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Diego
Jiménez/Murcia .- Enorme fue la expectación que la presencia del
diputado de IU por Málaga,
Alberto Garzón, levantó en su visita a la Región,
con sendas charlas en Molina de Segura, en el Centro Cultural “Las Balsas” (acto
organizado por la Coordinadora Interbarrios de ese municipio) y Murcia, en el
Centro Cultural “Puertas de Castilla” (en un acto de IU-Verdes), local que se
quedó pequeño para acoger al público asistente, por lo que muchas personas no
pudieron acceder al lugar.
En el acto de Murcia -en el contexto de la
campaña “Hay alternativas” de IU- , presentado por la concejala de IU-Los Verdes
en el Ayuntamiento de Murcia,
Esther Herguedas, a quien acompañaba el
diputado y coordinador regional
José Antonio Pujante, Alberto Garzón
comenzó diciendo, en su salutación inicial, que esa alta asistencia de gente
constituía un “símbolo” de los tiempos que corren y evidenciaba, además, el
desprestigio de la “política institucional”.
¿Hay alternativas a esta
crisis, que además de económica, es política, ecológica, social, de valores…?
Alberto Garzón expuso que, en los inicios de la crisis, allá por 2008, la
pregunta recurrente que se le formulaba era la siguiente: “Alberto, ¿tú cuándo
crees que acabará esta crisis?”, en alusión al carácter coyuntural que se
suponía tenía aquélla. Hoy, sin embargo, la demanda más frecuente que se le
hace, incluso procedente de diputados del PP, es otra: “Alberto, ¿tú dónde
meterías tus ahorros?”, pregunta que supone la aceptación de que esta crisis es
claramente estructural.
Una crisis multidimensionalGarzón
recordó que, hasta ahora, a los jóvenes se les inculcaba la conveniencia de
estudiar primaria, secundaria, la universidad, idiomas, máster, etc., para tener
acceso a un trabajo (más o menos estable) y a una vivienda (aun alargando el
plazo de amortización del préstamo hipotecario), con la idea de que iban a vivir
“mejor que sus padres”. Sin embargo, hoy ya es patente de que eso es un “cuento
de hadas, un relato “mitificado”. Por eso, se ha producido una crisis
“ideológica”, razón por la que “hemos dejado de creer en las ideas hasta ahora
dominantes”. Ya no sólo ponemos en cuestión las actuaciones económicas, sino
también la forma de relacionarnos con el Estado, con las empresas, con todo el
entramado social… Esto es particularmente importante para entender por qué se
rodea el Congreso y se realizan actuaciones que ponen en tela de juicio el papel
de la Justicia, de la Casa real…Todo eso se puede entender en términos de ese
“desplazamiento ideológico”. Tenemos que tomar en consideración la carga
ideológica que tiene la política económica, fiscal, etc., relacionada con un
modelo determinado de sociedad. Por eso, dijo, “no existen las políticas
neutrales”, en la medida en que todas “caminan hacia un punto”; lo que
tendremos que preguntarnos es “hacia dónde nos empujan”.
Lenguaje con
carga ideológicaPero la ideología “también está en el lenguaje”,
enfatizó. Por ejemplo, la derecha es muy renuente a subir los impuestos, una
herramienta para la redistribución de la renta, porque no quieren financiar la
Sanidad, la Educación…, cuando la izquierda, al menos teóricamente, debe pensar
lo contrario. Ante ello, la derecha suele acusar a la izquierda de “subir la
presión fiscal”. Por eso, si salimos a la calle y preguntamos a alguien “¿Estás
de acuerdo con elevar la presión fiscal”?, la gente es probable que no entienda
el significado de “fiscal”, pero la palabra “presión”, con unas connotaciones
determinadas, sí, pues nadie está “a favor de la presión”. Por eso, si
utilizamos el lenguaje del “adversario”, tenemos poco que ganar. Y por eso,
cuando la derecha bajó los impuestos utilizó la expresión “alivio fiscal”. Y es
que en el lenguaje hay una “carga ideológica”, al igual que en la forma de
expresión. Otros ejemplos: gasto público, en lugar de inversión pública, la
prima de riesgo… Todo el mundo está familiarizado ya con ese término, al menos
hasta saber que si la prima de riesgo sube, eso es “malo”. También todo el
mundo sabe que se valora en “puntos básicos”. Por eso, si éstos suben a 800,
inconscientemente la gente asume la necesidad de más recortes. Y es que se
manipula este dato: 500 puntos básicos es un 5%. Si se utiliza esa expresión y
no el porcentaje es por “cómo eso penetra en nuestra cabeza”.
Cuando
hablamos de rescate, también hay ideología. “¿Rescate, a quién, a quien le
recortan la Sanidad, la Educación, a quien le bajan los salarios? Algo está
fallando”, dijo.
La crisis económica y sus “modelos”Hay
en la calle una percepción de que el modelo económico exitoso es el alemán, con
tópicos como el de gente disciplinada, con buenos trabajadores…, en oposición al
modelo mediterráneo, de trabajadores vagos, ociosos, corruptos, que han de hacer
una gran penitencia para volver a vivir bien. Esto es una falacia: “En la UE,
ambos modelos son el mismo modelo”, dos caras de una misma moneda, un modelo de
crecimiento “simbiótico”, en la medida en que el modelo alemán necesita el
modelo español y viceversa. Un empresario alemán lo expresaba así: “Nosotros
vendemos coches a los españoles y les prestamos el dinero con el que
comprarlos”.
Alemania es una potencia exportadora. Los beneficios
empresariales fueron a parar a los bancos alemanes y éstos prestaron a los
bancos españoles. Éstos prestaron a las empresas españolas rentables, que eran
constructoras, inmobiliarias… que construían viviendas. Eso generaba empleo, por
lo que seguían construyendo más viviendas. Pero este modelo económico era muy
“frágil”; cuando estalla la burbuja inmobiliaria, se fractura. Pero el Estado
hace “aguas” en relación con la quiebra de muchos bancos, reflotados con dinero
público, la “gran estafa”, en opinión de Alberto Garzón. Los préstamos franceses
y alemanes a la banca española suponían el 47% del total de créditos. Por eso se
inventaron ese término del “rescate” (término también con connotaciones
ideológicas) para salvar a la banca. Y por eso también, el “Memorándum” del
ministro
De Guindos con la troika no se debatió en el Congreso de los
Diputados, sino en el Bundestag (Parlamento alemán), pues el destino de esos
fondos era salvar a los bancos alemanes, como acreedores de los españoles. A
condición de todo eso, recortes en Sanidad, Educación, prestaciones
sociales…
Ante ello, la gente le pregunta: “¿Tú crees que
Rajoy es
mala persona”?
Garzón no cree que el Presidente del Gobierno se rodee de
un espíritu diabólico, proclive a hacernos la vida imposible a los españoles.
“Creo que no es así”, dijo. Vivimos en una sociedad capitalista, y “el
capitalismo es como una bicicleta, en la que, si dejas de pedalear, te caes. El
capitalismo necesita crecer incesantemente”, por lo que la troika ha decidido
que “hay que levantar la bicicleta”. Pero en el capitalismo hay una máxima:
todos competimos contra todos. En ese contexto, España es una economía que
“tiene que encontrar su lugar en el mundo”, en una economía competitiva. Pero,
para ser competitivos en un mercado mundial en el que España está más atrasada
que Alemania y Francia en términos tecnológicos, España debe buscar su
competitividad por la vía de los bajos salarios. Ése es el proyecto. Pero Rajoy
no va a reconocerlo públicamente. Esto no funciona así. Aludió a la parábola de
la “rana hervida” para ejemplificar la gradual aceptación de los recortes de
todo tipo por parte de la población española y, sobre todo, de las dos reformas
laborales últimas (la del PSOE y la del PP). Porque “el propósito de la reforma
laboral no es crear empleo, sino bajar los salarios”, dijo, “además de
dinamitar la capacidad negociadora de los sindicatos”. Ese cambio de modelo
económico de crecimiento “no puede funcionar” porque es evidente que “todos los
países compiten entre sí. O sea: pierden los trabajadores de todo el mundo y
ganan los grandes empresarios con capacidad de exportar, que, en España son sólo
un 3% de las empresas.
Fractura social y coacciónEse
modelo de crecimiento económico requiere, a su vez, un cambio de modelo social,
con merma de derechos sociales, civiles, laborales, de acceso a la Sanidad y
Educación pública…, que sobran en un mundo “altamente competitivo”. Todo esto
“alimenta la frustración”, pero el Gobierno trata de convertir la frustración en
resignación, con el incremento paralelo de la represión policial, observable en
los últimos meses.
Las alternativasAnte la situación
descrita, “son necesarias alternativas”. Las económicas no son nuevas, desde la
lucha contra el fraude fiscal, el fin de los paraísos fiscales, una política
fiscal progresiva, políticas de estímulo desde el Banco Central Europeo,
nacionalización de ciertos sectores, incluida la Banca pública… Pero si no se
hacen es porque “no hay voluntad política”. Por eso, cuando hablamos de
alternativas económicas, no sólo hay que recurrir a expertos que las pongan en
marcha. Dichas medidas han de estar apoyadas por una “base social que las
apoye”. Contando, además, con la postura de los técnicos de Hacienda, que
parecen situados a la izquierda porque están contra unos delitos que, en los
últimos tiempos, parecen asumidos por muchos.
En relación con las SICAV,
que tributan al 1%, esos técnicos de Hacienda ya en 2006 enviaron un informe al
Gobierno advirtiéndoles de ese fraude. La reacción del Gobierno de Zapatero fue
encargar a la CNMV (Comisión Nacional del Mercado de Valores) la supervisión de
esas SICAV, y no a los técnicos de Hacienda. La legalización del fraude, la
amnistía fiscal, el cierre en falso del caso de la lista Falciani (en España la
tuvo el PSOE, y ahora el PP, y no la han hecho pública) y otros hechos
consolidan la inmunidad de los defraudadores.
El llamamiento a “poner fin
a los paraísos fiscales es factible”, lo que no hay es voluntad política para
hacerlo.
Crisis del sistema político españolParalelamente
a esta situación económica hasta aquí descrita, contamos con la “crisis del
sistema político español” heredado de la Transición y la Constitución de 1978,
con instituciones desprestigiadas, desde la Casa real, hasta el Congreso,
pasando por la judicatura. En la trama Gürtel, por ejemplo, es sabido que el
único que ha pagado por ello ha sido el juez que la investigaba. Sobre ese tema,
ha escrito un libro
Carlos Jiménez Villarejo, exfiscal anticorrupción,
titulado “Jueces, pero parciales”, en el que se cita que, después del
franquismo, “no se produjo una depuración en la judicatura”.
Otro
elemento que citó el conferenciante fue la querella de IU contra Bárcenas y
otros dirigentes del PP y contra las empresas que, supuestamente, han financiado
al PP de forma irregular, denuncia que ha hecho cambiar de criterio a la
Fiscalía, admitiendo, ahora sí, que estos “papeles” sí tienen que ver con la
trama Guürtel. Pero al juez que ha de investigarlos sólo le quedan seis meses, y
se ha quedado con un sumario de unos ¡700 mil folios! Ese proceso puede, pues,
alargarse cinco, seis o siete años.
Garzón citó, así mismo, las
carencias en el funcionamiento del Congreso. Así, Martínez Pujalte, portavoz del
PP, admitió que no iban a considerar ninguna de las 101 enmiendas sobre la
creación del llamado “banco malo” porque, aun sin haberlas leído nadie de ese
partido, no las admitiría la troika comunitaria.
La “construcción
europea”En relación con la UE, reforzó la tesis de que el proceso de
diseño de estas estructuras comunitarias fue elitista, sin participación de la
ciudadanía. Así, el comisario europeo Joaquín Almunia tiene hoy más poder que
Rajoy.
La “tecnocracia impera en la UE” y se han creado instituciones
supranacionales que puedan cortocircuitar las decisiones de los parlamentos
nacionales. Esto convierte a los Parlamentos en una especie de “teatro de
sombras”, en los que se debaten sólo cuestiones accesorias, pero no las
fundamentales. Y es que las instituciones comunitarias son antidemocráticas. Un
ejemplo: la Constitución Europea, que se votó en España con un 75% de votos
favorables. No así en Francia y Holanda, en que el referéndum popular no
ratificó ese Tratado. Ante ello, se dijo que franceses y holandeses estaban
“equivocados”, por lo que se optó por la aprobación de ese texto en el
Parlamento. Proceso similar a Irlanda, donde el no justificó repetir el
referéndum ciudadano.
Hoy el fracaso proyecto constitucional europeo
tiene su concreción en el Tratado de Lisboa. Citó el ejemplo de la
descalificación de la UE a la decisión del Tribunal Constitucional portugués.
Hay, en definitiva, un choque entre la diseño supranacional de la construcción
europea opuesto a la soberanía de los Estados. Hoy, por ello, a juicio de A.
Garzón, asistimos a un proceso “deconstituyente”. Frente a él, necesitamos un
proceso “constituyente” ejercido desde abajo, que dote a las instituciones de
mayor transparencia, de mayor democracia efectiva. De lo contrario, caminaremos
hacia una “democracia de mínimos, de baja intensidad”. El “acto litúrgico” de
votar cada cuatro años no define una democracia, lo define el hecho de que la
gente tenga capacidad efectiva de tomar decisiones en un futuro o no. Y hoy el
propio Gobierno está admitiendo que “no tiene capacidad efectiva de tomar
decisiones”. Y es que “Gobierno no es poder”, algo que ya constató Zapatero al
comenzar la crisis.
Ante todo esto, es claro que “las instituciones
heredadas de 1978 están en decadencia” y hay que superarlas con un nuevo proceso
constituyente. Pero la izquierda ha de entender también que los instrumentos de
lucha deben cambiar, en la medida en que han sido bastante incapaces de
vertebrar todo un tejido social de apoyo.
Alternativas Hoy son necesarios tres frentes
de lucha: el político (con una necesaria autocrítica en el seno de los partidos
de izquierda, para potenciar la calle y relativizar la importancia del frente
institucional), los sindicatos y los movimientos sociales, que acogen a muchos
jóvenes alejados de la actividad laboral y, por ende, sindical.
Hoy, lo
importante es el “programa”, la ideología, cómo queremos resolver las cuestiones
materiales que estamos soportando: el desempleo, la Sanidad, la Educación, el
acceso a la vivienda… Lo importante es hacer la revolución, y no el nombre que
tome ésta. Por eso “es sumamente importante abandonar la liturgia de las siglas,
de las banderas, y poner en primer plano la sustancia ideológica que corresponde
a ese programa de transformación política”. Si no lo hacemos, corremos el riesgo
de quedar en manos de la tecnocracia o el fascismo. Porque hoy el Estado está
cayendo tanto que, cuando eso sucede, lo que emerge es la “basura de las
cloacas”.
Concluyó su intervención llamando a la necesidad de estar al
corriente de los grandes temas económicos y de estar organizados. Es decir,
tejer una base social para convertir la frustración en motivación, en esperanza.
El nuevo proceso constituyente, desde luego en base republicana, es esencial.
Las condiciones objetivas están ahí. En Málaga, por ejemplo, hay un 40% de paro
general y un 70% de paro juvenil, más que en Gaza y en Iraq. Y hambre. El 24 de
diciembre, en un barrio de Málaga se repartieron 2.500 bocadillos por una
asociación benéfica. El hecho de que 2.500 personas estén en esa situación, las
convertiría en un sujeto revolucionario. Pero no pueden, porque les falta esa
“conciencia de clase” necesaria.
“Es necesario cambiar la lógica de la
competencia por la de la colaboración”, concluyó.