jueves, 28 de abril de 2022

60 AÑOS DEL ABSURDO Y CRIMINAL EMBARGO A CUBA

 https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2022/04/27/60-anos-absurdo-criminal-embargo-65435556.html

 

                                                     (Foto: La Opinión de Murcia)

 Desde mi picoesquina, La Opinión de Murcia, 27-04-2022

Los pasados días 1, 2 y 3 de este mes, en varios países europeos y a través de las redes sociales, con los hashtag #CubaVamosconTodo y #CubaPonleCorazón, se desarrolló una ‘ciberacción’ por el levantamiento del absurdo y criminal embargo estadounidense a la isla, cuando se cumplen 60 años de éste.

Anteriormente, y según una información de TeleSURtv.net, a finales de febrero, cubanoamericanos y estadounidenses reclamaron también el fin del bloqueo comercial y financiero de la Casa Blanca a Cuba, con una caravana de coches por las calles de Miami, en Florida. Los participantes exigieron que sean levantadas las más de 240 medidas restrictivas unilaterales contra Cuba que instrumentó Donald Trump (2017-2021), incluso en medio de la pandemia de la Covid 19, y que mantiene el actual mandatario Joe Biden. 

Exigieron, así mismo, la reapertura de los servicios consulares de la embajada de EE UU en La Habana, así como el servicio de envío de remesas y el levantamiento de prohibiciones de viaje de estadounidenses que deseen visitar la isla.

Para que conozcamos el alcance de ese embargo, relaciono aquí, según Amnistía Internacional, el entramado jurídico estadounidense que lo sostiene: Ley de Cooperación Internacional, de 1961; Regulaciones al Control de los Activos Cubanos, de 1963; Ley para la Democracia en Cuba, de 1992, también conocida como Ley Torricelli; Ley para la Libertad y la Solidaridad Democrática Cubanas, de 1996, también conocida como Ley Helms-Burton, y Ley de Sanciones Comerciales e Incremento del Comercio, de 2000.

LA POSICIÓN DE NACIONES UNIDAS (ONU). La última resolución de condena de la ONU, de finales de junio de 2021, fue apoyada por 184 países, contó con el voto negativo de EE UU y su estado lacayo, Israel, y con la abstención de Colombia, Brasil y Ucrania (así agradece este último país la humanitaria acogida por parte de Cuba de 40.000 niñas y niños víctimas en su día del desastre nuclear de Chernobil). Con su abstención, Colombia y Brasil fracturaron por segunda vez la posición unánime de apoyo a Cuba de los países de América Latina y el Caribe. La primera fue cuando Colombia se abstuvo y Brasil votó en contra durante la sesión de noviembre de 2019.

La resolución que pide el fin del bloqueo se suma a las 28 adoptadas anualmente desde 1992, cuando el órgano de debate empezó a votar anualmente sobre la cuestión, con la única excepción de 2020 a causa de la pandemia de la Covid 19. 

Según datos de la propia web de la ONU, el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno E. Rodríguez Parrilla, afirmó en el debate que precedió a la votación que el bloqueo es una violación masiva, flagrante y sistemática de los derechos humanos del pueblo cubano y agregó que, según la Convención de Ginebra de 1948, «constituye un acto de genocidio», añadiendo, no sin razón, que se trata de «una guerra económica de alcance extraterritorial contra un país pequeño ya afectado en este periodo reciente por la recesión y la crisis económica global provocadas por la pandemia y que nos ha privado de ingresos indispensables, como los derivados del turismo». Precisó, además, que, de abril de 2019 a diciembre de 2020, el bloqueo produjo daños por 9.157 millones de dólares.

El mandatario reclamó que cese la persecución y dio cuenta en ese debate de un Memorando del Departamento de Estado norteamericano de una fecha tan lejana como la del 6 de abril de 1960 en la que, un año después del triunfo de la Revolución, ya se hacía un llamamiento a poner en práctica todos los medios posibles para debilitar la vida económica, negándole a Cuba dinero y suministros, para provocar hambre y desesperación con el objetivo de derrocar al Gobierno. De hecho, antes de la votación, Rodney Hunter, coordinador político de la Misión de Estados Unidos ante la ONU, anunció que su país se opondría a la resolución porque las sanciones buscan promover la democracia y el respeto a los derechos humanos en Cuba. (Ignoramos si tales pretensiones las exige EE UU, por ejemplo, a Israel o a sus aliados sátrapas saudíes).

Pese a las dificultades económicas de la isla agravadas por la crisis de la Covid 19, los representantes de los Estados integrantes de la Asamblea encomiaron la manera en que la isla caribeña ha sorteado la crisis sanitaria e, incluso, desarrollado vacunas contra el coronavirus.

LA POSICIÓN DE LA UNIÓN EUROPEA. En información recogida por Radio Habana, en junio de 2021 la Unión Europea (UE) advirtió que el bloqueo impuesto por EE UU a Cuba tiene un impacto negativo en sus intereses y reiteró su rechazo a la extraterritorialidad de dicha política, pues dichas medidas violan las reglas aceptadas por los países para desarrollar el comercio internacional, sobre todo con la aplicación de la Ley Torricelli, de 1992, según la cual se prohíbe el comercio con Cuba de las subsidiarias de compañías de Estados Unidos establecidas en terceros países, e impide a los barcos que entren a puertos cubanos, con propósitos comerciales, ‘tocar’ puertos de Estados Unidos o en sus posesiones durante los 180 días siguientes a la fecha de haber abandonado el puerto cubano. 

Por su parte, la extraterritorialidad de la Ley Helms-Burton, de 1996, afecta de lleno a los intereses comerciales de empresas o personas naturales de Europa, por lo que el Consejo de Ministros europeo de 1996 adoptó regulaciones para soslayar los efectos más perniciosos de esa ley, que incide de lleno, y negativamente, sobre todo en el pueblo cubano. La UE ha venido defendiendo su Acuerdo de Diálogo y Cooperación con Cuba, que se aplica de manera provisional desde el 1 de noviembre de 2017 y que EE UU trata de invalidar. 

PRESIÓN DE LAS DERECHAS Y NECESARIA RESPUESTA SOLIDARIA. Por si la presión norteamericana no fuera suficiente, y según José Manzaneda en un artículo reciente, las derechas y ultraderechas europeas, con el objetivo de destruir ese acuerdo de colaboración, son en el viejo continente la punta de lanza de la estrategia global contra Cuba del Departamento de Estado de EEUU y la Mafia cubanoamericana asentada en el Estado de Florida. Su objetivo es regresar a la política marcada por la llamada Posición Común de la UE hacia Cuba, un pacto de facto entre el expresidente español José María Aznar y la Casa Blanca que, desde 1996 y durante 20 años, fue instrumento de presión y sanciones contra La Habana, complementario al bloqueo de EEUU. 

En esta estrategia se inserta la reciente ola de acciones de presión política, mediática y económica contra Cuba a cargo de organizaciones políticas, como el Partido Popular, Vox y Ciudadanos, y de asociaciones y fundaciones anticastristas asentadas en el Estado español y financiadas y dirigidas desde EE UU.

La combinación de las 243 últimas sanciones económicas arriba citadas, aprobadas por Trump y aplicadas también obviando sus promesas electorales por Joe Biden, ha ocasionado el cierre de empresas, la persecución del transporte de petróleo a la isla, la casi total pulverización de los ingresos por turismo, debido a la pandemia, y una inflación disparada. La situación me recuerda a la del ‘periodo especial’ de 1992, que me relataran en mi viaje a La Habana en 2008 la pareja de intelectuales Adys Capull y Froilán González, época en la que, según me contaron, llegó a faltar lo mínimo para la higiene personal e íntima de la gente.  

Vista la situación auspiciada por los enemigos de la Revolución, no son de extrañar las protestas del pasado julio de 2021, un fenómeno desconocido en las seis décadas de desarrollo de ese proceso revolucionario y que reverdeció, como nunca antes, las esperanzas de quienes trabajan sin descanso en la derrota de esa Revolución.

Por ello, el noble y culto pueblo cubano, que desde 1959 lleva intentando consolidar el avance hacia el socialismo, con indudables logros en los campos educativo y sanitario y proyectando solidaridad hacia los países pobres de todo el globo, merece nuestro apoyo y el de los países e instituciones democráticas de todo el planeta.

miércoles, 13 de abril de 2022

LA GUERRA ES INHERENTE AL SISTEMA CAPITALISTA

 

DESDE MI PICOESQUINA. La Opinión de Murcia,  14/04/2022
 
LA GUERRA ES INHERENTE AL SISTEMA CAPITALISTA
 
"He dedicado dos artículos en LA OPINIÓN a hablar de la guerra que se libra en Ucrania: Ucrania.¿Centro de la nueva Guerra Fría? (1-2-22) y Ucrania: la geoestrategia contra la razón (15/3/22). Pero los acontecimientos de ese dramático conflicto se suceden vertiginosamente. También la fuerte polarización que esa guerra ha generado sobre todo en el ámbito de la izquierda. Por ello vuelvo a incidir en el tema.
 
 La guerra es inherente al sistema capitalista
 
Han pasado los tiempos de la unanimidad que despertara en su día la oposición izquierdista a la guerra de Irak. Por el contrario, hoy la fractura que se ha producido no sólo en el seno del Gobierno de coalición sino dentro de las filas de la izquierda del PSOE es un hecho. Las redes sociales hierven.
 
Y las diatribas entre quienes critican sin ambages la invasión rusa de Ucrania, criminalizando a Putin, y quienes, sin justificar tal agresión, intentan aportar un mínimo de racionalidad al conflicto, son también evidentes. Como si la manipulación informativa de los dos actores en conflicto no existiera para, al menos, poner en duda las noticias que nos ofrecen.
 
Para algunos analistas, la guerra de Ucrania ha creado una masa crítica de opiniones casi imposible de digerir y convertido esas opiniones en una mercancía abundante que, convenientemente dirigida, ha ido llenando los bolsillos de los gigantes tecnológicos de la comunicación. Porque un hecho social tan complejo, la guerra actual entre dos Estados civilizados de la vieja Europa (para nada vemos las similitudes con el bombardeo de Guernica de 1937 que expusiera ante el Parlamento español el presidente ucranio Zelenski, cosa que se ha encargado de aclarar Ángel Viñas), se ha ido convirtiendo, por efecto de la guerra mediática y propagandística, en una toma de posiciones y de ‘bandos’ tan artificial como absurda. Artificial porque, además de los efectos visibles de este ominoso conflicto, hay otros elementos que subyacen al mismo más difíciles de detectar. Me propongo, sintéticamente, aportar otros elementos de análisis.
 
DESTRUIR PARA RECONSTRUIR. EL NEGOCIO DE LA GUERRA. Hay un hecho evidente: en todas las guerras, la parte más afectada es la población civil. Desde que el mundo es mundo, sus inductores y los altos mandos militares observan la sangría humana que toda guerra lleva consigo desde sus atalayas privilegiadas, a salvo de los efectos mortíferos del armamento en juego y de las vicisitudes del campo de batalla.
 
Y uno de los principales efectos de esta guerra, las sanciones, no está afectando a Rusia (ha fortalecido sus relaciones comerciales con países emergentes asiáticos como la India, también Pakistán y sobre todo con China, y ha logrado estabilizar la cotización del rublo), sino a la rica, y ahora más dependiente, Europa.
 
Sabemos que EE UU va a incrementar un 68%, respecto de 2021, el envío de gas (por supuesto, más caro) a la UE, para rebajar la dependencia energética de Rusia. El acuerdo UE-Biden se enmarca en el compromiso europeo de reducir en dos tercios esa dependencia, esto es, pasar, antes de que acabe el año, de esos 155.000 millones de metros cúbicos a 50.000 millones, cantidad que, como se ve, aún queda muy lejos de poder compensar las importaciones rusas.
 
Ante este panorama, la conclusión es evidente: EE UU, inductor de la actual guerra, que como las dos anteriores guerras mundiales se desarrolla lejos de su territorio, se va a beneficiar claramente de la misma, y, en contrapartida, asistiremos al empobrecimiento de las capas populares del resto de Europa.
Pero es que, además, a la potencia norteamericana no le ha venido importando contribuir, directa o indirectamente, a destruir con sus guerras de agresión las infraestructuras básicas de un país, sino todo lo contrario, pues el negocio de la reconstrucción (como el de los contratistas yanquis que se llenaron los bolsillos en Irak), en manos de empresas privadas, es muy lucrativo
.
Otro de los sectores más beneficiados por la guerra, es, por motivos obvios, lo que ha venido denominándose el complejo militar-industrial. Pese a su sonoro fracaso, el terrible coste humano, político y de seguridad de los veinte años de intervención yanqui en Afganistán no ha sido tan desastroso para ese complejo militar-industrial. Desglosando los costes, parte del gasto de la Administración norteamericana en ese país arroja las siguientes cantidades: 800.000 millones de dólares se destinaron a operaciones de contrainsurgencia; 85.000 millones, a entrenar y equipar al Ejército afgano (ya vemos para lo que han servido, en la medida en que éste desertó visiblemente ante el avance talibán); y sólo 4.000 millones a ayuda humanitaria.
 
Esto es, el coste de la guerra es gravoso para el contribuyente norteamericano pero un negocio redondo para los inversores en empresas de armamento. Aporto algunos datos de algunas de esas empresas de armamento americanas que se han hecho de oro en Afganistán: Lockheed Martin ha obtenido un beneficio total, desde 2001, del 1.235,60%; Northrop Grumman, un 1.196,14%; Boeing, 974,97%, y General Dynamics, 625,37%. Se calcula que una persona que hubiera invertido 10.000 dólares en 2001 en cualquiera de las cinco principales empresas militares de EE UU habrá multiplicado por diez su inversión en estos últimos 20 años.
 
A su vez, EE UU/OTAN viene exigiendo a sus ‘socios’ el incremento del gasto militar. Pese a la crisis, éstos respondieron afirmativamente en 2020, antes de que estallara la actual crisis. Y en estos momentos, se les exige que eleven ese gasto al menos al 2% del PIB (España, que está por debajo de ese porcentaje, se dispone a ‘obedecer’ el mandato de la OTAN).
 
EL CAPITALISMO NECESITA LA GUERRA. Hechas las consideraciones que anteceden, creo que hay un hecho incontestable: el sistema capitalista, representando hegemónicamente en Occidente por la OTAN y EE UU, necesita la guerra para su reproducción.
 
Si nos atenemos al siempre científico pero denostado método de análisis marxista, entenderemos que la guerra que hoy se libra en Ucrania no difiere mucho de las que se dan en otras zonas más subdesarrolladas del globo, como Siria, Yemen, Libia, Somalia, Mali, el Sahel… Guerras que no son sino una necesaria adecuación del modo de producción capitalista a escenarios de crisis de larga duración. Aunque parezca un disparate mi afirmación, es cierto que el capitalismo necesita destruir fuerzas productivas y tecnología (¿qué fueron, si no, las dos guerras mundiales?) e incluso (y esto sí que es sangrante) fuerza humana de trabajo, como condición para reiniciar un nuevo ciclo de acumulación de capital mediante la actualización de la ciencia y la tecnología y el nuevo impulso al consumo de masas. ¿Les suena el Plan Marshall?
 
El activista y escritor uruguayo Raúl Zibechi, en un artículo del pasado noviembre de 2021 en La Jornada, pone en duda los supuestos límites del sistema capitalista y le otorga a este modo de producción una tremenda capacidad de supervivencia. Alega que ni siquiera las revoluciones han podido erradicar este sistema ya que, una vez tras otra, en el seno de las sociedades prerrevolucionarias se expanden relaciones sociales capitalistas y, desde dentro del Estado, surge la clase burguesa encargada de hacerlas prosperar.
 
No pocos pensadores, sin embargo, a la vista del rápido avance del cambio climático y de la desaparición de especies vegetales y animales (se calcula que de estos últimos hay unos 7,7 millones y que el 20% está en peligro de extinción), de lo que da cuenta National Geographic, sostienen que el sistema capitalista sí tiene límites ambientales, muy particularmente la vida en el planeta y, sobre todo, la mitad pobre y humillada de su población.
 
Está claro que las ominosas guerras que padecemos contribuyen a ello. Teniendo siempre presente la amenaza de un conflicto nuclear que, una vez iniciado, no tiene vuelta atrás. Y con la guerra de Ucrania ese supuesto está planeando, amenazador, sobre nosotros.
 
La sociedad civil planetaria ha de movilizarse para cambiar drásticamente este escenario.