martes, 31 de marzo de 2009

NECESARIO LAICISMO


(Artículo publicado en LA OPINIÓN de Murcia/ 31-03-09)



Dicen algunos de mis buenos amigos que leen habitualmente mis artículos que consigo darles un tratamiento respetuoso. Pero no faltar al respeto a personas e instituciones no significa renunciar a la vehemencia. Y vehemente hay que ser cuando se contempla la intransigente actitud de la jerarquía católica ante temas que esta sociedad española tiene ya superados. Me voy a referir a dos cuestiones de candente actualidad: el debate sobre el aborto y, ligado al mismo, el de uno de los medios para evitar el embarazo, el uso de preservativos. Vaya por delante mi absoluto respeto a las convicciones religiosas de cada persona (de hecho, me precio de tener amigos y amigas integrantes de comunidades cristianas de base e incluso algún que otro cura). Pero siento una especial grima ante la actitud retrógrada de la Jerarquía católica en bastantes aspectos.

En lo que se refiere al tema del aborto, me sorprende que la virulencia especial que destila monseñor Camino, presidente de la Conferencia Episcopal, defendiendo el derecho a la vida no se corresponda con una actitud similar para denunciar los ataques a este derecho en zonas incursas en guerras y hambrunas. No es corriente ver a obispos en las manifestaciones contra las guerras que, ésas sí, se llevan por delante muchas vidas inocentes. Como también me asombra que este debate obnubile la mente de nuestros prelados hasta el extremo de que sean incapaces de percibir que el paro y la pobreza, inherentes a la crisis que atraviesa nuestro país, son también un atentado al elemental derecho a una vida digna. Una vida que con tanto énfasis dicen defender cuando se trata de un “nasciturus”, un embrión-feto sobre el que la Ciencia aún no se ha pronunciado definitivamente respecto del carácter humano del mismo.

Siempre he pensado que la Iglesia ha sido, y sigue siéndolo, una institución caduca que hoy ha avanzado algo, al abandonar su querencia por la condena al infierno a las ovejas descarriadas del redil, pese a lo cual sigue mostrando una particular propensión a la condena de excomunión. Todos recordamos el caso reciente de una niña brasileña de nueve años, embarazada, excomulgada junto a su madre, a las que la jerarquía de aquel país les facilitó un billete de ida, sin retorno, hacia el infierno por haber decidido ambas el derecho a abortar de la menor. Aunque, con seguridad, el conocimiento del infierno lo habrían experimentado en vida de haber continuado ese embarazo, pues no de otra manera hay que interpretar la grave responsabilidad que, para ambas -pero sobre todo para una niña de sólo nueva años inmadura, no preparada, evidentemente, para afrontar la maternidad a tan temprana edad- hubiera supuesto sacar adelante a una criatura no deseada.

¿Y qué decir de las diatribas papales en su reciente viaje a África propugnando la abstinencia como medio de control de a natalidad y, consecuentemente, la condena del condón? En un continente donde los casos de VIH (sida) crecen exponencialmente, esas afirmaciones no sólo son un insulto a la inteligencia sino que constituyen, por sí solas, un ataque a la vida que la Iglesia dice defender. El problema es que esa institución, que, en opinión del prestigioso teólogo Hans Khun, está regida por un papa que ha retrocedido en cuestiones de dogma al siglo XI, sigue condenando la sexualidad y entiende sólo el contacto hombre-mujer en la dimensión de la concepción. Y así les va: falta de vocaciones, pervivencia del celibato sacerdotal, propiciador de tantos casos de pederastia, discriminación de la mujer en el acceso al sacerdocio, pérdida notoria de ‘clientela’ en los oficios dominicales… Si la Iglesia quiere recuperar credibilidad y ocupar un espacio en una sociedad como la española habrá de abandonar para siempre sus retrógradas consignas. Si el Gobierno hubiera dado pasos decididos hacia el laicismo, a la jerarquía se le habrían bajado los ‘humos’.

2 comentarios:

Sarashina dijo...

No es un buen camino, y valga la redundancia, el que lleva la iglesia. Estos últimos desvaríos son ya el colmo. No sé si leíste el artículo de un teólogo hace unos días en Público. Es una tendencia modernizadora, sensata y equilibrada que sigue un grupo de cristianos solidarios y que no están de acuerdo con su jerarquia actual.
En lo que no estoy de acuerdo contigo es en que el matrimonio clerical solucionara los problemas de pederastia. Lo digo siendo partidaria de él, o sea, de que los curas tengan su pareja, incluso de que las mujeres cristianas accedan al sacerdocio. Pero el asunto de la pederastia va por otro lado. Quiero decir que hay un porcentaje de gente con esas repugnantes tendencias en la sociedad, reciben el rechazo social y les cae la ley encima, pero no son curas y sorprende menos, por decirlo de algún modo. No creo que entre los curas haya un porcentaje mayor, pero cuando saltan son mucho más visibles, sobre todo porque la iglesia, lejos de apartarlos, los protege. Por otra parte, son personas tormentosas que pueden buscar refugio en una institución como la iglesia por dos razones, porque eso los aleja de sospechas y por otra parte porque pretenden compensar así su tendencia. La iglesia tiene la responsabilidad de no darles cobijo y de no ocultarlos ni protegerlos. Ese ha sido uno de sus errores.

alfonso dijo...

algunas actitudes y decisiones de la iglesia no tienen defensa en la actualidad,pero las abominables acciones de unos pocos echan por el suelo el trabajo de otros muchos