viernes, 26 de febrero de 2021

¿NORMALIDAD DEMOCRÁTICA?

 "...De un tiempo a esta parte, y desde la entrevista del periodista Gonzo al vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, la operación de acoso y derribo, no tanto al Gobierno, como a Unidas Podemos (UP), ha aumentado su intensidad. Y es que cuando la ministra Yolanda Díaz, el ministro Alberto Garzón o el vicepresidente Iglesias hablan, suelen decir verdades. Y las verdades escuecen. Por ello, el segundo vicepresidente ha de mantener en el seno del Gobierno un difícil equilibrio entre la lealtad institucional que debe a las decisiones que emanan de un órgano colegiado y, al mismo tiempo, no renunciar a sus posiciones ideológicas, las más de ellas rupturistas, que constituyen la seña de identidad de UP. En ese contexto, la escenificación de esas diferencias (legítimas, si UP no quiere pasar por alto ciertas decisiones gubernamentales que atentan contra lo firmado en el pacto de Gobierno) tiene como telón de fondo la distinta percepción del PSOE y UP de lo que supone la normalidad democrática del país..."

https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2021/02/24/normalidad-democratica-35389259.html


Hace unos días, el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, explicaba con nitidez en el Parlamento el enorme peso de las corporaciones mediáticas del país y la ausencia de regulación democrática de las mismas. Esas empresas de la comunicación, muchas de ellas en manos de los bancos, exhiben sin tapujos su frontal oposición a todo cuanto huela a izquierdismo. En indisimulada colaboración con la derecha, se han dedicado, no sólo a la difusión de noticias falsas sobre Unidas Podemos (UP), sino también a ¿informar? con puntualidad sobre las diferencias en el seno del Gobierno de coalición, inevitables si se tienen en cuenta las distintas posiciones ideológicas de los actores que lo conforman.

De un tiempo a esta parte, y desde la entrevista del periodista Gonzo al vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, la operación de acoso y derribo, no tanto al Gobierno, como a Unidas Podemos (UP), ha aumentado su intensidad. Y es que cuando la ministra Yolanda Díaz, el ministro Alberto Garzón o el vicepresidente Iglesias hablan, suelen decir verdades. Y las verdades escuecen. Por ello, el segundo vicepresidente ha de mantener en el seno del Gobierno un difícil equilibrio entre la lealtad institucional que debe a las decisiones que emanan de un órgano colegiado y, al mismo tiempo, no renunciar a sus posiciones ideológicas, las más de ellas rupturistas, que constituyen la seña de identidad de UP. En ese contexto, la escenificación de esas diferencias (legítimas, si UP no quiere pasar por alto ciertas decisiones gubernamentales que atentan contra lo firmado en el pacto de Gobierno) tiene como telón de fondo la distinta percepción del PSOE y UP de lo que supone la normalidad democrática del país.

La situación ha llegado a tal extremo que, hace unos días, Nicolás Redondo, con un manifiesto, César en la infamia, apoyado por cerca de doscientas personalidades del mundo político, intelectual, académico, diplomático y económico, exigía a Pedro Sánchez la destitución del vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, por cuestionar la calidad democrática del país. Mucho se ha venido hablando del modélico ejemplo de nuestra democracia, propiciado por también una modélica Transición. Pero, ¿hay normalidad democrática en España?

La monarquía y la herencia franquista. 

Voy a afirmarlo con rotundidad: España no es una democracia plena en la medida en que existe una monarquía que, fechorías del monarca emérito al margen, atenta contra el principio de igualdad, pues únicamente los genes de la familia facultan al heredero o heredera para el acceso a la jefatura del Estado. Además, su legitimidad de origen es discutible por proceder de los designios de un dictador, y la inmunidad e inviolabilidad del rey hacen que esta institución sea impermeable y no esté sujeta a la Justicia. Y no nos sirve que su legitimidad venga revalidada por su carácter de ‘monarquía parlamentaria’, porque dicho término, en opinión de algún analista, es una ‘contradictio in terminis’, equivalente a hablar de ‘tiranía participativa’ o de ‘dictadura electa’.

En otro orden de cosas, España no es una democracia plena en la medida en que existe un franquismo residual no extirpado del seno de la Judicatura, el Ejército y la Policía, como después veremos. Pero es que, además, hasta la fecha no se ha producido la condena expresa del régimen franquista, su legislación represiva y sus sentencias ilegales, sigue en vigor la Ley de Amnistía de octubre de 1977, que hace posible que sigan impunes los crímenes de lesa humanidad cometidos durante esa aciaga etapa, y se produce algo más que una anomalía impensable en los países democráticos de nuestro entorno, sobre todo en aquellos (Alemania, Italia) en los que el fascismo fue derrotado por las armas: la existencia legal de la Fundación Franco y hasta otras siete de nombres de probados golpistas como General Yagüe, Queipo de Llano, Millán Astray, etc.

España es un país en el que se ha normalizado que se puedan lanzar proclamas antisemitas y vivas a Franco en el pasado homenaje en Madrid a la División Azul.

En España se ve con normalidad que, en la intranet del Ejército de Tierra, ámbito de Infantería, el pasado 3 de febrero, con el título «D. Francisco Franco es ascendido a general. Infante ilustre» se conmemorara el 95º aniversario del ascenso del dictador al generalato el 3 de febrero de 1926, una década antes de que protagonizara el golpe de Estado contra el Gobierno legítimo del Frente Popular y contra la II República.

Es también algo más que una anomalía democrática que en las salas de banderas de muchos cuarteles continúe el retrato del dictador.

Que, además, oficiales retirados del Ejército del Aire expresaran en un chat la necesidad de fusilar a 26 millones de españoles atenta contra la normalidad democrática; mientras, se mantienen imputados, presos o huidos del país a raperos por delitos de opinión.

Otros signos de ‘normalidad democrática’.

 Que el principal partido de la oposición lleve toda la democracia financiándose de manera irregular ¿es plena normalidad democrática?

Tener en España legalizado a un partido como Vox, cuya presencia en el Parlamento le permite exhibir, agresivamente, su xenofobia, homofobia y machismo ¿es normalidad democrática?

La existencia de las cloacas en el ministerio del Interior y la utilización de policías para robar a Bárcenas pruebas de la corrupción ¿es normalidad democrática?

Que el PP se haya venido dedicando, pese a lo dispuesto en la Constitución, a obstruir la renovación de los órganos judiciales ¿es normalidad democrática?

Aplicar penas de prisión por una pelea (Alsasua) ¿es plena normalidad democrática? (Así lo cree la ministra de Exteriores que dice que en nuestro país se respetan íntegramente los Derechos Humanos).

Que nuestro sistema judicial haya sido puesto en entredicho (ridiculizado, diría yo) por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, como en los casos de encarcelamiento y apaleamiento de ciudadanos por ejercer su derecho al voto en un referéndum democrático, ¿es plena normalidad democrática?

Que el Rey arremeta contra la mitad de Cataluña que anhela la independencia ¿es de total normalidad democrática?

Que el Estado español rehúse someterse a los dictados de la Justicia Universal para juzgar los crímenes de la dictadura ¿es normalidad democrática?

Que Carmen Rodríguez Medel, la jueza que absuelve a Cristina Cifuentes sea la misma magistrada que archivó el falso máster de Pablo Casado ¿es normalidad democrática?

Que algunos medios de comunicación (Susana Griso, Antena 3) digan, sin pruebas y sin ruborizarse, que Unidas Podemos legitima la violencia (por el tuit de Pablo Echenique apoyando las manifestaciones contra el encarcelamiento de Pablo Hasél), ¿es normalidad democrática?

Que después de que dos policías propinaran en Linares una paliza a un padre y a su hija la misma policía acabara disparando con una escopeta de perdigones a las personas manifestantes en contra de esa actuación ¿es normalidad democrática?

Que la policía haga uso de armas de disuasión las cuales, que yo recuerde, han conducido a la pérdida de la visión de un ojo de dos personas ¿es normalidad democrática?

Y así podría seguir con muchos más ejemplos. No hay que rasgarse las vestiduras cuando algún miembro del Gobierno de coalición, en su pleno derecho de ejercer la libertad de expresión al margen de su pertenencia a ese Gobierno, nos advierte de que esta democracia burguesa española que nos legaron es manifiestamente mejorable.

miércoles, 10 de febrero de 2021

PANDEMIA, CAPITALISMO Y NUEVA NORMALIDAD

 https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2021/02/09/pandemia-capitalismo-nueva-normalidad-34280938.html

La ciudadanía de nuestro país no sólo está muy preocupada por los estragos que la Covid-19 está causando día a día, sino también indignada por el retraso en la administración de las vacunas, achacable, sin duda, a la avaricia de las multinacionales farmacéuticas; por la evidente descoordinación entre territorios para hacer frente a la pandemia; y, en los últimos días, por el afloramiento de la picaresca, más bien corrupción, por parte de quienes, saltándose los protocolos, se creen con derecho a situarse por encima de los demás.

En ese contexto, lo que parece fuera de toda discusión es que la rápida extensión, con sus variantes de última hora, de la Sars-CoV-2, nos pone en alerta sobre la salud del planeta y pone en evidencia, una vez más, la perversión del sistema capitalista neoliberal, que privilegia los beneficios económicos por encima de la salud de la población.

La responsabilidad humana: el antropoceno

A juicio de muchos expertos, estamos en el punto álgido de la radical transformación de los ecosistemas terrestres por la actividad humana, cuyo origen más próximo sitúan algunos ya a mediados del siglo XVIII, con la primera Revolución Industrial. Pero hoy, con el doble de CO2 concentrado en la atmósfera respecto de esa etapa histórica, estamos de lleno en una nueva era que separa al Holoceno de lo que algunos denominan ya el Antropoceno, que arranca a mediados del siglo XX cuando coinciden el ‘boom’ demográfico en países ricos y pobres, se intensifica el comercio mundial y aparece el turismo de masas. No obstante, la señal distintiva del daño que le hemos hecho a la Naturaleza son los isótopos radiactivos, procedentes de las pruebas nucleares, cuyo rastro se calcula que perdurará 4.500 millones de años, la misma edad de la Tierra.

La nefasta acción antropogénica sobre nuestro medio ambiente es evidente: aunque los seres humanos suponemos sólo el 0,01% de la biomasa terrestre, hemos provocado que, desde el despertar de las primeras civilizaciones, haya desaparecido el 80% de los animales salvajes, el 80% de los mamíferos marinos y la mitad de las plantas.

El sociólogo César Rendueles, en artículo reciente, cita al sueco Andreas Malm, la estrella emergente de los análisis marxistas en estos momentos, para el que, en relación con la Covid-19 y en su obra El murciélago y el capital, a la vista de la dinámica extractiva y agresiva del sistema capitalista mundial, la cuestión no estribaba tanto en saber si la zoonosis se iba a producir, sino cuándo lo haría. Hoy ya sabemos que la deforestación causada por los monocultivos industriales está detrás de la destrucción de los ecosistemas y, consecuentemente, de la ruptura de las barreras que se interponían en la transmisión de virus de los animales a los seres humanos, situación que puede verse agravada cuando el calentamiento global derrita la capa del permafrost del Ártico y se liberen a la atmósfera ingentes cantidades de metano además de virus y bacterias quizás hoy desconocidos.

Coronavirus y capitalismo

La eclosión y la rápida extensión del virus que está poniendo en jaque a la economía mundial y segando millones de vidas es, efectivamente, para Claudio Katz, economista argentino, una calamidad natural en la que la acción humana tiene mucho que ver, pero que se solapa y coexiste con una economía especulativo-financiera, junto a la sobreproducción, el segundo desequilibrio que irrumpió junto a la pandemia. En ese marco, según él, la tradicional voracidad del capitalismo hizo que las advertencias de la irrupción de esta grave enfermedad fueran ignoradas por la ‘baja rentabilidad’ de las políticas de prevención. Si a eso le sumamos la feroz competencia entre las farmacéuticas, la situación ha derivado en auténtica piratería por parte de algunos Gobiernos.

Para reforzar la tesis del desinterés del sistema capitalista mundial, el sistema-mundo (Immanuel Wallerstein), para hacer frente a la pandemia, basta constatar que la actual crisis sanitaria acrecienta la desigualdad: en EE UU el virus se propaga con rapidez entre los 30 millones de personas que carecen de seguro médico. En África y Sudamérica el porcentaje de vacunación es bajísimo, sobre todo entre los sectores populares con menos renta. Mientras, las grandes multinacionales farmacéuticas, fieles a su máxima de privilegiar los beneficios sobre la salud, en complicidad con el pirateo de algunos Estados, están vendiendo la producción al mejor postor, cuadruplicando el precio de las vacunas e incumpliendo los contratos firmados, como en el caso de la multinacional AstraZeneca, que ha reducido drásticamente la cantidad de dosis que se comprometió a entregar a la Unión Europea (UE) pese a haber recibido 330 millones de euros de Bruselas. Por ello, la eurodiputada Sira Rego defiende la propuesta de suspender las patentes de la Covid-19, lo que permitiría aumentar exponencialmente la producción de vacunas en todo el planeta y salvar millones de vidas humanas.

En ese contexto de neoliberalismo puro y duro en relación con un bien básico como es la salud, una gestión preventiva de la pandemia hubiera requerido una respuesta global por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero este organismo no goza del estatus ni de la fuerza de otras instancias supranacionales, ni ha sido nunca el epicentro de los debates de Davos ni del G20.

¿Y después de la pandemia?

Es difícil predecir cómo será la vuelta a la nueva ‘normalidad’, qué habremos aprendido de esta crisis, cuál va a ser la evolución del sistema capitalista neoliberal. Expongo, a continuación, la opinión de algunos expertos.

C. Katz cree que la convulsión sanitaria actual puede llevar a más desigualdad, a que las clases dominantes aprovechen este escenario de crisis para, en sintonía con la ‘doctrina del shock’ (Naomi Klein), profundizar la flexibilización laboral. Sin embargo, el economista Santiago Niño Becerra, con una visión más optimista, predice que el actual ciclo del capitalismo que conocemos acabará en unos cincuenta años y un nuevo sistema económico ha de llegar para suplir tantas carencias actuales.

Pascal Boniface, geopolítico francés fundador del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS), afirma que el mundo occidental se creía a salvo de una pandemia, pensando que solo afectaría a los países asiáticos y africanos, pero, de hecho, los países europeos se han llevado la peor parte. Considera, pues, que la pandemia viene a recordarnos que el multilateralismo, en aguda crisis hoy, es una necesidad imperiosa en un mundo globalizado.

Immanuel Wallerstein, historiador, sociólogo y economista ya fallecido, estaba convencido de que, desde hace tiempo, vivimos en una era de crisis estructural del sistema-mundo, por lo que creía que la lucha de clases es el instrumento fundamental para influir en la construcción de aquello que en el futuro reemplazará al capitalismo.

Julián Rebón, profesor de Sociología en la Universidad de Buenos Aires, nos recuerda que hemos constatado que podemos vivir con muchísimo menos, que hay una posibilidad, pues, de repensar el consumo. Por eso tendrá que haber una batalla política y cultural ejemplar. «Nos hemos dado cuenta», afirma, «de que los animales podían volver a habitar las ciudades, de que el aire puede estar más limpio... pero eso presupone un montón de cambios y habrá que entablar batallas para mantenerlos». En este horizonte de incertidumbre, «es el momento de tomar grandes decisiones» y de eso va a depender nuestro porvenir como especie.