viernes, 24 de julio de 2009

MAJESTAD, ESTÁ USTED DESPEDIDO



ISAAC ROSA - 22/07/2009 (Diario "Público")


Por experiencia histórica sabemos bien lo que cuesta echar a un rey. En España lo hemos intentado ya varias veces, pero reaparecen en cuanto bajas la guardia. La última vez que lo conseguimos fue en 1931, con Alfonso XIII, y aquí seguimos, con su nieto ejerciendo, y el bisnieto calentando en la banda.

Cualquiera pensaría que a estas alturas la monarquía es ya un producto viejo, pasado de moda. Pero lo cierto es que sigue contando con una cuota de mercado importante, y son muchos todavía los consumidores que valoran bien el producto. Juancarlistas los llaman. La clave del éxito está en la fuerte inversión publicitaria, claro, pero también en el blindaje mediático que lo protege. Lo que ya no está tan claro es que cuando llegue al mercado la última actualización del producto, Felipe 6.0, los usuarios mantengan el entusiasmo. Tal vez por eso sigue activa la vieja versión, pese a que ya empieza a tener fallos; porque no confían en las prestaciones del relevo.

Así que los republicanos podemos esperar sentados a que los consumidores se cansen y la empresa quiebre. O podemos pensar en otras vías. A mí se me ocurre una posibilidad, muy adecuada a estos tiempos: despidamos al rey. Echemos al rey por la vía laboral, mediante un despido en toda regla, con su preaviso, su finiquito y adiós muy buenas. Ya sé que parece poco serio derrocar un rey en la magistratura de trabajo, pero déjenme fantasear un poco.

El contrato del rey no se ajusta a la legislación vigente ¿No llevamos años escuchando que es un gran profesional, que está al servicio de los españoles? Pues muy bien: ya que no parece dispuesto a jubilarse ni dimitir, llamémosle hoy mismo al despacho y comuniquémosle el despido. Gracias por los servicios prestados, ha sido un placer, recoja sus cosas y adiós.

De entrada, echemos un vistazo a su vida laboral para estudiar el caso. En su expediente dice que fue contratado para el puesto un 22 de julio de 1969, aunque ya llevaba 20 años en período de formación. Pasó seis años de becario a la sombra de Franco, al que sustituyó un par de veces cuando enfermó. Por fin, tomó posesión del puesto un 22 de noviembre de hace treinta y cuatro años. Y en 1978 se le renovó en el cargo, se le hizo indefinido, y así hoy.

Con esta trayectoria, hay varias posibilidades para despedirlo. Podemos declarar el contrato en fraude de ley. Sobran los motivos para ello: no se ajusta a la legislación laboral vigente (que no contempla puestos de trabajo hereditarios) y, en caso de que lo sometamos a la ley monárquica, también hubo fraude, pues se saltó la sucesión natural,ya que le tocaba heredar a su padre.

Si conseguimos despedir al rey, todavía nos quedará la extensa familia real. Lo ideal sería que dejase la empresa de manera amistosa, por finalización de contrato o por realización de obra o servicio, pero ya vimos que tiene contrato indefinido. De manera que habrá que intentar un despido procedente, o de lo contrario nos saldrá por un pico. Hagan cuentas: una indemnización de 45 días por año trabajado, con cuarenta años de servicio son 1.800 días, es decir, cinco años de sueldo. Si pensamos que cada año recibe nueve millones de euros, la broma nos saldría muy cara. Y además, si declaran el despido improcedente tendremos que readmitirlo.

Más barato nos saldría un despido disciplinario, que de paso nos resarciría por tantos siglos de monarquía. Basta algún motivo de incumplimiento de contrato, como por ejemplo abuso de confianza. Para ello tendríamos que conocer cuánto hay de cierto en todos esos rumores que desde hace años adornan al rey, sobre sus negocios y amistades peligrosas, imposibles de comprobar por el blindaje informativo.

Si conseguimos despedir al rey, todavía nos quedará la extensa familia real. Para ella haría falta un ERE, un despido colectivo que incluya el cierre del negocio, o el traslado de la producción a otro país donde quieran contratarlos quizá alguna de esas petromonarquías con las que tienen buena relación.

En cuanto a los monárquicos, haría falta un plan de reconversión para recolocarlos. Es esperable que la mayoría de juancarlistas se recicle sin protestar cuando falte, pero siempre quedarán unos cuantos yonquis que necesitarán ayuda para superar el mono.

9 comentarios:

supersalvajuan dijo...

Chaíto!!!

José Luis López Lillo dijo...

¿Éste no te lo publican en La Opinión?Me ha gustado Diego. Salud Jose Luis

Jose Pedro dijo...

Me cabrean mucho las prioridades de los republicanos. Dejad de quejaros por algo simbólico y cambiad el discursito que estais muy rallaos... igual los del mono sois vosotros, no hace falta calificarnos de yonkis para defender una posición, que creo es muy meditada y lógica.

Acaso sería mejor tener a un Aznar ostentando la máxima representación del estado o a un Berlusconi???? Que también hay republicanos de derechas obviamente...

La figura del Rey hay que verla como una figura diplomática, funciona, nos da prestigio, es histórica, y lo más importante "lo votamos" (yo no había nacido), cuando la constitución y se refrenda cada cuatro años cuando los dos partidos mayoritarios que ganan las elecciones se declaran monárquicos... y no llevan en su programa ser república...


Yo creo que el tema de la legitimidad del Rey y de la bandera debería estar superado... aunque a algunos muy progres les de por quemar banderas o ponernos las banderas republicanas hasta en una manifestación ecologista...

¿¿Por cierto y los expresidentes por qué siguen cobrando???

Pedro dijo...

Hola.
No me gustó el artículo de público.

Yo creo que hay causas para defender una forma de estado republicana (la primera la pura lógica), pero debemos evitar ciertos populismos. Un discurso republicano debe ser serio y, sobre todo, centrarse en la opacidad de la casa real y en el sin sentido de una institución que no está arraigada la esencia de los Españoles.

Por otro lado, considero que el mayor peligro para el republicanismo es que éste lo encabecen los nacionalistas. Debemos hacer un republicanismo nacional, sin caer en tentaciones de autodeterminaciones extrañas.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Buenos días, don Diego. Le conocí personalmente en una reunión del "Foro Ciudadano de la Región de Murcia". La impresión que me llevé fue la de una persona con la cabeza muy bien amueblada y con un discurso, por tanto, coherente. Dicho lo cual, he de manifestar que este artículo, en el que manifiesta su preferencia y derecho a vivir en una república, no me parece que esté respaldado por una argumentación racional. Creo que se ha dejado llevar por lo anecdótico y la anécdota (no la totalidad del enunciado), es lo que cuenta para los descerebrados de cualquier bando. No obstante..., ¡VIVA LA REPÚBLICA! Salud.

Rafa dijo...

a mí no me importa que sea una figura diplomática pero que se presente a oposiciones y que le paguen un sueldo normal y su casa que sea la de todos, es decir, que se utilice como espacio público y los hijos pues que vayan a trabajar a un lugar acorde con su sus capacidades y méritos, como tenemos que hacer el resto de los mortales que no hemos nacido reyes por azar.

Diego J. dijo...

Gracias por las opiniones vertidas, pero os he de advertir que el artículo no es mío. Asumo del mismo la crítica que se hace a la caduca fórmula de Estado monárquica, pero de ahí a colegir que estoy de acuerdo con la totalidad del contenido... Si tuviera que escribir un artículo personal en contra de la monarquía, procuraría fundamentarlo en hechos históricos usando argumentaciones más racionales.

Salud y República
Diego Jiménez

alfonso dijo...

como cuento está bien

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