miércoles, 11 de noviembre de 2009

HUELGA DE MILLONARIOS


De entrada, que conste que no me disgusta ver buen fútbol. Disfruto con él cuando a la técnica indudable de que hacen gala muchos de nuestros futbolistas, preferentemente los autóctonos, se suma el bello espectáculo del hermanamiento de aficiones, la parafernalia previa a un evento no exento de connotaciones guerreras (cánticos, banderas…) sin olvidar el léxico que lo adorna (defensa, ataque, estrategia, disparos a puerta…), fiel reflejo del instinto atávico del enfrentamiento que parece estar incrustado en lo más hondo de nuestros genes. Pero de ahí a no mantener un distanciamiento crítico con lo que no debería de ser más que eso, un deporte, media un abismo. Dejando de lado las consideraciones sociológicas que ven en el fenómeno del fútbol un nuevo remedo de aquel ‘panem et circenses’ de tiempos pretéritos, una noticia que ha circulado estos días en relación con el debate de los Presupuestos Generales del Estado, esto es, la de revisar la fiscalidad que se aplica a los futbolistas de élite extranjeros, ha disparado todas las alarmas.

Como es sabido, el artículo 93 de la Ley 35/2006 de 28 de noviembre, la conocida como 'Ley Beckham', permite a los trabajadores extranjeros tributar a un tipo inferior al que lo hacen los nacionales, concretamente a un 24%. La intención de esta Ley era permitir a las empresas españolas contratar a personal cualificado de otros países ahorrándose una parte importante de su sueldo, que correría a cargo del Estado. Se hizo para atraer cerebros científicos a las empresas españolas, cosa que aprovecharon los clubes de fútbol para fichar a grandes futbolistas. Ahora se pretende que, a partir del 1 de enero de 2010, los que superen los 600.000 euros/año coticen el 43%. Precisamente porque la tributación fiscal de los futbolistas extranjeros corría a cargo de sus respectivos clubes (esto es, las figuras foráneas de nuestro fútbol recibían íntegros sus contratos, limpios de ‘polvo y paja’), esta decisión del Gobierno, auspiciada por las presiones de IU-ICV y BNG, ha disparado todas las alarmas. La Federación dice que esa medida “rompe el modelo ascendente del fútbol español”, mientras que para el presidente de la Liga de Fútbol Profesional su preocupación máxima consiste en que las estrellas del fútbol opten por elegir otras ligas. La Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) se muestra partidaria, sin embargo, de la igualdad de trato fiscal para todos los jugadores de la Liga. Pero la patronal del sector ha amenazado, incluso, con la huelga, decisión que, a la hora de redactar estas líneas, ha sido pospuesta hasta el próximo 18 de noviembre. A la cabeza de la protesta figuran presidentes de clubes como Florentino Pérez, al que no le ha temblado el pulso cuando ha recabado de las entidades financieras (las mismas que niegan créditos mucho más modestos a empresas, particulares y autónomos para hacer frente a la crisis) la escandalosa suma de 250 millones de euros con que hacer frente a sus multimillonarios fichajes. Finalmente, de consolidarse esta media de presión, no dejaría de ser grotesca la imagen del Paseo de la Castellana de Madrid colapsada por una profusión de “Maserati”, “Mercedes”, “Ferrari”, “Audi”, y otros vehículos de lujo.

Si no fuera porque el fútbol tiene un indudable efecto de magnetismo para amplios sectores de la población, sin hacer distinción de clases sociales, la opacidad que rodea a un deporte entendido, sobre todo, como negocio, debería haber hecho saltar, hace tiempo, todas las alarmas sociales. Porque las sumas millonarias que manejan los clubes de fútbol en concepto de derechos de imagen de sus futbolistas (una especie de ‘esclavos de lujo’, a los que se puede comprar y vender al antojo de sus directivos), ingresos por publicidad, por derechos de transmisión por televisión, etc. contrastan claramente, sobre todo en épocas de crisis como la actual, con las penurias y penalidades de tantos españoles. Por ello, sería preocupante que socialmente se viera con buenos ojos que la Liga, la patronal del fútbol, fuera a la huelga, atípica en la medida en que sería protagonizada por millonarios.

(Artículo publicado en LA OPINIÓN de Murcia // 10-11-2009)

5 comentarios:

supersalvajuan dijo...

Que no se quejen y curren y paguen lo que le corresponde.

Diego J. dijo...

Las quejas vienen de sus patronos. Algunos que sí curran, Raúl y otros, están de acuerdo con que las 'estrellas' foráneas paguen lo que les corresponde.

Ernesto dijo...

Otro disparate más para unir al enorme catálogo. Y encioma, han tenido la desfachatez de decir que si se bajaron los impuestos a los extranjeros era para atraer cerebros. ¿Donde tienen éste, en los pies? Ah, no, se referían a científicos e investigadores, será qué lo normal le spaguen sueldos astronómicos.

Un saludo compañero

Roberto dijo...

Sólo puntualizar que esto no sería una huelga, sino un cierre patronal (¿recordáis el paro del transporte?), prohibido por nuestra legislación salvo en las siguientes circunstancias:

1) Existencia de notorio peligro de violencia para las personas o de daños graves para las cosas.

2) Ocupación ilegal del centro de trabajo o de cualquiera de sus dependencias, o peligro cierto de que ésta se produzca.

3) Si el volumen de la inasistencia o irregularidades del trabajo impidan gravemente el proceso normal de producción.

Es obvio que ninguna de estas circunstancias se dan, y por tanto no hay paro que valga.

Salud

Diego J. dijo...

Ernesto, la afición (adicción) al fútbol -quizás un atavismo del culto al héroe vencedor en el combate- está tan incrsutada en el cuerpo social que, como digo en el artículo, de no mediar esta circunstancia la sociedad debería escandalizarse por estas tropelías. Pero es claro que el fenómeno del fútbol se constituye en un antídoto contra el librepensamiento y, por el contrario, es un estímulo adormecedor de las conciencias.

Cuadernos, buena precisión conceptual la tuya; pero trátese de un look out patronal o de otra cosa está claro que cuando la Liga de Fútbol Profesional presiona al Gobierno es porque sabe que puede conseguir lo que se propone, esto es, dejar la fiscalidad de las 'estrellas' extranjeras tal como está.