martes, 22 de enero de 2019

A CIEN AÑOS DEL ASESINATO DE ROSA LUXEMBURG


Desde mi picoesquina
 

 A cien años del asesinato de Rosa Luxemburg

"Las élites dominantes del capitalismo están dispuestas a hacer concesiones, en ocasiones, a la clase obrera siempre que sus organizaciones de clase no cuestionen sus intereses, al tiempo que alientan la división de estas organizaciones fomentando el acercamiento de algunas de ellas a las posiciones ideológicas, políticas y económicas afines a ese capitalismo"

22.01.2019 

El 15 de enero de 1919, un grupo de freikorps (paramilitares alemanes) asesinó a golpes y con un tiro en la sien a Rosa Luxemburg, fundadora de la Liga Espartaquista alemana. Su cuerpo fue arrojado a un canal de Berlín. Su camarada Karl Liebknecht no corrió mejor suerte: fue ejecutado en un parque cercano. El gobierno socialdemócrata de Ebert y Noske se dispuso, así, a acabar con la revolución espartaquista.
  • La Revolución Rusa de 1905 fue la primera gran manifestación de la lucha de clases en Europa tras la Comuna de París. En su libro Huelga de masas, partidos y sindicatos, Rosa Luxemburg planteó que había mucho que aprender de aquel proceso revolucionario y que la socialdemocracia alemana debería encaminar sus pasos en esa dirección. Fue el primer enfrentamiento con su anterior aliado, Karl Kautsky, que fiaba al próximo proceso electoral el aumento del número de escaños socialdemócratas en el Reichstag alemán. Este enfrentamiento marcó las líneas divisorias de la socialdemocracia alemana entre reformismo o revolución. Recordemos que a finales del siglo XIX el capitalismo había experimentado tan hondas transformaciones en Alemania que las clases dominantes se permitieron hacer algunas concesiones a la clase obrera, anulando las leyes antisociales de Otto von Bismarck de 1890 y permitiendo el nacimiento de los sindicatos y del mismo Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). Rosa Luxemburg alertaba de dichas 'concesiones' y, en contra del ala revisionista de la socialdemocracia, opinaba que si la reforma social se convertía en un fin en sí misma ello sería un serio obstáculo para la lucha por una nueva sociedad. Esta inicial batalla contra el revisionismo anticipaba la que se iba a dar en los años siguientes.
    El estallido de la guerra de 1914 supuso un punto de inflexión en el desarrollo de los acontecimientos. Cuando, ignorando las consignas de internacionalismo proletario emanadas de la II Internacional, el SPD se aprestó a la defensa de los intereses de 'su' burguesía, votando los créditos de guerra el 4 de agosto de 1914 (con el voto en contra de Karl Liebknecht, el único diputado socialdemócrata que se opuso), la ruptura en el seno de la socialdemocracia era un hecho.
    Al inicio del conflicto armado, Rosa Luxemburg volcó todos sus esfuerzos en su labor propagandista en contra de ese enfrentamiento entre obreros hermanos. Pensaba que la disyuntiva 'socialismo o barbarie' se hacía patente en esa guerra, una manifestación del colapso al que nos conduciría el capitalismo si la clase obrera no se oponía a ello con todas sus fuerzas. Su posición claramente contraria a esa guerra motivó su ingreso en prisión, desde enero de 1915 hasta noviembre de 1918.
    La guerra, además, propició la división de los socialdemócratas: una facción del SPD fundó el Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (USPD), mientras que el ala más izquierdista se organizó en un núcleo que incluía a Karl Liebknecht, Rosa Luxemburg, Clara Zetkin, Franz Mehring, etc. Rosa Luxemburg, desde la cárcel, escribía folletos revolucionarios. Ernst Mayer, encargado de la imprenta, inventó el nombre de Spartacus para este núcleo revolucionario: la Liga Espartaquista se constituyó en enero de 1916. A partir de ese momento, alentó una serie de huelgas que, por su carácter abiertamente revolucionario, chocaban con las tesis revisionistas del socialdemócrata Bernstein.
    Desde prisión, Rosa recibió con alborozo las noticias sobre la Revolución Rusa, aunque luego se distanciaría de los revolucionarios rusos en algunos planteamientos. La insurrección de los marineros de Kiel, el 3 de noviembre de 1918, fue el inicio de la Revolución alemana, con la creación (a imitación de Rusia) de consejos de obreros y soldados, pese a que, como nos recuerda Eric Hobsbawm, en su ya clásico libro La Historia del siglo XX, la clase obrera alemana no era especialmente combativa, y sí amante de las leyes y el orden, con unos sindicatos también acomodaticios.
    El 9 de noviembre de 1918, la huelga general obligó al káiser a dimitir. Se proclamó la República de Weimar, con el acuerdo entre el SPD y el USPD. Mes y medio después, el 31 de diciembre, quedó constituido el Partido Comunista Alemán (KPD), con la fusión de los espartaquistas con otros grupos revolucionarios.
    El periodista e historiador alemán Wladek Flakin no duda en afirmar que, a partir de ese momento, los socialdemócratas y los militares se prepararon para aplastar una revolución que había protagonizado la clase obrera, pero que no tenía un partido revolucionario sólidamente implantado para dirigirla. Por ello, un intento insurreccional mal preparado por el KPD llevó a la detención de sus líderes, con el final destacado el comienzo de este escrito.
    A cien años de aquellos hechos, ¿qué lecciones podemos extraer de ellos y que, creo, siguen plenamente vigentes?1. Las élites dominantes del capitalismo están dispuestas a hacer concesiones, en ocasiones, a la clase obrera siempre que sus organizaciones de clase no cuestionen sus intereses, al tiempo que alientan la división de estas organizaciones fomentando el acercamiento de algunas de ellas a las posiciones ideológicas, políticas y económicas afines a ese capitalismo.
    2. En relación con lo anterior, es notorio que, al igual que en la Alemania de la República de Weimar, la socialdemocracia europea ha venido ofreciéndose a gestionar los intereses del capital en los años que siguieron al final de la II Guerra Mundial, por lo que no es casual que, cien años después del fracaso de la revolución espartaquista, la pugna reformismo-ruptura siga incrustada en el debate de la izquierda.
    3. Y hoy, como hace cien años, el neoliberalismo capitalista se muestra totalmente refractario al reforzamiento de organizaciones de la clase obrera que cuestionen el orden establecido, razón por la que se dispone a debilitarlas, desautorizarlas y restarles protagonismo mediático y electoral.
    4. Y, por si ello no fuera suficiente, se recurre al miedo, con el impulso de organizaciones de extrema derecha.
         Y es que la Historia, aun no siendo cíclica, nos aporta lecciones a tener en cuenta.

No hay comentarios: