(Artículo publicado en LA OPINIÓN de Murcia // 8-9-09)
A lo largo de este verano, un total de seis personas han perdido la vida por su participación en los encierros taurinos que salpican la geografía española. El dramatismo que acompaña estas noticias, en la medida que toda pérdida de una vida humana es siempre lamentable, no debería ocultar, empero, la repugnancia que, como habitantes de un país civilizado de Europa, deberíamos sentir ante la persistencia de fiestas basadas en el maltrato a un animal. Las corridas de toros y otras manifestaciones festeras que tienen a este animal como víctima (los encierros y el ‘bou al carrer’ y el ‘bou embolat’ de muchas localidades del País Valenciano) exteriorizan el gusto atávico del español por la barbarie y el desprecio a la dignidad y la vida de un ser aparentemente inferior. Además de los llamados festejos taurinos, otros hechos no menos deleznables, que tienen como protagonista a algún animal, se prodigan por nuestro país: la cabra lanzada desde lo alto de un campanario en un pueblo de Zamora, las peleas de gallos y perros, el abandono de las mascotas domésticas cuando nos vamos de vacaciones, el sacrificio de tantos y tantos perros galgos una vez que acaban su vida útil…
Pero hay un ‘espectáculo’ vomitivo, cuestionado cada vez más por organizaciones ecologistas y personas con cierta sensibilidad: el del Toro de la Vega, festejo que se desarrolla a primeros de septiembre en la localidad de Tordesillas (Valladolid). Este año la víctima es un toro de la afamada ganadería de Victorino Martín, elegido, dicen, por su porte y brío. La “fiesta” consiste en soltar al animal, empujándolo a las afueras de la población a un lugar convenientemente alejado de la misma, para allí, a campo abierto –según dicen para darle al pobre bicho la posibilidad de defenderse-, alancearlo hasta que dobla sus patas y cae al suelo, donde es rematado por un puntillero. Fiesta que, no cabe duda, podemos definirla como el “torneo de la vergüenza”. Esta otra definición del festejo que hace la escritora Rosa Montero nos puede dar más pistas que nos inviten a la reflexión: “Esta aterradora diversión consiste en que una horda de energúmenos se dedican a acosar y alancear a un toro hasta la muerte de una manera lenta y sádica. Cientos de tipejos persiguen, pinchan y atraviesan al animal con lanzas de verdad (con hojas de 33 cm. de longitud) o incluso improvisadas, cuchillos de cocina atados a palos de escoba, instrumentos de martirio confeccionados alegremente en el hogar para tajarle las entrañas al pobre bicho; no hay nada mejor que enseñarle a los propios hijos a ser verdugos, compartir el suplicio de un ser vivo sin duda une mucho y la familia que tortura unida permanece unida”.
Que sigan produciéndose festejos como los relatados arriba cabe atribuirlo a la responsabilidad directa de alcaldes, presidentes de diputación y autonómicos e, incluso, del presidente del Gobierno de una Nación que se dice civilizada. Vean un muestrario de opiniones contrarias a la llamada tauromaquia y al maltrato animal que deberían removernos las conciencias. “Las corridas de toros son un vicio de nuestra sangre envenenada desde antiguo” (Jacinto Benavente). “El hombre ha hecho de la tierra un infierno para los animales” (Schopenhauer). “La fiesta nacional es la exaltación máxima de la agresividad humana” (Dr. F. Rodríguez de la Fuente).
A primeros de los ochenta del pasado siglo, aprovechando la estancia de mi hermano mayor en Utrecht (Holanda) por motivos laborales (era uno de los muchos españoles de la emigración), giré una visita por carretera a ese bello país, en el que permanecí por espacio de quince días. Recuerdo que una de las recomendaciones que me dio mi hermano para tener en cuenta al llegar a los Países Bajos fue que evitara el atropellar a una de las muchas palomas que deambulan por las calles de las ciudades holandesas. Entonces entendí, y ahora lo entiendo aún más, la distancia que, en este tema, nos separa de Europa.
Diego Jiménez didac_mur@yahoo.es
http://www.desdemicornijal.blogspot.com/
A lo largo de este verano, un total de seis personas han perdido la vida por su participación en los encierros taurinos que salpican la geografía española. El dramatismo que acompaña estas noticias, en la medida que toda pérdida de una vida humana es siempre lamentable, no debería ocultar, empero, la repugnancia que, como habitantes de un país civilizado de Europa, deberíamos sentir ante la persistencia de fiestas basadas en el maltrato a un animal. Las corridas de toros y otras manifestaciones festeras que tienen a este animal como víctima (los encierros y el ‘bou al carrer’ y el ‘bou embolat’ de muchas localidades del País Valenciano) exteriorizan el gusto atávico del español por la barbarie y el desprecio a la dignidad y la vida de un ser aparentemente inferior. Además de los llamados festejos taurinos, otros hechos no menos deleznables, que tienen como protagonista a algún animal, se prodigan por nuestro país: la cabra lanzada desde lo alto de un campanario en un pueblo de Zamora, las peleas de gallos y perros, el abandono de las mascotas domésticas cuando nos vamos de vacaciones, el sacrificio de tantos y tantos perros galgos una vez que acaban su vida útil…
Pero hay un ‘espectáculo’ vomitivo, cuestionado cada vez más por organizaciones ecologistas y personas con cierta sensibilidad: el del Toro de la Vega, festejo que se desarrolla a primeros de septiembre en la localidad de Tordesillas (Valladolid). Este año la víctima es un toro de la afamada ganadería de Victorino Martín, elegido, dicen, por su porte y brío. La “fiesta” consiste en soltar al animal, empujándolo a las afueras de la población a un lugar convenientemente alejado de la misma, para allí, a campo abierto –según dicen para darle al pobre bicho la posibilidad de defenderse-, alancearlo hasta que dobla sus patas y cae al suelo, donde es rematado por un puntillero. Fiesta que, no cabe duda, podemos definirla como el “torneo de la vergüenza”. Esta otra definición del festejo que hace la escritora Rosa Montero nos puede dar más pistas que nos inviten a la reflexión: “Esta aterradora diversión consiste en que una horda de energúmenos se dedican a acosar y alancear a un toro hasta la muerte de una manera lenta y sádica. Cientos de tipejos persiguen, pinchan y atraviesan al animal con lanzas de verdad (con hojas de 33 cm. de longitud) o incluso improvisadas, cuchillos de cocina atados a palos de escoba, instrumentos de martirio confeccionados alegremente en el hogar para tajarle las entrañas al pobre bicho; no hay nada mejor que enseñarle a los propios hijos a ser verdugos, compartir el suplicio de un ser vivo sin duda une mucho y la familia que tortura unida permanece unida”.
Que sigan produciéndose festejos como los relatados arriba cabe atribuirlo a la responsabilidad directa de alcaldes, presidentes de diputación y autonómicos e, incluso, del presidente del Gobierno de una Nación que se dice civilizada. Vean un muestrario de opiniones contrarias a la llamada tauromaquia y al maltrato animal que deberían removernos las conciencias. “Las corridas de toros son un vicio de nuestra sangre envenenada desde antiguo” (Jacinto Benavente). “El hombre ha hecho de la tierra un infierno para los animales” (Schopenhauer). “La fiesta nacional es la exaltación máxima de la agresividad humana” (Dr. F. Rodríguez de la Fuente).
A primeros de los ochenta del pasado siglo, aprovechando la estancia de mi hermano mayor en Utrecht (Holanda) por motivos laborales (era uno de los muchos españoles de la emigración), giré una visita por carretera a ese bello país, en el que permanecí por espacio de quince días. Recuerdo que una de las recomendaciones que me dio mi hermano para tener en cuenta al llegar a los Países Bajos fue que evitara el atropellar a una de las muchas palomas que deambulan por las calles de las ciudades holandesas. Entonces entendí, y ahora lo entiendo aún más, la distancia que, en este tema, nos separa de Europa.
Diego Jiménez didac_mur@yahoo.es
http://www.desdemicornijal.blogspot.com/
3 comentarios:
Hola, Diego. En la página de Eusebio 8una vuelta por la red) hay un enlace para firmar contra estos horrores. Completamente de acuerdo contigo. Una vergüenza
Ya la he localizado y firmado. Gracías, Fuensanta. Un beso
basta ya de sandeces. si no os gusta, no lo veais, pero no intenteis aniquilar una tradición que se ha venido llevando a cabo durante cientos de años. ¿os desgastais tanto la sesera haciendo blogs de lo que nos timan los políticos o la gente que muere en afganistán? por favor, dejad de cebaros con el tema de los toros, sobre todo si no teneis la menor idea de lo que va el asunto.
pd: invito a cualquier lector que pase por este blog a pasarse por un matadero de ganado. a ver si eso os parece o no cruel.
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