https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2019/11/23/murcianos-dinamita-o-banderita/1070454.html
En la Región de Murcia sigue habiendo cierta nostalgia por la 'época del ladrillo', cuando se registraba una huida de las aulas de jóvenes en busca de trabajo más o menos bien remunerado en la construcción, y con unos sectores auxiliares en los que se ganaba un buen dinerito
diego jiménez 22.11.2019 | 20:52Empero, cabe achacar el crecimiento de la ultraderecha a otros muchos factores, como nos aclara con su lucidez habitual, en artículo reciente, el profesor Vicenç Navarro. En primer lugar, a partir de la crisis catalana, se ha producido un crecimiento espectacular de los nacionalismos españolista y catalán (encubridores de una estructura clasista y conservadora) que la sentencia del procés no ha hecho sino agravar, polarizando las posturas extremas.
En segundo lugar, está claro que la crisis económica que ha afectado a amplios sectores populares ha producido un notable empobrecimiento de las clases medias y asalariadas, generando un sentimiento 'anti clase política' (es conocida la expresión popular 'todos los políticos son iguales'), caldo de cultivo para que Vox, formación política heredera del franquismo residual, no extirpado de la sociedad, recogiera ese descontento.
Aunque en este partido ultraderechista hay rasgos que lo acercan a la ultraderecha europea (como esa apelación al patriotismo identitario y su crítica a la globalización como causante de todos los males), su patriotismo de bandera y su extremismo no ocultan su indisimulado apoyo a los sectores financieros y económicos y su interés, como ya hicieran el nazismo y el fascismo, en frenar y aniquilar a la izquierda. En efecto, Vox se ha decantado claramente por la privatización de los servicios públicos y por la desregulación de las normas que interfieren en el libre mercado; es partidario de limitar al máximo las transferencias públicas al sistema de pensiones; habla de la recentralización estatal de las competencias en Sanidad, Educación y Justicia; no esconde su interés por liquidar el Estado autonómico; habla de ilegalizar partidos, etc.
Y, sin embargo, ha recibido un amplio respaldo de sectores obreros golpeados por la crisis. Como en Murcia. Durante veinticinco años, el apoyo a la derecha en esta Región ha sido la norma. Para explicar esa hegemonía, pese a los indicadores negativos que sitúan a nuestra Comunidad autónoma, con Andalucía y Extremadura, entre las más atrasadas de España, centrémonos en algunas evidencias.
Sigue habiendo cierta nostalgia por la 'época del ladrillo', cuando se registraba una huida de las aulas de jóvenes en busca de trabajo más o menos bien remunerado en la construcción, y con unos sectores auxiliares en los que se ganaba un buen dinerito. Como anécdota, puedo referir que, en mi instituto de Blanca, un alumno de la ESO me dijo un día: «Maestro, dice mi padre que cuánto ganas». Yo, naturalmente, no le facilité ese dato. A lo que me contestó: «Es igual. Mi padre [era fontanero] dice que, por lo que tú ganas, él no se levantaría de la cama para ir a trabajar».
Hay en Murcia también una secular sumisión y adhesión de la población a los cacicatos de diversa índole que hunden sus raíces en el siglo XIX y que tan magistralmente documentara la fallecida catedrática María Teresa Pérez Picazo. Junto a ello, el PP ha sido capaz de tejer una amplia red clientelar en la Región, al tiempo que ha copado los principales entes asociativos: cofradías pasionales de Semana Santa, Federación de Peñas Huertanas, AMPAS, Agrupaciones Sardineras, etc.
No olvidemos tampoco el bajo nivel cultural de parte de la población. Según la EPA de 2016, en la Región de Murcia encabezamos el ranking de analfabetismo, tras Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha. Y aunque, paradójicamente, los murcianos figuramos entre los que más libros compramos en el país, ocupamos el sexto lugar, por la cola, de entre los que menos leemos: el 41,2% de la población de 14 años o más declara no hacerlo nunca, según el Barómetro de la Federación de Gremios de Editores de España.
El auge de Vox en esta Región hay que entenderlo, pues, en ese contexto. En Murcia, además, ha calado muy fuerte el individualismo que culpa a 'los otros' de todos nuestros males: el discurso del odio hacia el diferente y hacia las víctimas del sistema (inmigrantes, los 'menas'); la catalonofobia (fue un alivio comprobar, sin embargo, cómo en Cartagena, pese a la victoria electoral de Vox, se impuso el sentido común en la reciente visita al Cartagonova del FC Barcelona), que inundó de banderas españolas nuestras calles y balcones.
En su poema Vientos del pueblo, Miguel Hernández calificó como 'murcianos de dinamita' a quienes habitamos esta tierra. Yo más bien identificaría a una parte significativa de la población como 'murcianos de banderitas', vista la citada profusión de éstas como antídoto de todos los males que nos aquejan.
En definitiva, la prueba de que el mayor auge de la extrema derecha ha tenido que ver con la inmigración la dan los porcentajes de votos de Vox en aquellos municipios de nuestra Región que acogen mano de obra foránea (y, además, pobre, porque la llamada 'aporofobia'. odio al pobre, es uno de los rasgos que exhibe la ultraderecha). Relaciono aquí, de mayor a menor, los porcentajes de voto a Vox que se acercan o superan el 30% en algunos de nuestros municipios: Torre Pacheco (38,02%); San Pedro del Pinatar (33,9%); San Javier (31,77%); Mazarrón (31,64%); Cartagena (31,10%); Totana (30,6%), y Alcantarilla (29,45%).
Frente a este panorama, sólo cabe ejercer una labor pedagógica, desde las aulas, educando a nuestros adolescentes en valores como el respeto, la tolerancia, la empatía hacia el diferente, la solidaridad, etc. Y, desde el ámbito de la política, es preciso consolidar un amplio espacio de unidad, desde la izquierda, que, conjuntamente con el tejido asociativo, dé respuesta al auge de la ultraderecha para que, a corto plazo, como ha ocurrido con Amanecer Dorado, en Grecia, aquélla pase a ser un mal recuerdo histórico.
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