Aunque en tiempos de crisis económica como la actual la sociedad civil parece más sensible a dejarse impregnar por los discursos apocalítpticos de los agoreros de la derecha y sintonizar con sus propuestas (la situación política de Italia y de Francia son el paradigma de la situación), precisamente es cuando, paradójicamente también, ganan en credibilidad las soluciones provenientes desde la izquierda. En efecto, las alternativas al cambio climático y la necesidad de cuestionarse seriamente el actual modelo de desarrollo y de consumo; la desigual distribución de la riqueza en el mundo y, por consiguiente, el postular un nuevo orden económico mundial más justo; la lucha por la efectiva igualdad jurídica y social entre hombres y mujeres en el planeta; la extensión de los derechos humanos; la erradicación de la miseria y del hambre extremas; la universalización de la sanidad y la educación…y otras muchas reivindicaciones humanitarias y justas llevan, inexcusablemente, el sello de la izquierda. Una izquierda que, es cierto, atraviesa una seria crisis si nos referimos a las formaciones políticas convencionales llamadas a poner en práctica alternativas al modelo económico y social existente, pero que sigue mostrando cierto vigor cuando sus postulados son defendidos por organizaciones de la sociedad civil más consciente. Las ONG más variopintas, las asociaciones de consumidores, el movimiento vecinal, las asociaciones pro derechos humanos, las plataformas, las coordinadoras, los foros de debate y discusión se nutren de gentes heterogéneas dispuestas a que su quehacer cotidiano actúe de necesario contrapeso al poder político.
En días pasados, la Alianza Regional contra la Pobreza, una coordinadora que integra en su seno a unos cuarenta colectivos y ONG del más amplio espectro, logró sacar a la calle en Murcia a un centenar de personas en protesta por las hambrunas que se atisban en el horizonte, de no mediar actuaciones urgentes y drásticas de los organismos internacionales llamados a evitarlas. Cuando en Occidente andamos estos días alarmados por el incesante aumento del precio del crudo, lo que no nos impide llenar de combustible los depósitos de nuestros coches, la necesidad de llenar también los estómagos sigue siendo la preocupación cotidiana de millones de personas en este planeta. La Alianza Regional contra la Pobreza denunciaba esta situación y exigía una nueva política económica que situara el comercio justo y el fin del intervencionismo estatal en las ricas agriculturas de Occidente como instrumentos para evitar una tragedia que, no por anunciada, parece poder evitarse.
Por ello, quiero desde aquí expresar mi admiración por el trabajo de gentes que, superando sus contradicciones personales y trabajando en el seno de las ONG, son capaces de sacar adelante proyectos de cooperación en lejanos países, viajar hacia ellos para constatar el fruto de sus esfuerzos y, de vez en cuando, alertarnos, sacándonos de la comodidad del sofá, sobre la dramática situación cotidiana de millones de personas en todo el planeta. Vaya mi admiración más sincera también para el trabajo de las gentes que integran la murciana Plataforma contra la exclusión social, al denunciar las situaciones de infravivienda, de chabolismo y de los ‘sin techo’. En una Región en la que se ha venido alardeando, hasta la fecha, de un crecimiento económico que superaba la media del Estado, las denuncias de esta plataforma evidencian que bastantes ciudadanos y ciudadanas de Murcia-región malviven en la extrema pobreza y en la mendicidad, en una sociedad cada vez más dual pero también más conformista y amorfa.
No obstante aún queda mucho por hacer. El contemplar la pasividad, el desinterés y el escepticismo de quienes consumían un refrigerio en la murciana plaza de Santa Isabel, mientras al lado se denunciaba la pobreza en el mundo, es algo que nos debería llevar a la reflexión. Menos mal que la callada labor de las ONG y otros colectivos sociales constituye un aldabonazo en nuestras dormidas conciencias.
En días pasados, la Alianza Regional contra la Pobreza, una coordinadora que integra en su seno a unos cuarenta colectivos y ONG del más amplio espectro, logró sacar a la calle en Murcia a un centenar de personas en protesta por las hambrunas que se atisban en el horizonte, de no mediar actuaciones urgentes y drásticas de los organismos internacionales llamados a evitarlas. Cuando en Occidente andamos estos días alarmados por el incesante aumento del precio del crudo, lo que no nos impide llenar de combustible los depósitos de nuestros coches, la necesidad de llenar también los estómagos sigue siendo la preocupación cotidiana de millones de personas en este planeta. La Alianza Regional contra la Pobreza denunciaba esta situación y exigía una nueva política económica que situara el comercio justo y el fin del intervencionismo estatal en las ricas agriculturas de Occidente como instrumentos para evitar una tragedia que, no por anunciada, parece poder evitarse.
Por ello, quiero desde aquí expresar mi admiración por el trabajo de gentes que, superando sus contradicciones personales y trabajando en el seno de las ONG, son capaces de sacar adelante proyectos de cooperación en lejanos países, viajar hacia ellos para constatar el fruto de sus esfuerzos y, de vez en cuando, alertarnos, sacándonos de la comodidad del sofá, sobre la dramática situación cotidiana de millones de personas en todo el planeta. Vaya mi admiración más sincera también para el trabajo de las gentes que integran la murciana Plataforma contra la exclusión social, al denunciar las situaciones de infravivienda, de chabolismo y de los ‘sin techo’. En una Región en la que se ha venido alardeando, hasta la fecha, de un crecimiento económico que superaba la media del Estado, las denuncias de esta plataforma evidencian que bastantes ciudadanos y ciudadanas de Murcia-región malviven en la extrema pobreza y en la mendicidad, en una sociedad cada vez más dual pero también más conformista y amorfa.
No obstante aún queda mucho por hacer. El contemplar la pasividad, el desinterés y el escepticismo de quienes consumían un refrigerio en la murciana plaza de Santa Isabel, mientras al lado se denunciaba la pobreza en el mundo, es algo que nos debería llevar a la reflexión. Menos mal que la callada labor de las ONG y otros colectivos sociales constituye un aldabonazo en nuestras dormidas conciencias.
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