viernes, 7 de noviembre de 2008

COLECTIVOS SOCIALES DE MURCIA SE MOVILIZAN CONTRA LA CRISIS ECONÓMICA Y SUS EFECTOS.

Con el eslogan central “la crisis, que la paguen los capitalistas”, estas organizaciones sociales, a las que apoya IURM, han convocado una concentración para el sábado 15 de noviembre en la capital.

Diego Jiménez/Murcia.- El sábado 15 de noviembre se celebrará en Washington la reunión del G-20, que reúne a los ocho países más ricos del mundo junto a otros de economías emergentes de todos los continentes. Los mandatarios tratarán de consensuar recetas contra la actual crisis económica mundial. Con este motivo, asociaciones y colectivos varios de Murcia (ATTAC, Azogue, Federación de Asociaciones de Vecinos de Murcia (Favermur), CGT, HOAC, Foro Social, Unión de Juventudes Comunistas (UJC), Plataforma por la Exclusión Social, STERM-La Intersindical y Unidad Cívica por la República), junto con la organización política Izquierda Unida (IURM), consensuaron el pasado jueves, día 6 del presente, una convocatoria de manifestación y el comunicado a leer en el transcurso de la misma.

La protesta tendrá lugar en la Plaza de Santo Domingo, a partir de las seis de la tarde del día 15 , y se justifica, según sus organizadores, por el hecho de que para salvar de la quiebra a los bancos de EE UU la Reserva Federal ha inyectado 700 mil millones de dólares, cinco veces más de la cantidad aprobada en la ONU para alcanzar los Objetivos del Milenio, mientras que el gobierno español ha destinado 100 mil millones de euros con el mismo fin; sin embargo, esos mismos bancos están desahuciando a muchas familias españolas por no poder pagar la hipoteca de sus pisos.

Las organizaciones convocantes advierten, además, que “hace meses miles de personas salimos a la calle por una vivienda digna y ya advertíamos del peligro de la burbuja inmobiliaria. Ahora que ha estallado, ¿la vamos a pagar nosotros y nosotras? Durante años se han forrado y ahora anuncian despidos, recortes salariales, cierres de empresas, el olvido del Protocolo de Kyoto, etc.”, por lo que, se afirma, “está claro que los grandes partidos gobiernan para la Banca, mientras que los grandes sindicatos no van a rechistar, pues hasta los han felicitado banqueros y empresarios”. El hecho de que las medidas adoptadas conduzcan a que se “privaticen los beneficios y se socialicen las pérdidas” es otro de los motivos de peso de la protesta, por lo que hacen un llamamiento a otros colectivos sociales a sumarse, con su apoyo, a dicha concentración y animan a la ciudadanía a salir a la calle masivamente ese día.

7 comentarios:

Sarashina dijo...

Estaba esperando esta convocatoria, Diego,y ya veo que aquí también nos movilizaremos. Alĺí estaré. Que la paguen ellos, desde luego, puesto que la han provocado ellos. Un abrazo.

supersalvajuan dijo...

Ante sus primeros efectos, que quedan muchos por llegar.

Roberto dijo...

Está claro que a nadie nos hace puñetera gracia que los gobiernos destinen 3 billones de euros a arreglar el desaguisado en el que nos han metido este ejército de especuladores y neoliberales, pero una vez que ha sucedido(por no haber regulado más a tiempo) es la solución menos mala. Quizás alguien piense que es mejor dejar las cosas a su aire y que se líe una como la de los años 30: cuarenta millones de parados, ruina de las clases medias, ascenso de los regímenes totalitarios...

Refresquemos la memoria:

Consecuencias económicas del crack del 29

El influjo ejercido a nivel mundial por la economía estadounidense tras la Primera Guerra Mundial, facilitó la rápida internacionalización de la crisis.

Las principales manifestaciones de este hecho fueron:

Crisis financiera

La ruina de quienes habían suscrito créditos bancarios y la imposibilidad de hacer frente a su devolución ocasionó la quiebra de numerosos bancos (sólo en Estados Unidos más de 5.000). El consumo descendió como consecuencia de la reducción de liquidez en el mercado y los empresarios no pudieron hacer frente a sus necesidades de inversión. Muchas empresas cerraron sus puertas.

Deflación

La ausencia de créditos, la bajada de los precios y la escasa circulación monetaria condujeron al descenso generalizado de la actividad económica

En Estados Unidos, el gobierno del presidente Hoover, en vez de intervenir activamente para corregir la situación, disminuyó el gasto público ante el temor de un repunte del déficit estatal. Con ello perdió la oportunidad de frenar la caída de los salarios y la demanda.

Paralización del comercio mundial

La adopción de medidas proteccionistas (cada país intentó solucionar sus problemas de sobreproducción de manera independiente) provocó el estancamiento del comercio. Los estados que fundamentaban sus economías en la exportación, caso de Japón, cuyo principal cliente era Estados Unidos, se vieron singularmente afectados. Las relaciones internacionales que trabajosamente se habían logrado recomponer a partir de 1924 se quebraron.

Disminución de la renta nacional

Todos los países sufrieron un descenso del P.I.B. Los niveles de renta disminuyeron aceleradamente y no volvieron a recuperase en muchos casos hasta pasada la Segunda Guerra Mundial, ya en los años cincuenta.

Incremento del desempleo

El hundimiento de la industria y la ruina financiera llevaron implícita la destrucción del empleo. En 1932 se contabilizaban más de 30 millones de parados, de los cuales 12 millones eran americanos y 6 alemanes.

La bajada de los salarios se tradujo en una disminución de la capacidad de compra que, a su vez, repercutió en el descenso del consumo. Los stocks invendibles se acrecentaron y el aparato o productivo se paralizó.

Consecuencias sociales

El efecto social más evidente de la crisis de 1929 fue el crecimiento del paro a nivel mundial. El número de desempleados se elevó hasta al menos 40 millones. Los que conservaron sus empleos sufrieron un importante recorte en sus salarios.
La penuria se extendió por el campo y las ciudades. Europa, especialmente Alemania, en plena recuperación de posguerra, volvió a alcanzar altas tasas de desempleo como consecuencia del cierre de empresas.

El comportamiento demográfico sufrió significativas alteraciones: aumentó la mortalidad y el crecimiento vegetativo se detuvo. En Inglaterra el incremento demográfico de fines del siglo XIX, estimado en un 13%, descendió en la década de los Treinta al 4,5%. Sin embargo los países con regímenes fascistas incentivaron la natalidad desde postulados político-ideológicos, ya que el Estado la consideró útil para incrementar el potencial militar.
Algunas zonas se erigieron en focos de emigración, un ejemplo fue el agro americano, afectado ya desde antes de la crisis por el fenómeno del paro.
La población inició el traslado a las ciudades, pero éstas aquejadas por la crisis fueron incapaces de absorber el flujo y se poblaron de guetos marginales donde reinaba la más absoluta pobreza.
En Estados Unidos fueron denominados irónicamente "Hoovervilles" (del presidente Hoover) y en ellas se abarrotaron más de un millón de personas, hacinadas en viviendas de hojalata y cartón, sin las más elementales condiciones de higiene.

La estructura social se modificó: junto al empobrecimiento de las capas sociales más bajas, especialmente obreros, también se vieron muy afectadas las clases medias, cuyas bases se estrecharon. Buena parte sus miembros (funcionarios, profesionales liberales, pequeños empresarios, etc.) fueron arrastrados a la proletarización.

Las desigualdades sociales se acentuaron, dando lugar a una masa de desposeídos sin posibilidad de afrontar su situación económica y vital.

Quedó en entredicho la capacidad del sistema para garantizar la supervivencia de amplios sectores que no tenían acceso ni tan siquiera a los alimentos básicos, en tanto que en el campo se destruían cosechas enteras en un intento por mantener los precios agrícolas.

Las organizaciones caritativas se multiplicaron por doquier tratando de paliar el desastre. En Europa y USA se sucedieron las marchas contra el hambre.
Fenómenos como el alcoholismo, la delincuencia o el racismo se agudizaron. Allí donde había minorías étnicas se las persiguió de manera más o menos encarnizada, como sucedió con los negros de Estados Unidos o los judíos en Alemania.

Consecuencias políticas de la crisis

Auge de ideologías nacionalistas y totalitarias: Alemania e Italia constituyen los ejemplos paradigmáticos, si bien hubo otros muchos (Austria, Polonia, Yugoslavia, etc). En otras partes hubo tendencias filofascistas, fue el caso de Gran Bretaña (Oswald Mosley), Bélgica (Léon Degrelle) o Francia, pero estos movimientos carecieron del suficiente empuje para acceder al poder.
Frente al ascenso de la ultraderecha, se gestaron movimientos que, aunando diversas sensibilidades, tenían como objetivo atajar el auge de los totalitarismos. Así surgió el frentepopulismo. Ejemplos del mismo los hubo en Francia y España, pero ello no bastó para contrarrestar la postracion que padecían los movimientos revolucionarios de izquierda: los socialdemócratas desaparecieron de la escena política en Alemania tras el ascenso de Hitler al poder, los laboristas británicos sufrieron importantes pérdidas de afiliados y electores. El internacionalismo proletario (III Internacional) también vio frustradas sus aspiraciones revolucionarias.

En definitiva, por mucho que me repateen estas ayudas, creo que una vez que estamos metidos en el berenjenal es la opción menos mala. Lo que toca ahora es aprender y no dejar que vuelva a ocurrir, de la misma manera que deberíamos haber aprendido algo del 29. Por estos motivos, yo no estaré en la manifestación.

Un saludo a todos.

Diego J. dijo...

Amigo de "Cuadernos keynesianos".Conozco bastante en profundidad los efectos de la crisis del 29, por mi condición de profesor de Historia. No obstante lo cual, y en la medida en que el Capitalismo en sí es el problema, entiendo que lo se está haciendo (y lo que, supuestamente, se hará en la reunión del 15 en Washington) es ponerle un parche a la rueda, cuando en realidad lo que habría que hacer es cambiar de neumáticos.

Roberto dijo...

Espero amigo Diego, aunque quizás sea soñar demasiado, que de esa reunión salga un nuevo "New Deal" que establezca verdaderos cambios estructurales devolviendo a los estados la soberanía que jamás debieron perder durante los ochenta. Un saludo

Diego J. dijo...

Un nuevo "New Deal" sería lo deseable. Transitariamente, una neointervención estatal en la economía o, lo que es lo mismo, una recuperación del papel del Estado como elemento redistribuidor de la riqueza se me antoja como la solución menos mala, a falta de un nuevo modelo económico. Qué casualidad, tanto presumir de avances sociales e históricos y, al final, venimos a propugnar medidas que el mercantilismo ya adelantó en el siglo XVII.

Y para terminar, una pregunta: ¿crees posible un avance lento, pero gradual, hacia un auténtico socialismo? O sea: ¿crees agotado el modelo capitalista, en virtud de sus permanentes y continuas contradicciones? Porque tengo para mí que el sistema capitalista se ha mostrado muy capaz de generar riqueza (sin desdeñar el impacto medioambiental que la misma ha supuesto) pero se ha venido mostrando inoperante, desde siempre, para repartirla debidamente.

Roberto dijo...

Coincido contigo en la necesidad de reformas de gran calado, de revitalizar el papel del Estado, su capacidad de control del mercado financiero, de redistribución de la renta, de recuperar la progresividad en los impuestos y garantizar la vigencia del Estado de Bienestar. Me horrorizan propuestas como la infame directiva de las 65 horas que bajo ningún concepto debemos dejar que prospere.

En cuanto a que el modelo capitalista esté agotado estoy también de acuerdo contigo. No es nada nuevo, sus primeras crisis datan de 1820-1830, y ha quedado repetidamente cuestionado a lo largo de la historia:1929, 1973, el descalabro de las puntocom, la burbuja inmobiliaria y alimentaria actuales... Este sistema es insostenible en cuanto a depredación de recursos así como a la concentración del poder en pocas manos.

Sin embargo, no estoy de acuerdo en cuanto a propugnar políticas mercantilistas, más bien todo lo contrario: la cuestión no está en negar los intercambios comerciales, sino en hacerlos justos.

Respecto al avance a un auténtico socialismo, si con eso te refieres al socialismo-marxista, ni espero ni deseo que así sea: la antigua URSS, Corea del Norte... no son precisamente mi tipo. Marx diagnosticó brillantemente las trampas del liberalismo, pero falló en mi opinión en el tratamiento y las predicciones. Creo que la historia ha superado ya el debate en cuanto a los dos sistemas extremos y la idea es decidir hasta dónde llega el Estado y hasta dónde el libre mercado. ¿Queremos un presupuesto que mueva el 30% del PIB al estilo estadounidense o un 50% como nuestros vecinos nórdicos? Yo me muevo en esa postura.

Hablas de que el sistema capitalista es muy capaz de generar riqueza, pero esto es un mito muy extendido: el libre mercado no es eficiente, en cuanto que despilfarra recursos como el de la persona capacitada que no puede costearse una formación o una sanidad y por tanto servir eficientemente al sistema productivo, a modo de ejemplo. Externalidades de mercado (como la contaminación que nombras), deficiente dotación de bienes públicos... definitivamente no es el sistema más eficiente (te recomiendo leer a este respecto a Jeffrey Sachs o a Guillermo de la Dehesa). Incluso aunque el Estado generase ineficiencia, podemos estar dispuestos a renunciar a un poco de ella en pro de una mejor distribución (el famoso cubo de Okun).

Un saludo