(Mi último artículo en Desde mi picoesquina)
Este verano pasado en mi retiro voluntario de Inazares me he acercado a los textos de Pedro García Montalvo, Arturo Pérez Reverte y María Dueñas. Pero bucear en esos relatos de ficción no me ha supuesto alejarme de la cruda realidad en que vivimos. Por eso, como les decía en mi anterior artículo, era casi obligada la lectura del último libro de los economistas Vicenç Navarro, Juan Torres López y Alberto Garzón. Con el título “Lo que España necesita”, es, como indica su subtítulo, una réplica con propuestas alternativas a la política de recortes del PP. Al ser materialmente imposible reseñar en los límites de un artículo la densidad del contenido de la obra -que, en diez capítulos, aborda aspectos cruciales tales como la privatización de lo público, la reforma laboral, el retroceso de los derechos de la mujer, las presiones de Angela Merkel sobre el Gobierno…-, me voy a centrar en reseñar el análisis que los autores hacen de los vigentes presupuestos del Estado. Les pido disculpas, por anticipado, si me prodigo en exceso con las cifras.
Bruselas
ha permitido un 5,3 por ciento del PIB como déficit para España en 2012, lo que
supone reducirlo en 3,2 puntos respecto de 2011. A la Administración central le
corresponde un 1,6 por ciento. Pero como es seguro que en 2012 algunos gastos
van a aumentar en 0,9 puntos (por los intereses de la deuda, las pensiones…),
el recorte real sería del 2,5, lo que
equivale a 27.300 millones de euros. Rajoy
afirma que es esencial reducir el déficit para retomar la senda del crecimiento
y crear empleo. Ahora veremos que eso no es así. Esos economistas creen que esa
supuesta voluntad de reducción del déficit contrasta con la timidez a la hora de recaudar más. Según datos de Eurostat, los ingresos fiscales de España representaban
en 2010 el 32,9 por ciento de nuestro PIB, cuando en la UE-27 era el 39,6. Añádase a ese dato que,
según técnicos del Ministerio de Hacienda, el fraude fiscal en España totaliza
245.000 millones de euros, lo que representa un impago de impuestos por valor
de 89.000 millones. Además, según estos expertos, si se hubieran modificado los
tramos del impuesto de sociedades para los beneficios iguales y superiores a un
millón de euros (del 30 al 35 por ciento), el Estado podría incrementar su
recaudación en 139.000 millones. O sea: Hacienda
está en disposición de ingresar más
de 200.000 millones de euros más.
Entonces, ¿a cuánto de qué nos tratan de
persuadir de que España necesita ser rescatada?
Por ello, los citados autores se muestran,
además, muy críticos con la reciente amnistía fiscal pues, afirman, “ésta
representa una injusticia, una rendición del Gobierno ante los delincuentes,
una falta de patriotismo y la renuncia a perseguir a quienes estafan a la
sociedad e incumplen las leyes”. En ese capítulo se abordan, cómo no, los
drásticos recortes en el capítulo de gastos (Sanidad, Educación, Dependencia,
fomento del empleo…), por lo que afirman que la evidencia empírica ha
demostrado claramente que -en contra de lo que afirma Rajoy- toda reducción del déficit conlleva una caída
del PIB, lo que, a su vez, acarrea el necesario aumento de las prestaciones
sociales y los subsidios al desempleo.
En realidad, enfatizan, estos presupuestos y los recortes que conllevan
son un paso más en la estrategia que los grandes poderes financieros quieren
imponer a España y a otros países de la UE. Pues, habiendo conseguido la
reforma laboral y la financiera, pronto empezarán con lo que realmente les
interesa: la privatización de los servicios públicos.
El
final de ese capítulo tiene un espacio para las propuestas. En síntesis, estos
economistas nos dicen que:
1.
España necesita generar más ingresos públicos, para lo que urge aumentar la
actividad económica y el empleo, junto a una reforma fiscal progresiva. 2. Hay
que optimizar la gestión de los servicios públicos, en contra de la política de
recortes actual. Y 3. Para evitar la actuación de los
especuladores internacionales, habría que imponer controles a los movimientos
especulativos del capital y, al tiempo, lograr que el BCE actúe como un
auténtico banco central.
Pero
para ello es necesario que la ciudadanía española y el Gobierno den un golpe en
la mesa de la UE, para recabar políticas diferentes que salven a Europa de la
actual deriva neoliberal que está hundiendo las economías y rompiendo nuestras
sociedades.
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