Nos contaron la destrucción de más de 500 aldeas palestinas en la guerra de 1948, con la posterior deportación de casi un millón de palestinos, criticaron las ocupaciones israelíes ilegales de 1967 de Cisjordania, la franja de Gaza, los Altos del Golán sirios y la península del Sinaí, tras la ‘Guerra de los Seis Días’, y evidenciaron que, tras los fallidos Acuerdos de Oslo, los asentamientos israelíes en Cisjordania han convertido este territorio en auténticos batustanes que recuerdan el apartheid.
Y ahora, el muro y los ‘checkpoints’
El muro que Israel está levantando en Cisjordania es un elemento de división, no de seguridad. Con una longitud prevista de unos 750 km., el muro divide y separa aldeas de las zonas de cultivo, escuelas, hospitales… Además, las nuevas carreteras y autovías que Israel está construyendo en la zona ocupada están destruyendo las antiguas vías de comunicación palestinas. El territorio ha quedado cuarteado en tres zonas, la norte, la central y la sur, y para pasar de una a otra la población ha de soportar frecuentes puestos de control (‘checkpoints’), en los que la humillación hacia la población autóctona es un hecho frecuente.
Muharam y Akysar denunciaron que, para divertirse, los soldados israelíes sueltan perros hacia esas zonas de control; además, si el aspecto de quienes esperan el paso no les gustan, pueden hacer regresar a su destino a las personas sospechosas. Estudiantes investigados para poder acceder a la Universidad de Zakara, otros detenidos sin explicación y actos racistas a diario son hechos frecuentes que ha de soportar la población palestina. Incluso se da el caso de que los soldados piden a las chicas palestinas, por la fuerza, un beso si éstas quieren traspasar el control. La fotografía del brazo de un chico al que se le ha grabado la ‘estrella de David’, con violencia, nos recuerda, con amargura, que los soldados israelíes reproducen, desgraciadamente, las horribles prácticas abusivas que cometieron los nazis con sus antepasados.
Arriesgadas acciones
En la presentación con diapositivas comprobamos que, pese al riesgo evidente que ello supone, jóvenes estudiantes de la asociación Stop the Wall llevan a cabo acciones de denuncia frente al muro que se ha erigido en la zona ocupada. Pudimos ver cómo la población palestina lucha para defender y recuperar sus tierras usurpadas. Una fotografía nos mostraba a cientos de compatriotas rodeando un todoterreno israelí. En la Cisjordania ocupada, hasta los niños se ven compelidos, desde temprana edad, a implicarse en la política. Una pancarta con la leyenda “Stop apartheid”, portada por éstos, es la demostración palmaria de que Palestina resiste.
Ahmad Jubran, delegado de la Autoridad Nacional Palestina en la zona de Levante, pidió la presión internacional hacia Israel para que este país reconozca al Estado Palestino
Presentado por Pedro Marset, presidente de la Asociación de Solidaridad con Palestina de Murcia, el doctor Ahmad Jubran intervino el pasado 28 de noviembre, un día antes de la celebración del Día internacional de solidaridad con Palestina, en el Aulario de La Merced de la Universidad de Murcia. En su charla, Jubran trazó una visión retrospectiva histórica de la existencia milenaria del pueblo palestino en esa zona hasta 1947, año en que un acuerdo de las Naciones Unidas determinó la partición del Mandato británico de Palestina en dos Estados, Israel y Palestina. El doctor Jubran denunció que, en ese momento, se asignó el 55% del territorio a Israel, que contaba con una población de escasamente 500 mil personas, mientras que al millón de palestinos se le asignó sólo el 45% restante. Tras la guerra de 1948, el Estado hebreo se anexionó, además, un 20% más de territorio, iniciándose a partir de ese momento la dolorosa diáspora del pueblo palestino hacia Siria, Jordania, Egipto e incluso Latinoamérica.
Israel, Estado-tapón, y Guerra de los Seis Días
Ahmad Jubran cree que el empeño británico en hacer cumplir la ‘Declaración Balfour’ (la que prometía, en 1917, al sionismo judío de todo el mundo la creación de un ’hogar nacional judío en Palestina’), fundando el Estado de Israel, obedece al interés de Occidente por consolidar en la zona un Estado-tapón que rompa la unidad árabe y así poder controlar más fácilmente los recursos (básicamente petrolíferos) del Oriente Medio.
El punto de partida de la situación de punto muerto actual, pese a las promesas habidas en Annapolis -de las que desconfía el embajador palestino- fue la Guerra de los Seis Días, tras la que Israel ocupó la Cisjordania, la franja de Gaza, los Altos del Golán sirios y la península egipcia del Sinaí, que sería devuelta luego a Egipto en virtud de los Acuerdos de Camp David. Desde ese momento, se intensifica la lucha palestina por recuperar su identidad jurídica, exigiendo el cumplimiento de más de cien resoluciones de condena a Israel por la ONU. Un país, Israel, que, sin embargo, no acata la legalidad internacional. El doctor Jubran recordó, además, sus actuaciones genocidas, como la matanza de los campamentos de Chabra y Chatila en 1982, por lo que, en un determinado momento, puso en duda el calificativo de terroristas que se les atribuye a las acciones de autodefensa de un pueblo tremendamente oprimido.
Necesidad de un Estado independiente
Recordó que, en estos momentos, trabajan en Israel 1,2 millones de palestinos, por lo que, de no reconocerse el Estado Palestino, tendrían serias dificultades para seguir viviendo en un país que les niega el derecho de ciudadanía. Descartando ahora la Palestina histórica, la lucha es por la independencia, de momento contando, al menos, con Cisjordania y la franja de Gaza, aun admitiendo que hay que resolver el tema de los asentamientos ilegales judíos, pues éstos se extienden sobre unos 5.000 km cuadrados, esto es, la mitad de la Cisjordania. Colonos que se han asentado, en número de 250.000, en el Jerusalén Oeste, cuando hace unos años no había allí ningún israelí.
Tras los fracasos de la Carta de Oslo (1998), Gaza se ha convertido en un auténtico batustán, así como Cisjordania, cuarteada en territorios inconexos y sellada por puestos de control (‘checkpoints’) israelíes.
Israel no quiere la paz
El doctor Ahmad afirmó que Israel no desea la paz. Firmar la paz significa reducir a la mitad el número de efectivos del poderoso ejército judío, que hoy cuenta con 500.000 hombres. Además, puso en duda la viabilidad de las recién concluidas negociaciones de la base naval de Annapolis en EEUU (negociaciones que se inscriben en la debilidad de Bush, que, acuciado por las dificultades de Iraq, necesitaba una acción sonada diplomáticamente para salir de la caída de popularidad en su país), pues cree que Israel, en el fondo, va a seguir negando a los palestinos el derecho a tener un Estado independiente. A mayor abundamiento, y sobre el plazo de un año que se han dado las partes para llegar a un acuerdo, opina que es el tiempo que precisa Israel para terminar de construir el muro que está levantando en Cisjordania. Muro que, recordó, han condenado tanto la Asamblea de la ONU como el Tribunal Internacional de La Haya.
Presión y solidaridad internacional
Ahmad Jubran concluyó su intervención pidiendo el apoyo español, europeo e internacional para la causa palestina, para acabar con el apartheid palestino, presionando a Israel, en el ámbito diplomático y comercial –boicoteando, por ejemplo, los productos israelíes-, recordando que una Resolución de Naciones Unidas, la 194, contempla, además, el derecho del retorno de los refugiados palestinos.
Tras su intervención, se dio paso a un animado coloquio en el que, entre otras cuestiones, se analizó la posibilidad real de un acuerdo de paz y la posición que adoptaría Hamas ante esa eventualidad.