jueves, 29 de septiembre de 2011

EDUCACIÓN: ¿EN QUÉ HEMOS FALLADO?

miércoles, 21 de septiembre de 2011

CRISIS ECONÓMICA Y HASTÍO JUVENIL

http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2011/09/21/crisis-economica-hastio-juvenil/351879.html

DIEGO JIMÉNEZ

En el número 191 de Le Monde Diplomatique, edición en español, Ignacio Ramonet escribe en el editorial: «Primero fueron los árabes, luego los griegos, a continuación los españoles y los portugueses, seguidos por los chilenos y los israelíes; y el mes pasado, con ruido y furia, los británicos. Una epidemia de indignación está sublevando a los jóvenes del mundo. Semejante a la que, desde California hasta Tokio, pasando por París, Berlín, Madrid y Praga, recorrió el planeta en los años 1967-1968 y cambió los hábitos de las sociedades occidentales». El editorial viene precedido de una premonitoria cita del escritor André Gide que reza así: «El mundo será salvado, si puede serlo, sólo por los insumisos».

Insumisión a un sistema capitalista que hace sólo dos años, cuando la crisis estaba en su punto álgido, decían los analistas del propio sistema que había que refundar. Hoy hemos visto en qué consiste esa supuesta refundación: la aplicación pura y dura de las recetas neoliberales que los ´cachorros´ de Milton Friedman, de la Escuela de Chicago, pusieron en práctica en Chile, a partir de 1973, una vez derrocado el presidente constitucional Salvador Allende, y que tuvieron su continuidad en los años siguientes favorecidas por la eclosión de otras dictaduras en el Cono Sur de América. Veíamos estos hechos desde la rica Europa creyendo que el viejo continente estaba a salvo de esas experiencias.

Pero la era de Ronald Reagan y Margaret Tatcher, con sus políticas de desmantelamiento del Estado del bienestar, nos abrió los ojos. Según nos recuerda Ramonet, a partir de ese momento las recetas de los Gobiernos (de derechas o de izquierdas) han sido las mismas: reducciones drásticas del gasto público, con recortes particularmente brutales de los presupuestos sociales. Uno de los resultados ha sido el alza espectacular del paro juvenil (en la Unión Europea, 21%; en España, ¡42,8%!). O sea, la imposibilidad para toda una generación de entrar en la vida activa. El suicidio de una sociedad, asegura. 

El enorme caudal de formación laboral y profesional que atesoran los jóvenes del Occidente rico se desperdicia, pues dicha formación en muchos casos no les sirve para nada. El empobrecimiento de amplias capas de la sociedad corre parejo a la frustración que experimenta la juventud de muchas partes del mundo ante la falta de perspectivas. Recientemente, podíamos ver por televisión a jóvenes ingenieros españoles, suficiente preparados, que habían optado por ir a trabajar a Munich, la capital bávara, con unos sueldos que triplicaban a los de nuestro país. Ante ello, la reflexión es clara: ¿A quién hay que pedir cuentas por dilapidar tan alegremente las fuertes inversiones que hay que hacer para formar a una generación a la que nadie en España le garantiza un futuro?

En los años 1967 y 1968, las protestas sociales exteriorizaban el descontento de una generación que todo lo tenía, pero que sentía asco del sistema. Hoy, las protestas que recorren el mundo tienen otras motivaciones: expresan el hastío de unos jóvenes, mejor preparados que nunca, pero que son arrojados fuera del sistema. De ahí a la rebelión sólo media un paso. Por eso, con distintas variantes, la mecha ha prendido en lugares tan dispares como Túñez, Egipto, Grecia, España, Portugal, Inglaterra, Chile …

Pero Ramonet insiste en que hay soluciones a la crisis. Plantea, por ejemplo, que el Banco Central Europeo (BCE) debe convertirse en un verdadero banco central y prestarle dinero (con condiciones precisas) a los Estados de la eurozona para financiar sus gastos. Cosa que le está prohibida al BCE actualmente. Lo que obliga a los Estados a recurrir a los mercados y pagar intereses astronómicos. Con esa medida se acaba la crisis de la deuda. En segundo lugar, recuerda que aplicando la conocida Tasa Tobin sobre las Transacciones Financieras (TTF), esto es, un modesto impuesto de un 0,1% sobre los intercambios de acciones en Bolsa y sobre el mercado de divisas, la Unión Europea obtendría, cada año, entre 30.000 y 50.000 millones de euros. Suficiente para financiar con holgura los servicios públicos, restaurar el Estado de bienestar y ofrecer un futuro luminoso a las nuevas generaciones.

O sea, las soluciones técnicas existen. Pero, a juicio de Ramonet, falta voluntad política.

martes, 6 de septiembre de 2011

LA NECESARIA UNIÓN DE LAS IZQUIERDAS

http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2011/09/06/necesario-union-izquierdas/348638.html

DIEGO JIMÉNEZ

Siento cada vez más repugnancia hacia el vocablo ´mercados´. Los que detentan el poder propenden a disimular el alcance real de lo que maquinan para fastidiarnos a quienes no lo tenemos. Y son muy dados, pues, al uso de eufemismos. Así, cuando nos hablan de los mercados nos ocultan que éstos no son ni más ni menos que especuladores varios amparados en grupos bursátiles, inversores de fondos privados de pensiones, banqueros… O sea, los capitalistas de toda la vida, que hoy se nos muestran en todo su poder y esplendor. Que, además, han logrado persuadir a los Gobiernos, esas marionetas que aparentemente gobiernan para todos pero que lo hacen por y en nombre de aquéllos, de que sus decisiones deben tranquilizarlos. Surge así el segundo de los eufemismos con el que estos últimos meses nos vienen bombardeando, a saber: la necesidad de que los Gobiernos se ganen la confianza de los mercados. O sea: ni más ni menos que la sumisión del poder político a los dictados del poder económico.

Cuentan los mercados, pues, con lacayos (los Estados) y con servidores. Estos últimos, disfrazados de agencias de calificación de riesgos (rating en inglés). Basta con que unos pocos señores de Standard &Poor´s o Moody´s digan que un Estado es insolvente para que ese país vea elevarse exponencialmente los intereses que ha de pagar por los títulos de su deuda. Además, cuando esas agencias de calificación lanzan sus agoreros vaticinios, están dando pie a que los mercados preparen sus redes para atrapar esos servicios esenciales (Educación, Sanidad, pensiones…) que vino prestando el Estado pero que ahora se ve obligado a entregar. Este es el mecanismo aparentemente complejo, pero bastante sencillo de entender, por el que Estado se pliega ante dichas presiones.

Esto, ni más ni menos, es lo que está pasando estos últimos meses en nuestro país. Los sucesivos Gobiernos (del PP y PSOE) fueron rebajando o haciendo desaparecer la fiscalidad a las rentas altas (Impuesto de Sociedades, Impuesto del Patrimonio, ridícula tributación del 1% para las SICAV…), al tiempo que congelaron salarios y pensiones y elevaron la tributación indirecta. Con lo que, durante estos años, se ha producido un gradual trasvase de las rentas del trabajo a las del capital. Cuando la burbuja inmobiliaria estalló, los bancos acudieron, suplicantes, a recabar la ayuda generosa del Estado. Como, además, la recaudación fiscal disminuyó drásticamente al elevarse las cifras del paro y descender el consumo, estas circunstancias contribuyeron al fuerte incremento del endeudamiento del Estado. En ese contexto, en lugar de seguir el ejemplo de EE UU y Japón (este último, a partir del tsunami) de aplicar políticas económicas expansivas, el Gobierno español se ha plegado al atraco de los mercados, con la complicidad de sus lacayos en Europa, Merkel y Sarkozy. Y así nos va. Una Europa de los mercaderes —que no de los pueblos— que se muestra cada vez más debilitada y sumisa ante la presión del capital, e incapaz de arbitrar soluciones para una salida social a la crisis. El asunto es grave, muy grave.

Pero lo que no tiene nombre es la última actuación, coordinada, del PP y PSOE para la modificación del artículo 135 de la Constitución. La dificultad de ambas formaciones para consensuar la necesaria renovación de los miembros del Constitucional ha desaparecido, como por ensalmo, cuando se ha tratado de hacernos un poco más la puñeta al conjunto del país. Uno de los párrafos añadidos a ese artículo: «Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de prioridad absoluta». ¡Toma ya! Adiós a la soberanía nacional. Y ni rastro de ese ´Estado social y democrático de Derecho´ propugnado en la Constitución.

Ante esta situación, es necesario que se dé una contundente respuesta social. Y, lo que es también importante, que se tienda urgentemente a la unión de las izquierdas con la constitución de un frente amplio de este signo, que sea el referente electoral claro para quienes, cada vez con más énfasis, mostramos en la calle nuestra indignación ante tal estado de cosas.