martes, 4 de diciembre de 2007

PALESTINA, SESENTA AÑOS DESPUÉS


(Publicado en LA OPINIÓN de Murcia, 4-XII-2007)


El 29 de noviembre de 1947 la ONU estableció un plan para la división del Mandato británico de Palestina en dos Estados. El 15 de mayo de 1948, el recién creado Estado de Israel, que apenas contaba con medio millón de personas, se negó a reconocer la existencia del Estado Palestino, lo que estuvo en el origen de la primera guerra árabe-israelí, tras la que Israel procedió a anexionarse un 20% más del territorio asignado. Multitud de palestinos iniciaron la diáspora a Jordania, Siria, Egipto e incluso Latinoamérica. En 1967, al final de la Guerra de los Seis Días, Israel ocupó el Sinaí (que sería devuelto a Egipto tras los acuerdos de Camp David), la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este y los Altos del Golán. A partir de ese momento, la existencia de ambos Estados, uno reconocido por la comunidad internacional, Israel, y otro aún inexistente, Palestina, ha pasado por multitud de vicisitudes como la Guerra del Yom Kipur, la masacre de Munich, los asentamientos judíos, el estatus de Jerusalén, los acuerdos de Camp David y Oslo y las sucesivas Intifadas. Y el reiterado incumplimiento, por Israel, de las resoluciones de la ONU que le pedían el regreso a la legalidad de 1947.

Hoy, sesenta años después de aquella partición del territorio, Palestina sigue sufriendo el olvido de la comunidad internacional. Hace unos días, en Annapolis (Estados Unidos), el presidente Bush (y no la ONU como hubiera sido de desear) acuciado, sin duda, por la evidente pérdida de popularidad y el desgaste por la guerra de Iraq, se constituyó en el anfitrión de una Cumbre de la que ha trascendido el compromiso del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mammud Abbas, y del primer ministro israelí, Ehud Olmert, de iniciar los contactos –que se retomarán en Jerusalén en diciembre- para intentar un acuerdo de paz definitivo a finales de 2008. Pero muchos obstáculos se oponen en el camino para ser optimistas. Para empezar, en la franja de Gaza, Hamas –que ostenta el poder efectivo al margen de la Autoridad Nacional Palestina- ha expresado su oposición al mencionado principio de acuerdo. Pero no es mejor la situación en el resto del territorio, en la Cisjordania ocupada, humillada y privada hasta de un recurso fundamental, el agua, en manos de Israel.

La pasada semana, el café-bar Itaca de Murcia, en acto organizado por ACSUR-Las Segovias, contó con la presencia de las palestinas Muharam de Akysar y Samar Assad, activistas de la campaña “Stop the Wall” (‘Derribemos el Muro’), que nos informaron de la difícil situación que está atravesando la Cisjordania ocupada, con la erección por parte de Israel de un muro (allí lo llaman “verja”) que ocupa unos 750 km. de longitud, y que separa a las comunidades de sus escuelas, hospitales, tierras de cultivo, inaccesibles hoy a sus propietarios palestinos, en virtud del no reconocimiento israelí de los títulos de propiedad. Las nuevas autovías que Israel ha construido en la zona han destruido las comunicaciones tradicionales. Hasta 700 puestos de control (‘checkpoints’) son el obstáculo para la libre movilidad de la población, mientras que las chicas palestinas se ven sometidas a vejaciones de todo tipo para acceder a sus escuelas y universidades. Cisjordania, con los asentamientos ilegales israelíes, es hoy un territorio cuarteado y parcelado en nuevos bantustanes, que recuerdan al apartheid de Sudáfrica. El pasado día 28, el delegado palestino para la zona del Levante español, el doctor Ahmad Jubran, invitado por la Asociación de Solidaridad con el Pueblo Palestino de Murcia, pidió en el aulario de La Merced la solidaridad española para lograr una Palestina libre con el reconocimiento israelí de las fronteras anteriores a la ocupación de 1967, el fin de los asentamientos ilegales judíos, la capitalidad en Jerusalén Este y una solución para el retorno de los exiliados.

Toda propuesta de paz futura ha de contemplar, inexcusablemente, estos puntos.. El sufrimiento del Pueblo palestino, sesenta años después de la partición de aquel territorio, debe acabar para siempre. Que así sea.