La tarde del 23F regresaba en
coche hacia Cartagena, después de cumplida mi jornada laboral en el colegio. La
noticia del “tejerazo” me llegó a través de la radio del coche. Recién
licenciado en Historia unos años antes, inmediatamente advertí que aquello era
un golpe de Estado en toda regla. No era posible, pensé, que en esa España en que habíamos empezado a
idealizar los frutos de la llamada Transición democrática volviéramos a los
tiempos de los pronunciamientos militares. Con distinto signo, progresista o
reaccionario, todos ellos supusieron la
interrupción y/o reforma del orden político vigente durante los siglos XIX y
XX. Sin ánimo de ser exhaustivo, enumeremos la cronología de los más
significativos de aquéllos.
En enero de 1820, la
sublevación en Cabezas de San Juan del entonces teniente coronel Rafael de Riego obligó a Fernando VII a
restablecer la Constitución de 1812, con aquella cínica alusión de “marchemos
todos juntos, y yo el primero, por la senda constitucional”. En 1836, la
rebelión de los sargentos de La Granja impuso a la regente María Cristina la vuelta a la Constitución de 1812. En 1854, el
golpe militar de los generales Leopoldo
O´Donnell y Domingo Dulce (la
“Vicalvarada”) puso fin al gobierno moderado, accediendo al poder los
progresistas. En septiembre de 1868, la sublevación de la escuadra en Cádiz al
mando del almirante Topete (la
“Gloriosa”) obligó a la reina Isabel II a cruzar la frontera rumbo al
exilio, inaugurándose la etapa del Sexenio Revolucionario. En enero de 1874, la
entrada de Pavía en las Cortes,
donde se votaba una moción de censura contra el presidente Emilio Castelar, condujo al final de la primera etapa republicana.
A finales de ese año, la restauración de la monarquía borbónica en la persona
de Alfonso XII vino precedida del
pronunciamiento del general Martínez
Campos en Sagunto.
Los pronunciamientos militares
tuvieron su continuidad el siglo XX. Así, en septiembre de 1923, Miguel Primo de Rivera, Capitán General
de Cataluña, da un golpe de mano e inaugura una dictadura de casi siete años,
con la connivencia de Alfonso XIII.
En diciembre de 1930 se produce la sublevación en Jaca, a favor de la
República, de los capitanes Fermín Galán Rodríguez y Ángel García Hernández, condenados
luego a muerte. En el verano de 1932, se subleva en Sevilla contra la II
República el general Sanjurjo,
contrario a las reformas militares impulsadas por Azaña y a la discusión en
esos momentos en las Cortes del Estatuto
de Autonomía de Cataluña. En julio de 1936, la sublevación del Ejército de
África, al mando de Franco, con apoyo en la península de los generales Mola, Saliquet, Goded, Queipo de Llano… iba a suponer, como
sabemos, el inicio de la Guerra Civil.
Respecto al 23F de 1981,
señalaré muy sucintamente las secuelas de esa asonada militar en un régimen, el
de la Transición, que no había roto del todo amarras con el pasado franquista.
Y me interesa destacar, sobre todo, la pasividad popular: durante esa
tarde-noche, todo el mundo anduvimos pegados al televisor, esperando al rey
‘salvador’. Por lo que su comparecencia a primeras horas de la madrugada del
día 24 sirvió para consolidar a la Corona. El ‘éxito’ del 23F, por otra parte,
recogía los frutos de los primeros años de una Transición que defraudó muchas
expectativas populares, entrándose en un proceso de desafección hacia la
política, hoy más que evidente. Ese golpe militar legitimó, además, la entrada
de España en la OTAN y produjo un vuelco hacia la derecha, con la LOAPA (Ley de
armonización del proceso autonómico) como estandarte antinacionalista. A mayor
abundamiento, la posterior ley de partidos políticos consolidó el bipartidismo
que hoy sufrimos. Consecuencia directa de ese intento de golpe fue también el
reforzamiento del Ejército como garante del orden constitucional y de la unidad
de España, lo cual supuso la paralización del debate sobre la articulación del
Estado en un sentido más federal. Y algo, cómo no, preocupante: la no revisión
del pasado criminal del régimen franquista, esto es, la negación de la Memoria
Histórica.
En la Región de Murcia, por
ello, han surgido iniciativas cívicas en
este sentido. Los trabajos que, en este campo, viene realizando la Asociación
de la Memoria Histórica de Cartagena se suman a los del Ateneo de la Villa de
Archena y a otros colectivos que trabajan en Cieza, Calasparra… Hoy, martes, la
conferencia sobre la Escuela en la República que imparte el profesor Antonio Viñao Frago en el paraninfo de
Derecho es el inicio de un ciclo de charlas en Murcia, que, durante este mes de
marzo y primero de abril, contará con la presencia del catedrático Pedro María Egea Bruno y los
investigadores Floren Dimas Balsalobre
y Antonio Martínez Ovejero. Se trata
de dar impulso a la Asociación de la Memoria Histórica de Murcia. Porque hay
que honrar a las víctimas del franquismo, ese régimen que comenzó con una más
de las asonadas militares que han jalonado la Historia reciente de este país.
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