Diego Jiménez
Redacto estas líneas aún fuertemente consternado ante la tragedia que ha afectado a Lorca, en una Región conmocionada por el suceso y que ha decretado tres días de luto oficial. Vayan por delante mis sinceros sentimientos de pesar para las familias lorquinas desgarradas por el dolor y para tantos amigos y amigas que tengo en esa población y, al mismo tiempo, el reconocimiento público hacia los miembros y fuerzas de la Seguridad del Estado, Protección Civil, Cruz Roja, Unidad Militar de Emergencias (UME), personal sanitario y personas voluntarias que se han volcado en colmar de atenciones a una población necesitada de ellas.
Cualquier hecho trágico, sobre todo cuando se nos muestra próximo y es el resultado de la actuación de los elementos incontrolables de la Naturaleza, nos hace reflexionar sobre la pequeñez e indefensión del ser humano. Por esa razón, las catástrofes naturales, impredecibles, tienen la virtud de despertar en nosotros los sentimientos ocultos de la solidaridad, el altruismo, la entrega, la generosidad… sentimientos que no afloran cotidianamente, pero que, cuando aparecen, nos hace reconciliarnos con nosotros mismos.
Pero, a renglón seguido, tras los primeros momentos de consternación y de las ejemplares muestras de solidaridad, es llegado también el momento de que alguien empiece a responder a ciertos interrogantes que, con seguridad, pasados unos días de este luctuoso suceso, creo que empezarán a suscitarse en el plano del debate público. Y el primero tiene que ver con lo que otros países también proclives a registrar movimientos sísmicos tienen largo tiempo asumido: la autoprotección ciudadana. ¿Cómo es posible que en nuestra Región, en la que, según el mapa de peligrosidad sísmica del Instituto Geográfico Nacional, los niveles de riesgo se sitúan entre VII y VIII –es decir, los máximos-, nadie haya abordado la necesidad de poner en marcha programas de educación cívica destinados a saber defenderse ante tales catástrofes? Otro interrogante, sobre todo tras conocer de los arquitectos que la normativa antisísmica se viene aplicando a los edificios con una antigüedad máxima de veinte años, es ¿a quién o quiénes hay que pedir cuentas, pues, por el colapso total de un edificio que apenas tenía diez años? Expertos geólogos han reconocido que un terremoto de magnitud 5,1 no es suficiente para producir los daños registrados en los inmuebles de Lorca, por lo que los defectos estructurales de muchos de esos inmuebles están en el origen de esos derrumbamientos. Por lo que me surge este otro interrogante: ¿A quién o quiénes compete, pues, no sólo la aplicación de la normativa antisísmica en las nuevas edificaciones sino la revisión de los edificios más antiguos, de 20, 30, 40 años, y más, de antigüedad? ¿Cómo es posible que Tráfico exija que los vehículos se sometan a revisiones periódicas en las ITV, que éstas sean obligatoriamente anuales para los vehículos de más de diez años, y que los edificios antiguos no estén sujetos a inspecciones periódicas y gratuitas con cierta periodicidad también?
El debate queda abierto. Pero ahora es el momento de volcar nuestra solidaridad hacia las víctimas y demostrar que esta Región sabe estar a la altura de las circunstancias para aportar calor, estímulo y ayuda a esos ciudadanos y ciudadanas de Lorca que, en todo momento, han dado muestras de una solidaridad, serenidad y civismo que han irradiado al resto de los territorios de nuestro país.
1 comentario:
http://www.20minutos.es/noticia/1056742/0/lorca/subida/alquileres/
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