jueves, 10 de julio de 2014

REFUNDAR EUROPA

http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2014/07/10/refundar-europa/572900.html

Tras mi artículo anterior, en el que abordé la desnaturalización del proyecto europeo, en mi columna de hoy me propongo trazar un resumen de cómo habría de ser una Europa realmente unida y que respondiera a las necesidades de sus ciudadanos y ciudadanas (*). Muchos queremos más Europa, pero no esta Europa autocomplaciente, sino un espacio común con más democracia y solidaridad en un marco federal.


Una Europa más democrática en la que sus instituciones respondan ante los ciudadanos y no ante sus Estados miembros. Y, para ello, las elecciones europeas deberían realizarse no en clave nacional, sino que los partidos deberían dotarse de estructuras plurinacionales y elaborar sus listas de ese modo, con un candidato único a la Comisión. Además, los tratados no deben ser impuestos a los países. A título de ejemplo, exigir a los Estados miembros un límite concreto a su déficit estructural está arrebatando a la ciudadanía el derecho de elegir una u otra política fiscal. Una Europa más democrática debe preservar, además, lo ya conseguido en el ámbito de los derechos civiles y políticos, tomando como referencia la Convención Europea de Derechos Humanos de 1950. Y en una Europa democrática no caben las hegemonías, por lo que volver a las imposiciones de una supremacía alemana de referencias bismarckianas no es aceptable.

Una Europa más solidaria habría de garantizar unos derechos sociales mínimos, con la mejora de la actual Carta de los Derechos Fundamentales de 2007. Además, las tendencias xenófobas y racistas junto al incremento de la desigualdad no deberían tener cabida en el espacio europeo. La ciudadanía europea reclama políticas de solidaridad entre territorios, algo que debería haberse puesto en práctica en la Eurozona en esta crisis. Para ello, el Parlamento Europeo debería tener más competencias para definir la política económica general y las medidas fiscales. 

Europa debe practicar también la solidaridad hacia el exterior, por su responsabilidad histórica en la aventura colonial que arrasó sistemas sociales y económicos de muchos países del mundo y, sobre todo, por coherencia con sus valores sociales y económicos que propugna: la ciudadanía europea no puede tolerar una Humanidad en la que proliferan la opresión, la miseria y la injusticia. Europa debe mirar solidariamente también hacia el futuro de las nuevas generaciones, legándoles un mundo más habitable. Ello entronca, pues, con la necesidad de avanzar hacia la autonomía energética, con una apuesta decidida por las energías renovables y por la preservación del medio ambiente.

Europa debe caminar hacia el federalismo, con aquellos países que estén dispuestos. Pero, para ello, es preciso aumentar el presupuesto de la Unión, con el aumento de ingresos procedentes de la imposición directa a los movimientos de capital (Tasa Tobin). La emisión de bonos garantizados por el Banco Central, además, facilitaría una financiación menos onerosa a los países más endeudados. En ese marco, el Banco Central Europeo, sometido a más control ciudadano y político, sería el encargado de la supervisión de los mayores bancos. Una Europa más federal debe caminar también hacia una armonización fiscal, en paralelo a la lucha contra el fraude y los paraísos fiscales.

Y en la vertiente política, el federalismo europeo debería potenciar la función del Parlamento, que sería la Cámara baja, mientras que el Consejo de Ministros se constituiría en la Cámara Alta. La Comisión, además, debería estar estrechamente controlada por el Parlamento. Por último, una Europa federal debería contar con una voz única en el ámbito internacional, por ejemplo en el Consejo de Seguridad de la ONU.

¿Qué pasos deberían darse para avanzar hacia esa Europa deseada? La ciudadanía debe percibir que Europa preserva sus derechos. En ese sentido, cuando, aunque tímidamente, son rectificadas por la Unión medidas que atentan contra el medio ambiente o la regulación abusiva de los desahucios, los ciudadanos y ciudadanas se ven protegidos.

La inacción ante la crisis ha reavivado el debate sobre la salida del euro, mientras que el desafecto entre quienes exigen que haya más solidaridad y quienes piden menos está poniendo en riesgo el proyecto europeo. Pese a ello, es posible aún la refundación de Europa. En primer lugar, compartiendo soberanía, para impedir que poderes exógenos se apropien de ella. La sociedad civil debería tender, además, puentes transnacionales, con relaciones mutuas entre asociaciones, partidos, sindicatos...

Por último, Europa debería poner el acento en políticas orientadas al crecimiento sostenible y la potenciación de nuevos yacimientos de empleo, al tiempo que debería desarrollar también un espacio laboral europeo en el que se diera la protección transnacional de los derechos laborales, sin olvidar la movilidad de la mano de obra en un marco de reconocimiento más ágil de las habilidades profesionales y la homologación de titulaciones en el espacio educativo común.

Como conclusión, es constatable el desacuerdo general sobre el rumbo que ha tomado el proyecto europeo: mal encarada la solución de la crisis; proliferación de populismos demagógicos; la hegemonía de ciertos Estados (con Alemania a la cabeza)...  Es preciso, pues, refundar una Europa abierta, comprometida con el desarrollo, el medio ambiente y la justicia.

(*) Ideas extraídas del texto de Alfons Calderón y Luis Sols, en Cuadernos de Cristianisme i Justicia, nº 188, Barcelona, 2014

1 comentario:

finchu dijo...

¿Pero cuando la razón va a tener razón? amigo Diego.