"Se puede afirmar que todos, y no sólo los grandes poderes económicos, mediáticos y políticos, hemos contribuido a la actual deriva por la que se conduce la Humanidad. Unos ejemplos pueden ser ilustrativos en este sentido"
DIEGO JIMÉNEZ
Noche y día desde la Estación Espacial Internacional. Foto tomada a 220 millas (unos 333 km. de altura).
Al calor del debate sobre la grave crisis económica y las soluciones que desde distintos ámbitos se aluden para salir de la misma, es corriente asistir a las propuestas de quienes sólo ven la solución en la necesidad de crecer más. Crecimiento entendido como más producción y más consumo. Al mismo tiempo, desde posiciones progresistas y de izquierda, se alude con frecuencia a la necesidad de dar pasos para la superación del marco capitalista. Pero el gran dilema en que se debate esa izquierda hoy es cómo conciliar la necesidad del mantenimiento de ciertos niveles de producción y consumo, necesarios para que la maquinaria industrial no colapse y ello lleve al incremento del paro, con los límites naturales del crecimiento en un planeta que se sabe tiene recursos limitados y en el que el incremento de las desigualdades y el ahondamiento creciente de la brecha que separa a los países del Norte rico de los del Sur depauperado, junto con otros factores que hablan de una crisis sistémica, añaden más elementos para la reflexión.
Desde unas posiciones y otras, lo cierto es que, inmersos en el análisis de las soluciones inmediatas para superar la crisis que atenaza a la civilización occidental, no se percibe que lo urgente consiste en superar el actual modelo en que vivimos, para dar pasos hacia el desarrollo, y no hacia el crecimiento económico ilimitado e insostenible. En días pasados, LA OPINIÓN daba cuenta del Informe Planeta Vivo 2010, de WWF, con el siguiente titular: «La humanidad necesitará dos planetas en 2030 para obtener recursos naturales»·. Dicho informe ahonda en algo que, en los últimos tiempos, ha cobrado plena actualidad: la necesidad de empezar a abandonar las tesis del crecimiento económico ilimitado para empezar a replantearnos nuestro modelo actual de consumo, tanto de materias primas energéticas como alimenticias. Además, la ONU viene reflejando anualmente en el IDH (Índice de Desarrollo Humano), una serie de elementos que llevan a considerar a un país plenamente desarrollado. Mabub Ul Haq, creador de ese informe, afirma que el objetivo principal del desarrollo es ampliar las opciones de la gente, en lo relativo a mayor acceso al conocimiento, mejor nutrición y salud, medios de vida más seguros, protección contra el crimen y la violencia física, una adecuada cantidad de tiempo libre, libertades políticas y culturales y un sentido de participación en las actividades comunitarias. El objetivo del desarrollo es crear un ambiente propicio para que la gente disfrute de una larga vida, saludable y creativa.
Se puede afirmar que todos, y no sólo los grandes poderes económicos, mediáticos y políticos, hemos contribuido a la actual deriva por la que se conduce la Humanidad. Unos ejemplos pueden ser ilustrativos en este sentido. Hacemos un uso abusivo del consumo eléctrico, como si esa energía fuera ilimitada y barata, pues disponemos de lavadoras y secadoras (en un país con alta insolación que convierte a este último electrodoméstico en algo totalmente prescindible), hornos y microondas y varios televisores; en muchas viviendas hay más de un vehículo a motor, por lo que no reivindicamos una mejora del transporte colectivo; producimos una gran cantidad de residuos; nos desplazamos de turismo al extranjero, incrementado así el insostenible crecimiento del tráfico aéreo… En definitiva: consumismo compulsivo.
Se me podrá objetar que, según la consideración que hice al inicio del artículo, la producción y el consumo sirven para mantener la producción y el empleo. Pero en los últimos tiempos se viene hablando de la necesidad de potenciar nuevos ´yacimientos´ de empleo en la educación y la cultura, el tiempo libre, el cuidado y mantenimiento de los ecosistemas naturales, la atención a las personas dependientes, el turismo sostenible… actividades que deberían estar financiadas por un sector público potente, con ingresos procedentes de otra fiscalidad, equitativa y progresiva. Caminando en esa dirección, muy alejada, por cierto, de las soluciones que hoy se están adoptando, estaríamos más cerca de vivir en sociedades plenamente desarrolladas y más saludables.
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