(Publicado en La Opinión de Murcia, 15-5-2007)
Me ha defraudado el electorado francés. Siempre, en conversaciones varias, había citado la madurez de este pueblo transpirenaico, celoso defensor de las conquistas sociales y de lo público cuando el Estado arremetía, siquiera parcialmente, contra estos logros duramente conseguidos a lo largo de nada menos que las tres revoluciones burguesas que tuvieron lugar en el suelo galo: la de 1789, que acabó con los privilegios feudales y consolidó las libertades burguesas, la de 1830, que derrumbó la reinstaurada monarquía absolutista de Luis XVIII e instauró la parlamentaria de Luis Felipe, y la de 1848, la que trajo la II República. Sin olvidar aquella primera experiencia revolucionaria societaria de la Comuna de París, tras el trauma de la guerra franco-prusiana de 1870, que estuvo en el origen del fin del Segundo Imperio francés, con el advenimiento de la III República. Y siempre, en mis citas, había comparado la indudable presencia en Francia del concepto de ciudadanía, con su carga inherente de derechos sociales, con la falta de arraigo de este mismo concepto en el solar hispano, habida cuenta de los sucesivos fracasos de los intentos de consolidar la revolución burguesa en nuestro país a lo largo del siglo XIX.
Pero, tras los resultados electorales de las pasadas presidencias francesas, pareciera que, repentinamente, el pueblo francés hubiera olvidado su pasado y trocado la defensa de esas conquistas revolucionarias y sociales por un renacer de la ‘grandeur’ del país, aquélla que fuera santo y seña de identidad de los sueños napoleónicos. En efecto. Nicolás Sarkozy, entre sus muchas promesas al electorado francés, ha contado con resucitar a la vieja Francia de su letargo en la geopolítica europea. Ha decidido abandonar los sueños europeístas y autónomos del viejo mariscal De Gaulle y bascular hacia la órbita de EE UU. Algún analista ha dicho que, de haber estado Sarkozy en El Elíseo en 2003, la ‘foto de las Azores’ habría tenido, quizás, otro protagonista. Pero en la elección para la más alta magistratura del país de este político originario de una familia aristocrática polaca han contado otros factores. Indudablemente, se ha producido una crisis del régimen: la herencia ideológica y el sistema institucional del gaullismo han saltado por los aires. Están en crisis los dos pilares de este sistema, es decir, el gaullismo como fuerza política dominante, y el Partido Comunista (PC) en sus años de prosperidad. En Sarkozy no queda gran cosa del gaullismo. Además, el PC francés ha obtenido los resultados más bajos de su historia. Han cambiado, y mucho, las relaciones sociales en Francia. En los sectores de las capas medias, la socialdemocracia ha perdido gran parte de sus apoyos, incluidos los del sector docente. ¿Qué ha ocurrido? En estos últimos años de presidencia de Chirac, en virtud de serias políticas de ajuste, de la contrarreforma neoliberal, en suma, hemos asistido a una oleada de privatizaciones del sector público que ha puesto en cuestión los valores del servicio público, la función del Estado como garante de las prestaciones sociales penosa y largamente conseguidas. Este contexto regresivo “crea un problema de desafiliación y de atomización social, alimentada por las políticas de flexibilización laboral, de individualización de los salarios, de destrucción de las solidaridades y de las seguridades sociales en beneficio de los intereses privados”, según la opinión del filósofo Daniel Bensaïd.…Y, en última instancia, parece claro que lo que ha ocurrido en Francia es un reflejo del voto del miedo. La sociedad francesa se muestra incapaz no ya de integrar sino tan siquiera de aceptar al inmigrante, al ‘otro’. Están muy recientes en sus retinas los sucesos de 2005 en la ‘banlieu’ parisina y en otras ciudades del país. Sarkozy ha prometido ‘limpieza’. Étnica, por supuesto.
Esperemos que esta marea conservadora de allende Los Pirineos no sea un indicativo del viraje de la vieja Europa hacia sociedades más herméticas y autoritarias.
didac.mur@gmail.com
Pero, tras los resultados electorales de las pasadas presidencias francesas, pareciera que, repentinamente, el pueblo francés hubiera olvidado su pasado y trocado la defensa de esas conquistas revolucionarias y sociales por un renacer de la ‘grandeur’ del país, aquélla que fuera santo y seña de identidad de los sueños napoleónicos. En efecto. Nicolás Sarkozy, entre sus muchas promesas al electorado francés, ha contado con resucitar a la vieja Francia de su letargo en la geopolítica europea. Ha decidido abandonar los sueños europeístas y autónomos del viejo mariscal De Gaulle y bascular hacia la órbita de EE UU. Algún analista ha dicho que, de haber estado Sarkozy en El Elíseo en 2003, la ‘foto de las Azores’ habría tenido, quizás, otro protagonista. Pero en la elección para la más alta magistratura del país de este político originario de una familia aristocrática polaca han contado otros factores. Indudablemente, se ha producido una crisis del régimen: la herencia ideológica y el sistema institucional del gaullismo han saltado por los aires. Están en crisis los dos pilares de este sistema, es decir, el gaullismo como fuerza política dominante, y el Partido Comunista (PC) en sus años de prosperidad. En Sarkozy no queda gran cosa del gaullismo. Además, el PC francés ha obtenido los resultados más bajos de su historia. Han cambiado, y mucho, las relaciones sociales en Francia. En los sectores de las capas medias, la socialdemocracia ha perdido gran parte de sus apoyos, incluidos los del sector docente. ¿Qué ha ocurrido? En estos últimos años de presidencia de Chirac, en virtud de serias políticas de ajuste, de la contrarreforma neoliberal, en suma, hemos asistido a una oleada de privatizaciones del sector público que ha puesto en cuestión los valores del servicio público, la función del Estado como garante de las prestaciones sociales penosa y largamente conseguidas. Este contexto regresivo “crea un problema de desafiliación y de atomización social, alimentada por las políticas de flexibilización laboral, de individualización de los salarios, de destrucción de las solidaridades y de las seguridades sociales en beneficio de los intereses privados”, según la opinión del filósofo Daniel Bensaïd.…Y, en última instancia, parece claro que lo que ha ocurrido en Francia es un reflejo del voto del miedo. La sociedad francesa se muestra incapaz no ya de integrar sino tan siquiera de aceptar al inmigrante, al ‘otro’. Están muy recientes en sus retinas los sucesos de 2005 en la ‘banlieu’ parisina y en otras ciudades del país. Sarkozy ha prometido ‘limpieza’. Étnica, por supuesto.
Esperemos que esta marea conservadora de allende Los Pirineos no sea un indicativo del viraje de la vieja Europa hacia sociedades más herméticas y autoritarias.
didac.mur@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario