jueves, 22 de enero de 2015

Pedro Luis Moreno Martínez: “La Región de Murcia, como otras regiones de España, fue receptiva al estímulo cultural de las Misiones Pedagógicas”

El director del Centro de Estudios de la Memoria Educativa (CEME) de la Universidad de Murcia intervino en la tercera charla de las actividades paralelas de la Exposición sobre las Misiones Pedagógicas que hasta el próximo día 13 de febrero se exhibe en Murcia.

Diego Jiménez/Murcia.

“Las Misiones Pedagógicas respondían a un fin: la mejora de un pueblo, de un país, de la Cultura”. Con estas palabras abría su exposición, titulada “Las Misiones pedagógicas en la Región de Murcia”,  el catedrático de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia (en adelante, UMU) Pedro Luis Moreno Martínez, director, así mismo, del Centro de Estudios de la Memoria Educativa (CEME),  en acto desarrollado el pasado día 2o de enero en el Salón de Grados de la UMU y presentado por José Miguel García Cano,  director del Museo de esa institución docente.

El profesor Pedro Luis Moreno Martínez, a la derecha de la imagen, presentado por J. Miguel García Cano


La charla se inscribía en el ciclo de actividades paralelas a la exposición sobre las Misiones Pedagógicas que hasta el próximo día 13 de febrero se encuentra instalada en el Museo de laUMU, en el antiguo Cuartel de Artillería de la capital, y que ha sido organizada por la Asociación de Pensionistas y Jubilados de STERM Intersindical,  el CEME y otras facultades de la UMU. En las líneas que siguen, ofrecemos una amplia reseña del contenido de esa conferencia.


José Luis Moreno comenzó afirmando que la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931 propició recuperar y rejuvenecer los ideales que anidaban en el liberalismo progresista y en el socialismo histórico, tendentes a la reforma del sistema educativo, una condición necesaria para los republicanos para transformar España y para que el nuevo Estado republicano arraigara entre la población.

Un mes y medio después de la proclamación de la II República, se difundía un decreto para constituir el Patronato de Misiones Pedagógicas, con una estructura básica: una comisión central radicada en Madrid y delegaciones locales.  Mes y medio más tarde era nombrado el presidente de dicho Patronato, Manuel Bartolomé Cossío, director, por oposición,  del Museo Pedagógico Nacional desde 1883 y primer catedrático de Pedagogía en la universidad española, en 1904. Una personalidad de primer orden de la Educación de finales de XIX y primeras décadas del XX. El secretario fue Luis Álvarez de Santullano. En este elenco de personalidades tenemos también, en la comisión central, personalidades tan relevantes en el ámbito de la cultura como Rodolfo Llopis, director general de Primera Enseñanza, Antonio Machado, Enrique Rioja, Francisco Barnés...

Entre las finalidades del Patronato, se establecía el  asesoramiento al maestro; llevar  a las gentes, con preferencia las que habitaban en el ámbito rural, el aliento del progreso y de la cultura, y la educación cívica. En efecto,  Las Misiones Pedagógicas pretendieron también a llevar a cabo una revolución democrática, con el apoyo en la cultura, y una aspiración a la justicia social que rompiera el abismo tradicional entre las ciudades y el ámbito rural. Utilizando las bibliotecas circulantes y fijas, el museo del pueblo, audiciones musicales, teatro….Y también una orientación pedagógica que pretendía efectuar visitas de misioneros y profesores a centros de enseñanza, celebrando sesiones o jornadas pedagógicas, activando lo que hoy denominamos formación permanente del profesorado.

Moreno Martínez destacó en su alocución que Cossío tenía claro que lo importante en este proceso era la figura del maestro, ideas que ese intelectual expuso con ocasión de la inauguración de las primeras escuelas graduadas de España, en Cartagena, en 1900. Pero, por analogía, en las Misiones lo insustituible era la figura del misionero, con unos requisitos mínimos entre los que contaba el sentirse atraído por las orientaciones dadas a esas Misiones, así como tener la capacidad de comunicación de esas ideas hacia el pueblo.

Elemento fundamental era el talante con el que estas personas serían capaces de llevar a cabo esa tarea, para la que se contaría también con estudiantes interesados en el campo de las ciencias, la literatura, el arte…y poseedores, al mismo tiempo, de la empatía, la sensibilidad y la prudencia para aproximarse al pueblo respetando su cultura. Sin olvidar, según el profesor Moreno, la pieza fundamental en este proceso: los maestros rurales, mediadores entre la aldea y los misioneros.

Misiones Pedagógicas ambulantes

La primera se llevó a cabo en Ayllón (Segovia), en diciembre de 1931. Cossío redactó unas palabras en las que, entre otras cosas, destacaba que “somos una misión ambulante, que quiere ir de pueblo en pueblo, una escuela donde no hay libros de matrícula, donde no hay que aprender con lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas, como en otro tiempo, porque el Gobierno de la República que nos envía nos ha dicho que vengamos, ante todo, a las aldeas más pobres, más escondidas y abandonadas, y que vengamos a enseñar algo, algo que no sabéis por estar siempre solos y tan lejos […] y porque nadie, hasta ahora, ha venido a enseñaros. Pero que vengamos también, ante todo, a divertirnos”.

Las Misiones en la Región de Murcia

En nuestra Región se llevaron a cabo dos Misiones Pedagógicas ambulantes: la primera, en marzo de 1933, y una segunda, en plena etapa del gobierno radical-cedista,  el mismo que recortó los recursos del Patronato, en marzo de 1935.

Las Misiones Pedagógicas ambulantes se llevaron a cabo a petición de las comisiones provinciales de primera enseñanza, de algún miembro del patronato o de personalidades relevantes del lugar. En la primera misión ambulante de Murcia, la Memoria del Patronato nos informa que ésta, que tenía el carácter de una misión de orientación, se llevó a cabo a partir de los requerimientos de la Universidad Popular de Cartagena y de la Escuela Normal de Magisterio de Murcia. Los misioneros designados por el Patronato para llevar a cabo esa tarea en la Región de Murcia fueron los docentes Matilde Moliner y Pablo de Andrés Cobos y el estudiante Antonio Sánchez Barbudo, que contaron con la colaboración de Carmen Conde y Antonio Oliver.

Esta primera actividad misionera tuvo una gran acogida y un gran seguimiento  por la prensa local y regional. La primera actuación se dio en la sede de la Universidad Popular de Cartagena. Luego, en Cabo de Palos, primera 'misión marítima' que se llevó a cabo en España, al decir de Carmen Conde. Y posteriormente, en Fuente Álamo, en el teatro Guerrero, de cuyas sesiones la prensa regional destacó el sesgo de exaltación republicana que acompañaba a la misma.Tras el Campo de Cartagena, los misioneros se adentraron en tierras de Lorca, en Zarcilla de Ramos, lugar que, por su penuria y miseria, impresionó vivamente a Carmen Conde.

La segunda misión ambulante se llevaría a cabo dos años después, en plena etapa del gobierno radical-cedista.  No precisó de misioneros designados por Madrid, por la confianza que el Patronato tenía en las personas de  Carmen Conde y Antonio Oliver. En esta ocasión, se llevaron a cabo dieciséis sesiones en distintas pedanías de Murcia, como Valladolises (a cuya misión asistió el niño Antonio Pérez Crespo, el que años más tarde sería el primer presidente del ente preautonómico de Murcia), Corvera, La Murta; en Cañadas del Romero (Mazarrón) y en Campillo de Adentro, La Azohía y El Albujón, en la zona de Cartagena. Las actividades se desarrollaban en las propias escuelas de esos lugares e incluso en la playa. En esas sesiones se hacían audiciones de discursos del “Memorial de la Palabra”, extraídos de personajes célebres como Cossío, Ortega y Gasset, Unamuno…, se oía música clásica y popular y se recitaban poemas de Juan Ramón Jiménez, Machado, Tagore o de la misma Carmen Conde, que en ese momento había publicado su libro “Júbilos”. También se daban charlas divulgativas sobre temas varios y se proyectaban películas.

El Museo del Pueblo

Otro de los servicios del Patronato de Misiones Pedagógicas fue el Museo del Pueblo, que pretendía acercar a las gentes las grandes obras pictóricas del patrimonio artístico español, y en el que tuvo una implicación directa Cossío, como historiador del arte y especialista en la obra de El Greco.  Cossío seleccionó las obras que iban a conformar las dos colecciones para ese Museo circulante, con cuadros de Berruguete, Sánchez Coello, El Greco, Velázquez, Zurbarán, Murillo y Goya. Y en la medida en que se planteó llevar reproducciones de gran calidad, ello requería buscar los pintores capaces de llevar a cabo esa tarea de copista. Se eligieron tres jóvenes pintores: Eduardo Vicente, Juan Bonafé  y el joven pintor murciano Ramón Gaya, de apenas 22 años de edad, y que nunca había reproducido una obra, no obstante lo cual  acertó plenamente con su copia Los fusilamientos de La Moncloa, de Goya. Otras obras reproducidas por Gaya fueron La nevada, de Goya, El retrato del príncipe Don Carlos, de Sánchez Coello, El niño Dios pastor, de Murillo, El sueño de Jacob, de Ribera, y La infanta Margarita, de Velázquez.

Ramón Gaya  fue el único de los pintores copistas que se convertiría en misionero, pues se quedó cautivado con la personalidad de Cossío, el cual le advertiría, entre otras cosas, que no fuera hacia las gentes en plan prepotente, pues el objetivo era enseñar a las personas de los distintos pueblos de España esos tesoros del patrimonio nacional. El Museo del Pueblo, con Ramón Gaya, Antonio Sánchez Barbudo y Luis Cernuda al frente, estuvo en varias localidades de la Región (Águilas, Mula, Mazarrón…), por periodos de una semana, con una notable acogida por la prensa regional. 

Servicio de Bibliotecas

A María Moliner le encargó el Patronato la selección de las obras que habrían de nutrir las bibliotecas destinadas a los colegios nacionales. Fueron escogidas cien obras, que constituirían el elenco inicial de esas bibliotecas fijas. Obras de literatura, arte, ciencias aplicadas, historia, geografía, botánica….En los dos primeros años había registrados ya más de 400 mil lectores, con más de dos millones de lecturas.

La Región de Murcia, que en los inicios de los años 30 tenía unas tasas de analfabetismo superiores a la media nacional -por encima del 49% (39% en los hombres y del 59% en las mujeres)-,  no fue, sin embargo,  uno de los lugares más beneficiados por este servicio de bibliotecas. Entre los años 1933 y 1935 se implantaron en Murcia un total de 72 bibliotecas, un 1,6 % de todas las repartidas por  el país. Se instalaron, en su mayor parte, en los colegios y en otras instituciones, como en la Universidad Popular de Cartagena, en el destructor de la Armada “Almirante Ferrándiz” o en la sede de las JJ Socialistas de Murcia. Aunque cuantitativamente su número era inferior al de otras zonas de España, estas bibliotecas, cualitativamente, provocaron un fuerte impacto, pues contribuyeron a la dinamización cultural de los lugares en que se ubicaron.  En las Memorias del Patronato se aludía al afán por saber que había en algunas poblaciones.

Otras iniciativas singulares: la Universidad Popular de Cartagena y las Misiones de la Escuela Normal de Magisterio de Murcia.

La Universidad Popular de Cartagena (UPCT), creada en el verano de 1931 por iniciativa de Carmen Conde y Antonio Oliver, comienza sus actividades en el mes de diciembre de ese año.  Sus cometidos y actividades nos recuerdan a los de las Misiones Pedagógicas: a la divulgación de la cultura al pueblo, con instalación de cátedras ambulantes para que esa cultura llegara a todos los rincones, se añadía un recurso fundamental: las bibliotecas.

La UPCT fue, de hecho, una delegación del Patronato, pues contó desde sus inicios con su apoyo constante a lo largo de toda la etapa republicana. Una de sus actuaciones fue la puesta en marcha del ‘cinema educativo’. Carmen Conde era miembro del Comité Español del Instituto Internacional de Filmografía Educativa, razón por la cual impulsó sesiones cinematográficas por distintas zonas de Cartagena.  

La UPCT quiso dotarse de una cinemateca propia. El propio Antonio Oliver grabó un documental, Los molinos del Sureste, documental que se exhibió en la sede del Patronato en Madrid y que hoy, por desgracia, está desaparecido.

La Escuela Normal de Magisterio de Murcia

La II República impulsó la reforma de los planes de estudio de las Escuelas Normales, lo que propició un mayor compromiso con la renovación pedagógica y una mayor presencia social de aquéllas en la población.

El  director de la Escuela Normal de  Murcia, Domingo Abellán, y el secretario de la misma, Eugenio Úbeda, propondrán al Claustro, en 1933, la implantación de unas Misiones Pedagógicas normalistas. Entre sus actividades,  destacamos la constitución de una masa coral y de un grupo de teatro, con representaciones de pasos de Lope de Rueda y de algunos entremeses cervantinos; recitales de poesía, y conferencias sobre temas diversos. Estas misiones pedagógicas normalistas propiciaron reuniones con las autoridades locales, con maestros, con la inspección… Sus actividades cubrieron tres etapas: la primera, entre febrero y abril de 1933, con actuaciones en poblaciones como Alhama de Murcia, Cabezo de Torres, El Palmar, Lorca, Alcantarilla y Espinardo. En el Teatro Romea de Murcia, intervino el director general de Primera Enseñanza, Rodolfo Llopis, en un homenaje a Giner de los Ríos.

La segunda etapa, de febrero a mayo de 1934,  es de mantenimiento. Y se desarrolló, entre otras poblaciones, en La Ñora, Alcantarilla, Archena, Albudeite, Torres de Cotillas, con una novedad: ediciones radiofónicas.

Una tercera etapa, de decadencia, se dio en el curso 34-35, con presencia, así mismo, de las emisiones  radiofónicas.

El profesor Moreno Martínez concluyó su disertación afirmando que la Región de Murcia, como otras regiones de España, fue receptiva a ese estímulo cultural, el de las Misiones Pedagógicas; estímulo cultural que conllevó un proceso de democratización y el desarrollo de un sentido de ciudadanía y  de progreso social que haría posible un enriquecimiento y la normalización de ese pueblo perdido, el de la Región de Murcia.

Juan Ramón Jiménez se refería a los misioneros  como los ‘marineros del entusiasmo’. En ese sentido, la Región de Murcia contó con muchos de ellos, venidos, en algunos casos de fuera: Matilde Moliner, Pablo A. de los Cobos, Sánchez Barbudo… más algunos que venían de fuera, pero que eran de aquí, como Ramón Gaya, y otros de aquí, “que transmitieron su entusiasmo a sus convecinos”, tales como Domingo Abellán, Eugenio Úbeda y otros maestros y personajes anónimos. Todos contribuyeron con su entusiasmo a hacer partícipe al pueblo de la Región de Murcia de un ideal de cultura, de democracia y de modernidad. Un ideal que se trasladó al pueblo, con una respuesta positiva a todo lo que se le estaba ofreciendo,  y que es fácilmente perceptible en el rostro de las personas destinatarias de las actividades programadas por el Patronato o impulsadas –en ese afán de emular lo que el Patronato hacía- por la UPCT o la propia Escuela Normal de Murcia. Realmente, las Misiones Pedagógicas constituyeron una labor encomiable, un sueño hecho en gran parte realidad y lamentablemente truncado por la Guerra Civil.


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