El investigador cubano Humberto Ríos demostró en Murcia que la isla ha podido superar las dificultades alimenticias del bloqueo gracias al esfuerzo e invención del campesinado.
Diego Jiménez. Murcia, 12-6-2007.- Imaginen un país en que los campesinos son, en realidad, los protagonistas de la investigación e innovación en técnicas de producción agrícola. Imaginen un país en que los ingenieros e investigadores agrónomos ceden el protagonismo a quienes, con su sudor, contribuyen a la seguridad alimenticia. Ese país existe. En el Caribe. Hablamos de Cuba. La Cuba que aún hace germinar día a día las semillas que alumbraron la revolución castrista, allá por 1959.
La Cuba revolucionaria, con sus contradicciones internas, ha intentado no sólo consolidar una nueva forma de relaciones sociales y económicas. En Cuba, podemos decir que sus gentes son las protagonistas del cambio. Y en él han participado, en plano de igualdad, sus ‘científicos’ y las gentes de la base. Lo pudimos constatar con ocasión de la visita a Murcia de Humberto Ríos Labrada, sociólogo de profesión pero que, en los últimos años, desde el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas de Cuba, trabaja codo con codo con los campesinos y campesinas de aquel país. Humberto intervino el pasado día 11 de junio en Murcia, en el local de Ecologistas en Acción, en un acto organizado por las ONGs ACSUR-Las Segovias y Entrepueblos-Cosal, que prestan su contribución al desarrollo del proyecto de mejora y diversificación de los rendimientos agrícolas de la isla. Humberto fue presentado por Isabel Cánovas, de ACSUR-Las Segovias, y a lo largo de dos horas, su natural simpatía y gracejo cautivaron a un auditorio que, rápidamente, sintonizó con las novedosas propuestas que nos trajo desde Cuba este ‘científico’ de base, muy alejadas, por supuesto, de cómo se concibe la agricultura en nuestro Occidente rico.
Fitomejoramiento participativo
Humberto Ríos ha colaborado y colabora en lo que denomina el proceso de fitomejoramiento participativo. Promover una mayor diversificación de las variedades agrícolas en escenarios rurales del occidente cubano fue el objetivo inicial al irrumpir en la isla en el año 2000. Fríjol, maíz, arroz fueron los primeros cultivos que marcaron la experiencia, a los que siguieron la yuca, el tomate, el sorgo y otros. Las demandas de los agricultores fueron más allá y para el año 2003 el proceso trascendía a la innovación agropecuaria local, apareciendo también en los escenarios productivos la elaboración de concentrados para alimentación animal con recursos locales, nuevas especies y nuevas tecnologías agropecuarias diseñadas y construidas conjuntamente entre científicos y campesinos de los más diversos escenarios; experiencias que, enriquecidas, conforman hoy el Programa de Innovación Agropecuaria Local de Cuba.
Video y conferencia
Pudimos ver, previamente a la exposición del resumen de su libro ‘Fitomejoramiento participativo. Los agricultores mejoran cultivos’, un video en el que se comienza afirmando que “parte de los agricultores son los dueños de la innovación agropecuaria en Cuba”, al seleccionar semillas para la producción, inicialmente, de maíz, fríjol y arroz. Iniciada la experiencia en el occidente de la isla, pronto se unieron a la misma los agricultores del centro y del oriente. Los agricultores entraron en una dinámica de producción sostenible también de carne, huevos y en la elaboración de piensos con materias primas de producción local. La experimentación y creatividad de estos campesinos consiguió, pues, dar respuestas locales a la producción agropecuaria, con estrategias tendentes a lograr cultivos resistentes a la sequía. En el video pudimos ver a un agricultor de Las Caobas, en Holguín, que se declaraba enamorado de la agricultura ecológica, la de siempre, la que se resiste al empleo de agroquímicos.
Nacido con la revolución
Humberto inició luego su exposición, para la que se sirvió de una presentación en ‘power point’, con la referencia a dos fechas emblemáticas, 1959, el año de la revolución, y 1962, el de la ‘crisis de los misiles’ en la isla y el de su nacimiento. En su disertación, nos hizo ver cómo la revolución implantó inicialmente un modelo agrícola, la ‘revolución verde’, basada en una agricultura de alto rendimiento, con fuerte inversión tecnológica y uso de agroquímicos, amparada en el ‘paraguas’ que pronto dio al proceso revolucionario cubano la Unión Soviética. “Éramos independientes de USA, pero dependientes de la URSS”, afirmó. Pero con la caída del Muro de Berlín, la isla asistió a una época de dramática escasez de alimentos. En esos momentos iniciaba su trabajo Humberto, y nos confesó que su salario no superaba los 3 $, por lo que “tuve que aprender a cantar para subsistir”, nos dijo.
Entrados en la época del periodo especial, tras la crisis de los ’90, sus investigaciones se dirigen a la obtención de una variedad de calabaza que pudiera mitigar el déficit crónico de vitamina A de la población, pero orientando sus trabajos hacia la producción de esta hortaliza con métodos basados en desechar los fertilizantes químicos y los pesticidas, aunque se contaba con la falta absoluta de maquinaria (tractores) y combustible.
Cambio personal y un eslogan: “repartir la abundancia”
En este joven doctorando, pues, se operó un cambio personal, planteándose el dilema de si era preferible generar más bienes de consumo o repartir la pobreza. Pronto advirtió que era necesario repartir la abundancia, mediante la innovación agrícola, la transferencia de tecnología y la mejora de las semillas. Además, Humberto se planteó: ¿qué sucedería si estas mejoras contaran con la participación de los agricultores? Entró, pues, en un proceso de fuerte convicción personal de que los científicos habían de transmitir la información a los agricultores, pero que la decisión última había de estar en manos de éstos. Desde su trabajo en las aulas, se planteó, además, la capacitación de una masa crítica de investigadores universitarios dirigentes que habrían de colaborar estrechamente con el campesinado cubano.
Humberto nos transmitió los tres elementos exitosos del proceso que se alumbró en la isla caribeña: la puesta en marcha de ferias de diversidad genética, la propia experimentación campesina y, sobre todo, la perfecta sincronización entre los conocimientos locales de los agricultores con los de la comunidad científica para generar más beneficios.
Valorando resultados
El resultado evidente del proceso condujo a un notable incremento de la diversidad genética y tecnológica en la actividad agropecuaria de la isla, con rendimientos máximos no sólo en Cuba sino también en comunidades campesinas del vecino México. Con un sistema descentralizado y participativo, en el que los agricultores eran los protagonistas, se logró un mayor rendimiento por hectárea y, lo que es importante, con un menor requerimiento energético.
Humberto se preguntó: ¿Pero qué sucederá cuando se retiren los dineros para estos proyectos de entidades como ACSUR-Las Segovias y países como Suiza? La respuesta vino inmediatamente. En 2004, se logró, con este sistema participativo y experimental, la máxima participación social pero con el mínimo costo. O lo que es lo mismo: sin la financiación extranjera, es posible continuar con estas experiencias. Pues el campesino cubano asume los costos de la investigación local y los agricultores gozan en la isla de un gran reconocimiento social, al mismo nivel que la comunidad científica que trabaja en el campo. Humberto calificó de ‘agricultores científicos’ a campesinos que, a lo mejor, no saben leer y escribir, pero que sí poseen un profundo conocimiento de las técnicas agrícolas. Y nos aportó unas cifras: se calcula que, para 2012, habrá involucrados en estas experiencias no menos de 40.000 campesinos, esto es, el 10% del total de Cuba. Y lo que es más ilusionante: las experiencias se han exportado a zonas como Chiapas, cuyas comunidades campesinas, sin embargo, dijo, “poco tienen que aprender de la comunidad científica, en la medida en que llevan más de 5.000 años practicando una agricultura sostenible”· Tremendamente convencido de la bondad de sus trabajos e investigaciones, Humberto nos dijo que “es mejor ofertar diversidad genética que no paquetes tecnológicos”. “Que la gente decida”, enfatizó, para concluir con que está también plenamente convencido de que campesinos y técnicos necesitan asociarse para la generación y el reparto de beneficios. En este programa que llevamos a cabo, “los líderes son los campesinos, y los científicos son meros coordinadores”.
Música y ron
En resumen, una grata jornada de convivencia con este mestizo de nuestra antigua colonia. La música del son, el cha, cha, cha y otros ritmos caribeños, que Humberto interpreta tan bien como bien realiza su meritorio trabajo, puso el colofón a su intervención. Unos refrescos y el ron, por supuesto cubano, pusieron el telón a tan rica aportación personal para quienes tuvimos la dicha de escucharle.
Luego, una frugal cena en una terraza contigua al local fue el pretexto para seguir la conversación, que de labios de Humberto brota con fluidez, candor y simpatía. Al despedirme, un abrazo selló el contacto con este joven cubano, hijo de una revolución que, como decía arriba, con sus errores y contradicciones, ha permitido que germinen con fuerza en el pueblo cubano, las semillas de la solidaridad, la justicia y la paz. Hasta siempre, Humberto Ríos.
La Cuba revolucionaria, con sus contradicciones internas, ha intentado no sólo consolidar una nueva forma de relaciones sociales y económicas. En Cuba, podemos decir que sus gentes son las protagonistas del cambio. Y en él han participado, en plano de igualdad, sus ‘científicos’ y las gentes de la base. Lo pudimos constatar con ocasión de la visita a Murcia de Humberto Ríos Labrada, sociólogo de profesión pero que, en los últimos años, desde el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas de Cuba, trabaja codo con codo con los campesinos y campesinas de aquel país. Humberto intervino el pasado día 11 de junio en Murcia, en el local de Ecologistas en Acción, en un acto organizado por las ONGs ACSUR-Las Segovias y Entrepueblos-Cosal, que prestan su contribución al desarrollo del proyecto de mejora y diversificación de los rendimientos agrícolas de la isla. Humberto fue presentado por Isabel Cánovas, de ACSUR-Las Segovias, y a lo largo de dos horas, su natural simpatía y gracejo cautivaron a un auditorio que, rápidamente, sintonizó con las novedosas propuestas que nos trajo desde Cuba este ‘científico’ de base, muy alejadas, por supuesto, de cómo se concibe la agricultura en nuestro Occidente rico.
Fitomejoramiento participativo
Humberto Ríos ha colaborado y colabora en lo que denomina el proceso de fitomejoramiento participativo. Promover una mayor diversificación de las variedades agrícolas en escenarios rurales del occidente cubano fue el objetivo inicial al irrumpir en la isla en el año 2000. Fríjol, maíz, arroz fueron los primeros cultivos que marcaron la experiencia, a los que siguieron la yuca, el tomate, el sorgo y otros. Las demandas de los agricultores fueron más allá y para el año 2003 el proceso trascendía a la innovación agropecuaria local, apareciendo también en los escenarios productivos la elaboración de concentrados para alimentación animal con recursos locales, nuevas especies y nuevas tecnologías agropecuarias diseñadas y construidas conjuntamente entre científicos y campesinos de los más diversos escenarios; experiencias que, enriquecidas, conforman hoy el Programa de Innovación Agropecuaria Local de Cuba.
Video y conferencia
Pudimos ver, previamente a la exposición del resumen de su libro ‘Fitomejoramiento participativo. Los agricultores mejoran cultivos’, un video en el que se comienza afirmando que “parte de los agricultores son los dueños de la innovación agropecuaria en Cuba”, al seleccionar semillas para la producción, inicialmente, de maíz, fríjol y arroz. Iniciada la experiencia en el occidente de la isla, pronto se unieron a la misma los agricultores del centro y del oriente. Los agricultores entraron en una dinámica de producción sostenible también de carne, huevos y en la elaboración de piensos con materias primas de producción local. La experimentación y creatividad de estos campesinos consiguió, pues, dar respuestas locales a la producción agropecuaria, con estrategias tendentes a lograr cultivos resistentes a la sequía. En el video pudimos ver a un agricultor de Las Caobas, en Holguín, que se declaraba enamorado de la agricultura ecológica, la de siempre, la que se resiste al empleo de agroquímicos.
Nacido con la revolución
Humberto inició luego su exposición, para la que se sirvió de una presentación en ‘power point’, con la referencia a dos fechas emblemáticas, 1959, el año de la revolución, y 1962, el de la ‘crisis de los misiles’ en la isla y el de su nacimiento. En su disertación, nos hizo ver cómo la revolución implantó inicialmente un modelo agrícola, la ‘revolución verde’, basada en una agricultura de alto rendimiento, con fuerte inversión tecnológica y uso de agroquímicos, amparada en el ‘paraguas’ que pronto dio al proceso revolucionario cubano la Unión Soviética. “Éramos independientes de USA, pero dependientes de la URSS”, afirmó. Pero con la caída del Muro de Berlín, la isla asistió a una época de dramática escasez de alimentos. En esos momentos iniciaba su trabajo Humberto, y nos confesó que su salario no superaba los 3 $, por lo que “tuve que aprender a cantar para subsistir”, nos dijo.
Entrados en la época del periodo especial, tras la crisis de los ’90, sus investigaciones se dirigen a la obtención de una variedad de calabaza que pudiera mitigar el déficit crónico de vitamina A de la población, pero orientando sus trabajos hacia la producción de esta hortaliza con métodos basados en desechar los fertilizantes químicos y los pesticidas, aunque se contaba con la falta absoluta de maquinaria (tractores) y combustible.
Cambio personal y un eslogan: “repartir la abundancia”
En este joven doctorando, pues, se operó un cambio personal, planteándose el dilema de si era preferible generar más bienes de consumo o repartir la pobreza. Pronto advirtió que era necesario repartir la abundancia, mediante la innovación agrícola, la transferencia de tecnología y la mejora de las semillas. Además, Humberto se planteó: ¿qué sucedería si estas mejoras contaran con la participación de los agricultores? Entró, pues, en un proceso de fuerte convicción personal de que los científicos habían de transmitir la información a los agricultores, pero que la decisión última había de estar en manos de éstos. Desde su trabajo en las aulas, se planteó, además, la capacitación de una masa crítica de investigadores universitarios dirigentes que habrían de colaborar estrechamente con el campesinado cubano.
Humberto nos transmitió los tres elementos exitosos del proceso que se alumbró en la isla caribeña: la puesta en marcha de ferias de diversidad genética, la propia experimentación campesina y, sobre todo, la perfecta sincronización entre los conocimientos locales de los agricultores con los de la comunidad científica para generar más beneficios.
Valorando resultados
El resultado evidente del proceso condujo a un notable incremento de la diversidad genética y tecnológica en la actividad agropecuaria de la isla, con rendimientos máximos no sólo en Cuba sino también en comunidades campesinas del vecino México. Con un sistema descentralizado y participativo, en el que los agricultores eran los protagonistas, se logró un mayor rendimiento por hectárea y, lo que es importante, con un menor requerimiento energético.
Humberto se preguntó: ¿Pero qué sucederá cuando se retiren los dineros para estos proyectos de entidades como ACSUR-Las Segovias y países como Suiza? La respuesta vino inmediatamente. En 2004, se logró, con este sistema participativo y experimental, la máxima participación social pero con el mínimo costo. O lo que es lo mismo: sin la financiación extranjera, es posible continuar con estas experiencias. Pues el campesino cubano asume los costos de la investigación local y los agricultores gozan en la isla de un gran reconocimiento social, al mismo nivel que la comunidad científica que trabaja en el campo. Humberto calificó de ‘agricultores científicos’ a campesinos que, a lo mejor, no saben leer y escribir, pero que sí poseen un profundo conocimiento de las técnicas agrícolas. Y nos aportó unas cifras: se calcula que, para 2012, habrá involucrados en estas experiencias no menos de 40.000 campesinos, esto es, el 10% del total de Cuba. Y lo que es más ilusionante: las experiencias se han exportado a zonas como Chiapas, cuyas comunidades campesinas, sin embargo, dijo, “poco tienen que aprender de la comunidad científica, en la medida en que llevan más de 5.000 años practicando una agricultura sostenible”· Tremendamente convencido de la bondad de sus trabajos e investigaciones, Humberto nos dijo que “es mejor ofertar diversidad genética que no paquetes tecnológicos”. “Que la gente decida”, enfatizó, para concluir con que está también plenamente convencido de que campesinos y técnicos necesitan asociarse para la generación y el reparto de beneficios. En este programa que llevamos a cabo, “los líderes son los campesinos, y los científicos son meros coordinadores”.
Música y ron
En resumen, una grata jornada de convivencia con este mestizo de nuestra antigua colonia. La música del son, el cha, cha, cha y otros ritmos caribeños, que Humberto interpreta tan bien como bien realiza su meritorio trabajo, puso el colofón a su intervención. Unos refrescos y el ron, por supuesto cubano, pusieron el telón a tan rica aportación personal para quienes tuvimos la dicha de escucharle.
Luego, una frugal cena en una terraza contigua al local fue el pretexto para seguir la conversación, que de labios de Humberto brota con fluidez, candor y simpatía. Al despedirme, un abrazo selló el contacto con este joven cubano, hijo de una revolución que, como decía arriba, con sus errores y contradicciones, ha permitido que germinen con fuerza en el pueblo cubano, las semillas de la solidaridad, la justicia y la paz. Hasta siempre, Humberto Ríos.