http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2011/12/27/merkel-ignora-historia/374010.html
Parece evidente que la grave crisis que atraviesa Occidente, a la vez económica, política, energética, ambiental, de valores… no encuentra estadistas de altura capaces de encontrar soluciones que hagan frente a lo que algún politólogo empieza a calificar como el “largo declive”. En lo que respecta a Europa, Angela Merkel, como reconocía en un artículo reciente el profesor Vicenç Navarro, parece aquejada, además de una evidente incapacidad política, de una absoluta falta de conocimiento histórico. Si, dicen, el recurso a la Historia es el antídoto para evitar incidir en los errores del pasado, no parece que esta receta haya llegado a los oídos de la que, hoy por hoy, está imponiendo fuertes políticas de austeridad a todos los países de la eurozona, forzándoles a que recorten de una manera muy marcada su gasto público, incluyendo el gasto social.
Cabe recordar que, en toda Europa, Alemania fue el país más fuertemente castigado por el crack de 1929. Apenas repuesta con enormes dificultades de su derrota en la Primera Guerra Mundial, la débil República de Weimar hubo de enfrentarse, además de a su recuperación interior, al pago de fuertes sumas -que nunca pudo satisfacer del todo- en concepto de indemnizaciones de guerra. Su dependencia del crédito norteamericano era, pues, enorme, por lo que la repatriación de capitales hundió sus bancos y sus principales empresas. Una altísima hiperinflación (un dólar americano llegó a cambiarse en los años 20 por millones de marcos), el cierre de empresas y el incremento del paro -estimado en un 40% de la población activa entre 1932-1933- llevaron a las clases medias alemanas a retirar su apoyo a la socialdemocracia, que sufrió un fracaso en las elecciones de 29 de marzo de 1930, mientras que se reforzaron los extremos. Así, si bien los comunistas colocaron 77 diputados en el Reichstag, los nazis lograron nada menos que 95 escaños, sobre los exiguos 12 anteriores. En una desesperada huida hacia adelante, el católico Brüning, del Zentrum, intentó un giro nacionalista que frenara el auge del nacionalsocialismo. En el poder desde 1930 a 1932, Brüning adoptó una política económica deflacionista, con una dura restricción crediticia y una congelación de depósitos bancarios, tanto nacionales como extranjeros. Como, además, para hacer frente al pago de la deuda pública, redujo el 30% del gasto público, afectando sobre todo a los salarios públicos y a la Seguridad Social, las consecuencias evidentes fueron un gran descenso del consumo y un enorme descontento popular. Se habían dado las condiciones para que, dos años más tarde, en enero de 1933, Adolf Hitler accediera al poder, aupado nada menos que por 14 millones de votos. Y es sabido que, con un fuerte programa de ‘keynesiasismo militar’ -saltándose las estipulaciones que el Tratado de Versalles había impuesto a Alemania, a la que se le impidió el rearme-, Hitler condujo al país a la salida de la recesión. Ya sabemos a qué precio para Europa.
Simultáneamente al ascenso del fascismo en Europa, el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt encaró la crisis con políticas keynesianas (New Deal) que estimularon la inversión productiva, el gasto público y el consumo privado. Nada de esto se está haciendo en estos momentos. Vicenç Navarro estima, pues, que es inevitable establecer un fuerte paralelismo entre la situación de Alemania en los años treinta y lo que está sucediendo hoy en países como Grecia, Portugal y pronto en otros como Italia y España.
Quizá el gran dilema que hay que resolver hoy, sobre todo teniendo en cuenta que múltiples estudios nos advierten de que este bello planeta que habitamos nos está enviando señales de que hemos llegado a los límites del crecimiento, es precisamente cómo conciliar la necesidad de estimular, al menos inicialmente, el crecimiento económico y el consumo privado –necesarios para evitar la recesión- con la urgente e inaplazable apuesta por otro modo de ser y estar en el mundo, esto es, por una forma de vida más austera y plena, que incida más en lo cualitativo que en lo cuantitativo. Es el debate al que nos conducen tanto el movimiento ‘slow’, de moda en muchas zonas de Europa, como filósofos tales como Serge Latouche, con sus tesis sobre el decrecimiento.
Pero estos temas merecerían otro artículo de mayor extensión. Entre tanto, les sugiero que en estas fechas navideñas consuman- si pueden-, pero haciendo uso del sentido común. Feliz Año Nuevo. Si nos dejan.
3 comentarios:
Feliz año nuevo, amigo Diego, en efecto si nos dejan tenerlo más o menos decente en tantos aspectos necesarios para la vida. De la felicidad personal, del cariño, de la bondad, del goce estético, ya nos ocuparemos nosotros, ¿no te parece? Recuerdos a Carmen y un abrazo muy fuerte para los dos.
En efecto, Fuensanta. No pueden acabar con nuestra individualidad. Por el momento.
Un fuerte abrazo para ti y tu familia,
Pienso que los dignatarios europeos deberían superar su obsesión por la macroeconomía y tomar nota de la receta que aplicó Islandia para superar el colapso financiero.
Un país que sacrifica su soberanía para contentar a los mercados es un país sin alma.
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