lunes, 17 de julio de 2017

Con Paco Griéguez, un deportado murciano

Murcia rinde homenaje a Paco Griéguez, uno de esos murcianos deportados a los campos de exterminio nazis que aún sobrevive
e-mail de MurciaDiego Jiménez
Miembro de la Asociación Memoria Histórica de Murcia
Una de las deudas pendientes de la democracia, para restaurar la Memoria y la compensación a las víctimas del fascismo, es el homenaje a los miles de españoles que, desde territorio francés, fueron deportados a los campos de exterminio nazis. Para darnos una idea de lo que supuso aquel infierno para muchos republicanos, cabe decir que de las 10.000 personas deportadas a esos campos de la muerte, sobrevivieron menos de la mitad. La Región de Murcia aportó 520, y sólo sobrevivieron 235, entre ellas, 32 de Murcia capital.
Paco Griéguez y su mujer, con el autor de la crónica
El pasado día 29 de junio, el pleno del Ayuntamiento de Murcia, a instancias de la Asociación de Memoria Histórica de la ciudad, aprobó por unanimidad de todos los grupos políticos una declaración institucional en homenaje y recuerdo a los 85 murcianos de la capital deportados a esos campos de exterminio nazis, desde 1941 hasta la liberación de los mismos, en mayo de 1945. El acuerdo municipal incluye la colocación de un monolito, en un lugar por determinar, y el homenaje a uno de esos murcianos que aún sobrevive: Francisco Griéguez Pina (Paco, para los amigos), que junto a su mujer, Juana, vive en una pequeña localidad del sureste francés, Gardanne, cercana a Marsella.
Aprovechando mi viaje por tierras francesas, decidí acercarme para conocerle personalmente. Paco nos esperaba. Al llegar, una sorpresa: la placa honorífica que la Asociación de Memoria Histórica de Murcia le había remitido, que incluía una leyenda en reconocimiento a la resistencia y lucha de este superviviente del genocidio nazi contra el fascismo, se encontraba allí, sobre la mesa del salón de la casa. Tras el saludo, el intercambio de regalos fue mutuo: en el transcurso de la conversación, Paco me obsequió con libros personales sobre ese campo del horror que quería que yo custodiase. Uno de ellos, Histoire de Mauthausen, del deportado José Borrás, una edición especial para él de junio de 1989. Nuestro regalo fue una simbólica bolsa de limones de la huerta murciana.
Al estallar la Guerra, y con apenas 18 años, Paco se alista voluntario en el Ejército republicano, en la compañía Ángel Pestaña, donde, según me cuenta, coincidió con varios jóvenes de Bullas. Luchó en la batalla del Jarama, que, según él, fue un infierno en el invierno, por el barro y el frío.
Tras la caída de Barcelona en febrero de 1939, comienza el éxodo imparable de civiles y militares republicanos a territorio francés. Más de medio millón de personas (entre ellas, el poeta Antonio Machado y su madre) son recluidos, más que alojados, en campos de triste recuerdo, inicialmente sin barracones, al aire libre, en Argèles sur Mer (foto superior), en Saint Cyprien, en Le Barcarès, y otros.
Paco estuvo en estos dos últimos. Pronto, sin embargo, se enrolaría en el Ejército francés. Tras la ocupación nazi de Francia, fue hecho prisionero, pero, en castigo a su condición de republicano, es conducido, como muchos otros, al campo de Mauthausen, donde permaneció cuatro años, hasta su liberación en mayo de 1945.
La conversación transcurre en el salón de su casa, con Paco sentado sobre el sillón, porque, me dijo, “me fallan las piernas, aunque no la cabeza”. Va a cumplir los 99 años el próximo octubre, pero conserva gran lucidez mental, una memoria envidiable y hace gala de un contagioso buen humor. Sus vivencias de ese campo del horror se entremezclan con otras más gratas, como cuando recordaba, con un halo de nostalgia, su trabajo de joven en aquella juguetería de la calle de la Aurora, de Murcia, o su traslado al Ranero, desde Fortuna, tras la muerte de su padre, guardia civil.
“Hoy, a más de setenta años de aquella experiencia, aún tengo pesadillas. Sueño con ese campo”, confiesa con la voz entrecortada por la emoción. Califica de ‘animales’ a los jóvenes miembros de las SS. Un día estuvo a poco más de dos metros de Heinrich Himmler, líder nazi que, junto a Ramón Serrano Súñer, colaboró en el acercamiento diplomático de Alemania y la España de Franco.
Prisioneros en Mauthausen
Según Paco, el paso que mediaba entre la muerte en Mauthausen o la supervivencia tenía que ver con la fortaleza física y mental, un destino afortunado, fuera de la horrible cantera que tantas víctimas ocasionó, o la suerte de no ser uno de los elegidos para la tortura en público y el ajusticiamiento delante de los demás. Recuerda varias cosas más: que, al abandonar Mauthausen su peso era de 35 kilos; la triste suerte que le cupo a un oficial ruso, asesinado como muchos otros, con un método infalible: a veinte grados bajo cero, se le roció con agua tibia y allí, inmovilizado, apareció convertido en una estatua de hielo al día siguiente…junto con otros recuerdos más agradables, como la buena comida en el hotel de París, donde fueron conducidos tras su liberación, en contraste con la escasez del pueblo parisino, por lo que no dudaron en ofrecer bocadillos a esos hambrientos habitantes; la exigencia de una ración de tabaco bueno, pues el que les ofrecían era de picadura; su destino casual, sin conocer francés, como encargado en una fábrica de Marsella…
Imposible relatar dentro de los límites de un artículo como éste todas sus experiencias, pero sí destacar las dos cosas le emocionaron especialmente: recibir la placa honorífica de la Asociación de Memoria Histórica y nuestra visita. También dejó constancia de la satisfacción que le produjo la llamada del alcalde de su ciudad de origen, Murcia. Pero hay mucho que hacer todavía.
Tras mi encuentro con Paco, visité el recientemente inaugurado Memorial del Campo de Argèles sur Mer. Olga, la responsable de la exposición, comentó detalles de la iniciativa de ese pequeño municipio francés para que la Memoria de tantos y tantos deportados republicanos no quede en el olvido. El Ayuntamiento de Murcia, como otros del resto de España, ha empezado a dar pasos en ese sentido. Pero queda pendiente que el Estado se digne, algún día, homenajear a las víctimas del fascismo.
 https://lamentable.org/paco-grieguez-deportado-murciano/#comment-62831

martes, 11 de julio de 2017

CON PACO GRIÉGUEZ

CON EL ÚLTIMO MURCIANO SUPERVIVIENTE DE MAUTHAUSEN. 

En la tarde del pasado día 5, fui consciente de estar viviendo una jornada histórica cuando, en compañía de Mari Carmen, me trasladé desde Avignon a Gardanne para visitar a Paco Griéguez, el último de los 520 murcianos superviviente de Mauthausen. Paco estaba acompañado de su inseparable Juana y recibió una emoción doble: nuestra visita y la recepción de una placa honorífica, remitida días antes por la Asociación de Memoria Histórica de Murcia, en reconocimiento a su resistencia y lucha contra el fascismo. Yo mismo abrí el paquete que la contenía (había llegado esa misma mañana).A lo largo de las más de dos horas de conversación, en las que fue desgranando sus vivencias, no se desprendió de ella. La emoción que nos embargaba a los presentes se palpaba en el salón de su modesta, pero acogedora, casa. Estos y otros detalles os los cuento hoy en mi artículo de La Opinión.

http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2017/07/11/paco-grieguez/844404.html

Con Paco Griéguez y su compañera Juana, a la izquierda de la foto.

Con  Paco Griéguez

Tenía que conocerle personalmente aprovechando mi breve estancia por tierras francesas. El pasado día 5, Juana, su compañera, nos recibió a Mari Carmen y a mí en su modesta, pero acogedora, casa de Gardanne, cerca de Marsella. El murciano Francisco Griéguez Pina (Paco para los amigos) nos esperaba. El periodista Carlos Hernández de Miguel, su biógrafo, y el joven historiador ceheginero Víctor Peñalver, que lo ha tratado, nos sugirieron que merecía ser homenajeado. Al llegar a su casa, una sorpresa: la placa honorífica que la Asociación de Memoria Histórica de Murcia-Tenemos Memoria le había remitido, que incluía una leyenda en reconocimiento a la resistencia y lucha de este superviviente del genocidio nazi contra el fascismo, se encontraba allí, sobre la mesa del salón de la casa.

Tras el saludo, con un Paco emocionado por la visita de un paisano de su 'Murcia del alma', yo mismo procedí a la apertura del paquete. El intercambio de obsequios fue mutuo: en el transcurso de la conversación, Paco me obsequió con libros personales sobre ese campo del horror que quería que yo custodiase. Uno de ellos, Histoire de Mauthausen, del deportado José Borrás, una edición especial para él de junio de 1989. De los 10.000 españoles que fueron deportados a esos campos de la muerte, sobrevivieron menos de la mitad. La Región aportó 520, y sólo sobrevivieron 235. Entre ellos se encontraban 85 personas de Murcia capital, de las que 53 fallecieron. Y Paco aún vive para contárnoslo.

Al estallar la Guerra, y con apenas 18 años, se alista voluntario en el Ejército republicano, en la Compañía Ángel Pestaña, donde, según me cuenta, coincidió con varios jóvenes de Bullas. Luchó en la batalla del Jarama, que, según Paco, fue un infierno en el invierno, por el barro y el frío. Tras la caída de Barcelona, en febrero de 1939 comienza el éxodo imparable de civiles y militares republicanos a territorio francés. Más de medio millón de personas (entre ellas, el poeta Antonio Machado y su madre, cuya tumba visitamos el pasado día 6 en Collioure) son recluidos, más que alojados, en campos de triste recuerdo, inicialmente sin barracones, al aire libre, en Argèles sur Mer, en Saint Cyprien, en Le Barcarès, y otros. Paco estuvo en estos dos últimos. Pronto, sin embargo, se enrolaría en el Ejército francés. Tras la ocupación nazi de Francia, fue hecho prisionero, pero, en castigo a su condición de republicano, es conducido como muchos otros al campo de Mauthausen, en donde permaneció cuatro años, hasta su liberación en mayo de 1945.

La conversación transcurre en el salón de su casa, con Paco sentado sobre el sofá, porque, me dijo, «me fallan las piernas, aunque no la cabeza». Detecto cómo se le humedecen los ojos y se le quiebra su ya débil voz. Va a cumplir los 99 años el próximo octubre, pero conserva una gran lucidez mental, una memoria envidiable y hace gala de un contagioso buen humor. Sus vivencias de ese campo del horror se entremezclan con otras más gratas, como cuando me recordaba, no sin un halo de nostalgia, su trabajo de joven en aquella juguetería de la calle de la Aurora, de Murcia, o su traslado al Ranero, desde Fortuna, tras la muerte de su padre, guardia civil.

«Hoy, a más de setenta años de aquella experiencia, aún tengo pesadillas. Sueño con ese campo», me confesó con la voz entrecortada por la emoción. Calificó de 'animales' a los jóvenes miembros de las SS. Un día estuvo a poco más de dos metros de Heinrich Himmler, líder nazi que, junto a Ramón Serrano Súñer, colaborara en el acercamiento diplomático de Alemania y la España de Franco. Según Paco, el paso que mediaba entre la muerte en Mauthausen o la supervivencia tenía que ver con la fortaleza física y mental, un destino afortunado, fuera de la horrible cantera que tantas víctimas ocasionó, o la suerte de no ser uno de los elegidos para la tortura en público y el ajusticiamiento delante de los demás. Me recordó la triste suerte que le cupo a un oficial ruso, asesinado como muchos otros, con un método infalible: a veinte grados bajo cero, se le roció con agua tibia y allí, inmovilizado, apareció convertido en una estatua de hielo al día siguiente.

Imposible relatar dentro de los límites de un artículo todas sus experiencias. Pero quiero destacar que dos cosas le emocionaron especialmente: recibir la placa honorífica de la Asociación de Memoria Histórica y atender la llamada del alcalde de su ciudad, José Ballesta, que quiso comunicarle el homenaje que el ayuntamiento de Murcia quería tributarle a él y a los otros 84 murcianos deportados, y que se materializó en la moción aprobada en el último pleno de junio.

Tras mi encuentro con Paco, visité el recientemente inaugurado Memorial del Campo de Argèles sur Mer. Olga, la responsable de la exposición, me dio detalles de la iniciativa de ese pequeño municipio francés para que la Memoria de tantos y tantos deportados republicanos no quede en el olvido. El ayuntamiento de Murcia, como otros del resto del país, ha empezado a dar pasos en ese sentido. A ver si el Estado se digna, algún día, homenajear a las víctimas del fascismo.