https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2019/02/19/senor-ballesta/997985.html
Desde mi picoesquina
Así sí, señor Ballesta
No suelo prodigar el
estilo epistolar en mis colaboraciones con LA OPINIÓN. Pero hoy voy a hacer una
excepción: quiero dirigir mi columna a nuestro alcalde de Murcia, don José Francisco Ballesta Germán. Le agradezco y le agradecemos, en parte,
quienes faenamos en el ámbito de las reivindicaciones memorialistas que, dando
cumplimiento a la moción aprobada por unanimidad en el pleno municipal del Ayuntamiento
de Murcia de 29 de junio de 2017, un año después se colocara un monolito para rendir
homenaje a los 85 murcianos del municipio que sufrieron, penaron y muchos de
ellos murieron en los campos de exterminio nazis, desde 1940 hasta 1945. ¿Por
qué nuestro parcial agradecimiento? Porque el monolito, una simple placa ubicada
en una zona poco visible, la plaza de los Derechos Humanos, y que al poco
tiempo fue objeto de un acto vandálico, nada dice sobre la condición
republicana de esos murcianos y, además, no cita sus nombres. Y para que
recuerde el contexto en que se dio aquella tragedia humana, le voy a refrescar
la memoria (también la histórica).
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Monumento erigido a los 57 deportados cartageneros a Mauthausen |
Como es sabido, a la
caída de Cataluña en los primeros meses de 1939, más de medio millón de
españoles cruzaron en condiciones precarias la frontera pirenaica y fueron internados
en improvisados campos en Barcarés, Septfonds, Argèles sur Mer, etc. Desde
allí, ocupada Francia e instalado un gobierno colaboracionista en Vichy,
presidido por Petain, muchos
españoles fueron capturados por los alemanes y llevados a campos de exterminio
tras una breve estancia en campos de prisioneros en donde se respetaban, al
menos, las estipulaciones de la Convención de Ginebra.
Franco se desentendió de aquellos republicanos. Las
autoridades alemanas informaron de tal circunstancia a las españolas,
ofreciéndoles, de forma reiterada, la posibilidad de repatriar a sus
nacionales. En una nota verbal 648/40 de la Embajada de Alemania en España,
fechada el 20 de Agosto de 1940, y remitida al Ministerio de Asuntos
Exteriores, se decía: “La Embajada de Alemania saluda atentamente
al Ministerio de Asuntos Exteriores y tiene el honor de rogarle, quiera comunicar a esta Embajada
si el Gobierno Español está dispuesto a hacerse cargo de 2.000 (dos mil)
españoles rojos que actualmente se
hallan internados en Angoulême […] Las Autoridades alemanas están gustosamente
dispuestas a prestar a la Policía de Seguridad española, conforme a sus deseos,
toda la ayuda posible en la captura de los dirigentes rojos españoles”.
Varios requerimientos más no dieron resultado. El
cartagenero Ramón Serrano Suñer, el ministro cuñado de
Franco, decidió que esos prisioneros quedaran en manos de los alemanes y les
desposeyó de la nacionalidad española. Ese campo de Angoulême fue uno de los
muchos que conocieron los exiliados españoles; desde allí partió el conocido
Convoy de los 927, con destino a Mauthausen. Recluidos en este campo y en el
subcampo de Gusen, a los republicanos españoles, más de 9.000 en esos campos y
otros, se les colocó la ‘S’ de Spanier y fueron considerados apátridas. A
partir de ese momento, el horror fue su experiencia cotidiana. Horror que se materializó en: alambradas
electrificadas; el transporte de pesadas piedras en la ‘escalera de la muerte’
de Mauthausen, con azotes y empujones hacia el vacío; prisioneros arrojados a los perros de los SS del campo;
crueles azotes y, a veces, ejecuciones por no pronunciar correctamente sus
números de presos en alemán; cautivos músicos
de profesión obligados a tocar una marcha festiva mientras se conducía a un
preso en procesión para ser ejecutado, con el resto de prisioneros a
contemplando dicho ‘espectáculo’; las célebres ‘duchas’ de gas…
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Monolito de Murcia |
Recuerdo las lágrimas que
bañaban aún el rostro de nuestro paisano murciano Paco Griéguez, uno de los últimos supervivientes murcianos de
Mauthausen tristemente fallecido en junio del pasado año, cuando, en su
domicilio de Gardanne, en el sureste francés, en el que le visité a primeros de
julio de 2017, me evocaba aquellos años dramáticos en Mauthausen y me confesaba
que, más de setenta años después, aún soñaba con ese campo de exterminio. Vi la
emoción con la que Paco abrió conmigo la placa de homenaje que le remitió la
Asociación de Memoria Histórica de Murcia. Como me consta también que le
produjo una enorme ilusión recibir la enviada por usted, en nombre de la
Corporación municipal de Murcia, ciudad a la que no olvidaba. Ilusión e emoción
que vi también en el rostro del caravaqueño Juan Aznar, con motivo del homenaje que su Ayuntamiento le tributó
el pasado verano, y al que pudo asistir en persona.
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Con Paco Griéguez y su compañera Juana en Gardanne, en julio de 2017 |
El monolito de Murcia no
informa suficientemente sobre el sufrimiento y el horror de aquellos españoles que,
como Paco y Juan, defendieron la República y, con ella, la libertad, la
democracia y la justicia en nuestro país. Pienso que en nuestra ciudad hay que
erigir un monumento digno, en sitio visible (¿por qué no en el entorno de la
Cárcel Vieja remodelada?), con los nombres de los 85 murcianos que penaron y
murieron en aquellos siniestros campos.
Mire
usted, señor Ballesta. Hace unos días asistí en Cartagena al descubrimiento del
monumento de la escultora Natividad
Serrano erigido por el Ayuntamiento de esa ciudad, a instancias de la
Asociación de Memoria Histórica, en recuerdo de los 57 cartageneros deportados
a Mauthausen. Le voy a referir brevemente los actos. Discurso de la alcaldesa, Ana Belén Castejón; discurso del cronista
de Cartagena, Francisco José Franco Fernández
y de dos de sus alumnas; discurso de Pepa
Martínez, presidenta de la Asociación de Memoria Histórica de
Cartagena; presencia de un quinteto de
cuerda que interpretó la melodía ‘La lista de Schindler; unas palabras de una
sobrina nieta de uno de los homenajeados; presencia de los artistas Mateo Ripoll, Juan Fardo y JATE,
autores del mural alusivo en una de las paredes del IES Jiménez de la Espada. Y
un detalle: en el monumento (que no monolito) figuran los nombres de los 57
cartageneros deportados, que fueron leídos por el cronista Luis Miguel Pérez Adán.
Así sí, señor Ballesta.
Diego Jiménez
Profesor de Historia.
Presidente de MHMU
@didacMur