martes, 3 de marzo de 2015

Confluencia, sí, pero no así

http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2015/03/03/confluencia/629645.html

Ya peino canas, por lo que puedo decir que he estado ilusionado desde siempre, desde la Universidad primero, desde la actividad vecinal, desde el sindicalismo y desde un posterior, y breve, paso por la actividad política,  por la posibilidad de que quienes nos consideramos de izquierdas (sí, de izquierdas, ¡no pasa nada por admitirlo!) pudiéramos unir nuestras fuerzas para  llegar al poder y evitar el sufrimiento de tanta gente. Por ello, hace unos días recibí con relativa satisfacción la consolidación de una candidatura ciudadana de unidad popular para intentar gobernar el Ayuntamiento de Murcia.

Y digo relativa porque no me ha gustado que, al contrario que en Barcelona, Cambiemos Murcia haya surgido como una coalición en la que se ocultan las siglas. Por eso entiendo el cabreo de algunos y algunas por esa extraña fórmula  y la no adhesión a la misma de alguna formación política, que también había trabajado por la unidad.  Y no me sirve la justificación de que, con ello, se trate de enfatizar el carácter de candidatura ciudadana. ¿Acaso los y las militantes de las distintas formaciones políticas que han dedicado parte de su tiempo y esfuerzo para lograr la confluencia no ostentan el carácter de ciudadanos? ¿Alguien va a negarles el haber estado codo con codo, con las distintas plataformas y movimientos sociales, en las manifestaciones y luchas de la Región en los últimos años? En ellas hemos coincidido. A nadie allí se rechazaba por su adscripción partidista. ¿Por qué ese hecho es ahora un impedimento para dar cuerpo a una coalición en la que el futuro votante pueda identificar las opciones que la fortalecen?

He leído algunos de los documentos de ‘Claro que Podemos’. Y de esa lectura he colegido algo que a muchas personas resulta evidente: obnubilados en parte por el ascenso fulgurante que le otorgan las encuestas (hoy frenado en virtud de la reacción de quienes, usando de artimañas mil, intentar desautorizar a esta opción política), las personas dirigentes de Podemos, al menos a mí me lo parece, muestran menos generosidad que algunas formaciones que no han dudado en renunciar a sus siglas en aras de la unidad. Concretamente, en el Documento Político-Organizativo, en el apartado relativo a las elecciones autonómicas de mayo de 2015, se afirma: “Podemos considera que el presente momento [político] exige mayor audacia, con un proyecto político transversal del unificación del campo popular golpeado por la crisis”. Hasta ahí de acuerdo. Pero esa ‘unificación del campo popular’ pasa inexcusablemente, según dice este documento, por “explorar la hipótesis Podemos como herramienta de confluencia popular”, en la medida en que “la  ciudadanía quiere votar a Podemos en las elecciones autonómicas de la Región de Murcia, pues reconoce que es un espacio de confluencia de múltiples sensibilidades sociales”. Esta última afirmación no deja de reflejar una postura excluyente, pues se omite que hay otras organizaciones (sociales y políticas) que desean preservar su propia identidad, no diluyéndose en Podemos, y que poseen la misma legitimidad social para aspirar al deseado cambio. Hablo, a título de ejemplo,  de Equo, CLIAS, IU-Verdes, Republicanos… organizaciones que no tienen por qué ver en Podemos el único espacio de confluencia, hasta el extremo de quedar diluidas en él.

Podemos refleja en el Documento Político-Organizativo que “la ley electoral murciana, diseñada para reducir la pluralidad política, genera una masa enorme de voto útil, quedando porcentajes significativos de votantes sin representación”. Con esta dificultad añadida, es difícil creer que Podemos, que se erige en la casi exclusiva fuerza de oposición al régimen de 1978 y su casta, pueda llegar a desplazar en solitario al PP de las instituciones de la Región. 

Hay que seguir intentándolo. Aún estamos a tiempo de consolidar una candidatura autonómica que una las fuerzas de Ganemos y Podemos, pero en la que todas y todos se vean representados. Y en la que el votante identifique claramente sus preferencias. Admitido el hecho de que nadie –en contra de lo que dijo Monedero hace unos meses en Murcia- desea contar con Podemos como un ‘salvavidas’ al que asirse, admitamos también, como dije arriba, la legitimidad de otras fuerzas políticas para trabajar por el cambio. En el pasado debate del estado de la Nación, IU, una formación política que, quiérase o no, ha de contarse como aliada de Podemos, demostró que cuenta con un candidato, Alberto Garzón -que noqueó claramente a Rajoy-, nada representativo de las viejas formas de hacer política, y que quiere abrirse paso en una IU renovada pero que aspira a preservar su identidad. Igual que los demás. 


En el Documento de Principios Políticos, Podemos  deja  abierta la puerta a la posibilidad de que, a petición de al menos un 10% de personas inscritas, se pueda decidir en un territorio determinado concurrir con marca propia o enmarcados en agrupaciones diversas. Pensemos en la fuerza que podemos desplegar en perfecta sintonía. En coalición, sí. Con una ‘sopa de siglas’, como en Barcelona, ¿por qué no? Hay que seguir faenando por la confluencia, sí. Pero no así. 

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