Han pasado los años, pero aún
conservo frescos en la retina y en mi olfato los paisajes, colores y olores del
Mar Menor en aquellas excursiones esporádicas, escasas, a esta laguna litoral
única en el Mediterráneo. Tiempos difíciles en los que la economía familiar
sólo permitía alguna que otra escapada para que nos diéramos un baño matinal, a
la espera de la tortilla de patatas y el conejo frito con tomate y pimiento que
mi madre, a la que no le gustaba el baño, custodiaba en la fiambrera, con la
recomendación, eso sí, de no volver al agua hasta hacer la digestión. En
aquella playa de Los Nietos aún nos era dado en aquellos tiempos disfrutar de
aguas limpias en las que, a veces, detectábamos la presencia de ese simpático
caballito de mar, hoy ausente. Han pasado los años y la presión demográfica
sobre sus riberas, la actividad agrícola incontrolada, la apertura de la gola
del Estacio y los desechos de metales pesados de la minería aportados por la
rambla del Llano del Beal han amenazado de muerte a esta singular albufera
mediterránea. Por eso, en la medida en que aún resuenan en nuestros oídos los
ecos de la protesta de varias organizaciones agrícolas y colectivos sociales y
vecinales en demanda de una agricultura sostenible en el Campo de Cartagena y
en defensa del Mar Menor, merece la pena detenernos, siquiera someramente, en
el análisis del contexto agrícola actual.
Para empezar, y con datos del
INE, conviene no obviar que en los siete municipios del Campo de Cartagena la
actividad agrícola es la predominante, hasta el punto de que el tercer mes de
este año se ha cerrado con casi 16.000 nuevos contratos. El sector agrícola ha
pasado en el periodo 2008-2016 del cuarto al segundo lugar de importancia
respecto del total de actividad, pero este modelo de agricultura intensiva, en
el que no faltan extensiones de regadío ilegales que nadie parece haber
controlado e impedido, está condicionado por el sempiterno déficit de recursos
hídricos. La Comunidad de Regantes del Campo de Cartagena, en reunión celebrada
el pasado 17 de febrero en su sede, adelantó las perspectivas de recursos para
el año hidrológico 2016-2017, que cifra en 68,1 hectómetros cúbicos, con aguas procedentes
de estaciones de depuración de las aguas residuales de los municipios ribereños
del Mar Menor, de las desalobradoras y desaladoras, de los pozos del sinclinal
de Calasparra… Sin embargo, algunos de esos aportes están en el aire. A título
de ejemplo, los propios regantes admiten que la previsión de 30 hectómetros cúbicos
del Trasvase Tajo-Segura está condicionada por las existencias de la cabecera,
mientras que la aportación de la desaladora de San Pedro del Pinatar dependerá
de las disponibilidades de agua para garantizar el consumo de la población.
Pienso que, con el modelo actual,
si no se camina decididamente hacia uno más sostenible, parece un objetivo poco
realista, por no decir imposible, hacer compatible la agricultura con la
defensa del Mar Menor. Aporto un dato y unas cifras para intentar avalar mi
aseveración. La Unión Europea apuesta fuerte por la actividad agrícola, si se
tiene en cuenta que al sector primario se destina el 38% de los presupuestos de
la Unión. Y pese al pesimismo y alarmismo por la falta de agua, lo cierto es
que, con datos de Proexport, las exportaciones hortofrutícolas de la Región
supusieron en 2016 el 20% del volumen nacional exportado, se incrementó un 6,5%
el valor de las exportaciones de hortalizas, y desde esta tierra se
comercializa el 71% de la lechuga exportada desde España. Centrándonos en el
Campo de Cartagena, la producción de pimiento, que en ese año alcanzó las
84.608 toneladas, creció un 14,7% más que en 2015.
Por eso, evitando deslizarme por una indeseada criminalización de una
actividad agrícola que tanta riqueza y empleos (la calidad de los mismos es
harina de otro costal) aporta a la Región, sintonizo con la posición mesurada
de las organizaciones ecologistas con ocasión de la ‘tractorada’ del pasado día
5 en Murcia. Concretamente, ANSE defiende una superficie razonable de
agricultura intensiva siempre y cuando se apliquen medidas adecuadas de
producción limpia en origen y critica, a su vez, tanto una falta de
coordinación administrativa entre el Ministerio de Medio Ambiente y la CARM
para la solución de los problemas ambientales del Mar Menor y su entorno, como la
abundancia de superficies de regadío sin dotación de agua y con malas prácticas
de abonado y conservación de suelos…
El actual modelo agroexportador,
consumidor de recursos hídricos cada vez más escasos y dependiente de
agroquímicos, es el opuesto a una actividad agrícola más respetuosa con el
medio y que hay que saber que tiene un importante nicho de mercado: la
ecológica. En 2016, de las 40.000 hectáreas de superficie cultivada en el Campo
de Cartagena, sólo un 7,1% es producción ecológica, si bien es cierto que en
ese año se incrementó en un 34% en el caso de los cítricos y en un 39% en el
caso de las hortalizas. Ése es el futuro.
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