenimiento de la República
En agosto de 1930, la oposición republicana
firma el Pacto de San Sebastián, con el objetivo de acabar con la monarquía. En
diciembre de 1930, tras la sublevación de Jaca, son fusilados los capitanes Galán y García Hernández: la República ya tiene sus mártires. (En relación
a este tema, hay que decir que se hizo una película, “Fermín Galán”, en la que
intervino una actriz cartagenera, Celia
Escudero).
La respuesta a esos fusilamientos fue la
huelga general, también secundada en la provincia de Murcia. Ante el clima de
inestabilidad reinante, la opción de la monarquía fue la convocatoria de
elecciones municipales para el 12 de abril de 1931. El efecto fue el contrario:
las elecciones se convierten en un plebiscito contrario a la monarquía. En
Murcia, la opción republicana triunfa en las ciudades más importantes, Murcia y
Cartagena, y en los núcleos de población de más de 10.000 habitantes
(Alcantarilla, Yecla, Caravaca, La Unión y Águilas). En los pueblos, sin
embargo, se deja sentir el peso del caciquismo: el 52% de los votos es para los
monárquicos. Pero, en el ámbito nacional, triunfa la República.
Proclamación de la II República
El rey Alfonso
XIII marcha al exilio. Desde Cartagena, pone rumbo a Marsella en el crucero
‘Príncipe Alfonso’, luego llamado ‘Libertad’. El 14 de abril fue una fiesta
popular. En Murcia, se ocupó el Ayuntamiento, se izó la bandera republicana y
se proclamó la República. La torre de la catedral se engalanó con banderas republicanas,
al tiempo que se echaron las campanas al vuelo. En Cartagena, también se ocupó
el Ayuntamiento y se proclamó la República. La fiesta se repite en toda la
provincia, salvo en Lorca, donde el alcalde se niega a cambiar la bandera.
Lucha de clases y contexto social
Pero la fiesta popular no oculta la
exacerbación de la lucha de clases. El 10 de mayo de 1931, se produce una nueva
oleada anticlerical. En Murcia, el 12 de mayo se incendia el quiosco de La
Verdad, se asalta la iglesia de Santo Domingo, la residencia de los jesuitas,
los conventos de las Isabelas, y el de la Purísima.
La oligarquía vive un momento caótico. Sus
dirigentes desaparecen del plano político y social y sus partidos no se
presentan a las elecciones a Cortes Constituyentes (junio de 1931). Ganan
socialistas y republicanos.
En Murcia triunfa la coalición de socialistas,
radicales y radical-socialistas, saliendo elegidos, entre otros, Ruiz Funes, Moreno Galvache y Ruiz del Toro.
Ante eso, la oligarquía no tarda en organizarse. En julio de 1931, nace Acción
Popular Murciana, con un objetivo: la defensa del orden burgués, la familia y
la religión. Cuenta con la ayuda de la Iglesia y del obispo, Miguel de los Santos, así como con la
de La Verdad de Murcia. Este nuevo partido será la base de la CEDA, y en él se
da cita la burguesía más reaccionaria: Agustín
Virgil, Juan Antonio Perea, Alfonso Torres, José Ibáñez Martín, José Maestre y
Adrián Viudes.
La República se muestra débil, con una clase
obrera dividida: la CNT, en contra, el PSOE-UGT, que protagonizan la
experiencia reformista, renunciando a la toma del poder por la clase obrera, y
los comunistas, situados en contra, defendiendo el ‘frente único’ por abajo,
con la táctica de ‘clase contra clase’. Un dato: el 15 de abril, la portada de
Mundo Obrero rezaba así: “¡Muera la República burguesa, vivan los soviets”!
Ante ese panorama, la burguesía liberal y la pequeña burguesía fueron el sostén
de la República. La República tuvo enfrente a la oligarquía y a dos
instituciones que no han caído con la monarquía: el Ejército y la Iglesia.
Crisis económica y fascismo
El contexto mundial tampoco es favorable para
la República. De un lado, la crisis económica de 1929; de otro, el auge del
fascismo.
La crisis económica afectó de lleno a Murcia
y, además, cambió la tendencia migratoria, registrándose –al contrario que en años
precedentes- más entradas que salidas. La crisis afecta a la agricultura de
exportación, a los sectores del pimentón,
conserva, esparto, minería, metalurgia (fundición de Santa
Lucía, en Cartagena), la industria naval, tráfico portuario… La consecuencia,
el paro, el desempleo. En Murcia, en diciembre de 1933, se registran 33.000
parados con una distribución similar al conjunto nacional. El 70% de esos
parados corresponde al sector agrícola; el 10%, a la construcción; el 9%, a la
minería, y el 11% restante a otras actividades. Las zonas más afectadas son
Caravaca, Mula, Cieza, Yecla, Cartagena, Mazarrón, La Unión y Murcia.
El Gobierno intentó atajar el paro recurriendo
a las obras públicas, los caminos vecinales, las escuelas, los cuarteles, la
construcción de casas baratas (Cartagena), la traída de aguas del Taibilla (que
se atribuyó luego el franquismo), obras de regadío en el Campo de Cartagena y
las del Trasvase Tajo-Segura, de las que se apropió también el franquismo.
Aumenta la tensión social. Oleadas anarquistas
Estas obras públicas no bastaron para acabar
con el paro. La prensa señala que los braceros del campo comían hierba. En
enero de 1932, unos 20 obreros piden comida en el Hotel Victoria de Murcia. La
patronal incumple la legislación laboral: hay un claro boicot de la derecha a
la República. Ante ello, proliferan de nuevo las huelgas. Destacan en Murcia
las del año 1931, en que se registran 20 en la agricultura y la construcción.
Las más importantes se dieron en Cehegín, Mazarrón y, sobre todo, en Cartagena,
que registró tres huelgas generales, en julio de 1931, junio de 1932 y julio de
1936. Menudean los piquetes de la FAI, las cargas policiales, las detenciones y
la brutal represión de la Guarda Civil, una vez más al servicio de los terratenientes.
En Mula, el 11 de diciembre de 1932, la actividad represiva produce dos muertos
y cinco heridos. Y todo sin mediar provocación. Fue el Arnedo murciano.
La conflictividad social deriva en violencia,
con signo anarquista. Atentados contra la Guardia Civil y la patronal, ataques
a la Iglesia, robos sacrílegos (en Llano de Brujas, Ulea y Caravaca). La
denominada ‘gimnasia revolucionaria’ lleva a la UGT a protagonizar tres
levantamientos armados, en enero de 1932, enero de 1933 y diciembre de 1933.
En Murcia, el ciclo se inicia en enero de
1933. Los días 8 y 9 la violencia estalla en Monteagudo, donde se arman 80
hombres; en Puente Tocinos, lugar en el que se proclama el comunismo
libertario; en Alquerías, en que se arrancan los postes telefónicos, y en
Murcia, donde prendieron fuego a un almacén próximo al convento de Verónicas.
Pero los hechos más dramáticos se dieron en
Casas Viejas, con diez muertos, y de cuyos hechos se responsabilizó a Azaña.
Esos sucesos se aprovecharon en Murcia para denigrar a Ruiz Funes, que era
miembro de la comisión parlamentaria que investigaba esos hechos.
La siguiente oleada anarquista se dio en
diciembre de 1933. El día 9 se incendian dos fábricas en Cieza, se producen
sabotajes en la fábrica de electricidad del Santo Cristo y en un puente en
Torreagüera, se corta la línea telegráfica en Calasparra y Jumilla y se atenta contra la línea férrea
Madrid-Cartagena. El Gobierno reacciona con la represión: se cierran los
centros anarquistas y se detiene a los dirigentes de la CNT-FAI.
Las tres etapas de la República
La primera, el bienio reformador o social-azañista (1931-1933) constituye un
intento de revolución burguesa para modernizar el país por vía democrática. Se
elabora una Constitución que, en su artículo 1, define a España como una
‘República de trabajadores de todas clases’, instaurando un régimen de
libertad, justicia e igualdad ante la ley, con renuncia expresa a la guerra y
con supresión de la pena de muerte.
La mujer alcanza sus derechos, entre ellos, al
sufragio, merced a los denodados esfuerzos de Clara Campoamor, que encontró en Victoria Kent a su oponente. Consigue también la igualdad jurídica,
laboral y en el matrimonio, incorporándose a la vida pública, como lo
demuestran los ejemplos de Victoria
Kent, Clara Campoamor, Margarita Nelken, Federica Montseny, Pasionaria…
En Murcia crece la afiliación femenina a
partidos y sindicatos. El PSOE incluyó dos mujeres en sus listas a las
elecciones de 1933, Regina García y
Dolores Caballero, profesora de la Escuela Normal de Murcia. La mujer se
incorpora también a la vida cultural, con figuras como Carmen Conde, María Zambrano, María Teresa León…
La República suprimió también la prostitución
reglamentada, con lo que el Estado dejó de ser el primer proxeneta del país. Se
reivindica la sexualidad y se decide la eugenesia, como hace el médico Eduardo Bonet en Cartagena.
En el bienio social-azañista se plantea
también la cuestión regional, el problema autonómico, con Cataluña como
referencia, pero también en Murcia. En julio de 1931 toma cuerpo un proyecto de
Región Murciana, integrando a Murcia, Albacete, gran parte de Alicante (Cuenca
baja del Segura) y zonas de Almería,
Jaén y Granada, para lo que se impulsó una prensa ex profeso para divulgar esa
iniciativa.
Pero la gran obra del primer bienio
republicano fue la Enseñanza. Como escribe Ramos
Oliveira, “la Enseñanza es la religión de la República”. También la
Cultura, en su versión elevada pero también popular, con García Lorca como estandarte. Se abren bibliotecas. La Universidad
de Murcia se instala de forma digna en La Merced, desde su anterior
emplazamiento en unas escuelas graduadas del barrio de El Carmen. Impulsaron
esa iniciativa el rector Lostau y Ruiz Funes, catedrático y vicerrector
de la Universidad. Se crea la Universidad Popular de Cartagena,
con Carmen Conde y Antonio Oliver,
con actividades varias y conferencias a cargo de Miguel Hernández, Ramon Sijé, María Cegarra, Margarita Nelken… Se
multiplican los Ateneos, como el de Cartagena.
El bienio social-azañista proyecta también un
sistema social para mejorar la condición de los trabajadores, sobre todo los
del campo: Ley de términos municipales, ley de jurados mixtos, salarios
mínimos, jornada de 8 horas… Pero las mejoras tropiezan con la resistencia de
la patronal. En Murcia, la resistencia es encabezada por la marquesa
de Villa de San Román y Juan de la
Cierva.
La reforma agraria, fracasada por el boicot de
la derecha, no afecta a Murcia, pues aquí predomina la pequeña y mediana
propiedad.
Otras reformas puestas en marcha intentaban
eliminar las fuerzas opositoras a la República. Así, la del Ejército (había un
mando por cada seis soldados); la cuestión religiosa, con la separación
Iglesia-Estado; la supresión de la Enseñanza religiosa; la expulsión de los
jesuitas; la enseñanza laica; el matrimonio civil y la ley del divorcio; la
jurisdicción civil de los cementerios…
La cuestión religiosa se vive en Murcia con
especial intensidad. El redactor del artículo 26 de la Constitución (el que
establece la separación Iglesia-Estado) es Ruiz
Funes, catedrático de Derecho Penal. La prensa de Murcia no se lo perdonó:
la Verdad, Levante Agrario y Don Crispín alentaron una campaña contra su
persona.
La Semana Santa se diluye en otra laica, una
fiesta republicana. El primer año se desplaza a Murcia el presidente de la
República, Niceto Alcalá Zamora, que
también visita Cartagena. Pero la Marina ya conspira contra la República. Al
sonar el himno de Riego, los marinos no se levantan de sus asientos o lo hacen
dando la espalda al presidente de la República.
Fuerte oposición al bienio
Al terminar el bienio azañista, la clase
obrera se muestra beligerante contra el Gobierno. Sobre todo el campesinado,
que se siente engañado por la ineficaz reforma agraria. Pero se da también una
oposición de centro, principalmente de intelectuales, con Ortega y Gasset a la cabeza. Pero la oposición más fuerte
procede de las derechas, con posturas
violentas, como el fracasado golpe de Estado de Sanjurjo (la “Sanjurjada”, de
agosto de 1932) y la creación de grupos fascistas (la Falange), junto con una
oposición más o menos legal de la CEDA, encabezada por Gil Robles. El desgaste del Gobierno es evidente.
Elecciones generales de noviembre de 1933
En estos comicios vota la mujer por primera
vez España. Y las damas católicas aconsejan hacerlo contra la República. La
izquierda acude dividida a las
elecciones; la derecha, en cambio, se presenta unida en la CEDA, apelando al
‘voto del miedo’. La CNT se abstiene. Triunfa la derecha: la CEDA y el partido
radical de Alejandro Lerroux.
En Murcia también gana la derecha, que
consigue 10 escaños, por 3 del PSOE. Se hunden los partidos republicanos. Las
críticas más acerbas de la prensa siguen dirigidas contra Ruiz Funes. Un
ejemplar de la prensa satírica recoge esta alusión: “Después de las elecciones,
el partido de Ruiz Funes es pasto de los ratones”.
El bienio negro (o radical-cedista)
Se extiende de 1933 a febrero de 1936. Lerroux forma gobierno con el apoyo
parlamentario de la CEDA. El bienio negro es un claro viraje
contrarrevolucionario, un ataque a la República. Se anulan las reformas del
primer bienio; se abandona la reforma agraria; se amnistía a Sanjurjo; la
Iglesia abre sus colegios; la oligarquía boicotea la reforma laboral (‘Comed
República’ se les dice a los obreros en paro)… Se agudiza la lucha de clases.
Nace Izquierda Republicana, con Ruiz Funes en
Murcia. Aparecen las Alianzas Obreras. La consigna es UHP: se habla de revolución
proletaria. La entrada de la CEDA en el Gobierno, con tres ministros –entre los
que figura Anguera de Sojo-, da
lugar a la revolución de octubre.
En Murcia, hay huelgas generales en Cartagena,
Alcantarilla, Lorca, Águilas y Cieza. Y huelgas parciales en Murcia, Abarán,
Jumilla y Mazarrón. Se producen altercados en toda la provincia. Los hechos más
graves, en Alguazas: el día 6, los socialistas toman el Ayuntamiento y
proclaman la República socialista. Son sometidos a un Consejo de guerra, que
dicta doce sentencias de cadena perpetua.
Tras la derrota, la extrema derecha gana
terreno. En diciembre de 1934 nace el Bloque Nacional de Calvo Sotelo, una coalición de partidos monárquicos en los que se
integra la Derecha Regional Murciana, dirigida por Joaquín González Conde y el marqués
de Rozalejo, ambos, grandes terratenientes. También se une a ese bloque
opositor la Comunión Tradicionalista, mientras que la Juventud de Acción
Popular (JAP) incorpora a su ideario elementos del fascismo. La Falange se
aclimata ahora en Murcia.
Elecciones de febrero de 1936: el Frente Popular
Se convocan elecciones generales para febrero
de 1936. La izquierda se une en el Frente Popular, con una clara
reivindicación: la amnistía de los presos de la revolución de octubre. La
derecha, sin embargo, concurre en esta ocasión separada. La tensión es máxima,
con un lenguaje prebélico. La ruptura social es patente; la simple pegada de
carteles se convierte en motivo de reyerta callejera. La derecha cuenta con
matones, como el ‘Chipé’, en
Cartagena, con la JAP, con la Falange y… con el voto del miedo.
En Murcia, como en el resto del país, triunfa
el Frente Popular. La derecha no tarda en reaccionar: al día siguiente de las
elecciones estalla un motín en el penal de Cartagena, alentado, sin duda, por
aquélla.
Azaña forma
Gobierno, con Ruiz Funes como ministro
de Agricultura. Y la tensión acumulada estalla contra los enemigos de la
República: el 20 de febrero se asaltan en Murcia las sedes de Acción Popular,
Círculo Tradicionalista y Levante Agrario, mientras que en Cartagena 15.000
manifestantes (la mayor manifestación en esa ciudad hasta esa fecha) reclaman
la separación del servicio del almirante Cervera
y del general López Pinto. La medida
desbarata los planes golpistas que estaban ya en marcha.
La victoria del Frente Popular se percibe como
la de la clase trabajadora. Se retoman las reformas del primer bienio, ante lo
que la oligarquía responde con el acoso a la República, financiando a grupos
hostiles a ella. La Falange asalta las Casas del Pueblo de Molina, Lorca, Yecla
y Murcia, provocando incidentes en toda la provincia, los más graves en Bullas,
con dos muertos y cuatro más en Yecla y Jumilla. Tercia la cuestión religiosa
(¡a saber quién está detrás de la nueva oleada anticlerical!): incendio de
iglesias en Cehegín, Los Garres, Torreagüera, Monteagudo y Yecla, lugar en que
arden 14 templos. Se ha creado el ambiente para justificar el golpe militar
contra la República.
El golpe militar de julio de 1936. Fin de la República
La rebelión católico-fascista tiene detrás a
los de siempre: la oligarquía, el Ejército, la Iglesia. Las potencias
nazi-fascistas derrotan a la República. Y la nueva prensa recoge la nueva
realidad política, con la noticia de la celebración de 10.000 comuniones en la
catedral de Murcia. La entrada en la ciudad, a finales de marzo de 1939, de las tropas franquistas de la IV División
Navarra, con Camilo Alonso Vega al
frente, supone el borrar todo vestigio de la República.
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