Cuando el calor del estío, particularmente cruel en Murcia, aprieta, siempre nos es dado consolar el espíritu con los bellos sones de melodías musicales. Y, a menos que usted se lo proponga, dichos sones brotan en nuestras calles y esquinas. Sí, en verano y junto al bochorno inmisericorde que desprende el asfalto de una ciudad como la nuestra en la que el termómetro, muy frecuentemente, supera los 40º de temperatura.
Me los encontré, de regreso de la sacristía de la catedral, en donde había visitado a los trabajadores encerrados de ZINCSA, en un rincón de Trapería. De lejos, llegaban nítidamente a mis oídos los acordes musicales de un tema cantado por Celine Dione. La mezcla de la música de las cuerdas y el viento contribuía a ensalzar el noble trabajo de estos músicos. Me detuve ante ellos. Les eché unas monedas. Les fotografié. Y les requerí su origen, aunque era clara su procedencia del Este de Europa. “Somos rusos”, me dijeron. Quise ahondar más en su zona concreta de procedencia. Y me dijeron que eran de Stalingrado. Les hice notar que podían sentirse orgullosos no sólo de su ciudad, la que detuviera heroicamente a las divisiones alemanas y contribuyera, muy decisivamente, al principio del fin del nazismo, sino por su virtuosismo musical. Que se merecerían mejor trato.
Pero son músicos ambulantes. La próxima vez que tropiece con uno de ellos, párese, interésese por su vida. A lo mejor se encuentra usted ante un maestro musical al que sólo el azar le ha condenado a deambular por nuestras calles en busca de algunas monedas para sobrevivir entre nosotros.
Me los encontré, de regreso de la sacristía de la catedral, en donde había visitado a los trabajadores encerrados de ZINCSA, en un rincón de Trapería. De lejos, llegaban nítidamente a mis oídos los acordes musicales de un tema cantado por Celine Dione. La mezcla de la música de las cuerdas y el viento contribuía a ensalzar el noble trabajo de estos músicos. Me detuve ante ellos. Les eché unas monedas. Les fotografié. Y les requerí su origen, aunque era clara su procedencia del Este de Europa. “Somos rusos”, me dijeron. Quise ahondar más en su zona concreta de procedencia. Y me dijeron que eran de Stalingrado. Les hice notar que podían sentirse orgullosos no sólo de su ciudad, la que detuviera heroicamente a las divisiones alemanas y contribuyera, muy decisivamente, al principio del fin del nazismo, sino por su virtuosismo musical. Que se merecerían mejor trato.
Pero son músicos ambulantes. La próxima vez que tropiece con uno de ellos, párese, interésese por su vida. A lo mejor se encuentra usted ante un maestro musical al que sólo el azar le ha condenado a deambular por nuestras calles en busca de algunas monedas para sobrevivir entre nosotros.
4 comentarios:
Me extraña que te digeran Stalingrado, hace muchos años que le cambiaron el nombre por Volgogrado, o algo así.
Pues sí, me dijeron Stalingrado. Sé que actualmente la ciudad es Volvogrado, pero lo reflejo tal cual me dijeron.
Saludos.
Perdón, Volgogrado.
jejejeje, 10 aós más de capitalismo y será "volvogrado" o "cocacolagrado" o cualquier barbaridad
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