miércoles, 4 de febrero de 2015

Excelente disertación sobre el contexto histórico de la II República en Murcia del catedrático de Historia Contemporánea de la UMU Pedro María Egea Bruno, el pasado jueves 29 de enero

Enmarcada en las actividades paralelas a la exposición de las Misiones Pedagógicas, en su conferencia, y ante un público expectante,  Egea Bruno destacó la pervivencia del caciquismo y la oposición de los poderes fácticos de siempre (terratenientes, Iglesia y Ejército), como causas que acabaron con la experiencia reformista de la II República.

Egea Bruno, a la izquierda de la imagen, mantuvo el interés del público hasta el final de su charla, ilustrada con constantes referencias a la prensa gráfica y satírica 

Diego Jiménez/Murcia.- Moderada por quien les escribe estas líneas, el pasado jueves día 29 de enero tuvo lugar en Murcia, en el Aula Antonio Soler de La Merced -abarrotada de público, hasta el extremo de que muchas personas hubieron de permanecer de pie o sentadas en los pasillos-, una actividad más complementaria a la exposición sobre las Misiones Pedagógicas que, instalada en el Museo de la Universidad,  se exhibe en Murcia hasta el próximo día 13 de febrero. En esta ocasión, asistimos a la conferencia ‘El contexto histórico de la II República en Murcia’ impartida por el catedrático de la Universidad de Murcia (UMU)  Pedro María Egea Bruno.

El público siguió con sumo interés la conferencia (Foto: José L. Elías López)


De su extenso currículum, de Pedro Mª Egea destacamos que pertenece a diferentes asociaciones y entidades científicas. Es Académico Correspondiente por Murcia de la Real Academia de la Historia. Su labor investigadora se ha traducido hasta el momento en 19 ponencias a Congresos, 70 artículos en revistas científicas y 57 libros sobre temas de su especialidad, entre los que destacan: El distrito minero de Cartagena en torno a la Primera Guerra Mundial (1909‑1923); La represión franquista en Cartagena (1939-1945); La política y los políticos en la Cartagena de Alfonso XIII (1902‑1923); Apuntes para la historia del movimiento obrero en la industria naval de Cartagena (1898‑1923); Cartagena. Imagen y memoria, una historia gráfica en cuatro tomos, y La enseñanza primaria en Cartagena durante la II República y la Guerra Civil (1931-1939). Es coautor –con Juan B. Vilar y Diego Victoria- de La minería murciana contemporánea I (1840‑1930) y II (1930-1985) y de El movimiento obrero en el distrito minero de Cartagena ‑ La Unión (1840-1930). A él corresponde el estudio de la Edad Contemporánea en la obra colectiva Manual de Historia de Cartagena. En la actualidad su obra se centra en II República, Guerra Civil y etapa franquista, avanzando en estudios sobre la economía, la política, la ideología, la cultura, la vida cotidiana, las emigraciones y la mujer.

A continuación, expondremos una amplia reseña del contenido de su charla, que expuso con un soporte de numerosas fotografías, gráficos y referencias a la prensa satírica de la época.

Antecedentes: oligarquía y caciquismo y ‘turnismo’ político

Pedro María arrancó en su exposición del régimen político de la Restauración, mantenido por el ‘turnismo’ político de dos partidos, el conservador de Antonio Cánovas del Castillo, y el liberal, de Práxedes Mateo Sagasta. Es un sistema político de elecciones amañadas, en el que la oligarquía controla el poder mediante una extensa red de caciques, y que está garantizado por el Ejército, institución que se constituye, en última instancia, en el sostén de la monarquía. La clave del mantenimiento del sistema caciquil está en que se manipula el censo, se falsifican las actas y se amenaza al electorado. Políticamente, asistimos también a la marginación evidente de los grupos antidinásticos (carlistas, regionalistas, republicanos y el incipiente movimiento obrero), y un permanente control de dos poderes fácticos, el Ejército y la Iglesia.

El caciquismo en Murcia

Murcia es un coto conservador. La razón, la figura de Juan de la Cierva, terrateniente, abogado, con negocios en minas, agricultura, conservas… Su red caciquil está constituida en la provincia por su hermano, Isidoro de la Cierva, con Ángel Guirao y Emilio Díez de Revenga; en Cartagena, Tomás Maestre Pérez; en Lorca, Simón Mellado; en Fuente Álamo, Bruno; en Mula, Juan Antonio Perea; en Cieza, José Pérez Martínez y Diego Martínez Pareja; en Cehegín, el conde de Los Campillos, y en Yecla, Vicente Llovera Codorniu. Con esta red, De la Cierva manipula las elecciones, favorecido por la inacción de la Justicia. “Mata al rey y vete a Murcia” es la expresión que denota esa inhibición judicial.

A este caciquismo contribuyen el analfabetismo y la existencia de amplios términos municipales, lo que lleva al centralismo comarcal y al alejamiento del campesinado de la política. En Murcia, el turno pacífico se cumple a la perfección hasta la llegada al poder de Primo de Rivera.

Pérdida colonial y “las dos Españas” de Ortega

El revulsivo a este orden inamovible llega con la pérdida colonial de 1898. Pero España se aleja de Europa en renta per cápita, en desarrollo económico, en convergencia electoral, en Educación, en Sanidad, en registro de patentes, en ingenieros, en política democrática… Nuestro país tampoco ha resuelto sus problemas: el problema agrario, el social, la democracia, la reforma fiscal, el problema regional, el del Ejército, el tema religioso y educativo… Son síntomas de la pervivencia de “las dos Españas” de Ortega y Gasset.

Murcia se ajusta a este modelo: una sociedad atrasada, con las tasas de analfabetismo más elevadas de España (en 1930, el 60% de los murcianos). Es un mundo rural (el 80% de la población vive en el campo), con sólo tres ciudades importantes: Murcia, Cartagena y Lorca. La provincia se sostiene con una economía agraria en un contexto de una sociedad marcada por la desigualdad.


Los grupos sociales en Murcia

Dentro de la oligarquía terrateniente, encontramos al conde de Heredia Espínola, Juan de la Cierva, Chico de Guzmán, los condes de Balazote, los Roca de Togores, los Pérez de los Cobos, los marqueses de Corvera, los condes de Campohermoso, el marqués de Rocamora… y Juan March, que tenía intereses en la provincia.

El grupo social de los nuevos ricos lo integran los comerciantes, los mineros, los conserveros, los negociantes de la fruta, los exportadores… Hacen gala de su estatus económico con gastos suntuarios y mansiones de lujo.

La clase media crece con su conexión a los negocios y a los servicios públicos. Y engrosa la afiliación republicana. En 1928 nace Alianza Republicana, con Ruiz Funes en Murcia. En 1930 surge el Partido Republicano Radical-Socialista, a cuyo frente vemos al farmacéutico José Moreno Galvache. Estos son los dos partidos de la clase media, que se adscribe a la masonería. Hubo 5 logias masónicas en Cartagena; 2 en Murcia, y 1 en Águilas, Lorca y Archena.

Las clases trabajadoras viven en los límites de la subsistencia. Se expande la UGT. La Federación provincial, con sede en Llano del Beal, cuenta con 20.000 afiiados. Erigió 20 Casas del Pueblo.

La CNT, que contó con tres centros comarcales, en Murcia, Cartagena y Cieza, con un total de 5.000 afiliados, sufrió en sus carnes la represión de Primo de Rivera.

El PSOE tenía 30 agrupaciones y 2.500 afiliados. A su frente estaba en Murcia José Ruiz del Toro. Por otra parte, el PCE, fundado en Murcia en 1930, contó con poca militancia e influencia social.

La violencia y la dictadura de Primo de Rivera

La cuestión social deriva hacia la violencia. Son los ‘años rojos’, con huelgas y atentados. La oligarquía vive horas de inquietud. Por si no fueran pocos estos problemas, a ellos se suma la cuestión militar. Enquistada la guerra de Marruecos, la oligarquía busca un espadón: Primo de Rivera. Con su golpe de Estado en septiembre de 1923 y su aceptación por el rey, asistimos a la sentencia de muerte de la monarquía.

El Pacto de San Sebastián y el advenimiento de la República

En agosto de 1930, la oposición republicana firma el Pacto de San Sebastián, con el objetivo de acabar con la monarquía. En diciembre de 1930, tras la sublevación de Jaca, son fusilados los capitanes Galán y García Hernández: la República ya tiene sus mártires. (En relación a este tema, hay que decir que se hizo una película, “Fermín Galán”, en la que intervino una actriz cartagenera, Celia Escudero).

La respuesta a esos fusilamientos fue la huelga general, también secundada en la provincia de Murcia. Ante el clima de inestabilidad reinante, la opción de la monarquía fue la convocatoria de elecciones municipales para el 12 de abril de 1931. El efecto fue el contrario: las elecciones se convierten en un plebiscito contrario a la monarquía. En Murcia, la opción republicana triunfa en las ciudades más importantes, Murcia y Cartagena, y en los núcleos de población de más de 10.000 habitantes (Alcantarilla, Yecla, Caravaca, La Unión y Águilas). En los pueblos, sin embargo, se deja sentir el peso del caciquismo: el 52% de los votos es para los monárquicos. Pero, en el ámbito nacional, triunfa la República.

Proclamación de la II República

El rey Alfonso XIII marcha al exilio. Desde Cartagena, pone rumbo a Marsella en el crucero ‘Príncipe Alfonso’, luego llamado ‘Libertad’. El 14 de abril fue una fiesta popular. En Murcia, se ocupó el Ayuntamiento, se izó la bandera republicana y se proclamó la República. La torre de la catedral se engalanó con banderas republicanas, al tiempo que se echaron las campanas al vuelo. En Cartagena, también se ocupó el Ayuntamiento y se proclamó la República. La fiesta se repite en toda la provincia, salvo en Lorca, donde el alcalde se niega a cambiar la bandera.

Lucha de clases y contexto social

Pero la fiesta popular no oculta la exacerbación de la lucha de clases. El 10 de mayo de 1931, se produce una nueva oleada anticlerical. En Murcia, el 12 de mayo se incendia el quiosco de La Verdad, se asalta la iglesia de Santo Domingo, la residencia de los jesuitas, los conventos de las Isabelas, y el de la Purísima.

La oligarquía vive un momento caótico. Sus dirigentes desaparecen del plano político y social y sus partidos no se presentan a las elecciones a Cortes Constituyentes (junio de 1931). Ganan socialistas y republicanos.

En Murcia triunfa la coalición de socialistas, radicales y radical-socialistas, saliendo elegidos, entre otros, Ruiz Funes, Moreno Galvache y Ruiz del Toro. Ante eso, la oligarquía no tarda en organizarse. En julio de 1931, nace Acción Popular Murciana, con un objetivo: la defensa del orden burgués, la familia y la religión. Cuenta con la ayuda de la Iglesia y del obispo, Miguel de los Santos, así como con la de La Verdad de Murcia. Este nuevo partido será la base de la CEDA, y en él se da cita la burguesía más reaccionaria: Agustín Virgil, Juan Antonio Perea, Alfonso Torres, José Ibáñez Martín, José Maestre y Adrián Viudes.

La República se muestra débil, con una clase obrera dividida: la CNT, en contra, el PSOE-UGT, que protagonizan la experiencia reformista, renunciando a la toma del poder por la clase obrera, y los comunistas, situados en contra, defendiendo el ‘frente único’ por abajo, con la táctica de ‘clase contra clase’. Un dato: el 15 de abril, la portada de Mundo Obrero rezaba así: “¡Muera la República burguesa, vivan los soviets”! Ante ese panorama, la burguesía liberal y la pequeña burguesía fueron el sostén de la República. La República tuvo enfrente a la oligarquía y a dos instituciones que no han caído con la monarquía: el Ejército y la Iglesia. 

Crisis económica y fascismo

El contexto mundial tampoco es favorable para la República. De un lado, la crisis económica de 1929; de otro, el auge del fascismo.

La crisis económica afectó de lleno a Murcia y, además, cambió la tendencia migratoria, registrándose –al contrario que en años precedentes- más entradas que salidas. La crisis afecta a la agricultura de exportación, a los sectores del pimentón,  conserva,  esparto,  minería, metalurgia (fundición de Santa Lucía, en Cartagena), la industria naval, tráfico portuario… La consecuencia, el paro, el desempleo. En Murcia, en diciembre de 1933, se registran 33.000 parados con una distribución similar al conjunto nacional. El 70% de esos parados corresponde al sector agrícola; el 10%, a la construcción; el 9%, a la minería, y el 11% restante a otras actividades. Las zonas más afectadas son Caravaca, Mula, Cieza, Yecla, Cartagena, Mazarrón, La Unión y Murcia.

El Gobierno intentó atajar el paro recurriendo a las obras públicas, los caminos vecinales, las escuelas, los cuarteles, la construcción de casas baratas (Cartagena), la traída de aguas del Taibilla (que se atribuyó luego el franquismo), obras de regadío en el Campo de Cartagena y las del Trasvase Tajo-Segura, de las que se apropió también el franquismo.

Aumenta la tensión social. Oleadas anarquistas

Estas obras públicas no bastaron para acabar con el paro. La prensa señala que los braceros del campo comían hierba. En enero de 1932, unos 20 obreros piden comida en el Hotel Victoria de Murcia. La patronal incumple la legislación laboral: hay un claro boicot de la derecha a la República. Ante ello, proliferan de nuevo las huelgas. Destacan en Murcia las del año 1931, en que se registran 20 en la agricultura y la construcción. Las más importantes se dieron en Cehegín, Mazarrón y, sobre todo, en Cartagena, que registró tres huelgas generales, en julio de 1931, junio de 1932 y julio de 1936. Menudean los piquetes de la FAI, las cargas policiales, las detenciones y la brutal represión de la Guarda Civil, una vez más al servicio de los terratenientes. En Mula, el 11 de diciembre de 1932, la actividad represiva produce dos muertos y cinco heridos. Y todo sin mediar provocación. Fue el Arnedo murciano.

La conflictividad social deriva en violencia, con signo anarquista. Atentados contra la Guardia Civil y la patronal, ataques a la Iglesia, robos sacrílegos (en Llano de Brujas, Ulea y Caravaca). La denominada ‘gimnasia revolucionaria’ lleva a la UGT a protagonizar tres levantamientos armados, en enero de 1932, enero de 1933 y diciembre de 1933.

En Murcia, el ciclo se inicia en enero de 1933. Los días 8 y 9 la violencia estalla en Monteagudo, donde se arman 80 hombres; en Puente Tocinos, lugar en el que se proclama el comunismo libertario; en Alquerías, en que se arrancan los postes telefónicos, y en Murcia, donde prendieron fuego a un almacén próximo al convento de Verónicas.

Pero los hechos más dramáticos se dieron en Casas Viejas, con diez muertos, y de cuyos hechos se responsabilizó a Azaña. Esos sucesos se aprovecharon en Murcia para denigrar a Ruiz Funes, que era miembro de la comisión parlamentaria que investigaba esos hechos.
La siguiente oleada anarquista se dio en diciembre de 1933. El día 9 se incendian dos fábricas en Cieza, se producen sabotajes en la fábrica de electricidad del Santo Cristo y en un puente en Torreagüera, se corta la línea telegráfica en Calasparra y  Jumilla y se atenta contra la línea férrea Madrid-Cartagena. El Gobierno reacciona con la represión: se cierran los centros anarquistas y se detiene a los dirigentes de la CNT-FAI.

Las tres etapas de la República

La primera, el bienio reformador o social-azañista (1931-1933) constituye un intento de revolución burguesa para modernizar el país por vía democrática. Se elabora una Constitución que, en su artículo 1, define a España como una ‘República de trabajadores de todas clases’, instaurando un régimen de libertad, justicia e igualdad ante la ley, con renuncia expresa a la guerra y con supresión de la pena de muerte.

La mujer alcanza sus derechos, entre ellos, al sufragio, merced a los denodados esfuerzos de Clara Campoamor, que encontró en Victoria Kent a su oponente. Consigue también la igualdad jurídica, laboral y en el matrimonio, incorporándose a la vida pública, como lo demuestran los ejemplos de Victoria Kent, Clara Campoamor, Margarita Nelken, Federica Montseny, Pasionaria

En Murcia crece la afiliación femenina a partidos y sindicatos. El PSOE incluyó dos mujeres en sus listas a las elecciones de 1933, Regina García y Dolores Caballero, profesora de la Escuela Normal de Murcia. La mujer se incorpora también a la vida cultural, con figuras como Carmen Conde, María Zambrano, María Teresa León…

La República suprimió también la prostitución reglamentada, con lo que el Estado dejó de ser el primer proxeneta del país. Se reivindica la sexualidad y se decide la eugenesia, como hace el médico Eduardo Bonet en Cartagena.

En el bienio social-azañista se plantea también la cuestión regional, el problema autonómico, con Cataluña como referencia, pero también en Murcia. En julio de 1931 toma cuerpo un proyecto de Región Murciana, integrando a Murcia, Albacete, gran parte de Alicante (Cuenca baja del Segura) y  zonas de Almería, Jaén y Granada, para lo que se impulsó una prensa ex profeso para divulgar esa iniciativa.  

Pero la gran obra del primer bienio republicano fue la Enseñanza. Como escribe Ramos Oliveira, “la Enseñanza es la religión de la República”. También la Cultura, en su versión elevada pero también popular, con García Lorca como estandarte. Se abren bibliotecas. La Universidad de Murcia se instala de forma digna en La Merced, desde su anterior emplazamiento en unas escuelas graduadas del barrio de El Carmen. Impulsaron esa iniciativa el rector Lostau y Ruiz Funes, catedrático y vicerrector de la Universidad. Se crea la Universidad Popular de Cartagena, con Carmen Conde y Antonio Oliver, con actividades varias y conferencias a cargo de Miguel Hernández, Ramon Sijé, María Cegarra, Margarita Nelken… Se multiplican los Ateneos, como el de Cartagena.

El bienio social-azañista proyecta también un sistema social para mejorar la condición de los trabajadores, sobre todo los del campo: Ley de términos municipales, ley de jurados mixtos, salarios mínimos, jornada de 8 horas… Pero las mejoras tropiezan con la resistencia de la patronal. En Murcia, la resistencia es encabezada por  la marquesa de Villa de San Román y Juan de la Cierva.

La reforma agraria, fracasada por el boicot de la derecha, no afecta a Murcia, pues aquí predomina la pequeña y mediana propiedad.

Otras reformas puestas en marcha intentaban eliminar las fuerzas opositoras a la República. Así, la del Ejército (había un mando por cada seis soldados); la cuestión religiosa, con la separación Iglesia-Estado; la supresión de la Enseñanza religiosa; la expulsión de los jesuitas; la enseñanza laica; el matrimonio civil y la ley del divorcio; la jurisdicción civil de los cementerios…

La cuestión religiosa se vive en Murcia con especial intensidad. El redactor del artículo 26 de la Constitución (el que establece la separación Iglesia-Estado) es Ruiz Funes, catedrático de Derecho Penal. La prensa de Murcia no se lo perdonó: la Verdad, Levante Agrario y Don Crispín alentaron una campaña contra su persona.

La Semana Santa se diluye en otra laica, una fiesta republicana. El primer año se desplaza a Murcia el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, que también visita Cartagena. Pero la Marina ya conspira contra la República. Al sonar el himno de Riego, los marinos no se levantan de sus asientos o lo hacen dando la espalda al presidente de la República.

Fuerte oposición al bienio

Al terminar el bienio azañista, la clase obrera se muestra beligerante contra el Gobierno. Sobre todo el campesinado, que se siente engañado por la ineficaz reforma agraria. Pero se da también una oposición de centro, principalmente de intelectuales, con Ortega y Gasset a la cabeza. Pero la oposición más fuerte procede  de las derechas, con posturas violentas, como el fracasado golpe de Estado de Sanjurjo (la “Sanjurjada”, de agosto de 1932) y la creación de grupos fascistas (la Falange), junto con una oposición más o menos legal de la CEDA, encabezada por Gil Robles. El desgaste del Gobierno es evidente.


Elecciones generales de noviembre de 1933

En estos comicios vota la mujer por primera vez España. Y las damas católicas aconsejan hacerlo contra la República. La izquierda acude dividida a  las elecciones; la derecha, en cambio, se presenta unida en la CEDA, apelando al ‘voto del miedo’. La CNT se abstiene. Triunfa la derecha: la CEDA y el partido radical de Alejandro Lerroux.

En Murcia también gana la derecha, que consigue 10 escaños, por 3 del PSOE. Se hunden los partidos republicanos. Las críticas más acerbas de la prensa siguen dirigidas contra Ruiz Funes. Un ejemplar de la prensa satírica recoge esta alusión: “Después de las elecciones, el partido de Ruiz Funes es pasto de los ratones”.

El bienio negro (o radical-cedista)

Se extiende de 1933 a febrero de 1936. Lerroux forma gobierno con el apoyo parlamentario de la CEDA. El bienio negro es un claro viraje contrarrevolucionario, un ataque a la República. Se anulan las reformas del primer bienio; se abandona la reforma agraria; se amnistía a Sanjurjo; la Iglesia abre sus colegios; la oligarquía boicotea la reforma laboral (‘Comed República’ se les dice a los obreros en paro)… Se agudiza la lucha de clases.

Nace Izquierda Republicana, con Ruiz Funes en Murcia. Aparecen las Alianzas Obreras. La consigna es UHP: se habla de revolución proletaria. La entrada de la CEDA en el Gobierno, con tres ministros –entre los que figura Anguera de Sojo-, da lugar a la revolución de octubre.

En Murcia, hay huelgas generales en Cartagena, Alcantarilla, Lorca, Águilas y Cieza. Y huelgas parciales en Murcia, Abarán, Jumilla y Mazarrón. Se producen altercados en toda la provincia. Los hechos más graves, en Alguazas: el día 6, los socialistas toman el Ayuntamiento y proclaman la República socialista. Son sometidos a un Consejo de guerra, que dicta doce sentencias de cadena perpetua.

Tras la derrota, la extrema derecha gana terreno. En diciembre de 1934 nace el Bloque Nacional de Calvo Sotelo, una coalición de partidos monárquicos en los que se integra la Derecha Regional Murciana, dirigida por Joaquín González Conde y el marqués de Rozalejo, ambos, grandes terratenientes. También se une a ese bloque opositor la Comunión Tradicionalista, mientras que la Juventud de Acción Popular (JAP) incorpora a su ideario elementos del fascismo. La Falange se aclimata ahora en Murcia.

Elecciones de febrero de 1936: el Frente Popular

Se convocan elecciones generales para febrero de 1936. La izquierda se une en el Frente Popular, con una clara reivindicación: la amnistía de los presos de la revolución de octubre. La derecha, sin embargo, concurre en esta ocasión separada. La tensión es máxima, con un lenguaje prebélico. La ruptura social es patente; la simple pegada de carteles se convierte en motivo de reyerta callejera. La derecha cuenta con matones, como el ‘Chipé’, en Cartagena, con la JAP, con la Falange y… con el voto del miedo.

En Murcia, como en el resto del país, triunfa el Frente Popular. La derecha no tarda en reaccionar: al día siguiente de las elecciones estalla un motín en el penal de Cartagena, alentado, sin duda, por aquélla.

Azaña forma Gobierno, con Ruiz Funes como ministro de Agricultura. Y la tensión acumulada estalla contra los enemigos de la República: el 20 de febrero se asaltan en Murcia las sedes de Acción Popular, Círculo Tradicionalista y Levante Agrario, mientras que en Cartagena 15.000 manifestantes (la mayor manifestación en esa ciudad hasta esa fecha) reclaman la separación del servicio del almirante Cervera y del general López Pinto. La medida desbarata los planes golpistas que estaban ya en marcha.

La victoria del Frente Popular se percibe como la de la clase trabajadora. Se retoman las reformas del primer bienio, ante lo que la oligarquía responde con el acoso a la República, financiando a grupos hostiles a ella. La Falange asalta las Casas del Pueblo de Molina, Lorca, Yecla y Murcia, provocando incidentes en toda la provincia, los más graves en Bullas, con dos muertos y cuatro más en Yecla y Jumilla. Tercia la cuestión religiosa (¡a saber quién está detrás de la nueva oleada anticlerical!): incendio de iglesias en Cehegín, Los Garres, Torreagüera, Monteagudo y Yecla, lugar en que arden 14 templos. Se ha creado el ambiente para justificar el golpe militar contra la República.

El golpe militar de julio de 1936. Fin de la República

La rebelión católico-fascista tiene detrás a los de siempre: la oligarquía, el Ejército, la Iglesia. Las potencias nazi-fascistas derrotan a la República. Y la nueva prensa recoge la nueva realidad política, con la noticia de la celebración de 10.000 comuniones en la catedral de Murcia. La entrada en la ciudad, a finales de marzo de 1939,  de las tropas franquistas de la IV División Navarra, con Camilo Alonso Vega al frente, supone el borrar todo vestigio de la República.


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