(Publicado en LA OPINIÓN de Murcia. 14-10-2008)
Sabido es que uno de los valores consustanciales a la democracia es el de la libertad de expresión. Pero observamos cómo, en más ocasiones de las que sería de desear, aquélla queda constreñida a los estrechos márgenes de lo que es “políticamente correcto” o “social y moralmente admisible”. Aparece, entonces, la censura. Y ésta se ceba especialmente sobre el mundo de la creación artística, en la medida en que, con frecuencia, es el artista el que se muestra más proclive a la ruptura de las normas sociales o políticas impuestas al uso. Y es que sin lo que el artista tiene de transgresor, parece claro que no habría proceso creativo verdadero. El arte acomodaticio o domesticado es propio de otros tiempos, cuando los mecenas se erigían en protectores de artistas y, por tanto, la creación de éstos estaba mediatizada por los gustos personales de quienes les encargaban las obras, por las normas éticas y sociales dominantes o, simplemente, cuando la subjetividad del artista, como en el caso de los escultores, pintores y arquitectos que dieron forma a las catedrales románicas, góticas o barrocas, quedaba diluida, pues esas ingentes creaciones fueron la expresión, sobre todo, del poder de la Iglesia, sobre todo en el caso del Barroco.
Siempre hubo, sin embargo, artistas “rompedores”, como los cómicos que, en la Edad Media, eran literalmente compelidos a representar su obra en la periferia de aldeas y ciudades, pues sus actuaciones, casi siempre adornadas de sorna y denuncia social, no eran del gusto del patriciado urbano que ostentaba el poder local. Como hubo artistas acomodaticios, obligados a adecuar sus artes a los gustos de los patronos para los que trabajaban. Es el caso de los bufones españoles de la Corte de los Austrias, que, en muchos casos, hacían de la exhibición privada (antes los magnates de la Corte) y pública de sus deformidades un motivo de escarnio. Pero incluso en esa España escasamente abierta a los vientos de la modernidad que procedían de otras partes del Continente, los cómicos transgresores formaban parte del universo artístico. “Fuenteovejuna”, de Lope de Vega, puede erigirse en el paradigma de la independencia de la creación artística y de denuncia social, validando nada menos que la justicia popular que se yergue triunfante ante las arbitrariedades y abusos del poder. Como, un siglo después, son las obras del teatro ochocentista (Molière, en Francia, Agustín Moreto, con “El lindo Don Diego”, en España) las que arremeten contra los vicios sociales, sin desdeñar, sin embargo, que sobre ellas planeara la mirada atenta del censor de turno. Más recientemente, todos recordamos los equilibrios que los creadores de las artes plásticas y audiovisuales hubieron de hacer durante el franquismo para burlar a sus censores. La ternura aparente que destila la figura del verdugo, en la película del mismo nombre protagonizada por Pepe Isbert y dirigida por Luís García Berlanga, no oculta una ácida crítica a la pena de muerte entonces vigente en la dictadura franquista, al igual que muchos esbozábamos una sonrisa cómplice ante aquella pantalla televisiva en blanco y negro cuando un grupo de damas, convenientemente ataviadas de negro, denunciaban a esa España oscura, pacata y reprimida en “Historias de la frivolidad”.
Vienen estas consideraciones a cuento de la reciente censura al actor y bufón (como él gusta de definirse) italiano Leo Bassi, vetado para participar en el Festival Alter Arte de este año en Murcia. El anuncio de que, amén de su actuación teatral, iba a denunciar desde un autobús, acompañado de periodistas, la espiral de especulación urbanística que se da en la Región bastó para que, desde la Consejería de Cultura, sonaran las alarmas. Una vez más, el Poder (con mayúsculas) político se sintió amenazado por el modesto poder de un cómico transgresor. Afortunadamente, la respuesta ciudadana ha compensado la evidente arbitrariedad, rayana en la ilegalidad, de la actuación del Consejero de Cultura, Pedro Alberto Cruz, cuya negativa a la presencia de este bufón italiano entre nosotros no ha servido de nada. Tendremos a Leo Bassi en Murcia, durante los días 14 y 15 de este mes. Que ustedes lo disfruten.
Siempre hubo, sin embargo, artistas “rompedores”, como los cómicos que, en la Edad Media, eran literalmente compelidos a representar su obra en la periferia de aldeas y ciudades, pues sus actuaciones, casi siempre adornadas de sorna y denuncia social, no eran del gusto del patriciado urbano que ostentaba el poder local. Como hubo artistas acomodaticios, obligados a adecuar sus artes a los gustos de los patronos para los que trabajaban. Es el caso de los bufones españoles de la Corte de los Austrias, que, en muchos casos, hacían de la exhibición privada (antes los magnates de la Corte) y pública de sus deformidades un motivo de escarnio. Pero incluso en esa España escasamente abierta a los vientos de la modernidad que procedían de otras partes del Continente, los cómicos transgresores formaban parte del universo artístico. “Fuenteovejuna”, de Lope de Vega, puede erigirse en el paradigma de la independencia de la creación artística y de denuncia social, validando nada menos que la justicia popular que se yergue triunfante ante las arbitrariedades y abusos del poder. Como, un siglo después, son las obras del teatro ochocentista (Molière, en Francia, Agustín Moreto, con “El lindo Don Diego”, en España) las que arremeten contra los vicios sociales, sin desdeñar, sin embargo, que sobre ellas planeara la mirada atenta del censor de turno. Más recientemente, todos recordamos los equilibrios que los creadores de las artes plásticas y audiovisuales hubieron de hacer durante el franquismo para burlar a sus censores. La ternura aparente que destila la figura del verdugo, en la película del mismo nombre protagonizada por Pepe Isbert y dirigida por Luís García Berlanga, no oculta una ácida crítica a la pena de muerte entonces vigente en la dictadura franquista, al igual que muchos esbozábamos una sonrisa cómplice ante aquella pantalla televisiva en blanco y negro cuando un grupo de damas, convenientemente ataviadas de negro, denunciaban a esa España oscura, pacata y reprimida en “Historias de la frivolidad”.
Vienen estas consideraciones a cuento de la reciente censura al actor y bufón (como él gusta de definirse) italiano Leo Bassi, vetado para participar en el Festival Alter Arte de este año en Murcia. El anuncio de que, amén de su actuación teatral, iba a denunciar desde un autobús, acompañado de periodistas, la espiral de especulación urbanística que se da en la Región bastó para que, desde la Consejería de Cultura, sonaran las alarmas. Una vez más, el Poder (con mayúsculas) político se sintió amenazado por el modesto poder de un cómico transgresor. Afortunadamente, la respuesta ciudadana ha compensado la evidente arbitrariedad, rayana en la ilegalidad, de la actuación del Consejero de Cultura, Pedro Alberto Cruz, cuya negativa a la presencia de este bufón italiano entre nosotros no ha servido de nada. Tendremos a Leo Bassi en Murcia, durante los días 14 y 15 de este mes. Que ustedes lo disfruten.
4 comentarios:
Hola, Diego, completamente de acuerdo contigo, como siempre. Sólo quería añadir un matiz a lo de Lope de Vega, que precisamente no fue un artista muy comprometido, al menos no como hoy lo entenderíamos. Su "compromiso" estuvo en promover desde el teatro la alianza entre pueblo y monarquia, en contra de la aristocracia poderosa de la época; todas sus obras, como las de otros autores barrocos, fueron en ese sentido, ayudando a sentar los fundamentos de la monarquía absoluta. Es cierto que la aristocracia tenía prerrogativas y poderes que llevaban a muchos abusos, tales como el que se desarrolla en "Fuenteovejuna" o en "Peribáñez y el Comendador de Ocaña", pero su denuncia se debia más a una verdadera campaña realista, que el pueblo -agricultores acomodados, pequeños terratenientes, burguesía- tenia que apoyar, que a un verdadero afán reivindicador. Al final, siempre era el rey el que venía a poner las cosas en su sitio, dando la razón al villano, en contra del aristócrata abusador.
Un saludo, amigo.
Totalmente de acuerdo con el matiz. Lo peculiar de la monarquía castellana respecto de la de la Corona de Aragón es que en ésta el rey hubo de pactar ciertos límites a su autoridad con los diversos reinos de la Confederación (lo que, históricamente, se conoce como el "pactismo"), mientras que en Castilla la Corona se apoya en las Cortes contra la nobleza, para afianzar, es cierto, la monarquía absoluta. Pero "Fuenteovejuna" está ahí, como demostración palmaria de una suerte de justicia popular contra las arbitrariedades del poder.
Un saludo
La censura y sus matices. La cuchara es alargada. En estos casos siempre me gusta recordar a CRAG. Hasta la derrota siempre. Pues eso, azul, siempre azul.
http://www.youtube.com/watch?v=PL1XiyLrsUI
Excelente y necesario post con el que estoy totalmente de acuerdo, así como con la matización de Fuensanta. A los "poderes" todo lo que les huela ir por libre, pensar y tener opinión propia les pone siempre de los nervios. Y no nos engañemos, la censura les encanta, véase el escándalo que se ha montado en mi comunidad, la de doña Espe, por el anuncio de la película "Ninfómanas".
Un saludo Diego.
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