¿Puede considerarse de interés público la existencia de un vertedero situado junto a las pedanías de Valentín, Canara, la Pilá, Campillo de los Jiménez, a mil metros del embalse del Argos, junto a cultivos ecológicos, un hotel y un restaurante, y muy cercano a los acuíferos del Sinclinal de Calasparra? Para el ayuntamiento de Cehegín esa consideración tiene la planta de tratamiento de residuos que, desde noviembre de 2018, se ubica en la Sierra de la Puerta, muy cerca de la carretera que une Caravaca con Calasparra. 



Destinada inicialmente a tratamiento de residuos no peligrosos (RNP), contaba ya, desde primeros de 2012, con una declaración de impacto ambiental redactada por una empresa de Valencia. Según consta en dicha declaración, serían tratados los residuos inertes y no peligrosos de la industria de la construcción y ‘otras industrias’ procedentes de los Ayuntamientos y términos municipales de Cehegín, Calasparra, Caravaca, Moratalla y Bullas. Equidistante de Calasparra y Cehegín, a ocho kilómetros, de Caravaca al sur, a once kilómetros, y de Moratalla al oeste, a doce kilómetros, en el informe se obvia la existencia de otras zonas pobladas más próximas, como se ha dicho arriba.

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LA HISTORIA DE UN DESPROPÓSITO. El gobierno local del PP, liderado por José Soria, informó favorablemente en noviembre de 2011 sobre el expediente de la empresa, 3RS Gestión MA Sostenible, SL, que fue remitido a la Administración regional, organismo competente para aprobar dicha instalación. En septiembre de 2012, la dirección general de Territorio y Vivienda autorizó la instalación de dicha planta en suelo no urbanizable, por considerarlo de ‘interés público’. Tras el preceptivo periodo de alegaciones, el ayuntamiento de Cehegín dio su conformidad a la instalación de la planta y, en febrero de 2013, la dirección general de Medio Ambiente emitió la autorización ambiental integrada para el proyecto. 

Pasados tres años, en 2016, la empresa volvió a solicitar a la Administración regional autorización para verter residuos sólidos urbanos (RSU), algo que comunicó al ayuntamiento de Cehegín, cuya junta de gobierno, en esta ocasión, acordó el 18 de abril que las autorizaciones con las que contaba esta actividad no permitían los nuevos vertidos.

Pero las pretensiones de la empresa se vieron satisfechas. Con fecha 5 de diciembre de ese año (2016), la dirección general de Calidad Ambiental, de la consejería de Agua, Agricultura y Medio Ambiente, había hecho público en el BORM el procedimiento de modificación sustancial de lo que en principio estaba previsto que fuera una planta de reciclaje de materiales inertes de la construcción, que se convertiría así en un vertedero de basuras de grandes dimensiones. La empresa encargada del proyecto aceleró los trabajos de movimiento de tierras. Los ayuntamientos de Cehegín y Calasparra, en reunión convocada a mediados de ese mes de diciembre con el fin de fijar las líneas de acción, y a la que acudían representantes de las pedanías más directamente afectadas, así como de diferentes partidos políticos, explicaban que harían todo lo posible para evitarlo. 

En esas fechas, Francisco González, de la Asociación de Vecinos de Canara, ya hacía notar que la inicial declaración de impacto ambiental se la habían saltado ‘a la torera’ y reiteraba la denuncia de la proximidad de la planta de residuos a núcleos como Canara, a dos kilómetros; Valentín, a 2,5 kilómetros; el embalse del Argos, a unos escasos quinientos metros, etc.

En enero de 2017, el ayuntamiento de Cehegín dio a conocer que se estaban desarrollando diversas iniciativas encaminadas a tratar de rechazar la petición de ampliación del vertedero, tal y como apareció publicado en el BORM del pasado diciembre, con la presentación el 29 de ese mes de unas alegaciones ante la Comunidad Autónoma, así como un recurso de revisión de oficio y extraordinario de revisión. A juicio de Juan Felipe Pérez, de la Asociación de Vecinos de Valentín, dicha actuación, así como la presencia de la corporación municipal ceheginera en la manifestación vecinal convocada, era mero ‘postureo’. 

COMIENZA LA MOVILIZACIÓN VECINAL. En enero de 2017, los colectivos vecinales de las pedanías de Valentín, Canara y El Campillo de los Jiménez, entre otras, convocaron una manifestación contra ese vertedero de RSU junto al embalse del Argos. La marcha transcurrió desde el pantano hasta la zona donde se ubicaría esa instalación en la Sierra de la Puerta y se sumaron los ayuntamientos de Calasparra y Cehegín. Según informaciones de la prensa, el diputado regional del PP por el Noroeste, José Soria, exalcalde de Cehegín, había afirmado en días anteriores que la directora general de Ordenación del Territorio, Nuria Fuentes, le había trasmitido que la autorización de ampliación del vertedero iba a ser revocada. Sin embargo, el vecindario afectado recelaba de ese anuncio, como después pudo constatarse. 

La protesta contó con el apoyo explícito de Izquierda Unida-Verdes, Podemos y Ciudadanos, que lo manifestaron en sendos comunicados. El 23 de febrero de 2017, día en que los vecinos y vecinas se concentraron ante la Asamblea Regional, todos los grupos del Parlamento murciano votaron a favor de una propuesta para evitar esa instalación de reciclaje de RSU. Meses después, nada había cambiado. El líder vecinal Juan Felipe Pérez afirma: «Cuando íbamos al Ayuntamiento de Cehegín, nos lo negaban todo; decían que la planta trataría residuos inertes y no peligrosos». Pero, según él, «en esa coletilla de residuos no peligrosos se engloban más de cien sustancias».

Por eso, el vecindario persistía en su lucha. En 2018 interpusieron denuncia, a través del juzgado número 2 de Caravaca, que en estos momentos se encuentra en la Audiencia Provincial. La peligrosidad de la instalación quedó demostrada con el incendio que afectó al vertedero en agosto de 2019.  

SITUACIÓN ACTUAL. Juan Felipe Pérez nos informa de que se ha procedido a construir el segundo vaso del vertedero, cuya capacidad total prevista es de 1,3 millones de toneladas de residuos y que entran camiones herméticos cuyo contenido se desconoce. Lamenta el silencio de la Confederación Hidrográfica del Segura y de las organizaciones ecologistas, así como el cansancio del vecindario afectado por la inacción de las autoridades municipales y regionales. Por último, advierte del evidente peligro de que, tras unas lluvias torrenciales, los lixiviados pudieran llegar al pantano del Argos. Ángeles Trujillo, vecina de Calasparra, piensa que está pendiente el debate sobre nuestro modo de vida y consumo y, en consecuencia, sobre cómo tratar los RSU que generamos. Las normativas medioambientales, afirma, se han contemplado ‘de refilón’, en una zona de alto valor estratégico, por la proximidad del embalse. Considera que había intereses políticos que esperaban que lo del vertedero podía ser un ‘maná’, y denuncia que las personas de la zona se han sentido engañadas por los alcaldes de los dos municipios. Así mismo, desconfía del seguimiento e inspección que se le esté realizando a esa instalación. Por su parte, el ceheginero Santos López Giménez, en entrevista radiofónica del pasado septiembre, calificó de «una insultante afrenta» la presencia de las autoridades de los municipios afectados en la manifestación de enero de 2017, a su juicio, un «contumaz regodeo en la concupiscencia», un ‘lavado de cara’, como la asistencia de aquéllas a la manifestación habida frente a la Asamblea Regional. «Es imposible que los miembros de PSOE y PP no estuvieran al tanto de los permisos que obraban en poder de la empresa que gestiona ese perverso vertedero», enfatiza. A este vecino, que también denuncia la existencia, hace casi ya treinta años, del vertedero de las pedanías cehegineras de El Escobar y El Ribazo, le preocupa la contaminación de acuíferos y la amenaza permanente sobre el medio natural de este tipo de instalaciones.