Este superviviente de la
matanza de Atocha de enero de 1977 intervino
el pasado viernes, día 24 de octubre, en el ciclo “Escritores en Archena”, organizado por el Ateneo de esa localidad, y nos expuso detalles de su libro “La Memoria
incómoda”
Diego
Jiménez. “A las 10:30 de la noche de ese día, 24 de enero [1977], los
asesinos llamaron a la puerta. Enrique
fue a abrir. Aún recuerdo la expresión del rostro de mi compañero al ver a uno
de ellos, al mismo que había visto por la mañana en la sede del sindicato
vertical del Transporte. Preguntaban por Joaquín
Navarro, secretario general del Transporte de CCOO. Los acontecimientos
transcurrieron después en medio de una gran tensión….” Así, con la emoción nada
contenida, hasta el punto de que apenas podía articular palabras en esos
momentos, dio cuenta del horrendo crimen de Atocha uno de los supervivientes, Alejandro Ruiz-Huerta, perteneciente,
como el resto de víctimas, a CCOO.
Mesa inicial del acto: de izquierda a derecha, Dolores Abad, Alejandro Ruiz-Huerta, José Molina y Daniel Bueno |
El que es hoy profesor de
Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba, intervino el pasado
viernes, día 24 de octubre, en el ciclo ‘Escritores en Archena’, en un acto
precedido por las intervenciones de Dolores Abad, de la junta directiva del Ateneo, Daniel
Bueno, secretario general de CCOO de la Región de Murcia, y el abogado, de
origen archenero y afincado en Barcelona, José
Molina.
Trabajo
colectivo
Alejando Ruiz-Huerta, que
presentó su libro “La Memoria Incómoda”, hoy agotado, comenzó afirmando que “recordar
el atentado (se niega a calificar a aquellos hechos de “matanza”) es para mí
duro”, pero lo ha venido haciendo en los cuatro puntos cardinales de España. “Fue
un crimen espantoso”, añadió. En Atocha hacíamos un trabajo colectivo más de 20
abogados, no necesariamente laboralistas, pues “nos dedicábamos a asesorar a
los trabajadores en asuntos varios; teníamos muchos clientes de toda condición
social y trabajábamos en pequeños equipos”. Afirmó que CCOO ha mantenido la “luz
encendida” de aquel atentado. Y que desde que en 1987 el Ayuntamiento de Madrid
colocó una placa conmemorativa, a partir de ese momento se ha hablado más del
tema en todo el país. Así, en 2004, se
creó la Fundación Abogados de Atocha.
Los
precedentes
Alejando Ruiz-Huerta, que ubicó
ese horrendo crimen en el marco de la Memoria Histórica del país, afirmó que
hay serias carencias en este tema por parte del Estado; y, aun así, “no hemos
de descansar hasta que una persona deba de hablar en silencio, atenazada aún
por el miedo, o hasta que sea descubierto el último cadáver en las cunetas de
las carreteras”. Y es que, a su juicio, “la Ley de Memoria Histórica ha
fracasado”, no se ha cumplido en muchísimos ayuntamientos.
Pasó, a continuación, a exponer
algunos detalles del periodo de la Transición política, recordando hechos como
la pre-Transición (1969-1976), la Ley de Reforma Política de 1976, los
secuestros de Oriol y Villaescusa, la detención y puesta en
libertad de Santiago Carrillo y,
para terminar, la huelga del transporte de Madrid, de enero de 1977, ganada por
los trabajadores. Esa huelga, afirmó, “está claramente vinculada al atentado de
Atocha”.
Recordó también el ambiente de
tensión que se vivía en esos días, con acontecimientos como la muerte del
estudiante Arturo Ruiz el 23 de
enero. Días en los que se registraban contactos políticos entre grupos
aperturistas y de izquierda. En ese contexto se desarrollaba el trabajo del
grupo de abogados de la calle de Atocha, en tres claros frentes: en la
Magistratura de Trabajo, en el Colegio de Abogados y en los barrios.
Precisamente el grupo de personas asesinadas o heridas cubría este último
frente de trabajo.
El
atentado
“El día 24 teníamos una reunión
de barrios; en principio nos íbamos a reunir en la calle Fuencarral, pero se
realizó en Atocha-55”, afirmó Alejandro. A continuación, embargado por la
emoción, y con un auditorio que escuchaba su relato en respetuoso silencio,
pasó a exponer los detalles de ese horrendo crimen. Recordó los nombres de las
víctimas, sus compañeros, nombres que, dijo, “hay que decirlos despacio”, según
palabras de Miguel Sarabia,
superviviente, fallecido a los 82 años. Las víctimas mortales: Ángel
Rodríguez, Enrique Valdevira, Francisco Javier Sauquillo, Luis Javier Benavides y Serafín Holgado. Quedaron gravemente heridas las
siguientes personas: Miguel Sarabia,
Alejandro Ruiz-Huerta, Luis Ramos Pardo y Dolores González.
Y recordó también los nombres
de los asesinos. Los de los autores materiales de los hechos: José Fernández, Fernando Lerdo de Tejada y Carlos
García Juliá. Y el del autor “intelectual” de la matanza, Francisco Albaladejo, el entonces
secretario del Sindicato vertical franquista del Transporte.
“Se vivieron momentos de
extrema tensión y dureza; los asesinos desconectaron los cables del teléfono”, dijo, para recordarnos a continuación que, tal como se relata en
la película de Bardem (Siete días de enero), no cesaban de repetir: “las
manitas arriba”. Alejandro confesó que fue casual que hubiera supervivientes,
él uno de ellos, y que la matanza hubiera sido mayor de haber estado en ese
momento en el despacho otros ocho compañeros, que se habían retrasado. “Como
pude, me arrastré hacia la puerta, en medio de un espectáculo dantesco.
Y lo primero que dije al trabajador de la recogida de basuras que acudió a
auxiliarnos fue que había estallado una bomba. Incapaz de percibir los detalles
concretos por los momentos de extrema tensión vivida, confundí los disparos con
un artefacto explosivo", nos recordó con la voz entrecortada. "Con varias heridas de bala en la pierna y una en el pecho, que afortunadamente no era muy grave, me acompañó hasta el final un policía armada; desde entonces, he de confesarlo, profeso bastante respeto a los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado", afirmó.
Alejandro terminó su
intervención, que fue largamente aplaudida, recordando que “no se llegó a
conocer a los inductores reales de los asesinatos de Atocha”. Aun así, en el juicio a los asesinos, por vez
primera desde la dictadura franquista, se reconoció que existía la extrema derecha
en España. Pero “nuestros abogados no pidieron nunca la pena de muerte para los
asesinos, en un gesto acorde con el espíritu aperturista que vivía el país", concluyó.
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