martes, 2 de noviembre de 2010

HIPOTECADOS

http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2010/11/02/hipotecados/280490.html

Desde mi picoesquina

"Wilson decidió instalarse en Molina de Segura. Su formación técnica en el sector de la construcción sólo le sirvió inicialmente para trabajar como obrero especialista en una de las muchas empresas que atendían, solícitas, las demandas de los promotores"

DIEGO JIMÉNEZ

La falta de expectativas laborales y un destino incierto empujaron a Wilson a abandonar su ciudad natal, Guayaquil, en el Ecuador, en donde consumió 35 años de su vida. Con su título de aparejador, recaló, hace años, en el aeropuerto de Barajas, llevando 300 dólares en el bolsillo y un permiso de turista. Vino a probar suerte. Dirigió sus pasos hacia Murcia, aleccionado por quienes veían ´una mina´ de posibilidades en las múltiples promociones inmobiliarias que, como hongos, crecían en la Región.

Wilson decidió instalarse en Molina de Segura. Su formación técnica en el sector de la construcción sólo le sirvió inicialmente para trabajar como obrero especialista en una de las muchas empresas que atendían, solícitas, las demandas de los promotores. Pronto, esa cualificación profesional le sirvió para trabajar –tras ser uno de los agraciados con el proceso de regularización de emigrantes– como encargado de obra en la misma empresa. La relativa seguridad económica alcanzada le animó a traerse a España a su compañera, Martha, y a su hijo, Klever, y le permitió negociar con un banco un préstamo hipotecario, por valor de 120.000 euros, que cubría el coste de la vivienda que se disponía a comprar en Molina. Años después, sin embargo, Klever atisbó que el negocio de la construcción empezaba a ir en declive. El cierre de tantas y tantas empresas del sector le alcanzó de lleno, y los ingresos del paro –más los que aportaba Martha, que pudo lograr trabajo atendiendo a una pareja de ancianos en régimen de internado– sumieron al matrimonio en los límites de la pobreza, pues no eran suficientes para satisfacer las necesidades vitales mínimas y para atender el pago de los 800 euros mensuales del préstamo hipotecario, que superaba en cuantía al valor real de mercado de su vivienda.

Los sucesivos impagos de la cuota mensual estipulada con la entidad financiera condujeron a un expediente de desahucio. La dramática situación por la que atravesaba la familia era motivo de comentarios en las reuniones de ésta.

Un día, Klever, que ya estaba escolarizado en la ESO, informó a sus padres de que en su instituto, en la asignatura de Educación para la Ciudadanía, se comentó que el artículo 47 de la Constitución Española garantiza el acceso de una vivienda digna «a todos los españoles», por lo que inmediatamente pasó por las mentes de sus progenitores la idea de que quizás no fueran los destinatarios de esos derechos, por su condición de inmigrantes. Pero la realidad era otra. A través de la Plataforma de personas afectadas por las hipotecas (que se había implantado, asimismo, en El Palmar) surgida en su localidad, pudieron saber que eran cientos las familias (también españolas) que se encontraban en su misma situación. Martha y Wilson conocieron la fórmula de la denominada ´dación en pago´, por la que, al igual que en países como EE UU y Suiza, la entidad financiera prestamista aceptaba, como fórmula para saldar la deuda, el quedarse con la vivienda, condonando aquélla y, en algunos casos, permitiendo a la familia deudora disfrutar de la casa en régimen de alquiler. Y lamentaron que los bancos y cajas españoles no fueran receptivos a esa posibilidad.

Pese a ello, a día de hoy, ambos han trocado su actitud inicial de resignación y pesimismo por una postura de militancia activa en defensa de sus derechos. El expediente de desahucio, lento pero inexorable, sigue su curso, aunque el hecho de sentirse arropados por tantas y tantas personas (en la Región, unas 5.000) en su misma situación les ha supuesto una inyección de moral. La lucha por la dignidad personal y por la defensa de sus derechos anima a Martha y Wilson a alejar de sus mentes la imagen de sus enseres personales en la puerta de la casa.

P.S. El caso de Martha, Wilson y Klever es producto de una ficción. Los hechos y personajes descritos no son reales. Pero el drama de los desahucios por impago de hipotecas sí es una triste realidad, actual y cotidiana, en esta Región.

2 comentarios:

Ernesto dijo...

Excelente artículo, amigo Diego, que retrata tal cual la situación en la que se encuentran numerosas personas reales. A pesar de la matización, es la pura y dura realidad.
Un abrazo, compañero.

Diego J. dijo...

Gracias, amigo Ernesto.

Un abrazo