Corrió a cargo de Pedro María
Egea Bruno, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Murcia,
en un Salón de Grados de la Facultad de Derecho que, como viene siendo
habitual, se hallaba abarrotado de público.
Diego Jiménez/Murcia.- En su exposición, muy bien documentada y
con un soporte audiovisual que ‘enganchó’ desde el primer momento al auditorio,
Egea Bruno comenzó afirmando que la
monarquía supuso la continuidad del franquismo sin traumas, de manera que, como
en el testamento de Franco, todo quedara “atado y bien atado”. Pasó revistas a
los hechos más destacados de esa Transición, como los cambios económicos, el
nacimiento del movimiento vecinal, la nueva estructura de clases sociales y, en
paralelo, el auge de los grupos de la extrema izquierda, sin olvidar las
referencias a los cambios en la Iglesia y en el Ejército. Analizó las etapas de
los últimos momentos del régimen, con los gobiernos de Carrero Blanco y Arias Navarro, para destacar que, tras la
caída del régimen de los coroneles en Grecia y el fin de la dictadura
salazarista en Portugal, el franquismo era la única dictadura que se mantenía
en el continente.
Los
iniciales cambios políticos del tardofranquismo vinieron de la mano de la Junta
Democrática y del renacido PSOE. Pero es tras la muerte del dictador, el 20 de
noviembre de 1975, cuando se inicia la transición a la monarquía, con la
oposición de la izquierda social y política, que propugna la ruptura
democrática y la lucha por las libertades y la amnistía. El régimen se resiste,
con hechos tan lamentables como los sucesos de Vitoria y Montejurra, pero en
abril de 1976 el nacimiento de la Platajunta supone la consolidación de una “ruptura
pactada”, gracias, entre otras cosas, a las renuncias del PCE. Con el gobierno
de Adolfo Suárez asistimos al
proyecto de reforma política, presentada en las Cortes en noviembre de 1976 y
votada en referéndum el 15 de diciembre.
El
Congreso del PSOE, celebrado en España en diciembre de 1976 sin estar legalizado
dicho partido, la posterior legalización del PCE en abril de 1977 y las
elecciones legislativas de junio de ese año se producen en un contexto de la
desaparición de la izquierda rupturista. Así, los grupos del
franquismo residual aceptan la Transición a cambio de la amnistía. Otros retos
del nuevo régimen son el diseño de las autonomías y la redacción de la
Constitución.
Egea
Bruno concluyó su intervención con una exhaustiva exposición sobre el desgaste
del gobierno de Suárez, acosado por múltiples frentes, y con una referencia a la
reunión de Lérida de finales de 1980, un precedente inmediato del golpe de Tejero de febrero de 1981, sobre el que
se ha tendido un pacto de silencio que ha contribuido al fortalecimiento de la
monarquía.
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