http://www.laopiniondemurcia.es/secciones/noticia.jsp?pNumEjemplar=3046&pIdSeccion=7&pIdNoticia=69698&pIndiceNoticia=0
Agosto, mes vacacional por antonomasia. Mes para el asueto y el solaz en el que la actividad política se paraliza, aunque sólo en parte, y en el que otros acontecimientos adquieren relieve destacado. Para empezar, ciclones, tifones, las lluvias del monzón y un devastador terremoto, fenómenos naturales que, por desgracia, siempre se ceban sobre los más pobres. El pánico en las bolsas de medio mundo es una patada en las narices a quienes todo lo fían a la economía especulativa. En Irak, que es todo menos lo que conocemos por un país, sus habitantes han aprendido a coexistir a diario con el sonido de las bombas y con las imágenes de cuerpos destrozados.
Pero realmente las vacaciones de verano, un hábito social más, comienzan cuando los reyes y su séquito llegan a Marivent. La familia real, este año más crecida, sigue sesteando en palacio y navegando, ociosa, en aguas de la bahía de Palma, con ‘Bribón’ nuevo incluido. Mientras, nuestras carreteras siguen cobrándose el tributo de vidas humanas, alto precio a pagar por satisfacer nuestro nomadismo vacacional. Los recurrentes incendios han ‘respetado’ este verano a la Península, pero se han cebado sobre las Islas. Los fallos en las infraestructuras de comunicaciones y transportes han afectado a la avanzada Cataluña del ‘tripartito’, para mayor regocijo de los grupos de la oposición, sobre todo de la derecha. Continúa la lacra de la violencia machista, a cuyos autores parece que los rigores de la canícula estimulan sus instintos criminales. Este verano, la consigna ‘panem et circenses’ ha irrumpido con fuerza con profusión de acontecimientos deportivos: fútbol, mucho fútbol, con la siempre pendiente renovación y recuperación del Real Madrid, que por lo visto no llega, y la saturada plantilla de estrellas del Barça. Con todos los partidos de pretemporada incluidos. Y, por si ello no bastara, los de la ‘premier league’ británica. Y además, tenis, Fórmula 1, motociclismo, ciclismo…
En nuestra Región, el anuncio de la crisis del turismo de sol y playa y el auge del turismo cultural en Cartagena (¿tanto hemos cambiado?) tiene como telón de fondo la saturación de nuestras costas, la evidente carencia de infraestructuras de calidad y el estigma de la suciedad de las playas. Playas a las que, como novedad, arriban pateras nutridas de gentes a las que la desesperación y las mafias empujan un día sí y otro también. Son noticia, aunque menos por habituales, los atascos en nuestras carreteras, inmersas en obras sin fin por parte de un ministerio, el de Fomento, cuya titular, Magdalena Álvarez, ha sido la cabeza de turco de la inacción del Gobierno en estas fechas. Sobrevivimos, además, con el cierre de casi todo en nuestra capital, quioscos incluidos, como si Murcia no retuviera una importante población –cada vez más numerosa- en verano, y con las sempiternas obras en la vía pública, a cargo de unas autoridades que parecen empeñadas en no querer respetar el descanso de quienes permanecemos en ella. De lamentable hay que calificar la paralización de toda actividad cultural y de ocio en la capital, si exceptuamos el cateto espectáculo nocturno de la Plaza del Romea. Y son noticia los lugares de descanso veraniego de las personalidades destacadas de la vida política y social, aunque haya quienes no pueden permitirse ese lujo ni por una sola semana.
Semana de asueto que yo sí me he podido tomar en las altas tierras del Noroeste murciano el pasado mes de julio. El resto de los días de este largo estío ha transcurrido en consumir las páginas de ‘Pelando la cebolla’ (Günter Grass), ‘Ensayo sobre la lucidez’ (José Saramago) y ‘La época de las catedrales’ (Georges Duby), en comenzar a ‘digerir’ la extensa publicación de más de mil páginas ‘La Guerra Civil Española’ de Burnott Bolloten (obras que, desde luego, les recomiendo), así como en chequear mi escaso correo, escribir mis colaboraciones para La Opinión, intentar mantener al día mi reciente blog personal y realizar salidas esporádicas a las calles de una Murcia ‘cerrada por vacaciones’.
Pero realmente las vacaciones de verano, un hábito social más, comienzan cuando los reyes y su séquito llegan a Marivent. La familia real, este año más crecida, sigue sesteando en palacio y navegando, ociosa, en aguas de la bahía de Palma, con ‘Bribón’ nuevo incluido. Mientras, nuestras carreteras siguen cobrándose el tributo de vidas humanas, alto precio a pagar por satisfacer nuestro nomadismo vacacional. Los recurrentes incendios han ‘respetado’ este verano a la Península, pero se han cebado sobre las Islas. Los fallos en las infraestructuras de comunicaciones y transportes han afectado a la avanzada Cataluña del ‘tripartito’, para mayor regocijo de los grupos de la oposición, sobre todo de la derecha. Continúa la lacra de la violencia machista, a cuyos autores parece que los rigores de la canícula estimulan sus instintos criminales. Este verano, la consigna ‘panem et circenses’ ha irrumpido con fuerza con profusión de acontecimientos deportivos: fútbol, mucho fútbol, con la siempre pendiente renovación y recuperación del Real Madrid, que por lo visto no llega, y la saturada plantilla de estrellas del Barça. Con todos los partidos de pretemporada incluidos. Y, por si ello no bastara, los de la ‘premier league’ británica. Y además, tenis, Fórmula 1, motociclismo, ciclismo…
En nuestra Región, el anuncio de la crisis del turismo de sol y playa y el auge del turismo cultural en Cartagena (¿tanto hemos cambiado?) tiene como telón de fondo la saturación de nuestras costas, la evidente carencia de infraestructuras de calidad y el estigma de la suciedad de las playas. Playas a las que, como novedad, arriban pateras nutridas de gentes a las que la desesperación y las mafias empujan un día sí y otro también. Son noticia, aunque menos por habituales, los atascos en nuestras carreteras, inmersas en obras sin fin por parte de un ministerio, el de Fomento, cuya titular, Magdalena Álvarez, ha sido la cabeza de turco de la inacción del Gobierno en estas fechas. Sobrevivimos, además, con el cierre de casi todo en nuestra capital, quioscos incluidos, como si Murcia no retuviera una importante población –cada vez más numerosa- en verano, y con las sempiternas obras en la vía pública, a cargo de unas autoridades que parecen empeñadas en no querer respetar el descanso de quienes permanecemos en ella. De lamentable hay que calificar la paralización de toda actividad cultural y de ocio en la capital, si exceptuamos el cateto espectáculo nocturno de la Plaza del Romea. Y son noticia los lugares de descanso veraniego de las personalidades destacadas de la vida política y social, aunque haya quienes no pueden permitirse ese lujo ni por una sola semana.
Semana de asueto que yo sí me he podido tomar en las altas tierras del Noroeste murciano el pasado mes de julio. El resto de los días de este largo estío ha transcurrido en consumir las páginas de ‘Pelando la cebolla’ (Günter Grass), ‘Ensayo sobre la lucidez’ (José Saramago) y ‘La época de las catedrales’ (Georges Duby), en comenzar a ‘digerir’ la extensa publicación de más de mil páginas ‘La Guerra Civil Española’ de Burnott Bolloten (obras que, desde luego, les recomiendo), así como en chequear mi escaso correo, escribir mis colaboraciones para La Opinión, intentar mantener al día mi reciente blog personal y realizar salidas esporádicas a las calles de una Murcia ‘cerrada por vacaciones’.