http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2018/03/27/preocupante-deriva-autoritaria/908889.html
Quienes afirman que el régimen
político surgido de la Transición consolidó en España un sistema modélico de
libertades deberían pararse a reflexionar sobre algunos hechos que están
acaeciendo en los últimos tiempos que demuestran que todos los poderes del Estado
están aquejados, hoy, de un déficit democrático evidente. Veamos.
Los ataques a las libertades
ciudadanas (encarcelamientos de titiriteros, condenas a tuiteros y multas a
ciudadanas y ciudadanos por ejercer la libertad de expresión y manifestación, como
en Murcia) deberían sonrojar a un Gobierno que es advertido de su déficit
democrático por instancias supranacionales como el Tribunal de Derechos Humanos
de Estrasburgo y, en el caso de las víctimas del franquismo, por la misma
ONU.
En otro orden de cosas, escribo
estas líneas tras la justificación esgrimida por el juez Llarena para enviar a prisión a varios exconsejeros autonómicos
del Govern y a la expresidenta del Parlament, Carme Forcadell, que no es otra que la grave acusación de rebelión
(la máxima del Código Penal español), y tras la detención de Carles Puigdemont en la frontera entre
Dinamarca y España, en virtud de la reactivación de la euroorden cursada el
pasado viernes por el citado juez.
Recordemos que en la cárcel
hay cuatro investigados, el exvicepresidente Oriol Junqueras, el exconsejero de Interior Joaquín Forn y los dirigentes de ANC y Omnium Jordi Sánchez y Jordi
Cuixart. Y recordemos también que Anna
Gabriel y Marta Rovira están
también en un ‘exilio’ involuntario. La distinta interpretación jurídica de los
magistrados de nuestro país y los de otros países de nuestro entorno sobre los
delitos que se les imputan a estas personas me hace pensar que sobre los
dirigentes del procés se está
procediendo con saña, con evidente ánimo de escarmiento y deseo de anularlos
políticamente, amén de que podríamos poner en duda si se están respetando sus
garantías procesales, en la medida en que se les mantiene en prisión sin una
sentencia condenatoria firme.
Por eso, cuando los voceros
del sistema se aprestan a defender la supuesta separación de poderes deberían
reflexionar si, como es notorio, en estas últimas disposiciones judiciales no
está detrás la larga mano del Gobierno y de la Fiscalía, que están ejerciendo
una más que notable presión sobre jueces y fiscales. Asistimos, pues, a unos
tiempos en que el Régimen del 78 y de la Transición se tambalea.
Y si hay un hecho que
demuestra fehacientemente que ésta se cerró en falso es lo ocurrido el pasado
martes en el Congreso de los Diputados. Los votos del PSOE inclinaron la
balanza a favor de Ciudadanos (C’s) y PP en contra de la pretendida reforma
lanzada por Unidos Podemos y otros grupos para que la Ley de Amnistía deje de
amparar y silenciar los crímenes de lesa humanidad del franquismo. Gregorio Cámara, diputado socialista,
se atrevió a afirmar que la iniciativa pretendía tergiversar la Historia y
denostar el sistema constitucional de 1978, añadiendo, además, que la
Transición fue una obra de esperanza para la reconciliación de un pueblo.
¿De qué reconciliación hablaba
este diputado? Debería haber recordado que está pendiente el debate de otra
iniciativa parlamentaria para que se reconozca uno de los principios básicos
del Derecho internacional: la imprescriptibilidad de los crímenes contra la
humanidad. Pero Cámara ignoraba conscientemente, o desconocía, las cifras de la
represión franquista. Refresquémosle la memoria.
500.000 víctimas en la guerra
civil; una cifra similar de personas huidas por la frontera francesa; cerca de
50.000 ‘rojos’ fusilados; más de 134.000 denuncias de desapariciones forzosas
registradas en la Audiencia Nacional, muchas de cuyas víctimas están enterradas
en miles de miles de fosas comunes sin exhumar; y no menos de 400.000 personas
pasaron por campos de trabajos forzosos, de los que hubo más de cien en España.
El sistema de campos funcionó como tal hasta 1942, pero las colonias
penitenciarias y los batallones de trabajadores continuaron existiendo hasta
bien avanzada la década de 1950. El Valle de los Caídos es el ejemplo más
conocido, pero en nuestra Región tenemos los casos del embalse del Cenajo, las
minas de La Unión y el del colegio de las Adoratrices en Cartagena, que
emplearon también mano de obra esclava. Si a estos casos sumamos los de los
robos de bebés, que se han producido desde el final de la guerra civil hasta la
década de los 90, y la lamentable actuación de un sector de la Iglesia, con
curas amparando la delación y la tortura, hay motivos para exigir la revisión
de una Ley de Amnistía que sigue siendo, al día de hoy, una Ley de Punto Final.
Soy de los que piensan, sin
ninguna duda, de que esa ley, preconstitucional, no se promulgó en un régimen
de total libertad, por culpa del ruido de sables. Por eso siento preocupación, indignación
y tristeza por la negativa del PSOE a aceptar la tramitación de la reforma de
esa Ley, pues si, como se teme, PP y C’s suman mayoría absoluta en las próximas
elecciones se disiparán las pocas esperanzas que les quedan a las familias de
las víctimas del franquismo de que se juzguen los crímenes de ese aciago
periodo y queden anuladas las sentencias extrajudiciales que llevaron a la
muerte a sus seres queridos.
El recorte de libertades
ciudadanas, las detenciones arbitrarias, la saña que se está ejerciendo sobre
la cúpula del procés y la
paralización de la aplicación de la Ley de Memoria Histórica son, entre otros,
hechos que están conduciendo a una cierta quiebra del Estado de Derecho. Hoy, a
cuarenta años del inicio de la Transición política, asistimos a una peligrosa y
preocupante deriva autoritaria.
Diego Jiménez
@didacMur
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