http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2013/06/05/salir-euro/474094.html
La gravísima crisis económica que soportamos ha actualizado en nuestro país el debate sobre
nuestra pertenencia a la Europa del euro. Todo comenzó con la firma del Acta de Adhesión de España a las Comunidades
Europeas, que entró en vigor el 1 de enero de 1986. A partir de ese momento, se inicia una adecuación de
nuestra estructura productiva a los intereses del gran capital dominante en
Europa, lo que lleva al desmantelamiento progresivo de parte de nuestro tejido
industrial, con reconversiones salvajes en la siderurgia, la construcción naval
y la minería, y con sacrificios también evidentes en los sectores agrícola y
ganadero. A nuestro país se le asignó el papel de suministrar a Europa
productos agropecuarios y ser la reserva de un turismo de sol y playa, lo que
evidenciaba nuestra posición de debilidad. Pese a ello, el espíritu crítico
respecto a la pertenencia de España a las instituciones europeas ha sido muy
tenue, como quedó demostrado con el referéndum para la ratificación del Tratado
Constitucional Europeo, celebrado en febrero de 2005. Empero, la gravísima
crisis económica que atraviesa el país ha actualizado el debate sobre nuestra
adhesión a la moneda única.
Felipe González firma el tratado de adhesión a la CEE | Foto: antena3.com
Nuestra
situación actual es sumamente complicada: un endeudamiento de cerca de un
billón de euros, un paro que, según la OCDE, puede alcanzar el 28% a medio
plazo (con seis de cada diez jóvenes en desempleo) y un desmantelamiento
gradual de los servicios públicos. Ahora se empieza a ver que no había
condiciones para implantar la moneda única entre países tan dispares, si no iba
acompañada de una armonización fiscal. Porque está claro que la construcción
europea ha ido a ritmo vertiginoso en cuestiones de índole económica y muy
lenta en lo político-social. Si repasamos, muy brevemente, la historia de esa
construcción, detectamos que ha habido un empeño evidente en consolidar esa
Europa del Capital.
En
1979 se dan pasos hacia la consolidación del Sistema Monetario Europeo, con el
ECU como unidad de cuenta. Ello vino acompañado de una inicial reforma fiscal
que primaba las rentas del trabajo sobre las del capital. En la década de los
’80, con el impulso del neoliberalismo por Margaret
Thatcher, asistimos a una
disminución del papel de los Estados en la regulación de la actividad económica
y, además, las élites económicas se aprestaron a poner en marcha la ERT, la
superpatronal de las multinacionales europeas. Tras la aprobación del Acta
Única en 1986, la creación del Mercado Único en 1993 conduce a una aceleración
de las concentraciones empresariales y a una liberalización de servicios y
capital, junto a la libre circulación de personas y capitales.
Posteriormente,
el Tratado de Maastricht establece los pasos hacia la moneda única, para lo que
era necesario entrar en la senda de los ajustes presupuestarios y la fijación
de topes máximos de deuda pública y déficit público. Todo encaminado a llegar
al euro a corto plazo. En 1998 se creó el Banco Central Europeo (BCE),
institución independiente del poder político. En enero de 1999, empieza a
reconocerse al euro en los mercados mundiales. Y en 2001, doce países, entre
ellos España, aceptan la moneda única. Con la incorporación
al euro, nuestro país perdió un instrumento esencial para competir y mantener
un equilibrio razonable de los intercambios económicos con el exterior, como
era el control y manejo del tipo de cambio con respecto al resto de las
monedas. Además, hubo una cesión de soberanía al BCE en cuanto a la aplicación
de una política monetaria propia. La rigidez absoluta que impuso el euro nos
llevó, a lo largo de la década del año 2000, a un déficit exterior acumulado de casi 700 mil
millones de euros, que hubo de financiarse endeudándose con el exterior, y a un incremento exponencial de la deuda privada, en manos de
familias, empresas y bancos. A partir de 2008, con el estallido de la burbuja
inmobiliaria, la situación se agravó, al no poder hacer frente el país a los
acreedores extranjeros. El sector público, además, se resintió por la caída de
ingresos.
Y en ésas estamos. La pérdida de competitividad de
la economía española ha servido de excusa para aplicar a rajatabla las recetas
neoliberales y se ha tratado de compensar con el llamado ajuste interno. Al no
poder competir por la vía de las exportaciones, se intenta hacerlo por el
camino más fácil: la disminución de los salarios y una legislación tendente a
facilitar los despidos. Con ello se pretende abaratar los precios de las
mercancías y servicios españoles, desde el momento en que la vía de la
devaluación de la moneda está cegada por el euro. Si a ello le añadimos los
brutales recortes que se están dando en servicios públicos esenciales (Sanidad,
Educación, la Dependencia…), está claro que las imposiciones de la Troika
(Bruselas, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) han anulado
en nuestro país todo atisbo de soberanía. Hay en marcha una campaña por la
salida de España del euro. A la vista de tanta desventaja acumulada, creo que es
la mejor opción.