Al calor de los últimos acontecimientos políticos y sociales que, al decir de algunos, no sólo ponen en peligro la hegemonía del PP sino que pueden cuestionar los cimientos mismos del Estado, el principal partido de la oposición, deseoso de iniciar un despegue electoral que le permita superar la caída libre en que se haya sumido, ha lanzado estos días el debate sobre la articulación federal del Estado español. Pero esta propuesta federal del PSOE, amén de que no es nada novedosa -recordemos que IU viene reclamándola desde siempre en sus programas electorales, se nos antoja poco creíble por motivos varios.
En primer lugar, sorprende que el PSOE, que en los últimos tiempos ha venido ejerciendo una tibia labor de oposición, cuando no de identificación clara con los planteamientos de Gobierno del PP (recordemos, como ejemplos, la reforma del artículo 135 de la Constitución, por el que se subordinan los gastos sociales al cumplimiento del objetivo del déficit, y más recientemente el pacto para concurrir conjuntamente a las instituciones europeas comunitarias), se descuelgue ahora con este planteamiento federal. Es fácilmente perceptible que éste trata de acallar el malestar surgido en el seno del PSC por las diferencias entre ambos partidos en torno a la consulta soberanista en Cataluña. Pero las reticencias hacia el federalismo de Cataluña y Euskadi no son los únicos obstáculos. En el camino hacia la posible consolidación de un Estado federal eEn España aparecieron en su día unos condicionantes que hunden sus raíces en nuestra Historia más reciente y que parecen pervivir hoy.
La Historia constitucional de este país ha transcurrido secularmente con planteamientos centralistas. Pero en el año 1977, Felipe González, intuyendo que de las elecciones generales podrían surgir unas Cortes constituyentes, pensó en un proyecto federal para España, apoyado por el PNV y el partido de Ruiz Giménez. Celebradas las elecciones del 12 de junio, aquel proyecto se aparcó y, en su lugar, se diseñó el Estado de las Autonomías, un remedo de la Constitución de 1931. Para justificar el rechazo de la propuesta federal se esgrimió, en primer lugar, las supuestas reticencias del estamento militar. Mas, en realidad, el federalismo tenía todavía en esos momentos, mala prensa. En la mente de la comisión redactora de la Constitución estaban aún muy presentes los ecos del fracaso del federalismo durante la I República Española (febrero de 1873-diciembre de 1874), que hubo de hacer frente a la Revolución Cantonal. Iguales reticencias tuvieron los redactores de la Constitución de 1931, que incluyeron en el artículo 13 la expresión "Estado integral", que hizo posible los Estatutos de Autonomía de Cataluña, Galicia y País Vasco. El artículo 145.1 de la Constitución de 1978 reproduce ese planteamiento, aunque los posible agravios comparativos determinaron que se acuñara la expresión "café para todos", origen del actual Estado Autonómico.
¿Es posible, hoy, el avance hacia el federalismo en España? No sólo es posible sino necesario. Pero ese camino no está reservado en exclusiva a los partidos políticos. Habida cuenta de la gravedad de la situación política, social y económica, lo prioritario en estos momentos es la articulación de un vasto frente ciudadano que dé los pasos para la consolidación de un proceso 'deconstituyente' que, cuestionando el actual marco jurídico-político, permita avanzar hacia una nueva Constitución, desde luego en clave federal, pero que debería incluir aspectos que el PSOE ni se atreve a citar. Sin ánimo de ser exhaustivo, cito como indispensables los siguientes: 1. La consolidación de un Estado laico, con la denuncia de los Acuerdos con la Santa Sede de enero de 1979. 2. Referéndum para dilucidar la nueva forma de Estado (Monarquía o República). 3. La salida de España de la OTAN. 4. Una economía al servicio de las personas, poniendo el acento en los gastos sociales, en la Sanidad y en la Educación, con inversión pública para generar puestos de trabajo en los nuevos 'yacimientos de empleo'. 5. Implantación de una renta básica de inserción y planes de choque para la erradicación de la pobreza. 6. Reforma fiscal progresiva y actuaciones tendentes a atajar el fraude fiscal y la economía sumergida. 7. La nacionalización de la Banca y de los sectores estratégicos de la economía (gas, electricidad, transportesÉ). 8. Toda la riqueza del país, sea cual sea su titularidad, debe estar subordinada al interés general. 9. Financiación suficiente para todos los territorios, con medidas para que sea efectiva la solidaridad interterritorial. 10. Elección por sufragio de una segunda Cámara legislativa, pero no de segunda lectura, sino representativa de los distintos territorios del Estado.
Como es fácil comprobar, estos planteamientos están muy lejos de lo que está dispuesto a asumir el PSOE, un partido más de aquella Transición pactada bajo el ruido de sables. Su propuesta federal nos parece muy endeble, precisamente cuando el edificio de la Transición y sus cimientos se desmoronan. A la ciudadanía activa compete, pues, el diseño de un nuevo Estado Federal, por supuesto solidario.
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