miércoles, 26 de diciembre de 2007

EL"CLUB ATALAYA-ATENEO DE LA VILLA” DE CIEZA CELEBRÓ LOS ACTOS DE SU 40 ANIVERSARIO






Canción de autor, jazz, exposiciones y una comida de confraternización sirvieron para conmemorar la trayectoria de esta ejemplar Asociación, seña de identidad cultural desde el postfranquismo en esa localidad murciana.

Diego Jiménez. Murcia.- El 29 de enero de 1967, en los estertores de un régimen franquista que, merced al empuje de los movimientos sociales, estudiantes y trabajadores, renqueaba por todas partes, en la localidad murciana de Cieza un grupo de personas entusiastas puso en marcha el “Club Atalaya”, asociación que, pese a los obstáculos e intentos de obstruccionismo por parte de las autoridades gubernativas franquistas, creció, al calor de la protección de los sectores eclesiales más abiertos, imbuidos del espíritu renovador del Concilio Vaticano II, hasta convertirse en todo un referente cultural, reivindicativo y social de esta población de la Vega Alta del Segura.

Actos culturales y comida de confraternización

Esta semana pasada han tenido lugar los actos conmemorativos del 40 aniversario de la fundación de ese Club, con la inauguración el viernes 21 de diciembre de la exposición “1967-2007, 40 años, ternes que ternes...”, con carteles, folletos, fotografías, recuerdos..., mientras que, por la noche, se produjo la actuación del cantautor Luis Pastor, un ciezano más como él mismo gusta de calificarse, en virtud de las veces que ha acudido a esta población.

El sábado, 22, con la organización de la Asociación Cultural “La Empedrá”, se procedió a la inauguración de una Exposición de Jóvenes fotógrafos de Cieza, y, por la noche, sonó la música del jazz, con la actuación de “Escarabajo Jazz Band” y “Orégano Experience”.

La jornada del domingo 23 estuvo dedicada a una comida de confratenirzación, en la propia sede del club, con degustación de migas, gachasmigas y productos de la huerta y del campo ciezano cocinados a la brasa, regados con cerveza y buen vino de la tierra, y en la que destacadas personas miembros del Club fueron exponiendo sus vivencias y recuerdos de los momentos transcurridos en el mismo.

Pepe Marín evocó la Historia del Club

El veterano abogado laboralista Pepe Marín, destacado militante que, desde su condición de abogado laboralista, contribuyera en los últimos años del franquismo a asesorar a los trabajadores, en viajes por toda la geografía regional, y “alma mater”, así mismo, de la fundación de este club, intervino en la jornada del viernes, con un discurso pródigo en detalles y emotividad, que logró cautivar a las personas asistentes, captando la atención, sobre todo, de los socios más jóvenes del Club, esto es, las personas que, por su edad, no vivieron de cerca los momentos álgidos del fin del franquismo y de la Transición.

Pepe Marín recordó que estos cuarenta años han sido una “carrera interminable de obstáculos, en una aventura cultural imposible, donde la cultura no era una nube aséptica sino un quehacer comprometido con los problemas sociales y las inquietudes de la ciudadanía” en la medida en que hubo que “sortear un sinfín de dificultades en este pueblo, por el que nos conjuramos para hacerlo despertar de su letargo ciudadano, lo que no siempre resultó fácil, pues recibíamos de los gobernantes de turno incomprensiones, rechazos y vacíos”. Para añadir a continuación:” Cuarenta años y aquí seguimos estando, nunca mejor dicho en habla ciezana “ternes que ternes”. Porque “terne”, palabra en cierto desuso actual, viene recogida en el diccionario de la Real Academia de la Lengua con tras acepciones. Y una de ellas, la que significa “perseverante, obstinado” se viene manteniendo en Cieza con plena vigencia”.

Y es que, según afirmó Pepe Marín, “ternes, perseverantes, tercos..., así es como fuimos unos jóvenes que allá por el año 1966, tomado conciencia de la separación entre estudiantes (una minúscula minoría, por entonces) y obreros (la inmensa mayoría, que se incorporaba al mercado de trabajo en plena niñez), nos empeñamos en levantar un lugar de encuentro, un lugar nuevo sin vigilantes ni instructores, distinto a los locales de la Falange (llámense OJE o Sección Femenina) y a los locales de Acción Católica, por entonces las dos únicas alternativas a la juventud”, para añadir a continuación: “En aquellos inicios de nuestra andadura encontramos dos aliados que fueron decisivos. Por un lado, la Iglesia local, por entonces bajo la influencia de los aires renovados del Concilio Vaticano II, que optó abiertamente por darnos cobijo, enfrentándose sin tapujos a la autoridad local, dominada por el más rancio falangismo, que se opuso a la inauguración del local por falta de permisos gubernativos. El Club Juvenil Atalaya se inscribió como asociación juvenil bajo el protectorado del Obispado de Murcia-Cartagena”. Recordando los orígenes de la ubicación del local, de la Asociación, tuvo un recuerdo especial para un aliado de excepción, el vecino Antonio Camacho, “un entusiasta de la Cultura, que nos alquiló a un precio más que simbólico (1.000 pts, mensuales) el magnífico local de la entonces llamada “Bolera”, y que terminaría haciéndose socio del Club y se convertiría también en un terne cómplice anónimo de esta aventura, pues, para sorpresa de los jerifaltes locales, a los dos meses el Club ya contaba con más de 600 socios. Disponer de un local abierto donde se podía bailar, hacer deporte, conversar, organizar obras de teatro o lecturas poéticas, proyecciones de cine, excursiones, etc., sin supervisión de ningún mando, fue un efecto-llamada generalizado entre los jóvenes ciezanos de todas las clases sociales”, añadió Pepe Marín, quien recordó que se llegó a editar un periódico, “Nosotros” , que “llegó a causar recelo por las críticas sociales que contenía” , publicación lanzada por el apoyo de una Acción Católica que después se inhibió “al no gustarle los derroteros que la publicación iba tomando”.

En el club, recordó Marín, se montó una escuela obrera y se dio cobijo al sindicalismo clandestino, al tiempo que “también fue lugar de reuniones y actos de los partidos políticos de izquierda recién aparecidos en los años finales del franquismo. Un acto multitudinario en apoyo de la amnistía política mereció una multa gubernativa y un cierre temporal del local”, aunque la vida asociativa siguió y, saliendo de las cuatro paredes del Club, “organizamos campeonatos de natación en el río, proyecciones de cine en los barrios, recitales en parroquias, proclamas satíricas en el día de los inocentes..., y la fiesta popular de la Plaza de los Carros”. Luego, “cuando se legalizaron los partidos políticos y los sindicatos, tuvimos que volver a ser “ternes que ternes” para hacer frente a la desbandada y a la idea extendida de que el Club había dejado de tener sentido. Miramos hacia nuestros adentros y nos sumergimos en el río subterráneo de la vida de nuestro pequeño país, buscando las estampas de nuestro paisaje y las memorias ocultas de nuestro paisanaje, en busca de las señas de identidad de la Cieza que pudo ser. Varias revistas y periódicos hemos editado con mayor o menor periodicidad desde entonces. En los años 80, apareció la revista “En Cieza”, a la que siguió en los 90 “TrasCieza”, que aún continúa. Y en el siglo XXI, el periódico telemático semanal “enciezadigital.com”, para suplir la falta de un periódico local de izquierdas que frene la avalancha mediática de estos últimos tiempos de rancia apoteosis conservadora, y que recibe miles de visitas”.

Para enfatizar la importancia de las actividades culturales de este Club, y de cómo contribuyó a llenar los vacíos institucionales en este campo de la Cultura, Pepe Marín recordó también que “cuando Cieza se quedó sin cine, el Cine Club ‘La Linterna Mágica’ llenó aquel vacío cultural con proyecciones semanales, combinando cine comercial y cine de calidad. De aquella iniciativa queda la Semana de Cine Mágico, que cada verano desde 1990 se viene organizando en nuestro patio, rememorando las terrazas de cine en extinción, en una peculiar combinación de sesiones de cine, cartelismo y denuncia social”. Con el tiempo, el Club Atalaya se convirtió en Ateneo de la Villa, “nombre con claras resonancias de los ateneos obreros y republicanos. Y desde aquí hemos venido reivindicado la memoria de la República, la de los perdedores olvidados, la de los obreros despreciados”. El Club ha rescatado, además, la tradición espartera del pueblo, pues, como dijo Marín, “hemos terminado por montar, antes de que acabara el siglo, un Museo del Esparto, que viene recibiendo miles de visitas siendo hoy conocido en casi toda España (salvo en el Ayuntamiento de Cieza que se niega a subvencionarlo). Y hemos publicado la primera parte del libro de la memoria del esparto, donde hemos inmortalizado, con nombres y apellidos, en muchos casos, a esa legión de ‘menaores’, ‘picaoras’ e ‘hilaores’ que forjaron una de las páginas más duras de la historia local”.

El final de su alocución sirvió para resaltar, una vez más, la importancia sociocultural de este peculiar club, al afirmar Pepe Marín que “así, 40 años, ternes que ternes, en una peculiar combinación de cultura y republicanismo, hemos resistido los embates de los tiempos del desencanto individualista y del vacío, y aquí seguimos buscando con ahínco el sentido de lo colectivo y del compromiso cultural con la ciudadanía”, así como para recordar a personas que fueron, y que ya no están, y a quienes siguen al frente del trabajo cotidiano.

Pepe Marín concluyó con estas palabras: “Seguimos aquí […], con nuestros encuentros y desencuentros, con luces y sombras, con hallazgos y con pérdidas, con esperanzas y con desilusiones,... pero siempre con el convencimiento de que aquí se trabaja por esa otra Cieza que, por ahora, sólo por ahora, aún no pudo ser”.

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