jueves, 12 de febrero de 2015

Jorge Novella expuso en Murcia su visión de la II República aludiendo a sus emblemas y significados

Su charla, penúltima de las actividades en torno a la exposición de las Misiones Pedagógicas, fue seguida con interés por un público que, una vez más, abarrotó el recinto del aulario de La Merced


Diego Jiménez/Murcia. Con la presentación de José Luis López Lillo, el profesor titular de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia y vicedecano de Calidad y Posgrado, Jorge Novella, mantuvo, con su conferencia referida a los emblemas y significados de la II República  la atención de un auditorio que, una vez más, abarrotó el Aula Antonio Soler de la UMU, hasta el extremo que hubo de permanecer de pie u ocupar los pasillos del recinto. En su exposición hizo constantes referencias a aspectos ético-filosóficos, literarios e históricos, para reivindicar el legado de la República y la necesidad de la Memoria Histórica, aspecto éste que abordó al inicio y al final de su intervención. 
El profesor Jorge Novella, a la izquierda de la imagen, con José Luis L. Lillo

Reivindicación de la Memoria Histórica
Comenzóreclamando la necesidad de la permanente reivindicación de la Memoria Histórica, para lo que dijo que está trabajando en un proyecto de investigación del CSIC llamado “El pensamiento del exilio y la construcción de una racionalidad crítica”.

“La sociedad española tiene una cuenta pendiente; no terminamos de valorar y entender las consecuencias de la ‘guerra incivil’, en palabras de Miguel de Unamuno”, afirmó. “La solución no pasa por la construcción de un nuevo contrarrelato hegemónico; hay una Historia, como dice Benjamin, la Historia de los vencedores, y hay una Historia de los vencidos”, recordó.

En España, la larga hegemonía del pasado franquista y la reiteración de los conflictos que lastraron la implantación de un Estado constitucional durante los dos últimos siglos “evidencian la debilidad histórica del nacionalismo cívico, frente al vigor del catolicismo político y las distintas variantes del autoritarismo”. En ese contexto, la “reconciliación, como mito fundacional de la España de la España contemporánea, sigue hoy aún pendiente”, apostilló.  

Significados y simbología de la II República
La represión ejercida por el franquismo sobre los vencidos en la guerra, no sólo buscaba el “silencio forzoso”, sino también su erradicación de la Historia mediante la “desarticulación” de las comunidades de Memoria. Novella expresó su satisfacción por su presencia en esa conferencia, pues afirmó que es en estos foros donde se “socializan los recuerdos”, por lo que  “necesitamos la Memoria y no el olvido”. Por eso es oportuna la exposición de las Misiones Pedagógicas, para “traer a la memoria y comprender lo que significó la II República”. ¿Qué simboliza la República hoy? ¿Qué tenemos en común con aquella experiencia?

Recordemos que la instauración de esa República vino precedida de unas elecciones democráticas y que aquélla sufrió un golpe de Estado militar. Pero aún hoy, en nuestro país, la derecha política sigue justificando ese golpe militar. “No hay una votación en las Cortes en que, por parte de todas las fuerzas políticas, se condene el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Todo un síntoma”, recalcó. Expuso las justificaciones del general Mola para dar ese golpe, de las que destacan sus afirmaciones de “nada de turnos ni de transacciones; un corte definitivo, un ataque contrarrevolucionario a fondo es lo que se impone: la destrucción del régimen político actualmente imperante en España”.

Pero sigue habiendo una tentación de reescribir la Historia desde una perspectiva revisionista, con pretendidos “historiadores” que lanzan soflamas que no se sostienen. Afortunadamente, dijo, “la Universidad de Murcia cuenta con un ‘plantel’ de historiadores-as de primer nivel (Encarna Nicolás, Carmen González, Pedro Mª Egea Bruno…y la fallecida Mª Teresa Pérez Picazo)”, que han trabajado con datos y estadísticas, al contrario que los revisionistas. Tenemos hoy un problema: el ‘presentismo’; “todo se interpreta desde el presente”, lo que supone una falta de rigor intelectual histórico que enmascara y falsea la compleja realidad.

Pero el legado de la II República se ha incorporado a nuestra realidad presente. Novella, exhibió un texto de la Constitución de 1931, muchas de cuyas normas se han incorporado a la Constitución de 1978. “El hecho de que la actual forma de Estado sea la monarquía ha hecho que sea una situación incómoda hablar de los valores republicanos, de la tradición republicana” presente en autores como Aristóteles, Maquiavelo, Rousseau…, y no sólo como forma de gobierno, sino como republicanismo cívico, como línea de pensamiento.

En España, las peripecias de la República de Weimar (1919, Alemania) pasaron desapercibidas, pues en toda Europa se está dando el auge de los fascismos, y España no queda ajena a ello. A lo que se suma, además, el efecto de la crisis económica de 1929, que agravaría aún más los síntomas de la debilitada economía española.

La II República Española representa la herencia de las señas de identidad del liberalismo español, reforzada también con los planteamientos humanistas de la Institución Libre de Enseñanza, con el pensamiento de Giner de los Ríos y lo que se conoce como krauso-positivismo e institucionismo. Los institucionistas, herederos de Sanz del Río, son “ejemplo de conducta ética” y propugnaban un cambio social basándose en una necesaria “educación cívica”. Éste va a ser el emblema de la República. Citó también al regeneracionista Joaquín Costa, opuesto a la oligarquía y el caciquismo,  con su lema “Escuela y despensa”, como ejemplo de persona que se inserta en esta dinámica ética y modernizadora que intentó la República, y, por supuesto, citó a Manuel Azaña, como uno de los emblemas de la aquélla. 

Precedentes: la Generación de 1914
Como otro hilo conductor de esa tendencia modernizadora, hizo alusión a la Generación de 1914, la flor y nata de esa Edad de Plata, aunque cada uno de sus miembros adoptara después distintas posiciones políticas con la República. No  obstante, es constatable el proyecto de ilustración de aquella Generación del 14 –a quien la da nombre Lorenzo Luzuriaga-: Ortega, Eugenio D’Ors, Azaña, Marañón, Pitaluga, Madariaga, Sánchez Albornoz, Américo Castro, García Morente… novelistas como Miró, Pérez de Ayala, Wenceslao F. Flórez… poetas como Juan Ramón Jiménez, el polifacético Gómez de la Serna…, artistas como Juan Gris, Vázquez Díaz, José Gutiérrez Solana… escultores como Gargallo…. No se olvidó de la presencia de mujeres: María Goyri, Cenobia Camprubí, la pedagoga María Maeztu, o las feministas, claramente enfrentadas, Clara Campoamor y Victoria Kent, y, aun no poertenciendo a la Generación del 14, pero que es un referente, María Zambrano.

Toda esta Generación del 14 desea consolidar un proyecto de modernidad para España, recuperando una línea de pensamiento crítico que arrancaría en la Ilustración. Junto a otros nombres, como Fernando de los Ríos y Araquistáin, aspiran, desde distintas posiciones ideológicas, a modernizar España.  Los miembros de esta Generación, por medio de la Junta de Ampliación de Estudios impulsada por la Institución Libre de Enseñanza, pudieron salir al extranjero (en total, unos 4.500 españoles de distintas profesiones). Cuando vuelven a España y ven cómo está el país, lo que ansían es “regenerar” España, usando como instrumentos la Ciencia y la Cultura.

Los “destinos” de la República y la figura de Azaña
Cada grupo político interpretaba a su capricho cuál habría de ser el devenir de la II República. Para unos, habría de ser una democracia liberal; para otros, una democracia conservadora; otros la veían como una etapa de transición hacia la revolución, y muchos esperaban consolidar la contrarrevolución pendiente mediante la acción directa (Falange). Se contaba, además, con otros enemigos de la República. La prensa integrista de la época habla de “nefanda democracia”. Pero el país estaba necesitado de consolidar los derechos ciudadanos elementales, secularizar la vida pública….

Novella hizo alusión a una cita del penalista Jiménez de Asúa, que murió en el exilio: “A la modernización de España se opusieron sus enemigos multiseculares: el militarismo, el clericalismo, el retardado feudalismo y el separatismo”.

Durante los años del franquismo, el hombre que encarnó el pasado republicano fue el “hombre más vilipendiado” de España, D. Manuel Azaña, un liberal radical. España necesitaba que la burguesía alcanzara su “mayoría de edad”, para lo que debería enfrentarse al tradicionalismo en todos sus frentes: religioso, monárquico y militar. Pero, según Novella, “Azaña se encontró ‘entre dos fuegos’ con una radicalización procedente de la izquierda (comunismo, anarquismo y el ala izquierda del PSOE-UGT –Largo Caballero-) y de la derecha. Azaña vio venir lo que iba a suceder, lo que Benjamin denomina los “avisadores del fuego”.

Para Azaña, la República era necesaria para sacar del marasmo a un país en poder de la aristocracia y el clero y con un pueblo atrasado y pobre. “La República tiene que ser una escuela de civilidad moral y de abnegación pública, es decir, de civismo”, decía Azaña en un discurso en Valladolid en 1932, afirmando, además, que las reformas precisas eran: laicización del Estado, supresión del poder de la Iglesia, mejora de la enseñanza, reforma del Ejército, reforma agraria, solución de los particularismos regionales….; en general, una necesaria ‘puesta al día’ de España.

El esfuerzo en Educación: las Misiones Pedagógicas
En los dos primeros años, en el llamado bienio reformista o progresista con figuras en Educación como Marcelino Domingo, Fernando de los Ríos o Barnés, y con su el director general, Rodofo Llopis, se logra un importante avance educativo. Según datos de María Teresa Pérez Picazo, sobre un censo de 26 millones de personas en 1930, si tenemos en cuenta que la monarquía había creado de 1909 a 1931 un total de 11.800 escuelas, en el bienio reformista se construyeron 7.000 escuelas; se reformaron 6.280; las Misiones Pedagógicas instalaron más de 3.200 bibliotecas en dos años (1931-32)… labor ingente si se tiene en cuenta que, en Madrid, había casi 50.000 niños sin escolarizar.

Las ‘sombras’ aparentes de la República: la radicalización política
Pero la República hubo de soportar una radicalización de todas las fuerzas políticas. En la derecha, las posturas contrarias se dieron desde el principio, de forma que cuando la CEDA se incorporó al gobierno se dio paso a una dura contrarreforma, eliminando los logros que “a nadie hacían daño” pero que favorecían a las capas más desprotegidas de la población.
Pero los maximalismos de izquierdas y derechas, la radicalización del socialismo, la creciente actuación del anarquismo, el golpismo de las fuerzas tradicionales y monárquicas… propalaban el mensaje de ‘anarquía y desorden social’ como sinónimo de la República.

Empero, una persona nada sospechosa como Ortega y Gasset afirmaba: “La República, en su primera etapa, debía de ser sólo República; radical cambio en la forma del Estado, una liberación del poder público del detentado por unos cuantos grupos, en suma, que el triunfo de la República no podía serlo de ningún grupo o partido o combinación de ellos, sino la entrega del poder público a la totalidad cordial de los españoles”.

Un novelista de la época, Manuel Chaves Nogales, autor de la novela “A sangre y fuego”, hace la siguiente reflexión sobre la República: “Murió batiéndose heroicamente por una causa que no era la suya; su causa, la de la libertad, no había en España quien la defendiese”.

La solución final y los anhelos de Azaña
Para Novella, la solución final de Franco no era otro que el exterminio de los vencidos, cosa que intuía Azaña en los meses finales del conflicto. Decía, en un discurso ante las Cortes, en Barcelona, en los últimos meses de 1938: “Cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, si alguna vez les hierve la sangre iracunda y el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos […] y en esos hombres que han caído en la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso, y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la Patria eterna que dice a todos sus hijos: paz, piedad, perdón”.

El exilio, otro emblema. La figura de María Zambrano
“Pero no hubo paz, no hubo piedad, no hubo perdón”, recordó Novella.  Después de la guerra, el exilio, otro de los legados de la II República. El exilio, otro de los emblemas, de tal forma que muchas personas hicieron del exilio una nueva forma de vida. “Si el holocausto es la memoria de la violencia, el exilio es la memoria del olvido, de la desolación y de la destrucción”, dice Novella. María Zambrano simboliza como nadie la figura del exiliado. Regresó de Chile en 1938, en plena etapa del final de la guerra,  viajó luego a México y regresó de nuevo en 1984.

Incidiendo en la necesidad de la Memoria.
Novella se remitió a su artículo “El envés de la Historia” en que se cuenta esa otra Historia que no se cuenta, la de los vencidos, la Historia de “La voz dormida”, de Dulce Chacón, de “Tiempo de silencio”, de Martín Santos, de “A larga noite de piedra”, de Ferreiro… de tantos y tantos que han simbolizado ese ‘exilio interior’, que también existió. A esas víctimas de la Historia se les sigue marginando hoy, con el pretexto de que no hay que remover viejas heridas. Pero si queremos construir el presente y el futuro, no podemos prescindir de la Memoria; recordar no significa simplemente traer al corazón, también simboliza el incorporar a la conciencia de la gente la existencia anterior de la barbarie, como única forma de combatirla, demostrando que es algo felizmente que se ha superado, para que las nuevas generaciones se puedan vacunar contra el odio y la aniquilación del otro.

Walter Benjamin (que viajó de Berlín a España y luego a Lisboa para intentar llegar a EE UU) afirmó que hay un ejercicio de ‘recordación’, que las personas tenemos una razón ‘anamnética’ (anamnesis, en griego, significa recuerdo), y cuando somos mayores recordamos más los hechos de nuestra infancia y juventud que los más inmediatos. Pero, para él, la memoria también es un ejercicio de justicia, para sacar a la luz lo que ha permanecido en el ostracismo: la lógica del vencedor, negar la existencia del otro, del prójimo. En la literatura de los campos de concentración (Mauthausen, Gusen… en donde estuvieron muchos murcianos) aparece ese imperativo de recordar y contar lo que aconteció para que nunca vuelva a repetirse. También con las víctimas del terrorismo, que, según Novella, fueron insignificantes. “La Memoria es siempre algo actual”. Benjamin afirmó que debemos ser “traperos de la Historia”, porque hemos de ir recogiendo los ‘despojos’ del pasado. Ante tantas víctimas de la represión, hay que ejercer ese derecho, sin revanchismo, y “tener un sitio donde tener el duelo, porque, si no, no hay duelo”, enfatizó Novella. Y eso es algo que nos compete a todos, con normalidad y cordialidad, contando con los testimonios de los testigos, los supervivientes, que, en algunos casos –sobre todo, los que estuvieron en campos de concentración- tardan en narrar lo que vivieron, porque, literalmente, no podían escribir. Es el caso del austríaco Jean Améry, que sólo se decidió a narrar el horror de los campos de exterminio cuando le diagnosticaron un cáncer, por lo que deseaba transmitir, antes de morir, esas terribles experiencias. Dice Benjamin (cita literal): “Tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza, y este enemigo no ha cesado de vencer”. Este filósofo alemán nos enseña otro modo de mirar la Historia, ilustrándolo con el “Ángel” de Paul Klee, que “vuela hacia adelante con el rostro vuelto hacia el pasado”, porque lo que contempla le produce espanto.

Decía Riquer que el historiador ha de ser el “médico de la Memoria”, y otro historiador, Hobsbawn, entiende también que la Historia tiene un objetivo, “no olvidar”, frente a una programación que pretende borrar las huellas y el recuerdo de las víctimas y testigos.
“Vivir para referir lo que sucedió” es como entiende Novella la ecuación entre Historia y Memoria, que debe tener como resultado Verdad y Justicia, porque el deber de la Memoria es hacer Justicia. “Ese pasado insatisfecho forma parte de la racionalidad Moderna, por tanto, no puede quedar al margen de ésta; hay que poner en primer plano las zonas invisibles, grises y opacas de nuestro pasado común (…) Por eso es preciso traer a nuestro presente autores olvidados, épocas “obsoletas”, “olvidadas”, que, al decir de algunos, no sirven para solventar los problemas actuales”. Incidió, además, en que “vuelven a oírse viejos eslóganes nacionalistas, estereotipos del norte y del sur, conflictos étnicos, como en la guerra de los Balcanes (que motivó que el genocidio haya estado próximo a nosotros)…; no se ha superado nada y los viejos fantasmas vuelven. Ya no vuelve a hablarse de tiempos de progreso, esto se ha convertido en un salvaje desarrollo que hace del hombre un consumidor satisfecho y la Humanidad es cada día más reducida”, dijo el conferenciante.

Novella terminó su intervención, dirigiéndose a los jóvenes, a los que emplazó a “no rendirse nunca”.  







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