El director del Centro de
Estudios de la Memoria Educativa (CEME) de la Universidad de Murcia intervino
en la tercera charla de las actividades paralelas de la Exposición
sobre las Misiones Pedagógicas que hasta el próximo día 13 de febrero se exhibe
en Murcia.
Diego
Jiménez/Murcia.
“Las Misiones Pedagógicas
respondían a un fin: la mejora de un pueblo, de un país, de la Cultura”. Con estas
palabras abría su exposición, titulada “Las Misiones pedagógicas en la Región
de Murcia”, el catedrático de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia (en adelante, UMU) Pedro Luis Moreno Martínez, director,
así mismo, del Centro de Estudios de la Memoria Educativa (CEME), en acto desarrollado el pasado día 2o de enero
en el Salón de Grados de la UMU y presentado por José Miguel García Cano, director
del Museo de esa institución docente.
El profesor Pedro Luis Moreno Martínez, a la derecha de la imagen, presentado por J. Miguel García Cano |
La charla se inscribía en el
ciclo de actividades paralelas a la exposición sobre las Misiones Pedagógicas
que hasta el próximo día 13 de febrero se encuentra instalada en el Museo de laUMU,
en el antiguo Cuartel de Artillería de la capital, y que ha sido organizada por
la Asociación de Pensionistas y Jubilados de STERM Intersindical, el CEME y otras facultades de la UMU. En las líneas que siguen,
ofrecemos una amplia reseña del contenido de esa conferencia.
José
Luis Moreno comenzó afirmando que la proclamación de la II
República el 14 de abril de 1931 propició recuperar y rejuvenecer los ideales que
anidaban en el liberalismo progresista y en el socialismo histórico, tendentes
a la reforma del sistema educativo, una condición necesaria para los
republicanos para transformar España y para que el nuevo Estado republicano
arraigara entre la población.
Un mes y medio después de la proclamación
de la II República, se difundía un decreto para constituir el Patronato de
Misiones Pedagógicas, con una estructura básica: una comisión central radicada
en Madrid y delegaciones locales. Mes y
medio más tarde era nombrado el presidente de dicho Patronato, Manuel Bartolomé Cossío, director, por oposición,
del Museo Pedagógico Nacional desde 1883
y primer catedrático de Pedagogía en la
universidad española, en 1904. Una personalidad de primer orden de la Educación
de finales de XIX y primeras décadas del XX. El secretario fue Luis Álvarez de Santullano. En este
elenco de personalidades tenemos también, en la comisión central, personalidades
tan relevantes en el ámbito de la cultura como Rodolfo Llopis, director general de Primera Enseñanza, Antonio Machado, Enrique Rioja, Francisco
Barnés...
Entre las finalidades del
Patronato, se establecía el asesoramiento al maestro; llevar a las gentes, con preferencia las que
habitaban en el ámbito rural, el aliento del progreso y de la cultura, y la
educación cívica. En efecto, Las
Misiones Pedagógicas pretendieron también a llevar a cabo una revolución
democrática, con el apoyo en la cultura, y una aspiración a la justicia social
que rompiera el abismo tradicional entre las ciudades y el ámbito rural. Utilizando
las bibliotecas circulantes y fijas, el museo del pueblo, audiciones musicales,
teatro….Y también una orientación pedagógica que pretendía efectuar visitas de
misioneros y profesores a centros de enseñanza, celebrando sesiones o jornadas
pedagógicas, activando lo que hoy denominamos formación permanente del
profesorado.
Moreno
Martínez destacó en su alocución que Cossío tenía claro que lo importante en este proceso era la figura
del maestro, ideas que ese intelectual expuso con ocasión de la inauguración de
las primeras escuelas graduadas de España, en Cartagena, en 1900. Pero, por
analogía, en las Misiones lo insustituible era la figura del misionero, con
unos requisitos mínimos entre los que contaba el sentirse atraído por las
orientaciones dadas a esas Misiones, así como tener la capacidad de
comunicación de esas ideas hacia el pueblo.
Elemento fundamental era el
talante con el que estas personas serían capaces de llevar a cabo esa tarea,
para la que se contaría también con estudiantes interesados en el campo de las ciencias, la literatura, el arte…y poseedores, al mismo tiempo, de la empatía,
la sensibilidad y la prudencia para aproximarse al pueblo respetando su cultura.
Sin olvidar, según el profesor Moreno, la pieza fundamental en este proceso: los
maestros rurales, mediadores entre la aldea y los misioneros.
Misiones
Pedagógicas ambulantes
La primera se llevó a cabo en
Ayllón (Segovia), en diciembre de 1931. Cossío redactó unas palabras en las
que, entre otras cosas, destacaba que “somos una misión ambulante, que quiere
ir de pueblo en pueblo, una escuela donde no hay libros de matrícula, donde no
hay que aprender con lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas, como en
otro tiempo, porque el Gobierno de la República que nos envía nos ha dicho que
vengamos, ante todo, a las aldeas más pobres, más escondidas y abandonadas, y
que vengamos a enseñar algo, algo que no sabéis por estar siempre solos y tan
lejos […] y porque nadie, hasta ahora, ha venido a enseñaros. Pero que vengamos
también, ante todo, a divertirnos”.
Las
Misiones en la Región de Murcia
En nuestra Región se llevaron a
cabo dos Misiones Pedagógicas ambulantes: la primera, en marzo de 1933, y una
segunda, en plena etapa del gobierno radical-cedista, el mismo que recortó los recursos del
Patronato, en marzo de 1935.
Las Misiones Pedagógicas
ambulantes se llevaron a cabo a petición de las comisiones provinciales de
primera enseñanza, de algún miembro del patronato o de personalidades relevantes
del lugar. En la primera misión ambulante de Murcia, la Memoria del Patronato
nos informa que ésta, que tenía el carácter de una misión de orientación, se
llevó a cabo a partir de los requerimientos de la Universidad Popular de
Cartagena y de la Escuela Normal de Magisterio de Murcia. Los misioneros
designados por el Patronato para llevar a cabo esa tarea en la Región de Murcia
fueron los docentes Matilde Moliner y Pablo de Andrés Cobos y el
estudiante Antonio Sánchez Barbudo, que
contaron con la colaboración de Carmen
Conde y Antonio Oliver.
Esta primera actividad misionera
tuvo una gran acogida y un gran seguimiento por la prensa local y regional. La primera
actuación se dio en la sede de la Universidad Popular de Cartagena. Luego, en
Cabo de Palos, primera 'misión marítima' que se llevó a cabo en España, al
decir de Carmen Conde. Y posteriormente,
en Fuente Álamo, en el teatro Guerrero, de cuyas sesiones la prensa regional destacó
el sesgo de exaltación republicana que acompañaba a la misma.Tras el Campo de Cartagena, los
misioneros se adentraron en tierras de Lorca, en Zarcilla de Ramos, lugar que,
por su penuria y miseria, impresionó vivamente a Carmen Conde.
La segunda misión ambulante se
llevaría a cabo dos años después, en plena etapa del gobierno
radical-cedista. No precisó de
misioneros designados por Madrid, por la confianza que el Patronato tenía en las personas de Carmen Conde y Antonio Oliver. En esta ocasión, se llevaron a cabo dieciséis
sesiones en distintas pedanías de Murcia, como Valladolises (a cuya misión
asistió el niño Antonio Pérez Crespo,
el que años más tarde sería el primer presidente del ente preautonómico de Murcia), Corvera, La
Murta; en Cañadas del Romero (Mazarrón) y en Campillo de Adentro, La Azohía y
El Albujón, en la zona de Cartagena. Las actividades se desarrollaban en las
propias escuelas de esos lugares e incluso en la playa. En esas sesiones se
hacían audiciones de discursos del “Memorial de la Palabra”, extraídos de personajes
célebres como Cossío, Ortega y Gasset, Unamuno…, se oía música clásica y popular y se recitaban poemas de Juan Ramón Jiménez, Machado, Tagore o de la misma Carmen
Conde, que en ese momento había publicado su libro “Júbilos”. También se
daban charlas divulgativas sobre temas varios y se proyectaban películas.
El
Museo del Pueblo
Otro de los servicios del
Patronato de Misiones Pedagógicas fue el Museo del Pueblo, que pretendía
acercar a las gentes las grandes obras pictóricas del patrimonio artístico español,
y en el que tuvo una implicación directa Cossío, como historiador del arte y
especialista en la obra de El Greco. Cossío seleccionó las obras que iban a conformar las dos colecciones para ese
Museo circulante, con cuadros de Berruguete,
Sánchez Coello, El Greco, Velázquez, Zurbarán, Murillo y Goya. Y en la
medida en que se planteó llevar reproducciones de gran calidad, ello requería
buscar los pintores capaces de llevar a cabo esa tarea de copista. Se eligieron
tres jóvenes pintores: Eduardo Vicente,
Juan Bonafé y el joven pintor murciano Ramón Gaya, de apenas 22 años de edad,
y que nunca había reproducido una obra, no obstante lo cual acertó plenamente con su copia Los fusilamientos de La Moncloa, de Goya. Otras obras reproducidas por Gaya
fueron La nevada, de Goya, El retrato del príncipe Don Carlos, de Sánchez Coello, El niño Dios pastor, de Murillo,
El sueño de Jacob, de Ribera, y La infanta Margarita, de
Velázquez.
Ramón Gaya fue el único
de los pintores copistas que se convertiría en misionero, pues se quedó cautivado
con la personalidad de Cossío, el cual le advertiría, entre otras cosas, que no
fuera hacia las gentes en plan prepotente, pues el objetivo era enseñar a las
personas de los distintos pueblos de España esos tesoros del patrimonio
nacional. El Museo del Pueblo, con Ramón Gaya, Antonio Sánchez Barbudo y
Luis Cernuda al frente, estuvo en
varias localidades de la Región (Águilas, Mula, Mazarrón…), por periodos de una
semana, con una notable acogida por la prensa regional.
Servicio
de Bibliotecas
A María Moliner le encargó el Patronato la selección de las obras que
habrían de nutrir las bibliotecas destinadas a los colegios nacionales. Fueron
escogidas cien obras, que constituirían el elenco inicial de esas bibliotecas
fijas. Obras de literatura, arte, ciencias aplicadas, historia, geografía,
botánica….En los dos primeros años había registrados ya más de 400 mil
lectores, con más de dos millones de lecturas.
La Región de Murcia, que en los
inicios de los años 30 tenía unas tasas de analfabetismo superiores a la media
nacional -por encima del 49% (39% en los hombres y del 59% en las mujeres)-, no fue, sin embargo, uno de los lugares más beneficiados por este
servicio de bibliotecas. Entre los años 1933 y 1935 se implantaron en Murcia un
total de 72 bibliotecas, un 1,6 % de todas las repartidas por el país. Se instalaron, en su mayor parte, en
los colegios y en otras instituciones, como en la Universidad Popular de
Cartagena, en el destructor de la Armada “Almirante Ferrándiz” o en la sede de
las JJ Socialistas de Murcia. Aunque cuantitativamente su
número era inferior al de otras zonas de España, estas bibliotecas,
cualitativamente, provocaron un fuerte impacto, pues contribuyeron a la
dinamización cultural de los lugares en que se ubicaron. En las Memorias del Patronato se aludía al
afán por saber que había en algunas poblaciones.
Otras
iniciativas singulares: la Universidad Popular de Cartagena y las Misiones de
la Escuela Normal de Magisterio de Murcia.
La Universidad Popular de Cartagena (UPCT), creada en el verano de
1931 por iniciativa de Carmen Conde y Antonio Oliver, comienza sus actividades
en el mes de diciembre de ese año. Sus
cometidos y actividades nos recuerdan a los de las Misiones Pedagógicas: a la
divulgación de la cultura al pueblo, con instalación de cátedras ambulantes
para que esa cultura llegara a todos los rincones, se añadía un recurso
fundamental: las bibliotecas.
La UPCT fue, de hecho, una
delegación del Patronato, pues contó desde sus inicios con su apoyo constante a
lo largo de toda la etapa republicana. Una de sus actuaciones fue la puesta en
marcha del ‘cinema educativo’. Carmen Conde era miembro del Comité Español del
Instituto Internacional de Filmografía Educativa, razón por la cual impulsó
sesiones cinematográficas por distintas zonas de Cartagena.
La UPCT quiso dotarse de una
cinemateca propia. El propio Antonio
Oliver grabó un documental, Los
molinos del Sureste, documental que se exhibió en la sede del Patronato en
Madrid y que hoy, por desgracia, está desaparecido.
La
Escuela Normal de Magisterio de Murcia
La II República impulsó la
reforma de los planes de estudio de las Escuelas Normales, lo que propició un
mayor compromiso con la renovación pedagógica y una mayor presencia social de
aquéllas en la población.
El director de la Escuela Normal de Murcia, Domingo
Abellán, y el secretario de la misma, Eugenio
Úbeda, propondrán al Claustro, en 1933, la implantación de unas Misiones
Pedagógicas normalistas. Entre sus actividades, destacamos la constitución de una masa coral y
de un grupo de teatro, con representaciones de pasos de Lope de Rueda y de algunos entremeses cervantinos; recitales de
poesía, y conferencias sobre temas diversos. Estas misiones pedagógicas normalistas
propiciaron reuniones con las autoridades locales, con maestros, con la
inspección… Sus actividades cubrieron tres etapas: la primera, entre febrero y abril de 1933, con actuaciones en
poblaciones como Alhama de Murcia, Cabezo de Torres, El Palmar, Lorca,
Alcantarilla y Espinardo. En el Teatro Romea de Murcia, intervino el director
general de Primera Enseñanza, Rodolfo
Llopis, en un homenaje a Giner de
los Ríos.
La segunda etapa, de febrero a mayo de 1934, es de mantenimiento. Y se desarrolló, entre
otras poblaciones, en La Ñora, Alcantarilla, Archena, Albudeite, Torres de
Cotillas, con una novedad: ediciones radiofónicas.
Una tercera etapa, de decadencia, se dio en el curso 34-35, con
presencia, así mismo, de las emisiones radiofónicas.
El profesor Moreno Martínez concluyó su disertación
afirmando que la Región de Murcia, como otras regiones de España, fue receptiva
a ese estímulo cultural, el de las Misiones Pedagógicas; estímulo cultural que
conllevó un proceso de democratización y el desarrollo de un sentido de ciudadanía
y de progreso social que haría posible
un enriquecimiento y la normalización de ese pueblo perdido, el de la Región de
Murcia.
Juan
Ramón Jiménez se refería a los misioneros como los ‘marineros del entusiasmo’. En ese
sentido, la Región de Murcia contó con muchos de ellos, venidos, en algunos
casos de fuera: Matilde Moliner, Pablo A. de los Cobos, Sánchez Barbudo… más algunos que venían
de fuera, pero que eran de aquí, como Ramón
Gaya, y otros de aquí, “que transmitieron su entusiasmo a sus convecinos”,
tales como Domingo Abellán, Eugenio Úbeda y otros maestros y
personajes anónimos. Todos contribuyeron con su entusiasmo a hacer partícipe al
pueblo de la Región de Murcia de un ideal de cultura, de democracia y de
modernidad. Un ideal que se trasladó al pueblo, con una respuesta positiva a
todo lo que se le estaba ofreciendo, y
que es fácilmente perceptible en el rostro de las personas destinatarias de las
actividades programadas por el Patronato o impulsadas –en ese afán de emular lo
que el Patronato hacía- por la UPCT o la propia Escuela Normal de Murcia.
Realmente, las Misiones Pedagógicas constituyeron una labor encomiable, un
sueño hecho en gran parte realidad y lamentablemente truncado por la Guerra
Civil.
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