Rafael Correa, presidente de Ecuador, en Murcia. Octubre 2007
(Artículo publicado en LA OPINIÓN de Murcia, 23-10-2007)
Los pueblos de América Latina, sumidos durante las últimas décadas del pasado siglo en procesos de fuerte dependencia imperial respecto del gigante norteamericano, comienzan a ver la luz al final del túnel. El ‘Libertador’ Simón Bolívar (Caracas, 1783 – Santa Marta, Colombia, diciembre de 1830) soñó con una gran confederación de estados libres y soberanos que uniera a todas las colonias españolas de América, con una Constitución inspirada en la de Estados Unidos. Ello no ha sido nunca posible. Sin embargo, cuarenta años después de la muerte de ‘Che’ Guevara en Bolivia, buena parte de Latinoamérica ha podido desprenderse del lastre que suponían los gobiernos títere y dictatoriales manejados a su antojo por la CÍA y los intereses de las corporaciones transnacionales norteamericanas, lo que llevó a un sector de la sociedad civil a abrazar la causa de los movimientos guerrilleros (montoneros, tupamaros, Sendero Luminoso, sandinistas…), herederos de los sueños de Guevara de liberar a ese continente del yugo de la dominación imperial. Eran los tiempos de la guerra fría. Hoy, por el contrario, la irrupción con fuerza de líderes con amplio respaldo popular (Lula da Silva, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Michelle Bachelet, Tabaré Vázquez…), al frente de países con problemáticas variopintas y con distintas respuestas políticas, supone -pese al intento de desprestigio de algunos de ellos por amplios sectores de la prensa afín a los siempre presentes intereses norteamericanos en la zona- un saludable soplo de aire fresco. En Latinoamérica, en expresión de Rafael Correa en su fugaz paso por Murcia con ocasión de la campaña presidencial ecuatoriana, más que a una época de cambios estamos asistiendo a un ‘cambio de época’. Se camina con pasos decididos hacia la integración regional, pese a los diferentes modelos sociales y económicos de los países de aquel continente. Y, paradójicamente, el control de los recursos petrolíferos, cuando éstos comienzan a escasear, está contribuyendo a consolidar un modelo económico más marcadamente nacional y, por ende, menos dependiente del exterior.
Los presidentes Lula da Silva y Hugo Chávez cerraron recientemente en Manaos los acuerdos pendientes referidos a la refinería de Pernambuco, en Brasil, y a la exploración del campo petrolífero de Carabobo, en la región venezolana del Orinoco, por parte de la petrolera brasileña Petrobrás y la venezolana PDVSA (Petróleos de Venezuela, S.A), ambas con fuerte inyección de capital estatal, pese a los intentos anteriores de privatización de ambas compañías. En ambos proyectos, Petrobrás y PDVSA participan aportando respectivamente un 60 y un 40% del capital, al tiempo que se disponen a acelerar la construcción del gasoducto continental que, partiendo de Venezuela, llegará a Belém y Recife, en Brasil. Ganan ambos países y pierde el pulso EE UU, cuyos intentos por integrar a todo el continente en el Tratado de Libre Comercio de las Américas (ALCA) está cosechando sonoros fracasos. Y pierden, cómo no, los sectores empresariales vinculados a ese libre comercio, los que ven en el ALCA un mecanismo privilegiado para exportar desde el rico norte hacia los mercados periféricos, sin importarles que ese comercio sea injusto y desigual.
Algo está empezando a cambiar en ese continente. De ahí el interés por agudizar las diferencias entre el que llaman ‘populista’ Chávez y Lula, diferencias tendentes a consolidar la división en el bloque de países sudamericanos opuestos al ALCA. Hoy no sólo Venezuela, Cuba y Brasil se oponen a ese Tratado, sino que hay severas resistencias por parte Uruguay, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Paraguay. Si consideramos, además, el reciente acuerdo entre Evo Morales y Lula la Silva para la compra de la brasileña Petrobrás por parte del gobierno de La Paz, parece claro que los países de Latinoamérica caminan con pasos decididos no sólo hacia la integración regional sino hacia la independencia real y su soberanía, tras siglos de dominación y subordinación.