Cuando la política regional está siendo motivo del hazmerreír nacional, tenía que ser una declaración del vicesecretario de Organización del Partido Popular, Fernando Martínez Maíllo, la que viniera a reforzar esa situación esperpéntica que venimos soportando. Su afirmación de que «no llegará la sangre al río» parece ratificar la suposición de que en Murcia estamos asistiendo a una representación teatral, en la que los distintos actores se aprestan a representar unos papeles predeterminados.
Veamos. A la hora de redactar estas líneas (desde hace años, mantengo la costumbre de enviar mis columnas al periódico con antelación suficiente, lo que, en muchas ocasiones, hace que pierdan la frescura y la inmediatez necesarias), y a pocas horas de la manifestación ciudadana convocada para exigir la dimisión de Pedro Antonio Sánchez (PAS) y de la comparecencia de éste ante el TSJ, tengo para mí que de esa declaración poco podemos esperar. El apoyo inequívoco al presidente murciano desde Génova, que puede deducirse de las manifestaciones arriba citadas (quizás porque PAS sabe demasiado sobre las tramas mafiosas incrustadas en el seno del PP y en la gestión gubernamental), transmite muy pocas esperanzas de que el mapa político regional pueda sufrir un significativo vuelco a corto o medio plazo. Vayamos por partes.
Podemos ha venido planteando lo que tenía que hacer: la necesidad de una moción de censura, visto el enrocamiento del presidente y su negativa a dimitir, pese a su promesa (sí, sí, ¡maldita hemeroteca!) de hace dos años de que su hipotética situación jurídica de imputado (ahora investigado) sería la línea roja que no traspasaría para seguir en el sillón de San Esteban. Pero Podemos sabía, y sabe, que una moción de censura precisa de un mínimo de diputados y diputadas y, además, del concurso del resto de actores. Y, ante ello, una dificultad añadida: a Podemos le resultaría incómodo un apoyo a un bipartito con presencia de Ciudadanos, dada su proximidad ideológica al PP, aun planteado como un Gobierno de emergencia, para dos años. Además de que, tras Vistalegre II, y dada la nueva correlación de fuerzas, la dirección estatal no vería con buenos ojos ese eventual apoyo parlamentario.
Y ahí entra en escena el segundo partido de la Asamblea, el PSRM-PSOE. ¿Cómo entender su apelación (desmarcándose de la posición de Podemos), de explorar otras vías legales para desbancar a PAS que no sean esa moción de censura? ¿Qué otras posibilidades existen? Cuando está hablando de intentar un acuerdo con Ciudadanos, ¿acaso es que el PSOE tiene claro que Podemos, esta vez sí, se vería forzado a dar al menos un apoyo parlamentario a un Gobierno bipartito de coalición? A estas horas, ¿puede haber sondeado ya esa posibilidad?
Otra dificultad añadida: ¿qué posibilidades reales existen de que el partido naranja, que ha venido dilatando (aunque lo ha disimulado muy bien) la salida del Gobierno del inquilino de San Esteban, contemple la posibilidad de entregar el Gobierno de la Región al PSOE? A la vista de la más que complaciente actitud, en el ámbito estatal, de su líder, Albert Rivera, con la política gubernamental, y del mantenimiento del acuerdo de investidura en Madrid, ¿es esto viable? Y en el ámbito regional, ¿no sería eso el suicidio político de este partido, al contribuir a reforzar, siquiera indirecta e involuntariamente, al PP ?
Resumamos. Ni a Podemos ni a Ciudadanos les interesa entregar el Gobierno al PSOE. Ante tal galimatías descrito, tengo para mí que sólo caben tres posibilidades. Una: dejar pasar el tiempo, a la espera del más que previsible archivo de la causa del Auditorio por parte del TSJ. Eso daría tiempo al PP a recomponer fuerzas, con un lavado de imagen de la figura de PAS. Dos: descartada la posibilidad de la moción de censura y de que el PP asuma el ostracismo y el relevo de PAS, que es la aparente y vehemente exigencia de Ciudadanos, ello podría llevar a unas hipotéticas elecciones anticipadas, escenario bastante improbable, pues, vista la modificación de la ley electoral regional, el PP no tendría garantizada la mayoría absoluta de la que disfruta ahora. Tres: la salida más probable: un relevo de PAS, lo que le permitiría a Ciudadanos 'salvar los muebles', debilitaría a la oposición de izquierdas y permitiría al PP ganar tiempo para regenerarse de cara a unos próximos comicios autonómicos.
Como ven, me he deslizado por la 'política-ficción', siempre tan impredecible. Lo que sí es seguro es que la sociedad murciana, tras varios años de anestesia paralizante, parece haber asumido que debe reaccionar. La manifestación del domingo día 5 (de la que, por motivos obvios, a la hora de redactar estas líneas, desconozco su repercusión, pero que intuyo que puede ser importante), puede haber marcado un hito de inflexión.
Tras varios años de reflujo de las movilizaciones, parece que la sociedad civil despierta. Si ello fuera así, sería un buen síntoma. Tras más de veinte años de mayorías absolutas del PP, la situación política regional es de tal gravedad que no basta con un relevo en San Esteban. Es preciso que el pueblo tome la calle para ser tenido en cuenta.
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