martes, 16 de junio de 2020

DEGRADACIÓN DEL CAMPO Y TRABAJO ESCLAVO

https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2020/06/16/degradacion-campo-trabajo-esclavo/1121638.html#EnlaceComentarios

Han pasado los años, pero aún conservo frescos en la retina y en mi memoria olfativa los paisajes, colores y olores del Campo de Cartagena de mi infancia, anterior a la llegada de las aguas del Trasvase. El campesinado se afanaba en arrancar de unos terrenos salitrosos, con su incansable esfuerzo, cosechas de algodón, tomates, melones, pimientos de bola, sandías…
Paisaje adornado por el giro de las aspas de los molinos de viento, con su velamen blanco, moviendo los cangilones de la noria que extraían el agua del pozo para llenar las balsas de riego. Aquellos pozos del acuífero, muy superficial entonces, pero con un agua escasa a la espera de la larga y demandada llegada de las aguas foráneas, contribuían a mantener el apego del campesino a la tierra,
con unos cultivos que, hoy, he llegado a comprender que eran sostenibles medioambientalmente.

Evoco también aquellas salidas con mi familia al Mar Menor, esa laguna litoral única en el Mediterráneo. Tiempos difíciles en los que la economía familiar sólo permitía alguna que otra escapada para que nos diéramos un baño, a la espera de la tortilla de patatas y el conejo frito con tomate y pimiento para la comida del mediodía, que mi madre custodiaba en la fiambrera. En aquella
playa de Los Nietos aún nos era dado en aquellos tiempos disfrutar de aguas limpias en las que, a veces, detectábamos la presencia de ese simpático caballito de mar, hoy ausente.

Han pasado los años y aquel paisaje campesino y ese Mar Menor de mi
infancia han fenecido. La presión demográfica sobre las riberas de la albufera
litoral, la actividad agrícola incontrolada, la apertura de la gola del Estacio y los
desechos de metales pesados de la minería aportados por la rambla del Llano
del Beal la han llevado a su lenta agonía y, de paso, han degradado y
desnaturalizado el paisaje del Campo de Cartagena. Por eso, en la medida en
que aún resuenan en nuestros oídos los ecos de la protesta vecinal de hace unos
días por la muerte, tantas veces anunciada, de esos espacios otrora tan bien
conservados es bueno detenerse en señalar responsables.

No podemos obviar la responsabilidad directa de quienes durante 25
años han estado al frente del Gobierno de la Comunidad Autónoma de Murcia
(CARM), que, sin duda alguna, se dejan llevar por la presión del lobby
empresarial agroexportador, que ha hecho del Campo de Cartagena uno de sus
territorios donde hacer buen negocio.

Miguel Ángel Esteve, profesor de Ecología de la UMU y miembro de
Ecologistas en Acción (EeA), denunciaba a este respecto que “sectores
influyentes de la sociedad murciana y especialmente sus poderes públicos
alientan desde hace tres décadas la expansión ilimitada de la actividad agraria
industrial en el Campo de Cartagena […] perturbando los ciclos locales de
nitrógeno y fósforo, contaminado los acuíferos más superficiales y generando un
proceso de eutrofización de la albufera del Mar Menor”.

Y según EeA, cuando en la Región de Murcia la falta de aplicación de la
normativa europea, por parte de la Comunidad Autónoma de Murcia, en
materia de contaminación por nitratos de origen agrícola ha sido reconocida en
múltiples documentos como la causa de la degradación ambiental del Mar
Menor, el consejero de Agricultura y Agua, Antonio Luengo, haciendo suyas
las declaraciones de ciertos sindicatos agrícolas y grandes productores agrarios,
no tiene empacho alguno en afirmar que “el lobby ecologista ha ganado el pulso
al sector agrícola y ganadero”. Y mientras que la Unión Europea decide
aumentar las áreas naturales protegidas terrestres y marinas hasta un 30% de la
superficie, el Gobierno de la CARM modificó, hace unos días, la Ley Regional de
Medio Ambiente para permitir incrementos de un 30% de emisiones
contaminantes, sin nueva Evaluación de Impacto Medioambiental, según nos
recuerda EaA.

Muerte lenta de nuestra albufera. Degradación de nuestro paisaje agrario
litoral. Y unas víctimas invisibles: los jornaleros agrícolas del Campo de
Cartagena, que, las más de las veces, caen en las redes, hasta ahora también
invisibles, de mafias que omiten los más elementales derechos laborales y
humanos que asisten a quienes, con su sudor, extraen el producto de la tierra.
Hace unos días, LA OPINIÓN daba cuenta de una operación llevada a
cabo por la Unidad contra las Redes de Inmigración y Falsedad documental
(UCRIF) de la Policía Nacional que concluyó con la detención de 19 personas en
Murcia, entre ellos los responsables y encargados de un entramado criminal
presuntamente autores de delitos contra los derechos de los trabajadores.
Yolanda Díaz, ministra de trabajo, ha sido la encargada de introducir
estas inspecciones en el campo. Y la reacción de los sectores empresariales no se
ha hecho esperar. Félix Barián, presidente de ASAJA, vino a afirmar que como
no se retiren las inspecciones “no vamos a ser pacíficos”, en clara amenaza a la
ministra por haber repartido entre los trabajadores del campo un cuestionario
sobre condiciones laborales.

Estas inspecciones, en tiempos atrás, han venido siendo inexistentes o
muy permisivas con la situación de explotación laboral en el campo. Mi amigo
marroquí que vive ya veinte años entre nosotros y conoce el Campo de
Cartagena como la palma de su mano, me dice que, en efecto, la laxitud de la
Inspección de Trabajo ha venido siendo la norma y la causa principal de lo que
sucede. Me aclara que los inspectores no han ido a visitar casi nunca
directamente a los trabajadores y que el empresario estaba avisado, casi
siempre, de esas visitas.

Muchas empresas contratan a través de una Empresa de Trabajo
Temporal, que impone unas condiciones leoninas: ausencia de contratos para
gente ‘sin papeles’; trabajos a destajo, mal pagados, superando las ocho horas
estipuladas en el convenio con ingresos diarios del trabajador que no superan,
en muchos casos, los 25 euros. Se lamenta de que la Inspección no disponga de
una sede, cerca de las explotaciones agrarias, donde tramitar las quejas.
Respecto de las condiciones de habitabilidad de las viviendas que ocupan
los jornaleros, aunque éstas no son las muy lamentables de Huelva, es cierto que
los inmigrantes del Campo de Cartagena ocupan, a veces hacinados, viviendas
en mal estado de herederos que renuncian a las mismas o directamente casas
desocupadas antiguas.

Cuando legítimamente estos días se exigen soluciones para el espacio
físico del Mar Menor y el Campo de Cartagena, no podemos obviar, pues, el
drama humano de quienes sufren para seguir contribuyendo, con su sudor, a
que el sector agrario y ganadero aporte un 6% del PIB regional.

No hay comentarios: