El pasado día 30 de enero el pleno
del Ayuntamiento de Murcia aprobó sendas mociones de los grupos municipales de
oposición y del PP en el Gobierno en las que se pedía, respectivamente, apoyo
vecinal para el soterramiento del ferrocarril en la capital e instar a Fomento
a que renuncie a la llegada del AVE en
superficie. Pero no hay que echar las campanas al vuelo. Vayamos por partes.
De entrada, recordemos que, pese
a la aparente sintonía del alcalde de Murcia, Miguel Ángel Cámara, con las reivindicaciones vecinales, éste se
apresuró a mostrar su satisfacción por el resultado de la entrevista del pasado
martes en Madrid con el secretario de Estado de Infraestructuras, Rafael Catalá, quien, con ánimo de
echar ‘balones fuera’ y dilatar el proceso, transmitía a nuestro primer edil la
conveniencia de iniciar, por parte de Fomento, los estudios previos para
determinar el impacto medioambiental y la viabilidad de las obras del
soterramiento (cosa que ya se contemplaba, por cierto, en el convenio a tres
bandas suscrito por el Ayuntamiento de Murcia, la Comunidad Autónoma y el
Ministerio de Fomento en junio de 2006). ¿Cómo se explica, pues, ese súbito
cambio de postura del alcalde tras la tibieza mostrada a su regreso de Madrid? (Incluso
se ha anunciado la adhesión institucional del Ayuntamiento de Murcia a la
manifestación convocada para el próximo día 15 de febrero). Tengo para mí que
más que una súbita ‘conversión’ de Cámara,
lo que se ha producido, como en otras recientes luchas vecinales
perseverantes y contundentes, es el triunfo – momentáneo- de la razón sobre la
cerrazón y el hermetismo.
Pero hay otras cosas que
conviene no obviar. No hay que olvidar que antes de este apoyo municipal a esas
largas y reiteradas reivindicaciones de la Plataforma Pro-Soterramiento, que
lleva en esta lucha más de 24 años, se produjeron actuaciones represivas por parte
de la autoridad gubernativa hacia los vecinos y vecinas concentrados en las
vías, junto al barrio de El Progreso -el día del Bando de la Huerta del pasado
año-, que bordeaban claramente los límites de lo permisible en un Estado de
Derecho. ¿De quién procedían las órdenes? Sorprende, por lo demás, el silencio
del presidente de la Comunidad Autónoma a lo largo de este proceso, pese al
apoyo del PP al soterramiento en la Asamblea Regional. Podría pensarse que la
inminente dimisión voluntaria de Ramón
L. Valcárcel para buscar nuevos aires en Estrasburgo y Bruselas le llevarían
a no comprometer su más que segura posición de privilegio en las listas
electorales para el Parlamento Europeo. Pero es que, además, creo que ese mismo
ambiente preelectoral en el que estamos inmersos puede estar detrás de esa extraña
sintonía del primer edil de Murcia con los planteamientos vecinales. Procede,
pues, tomarse el reciente acuerdo municipal con toda la cautela precisa. Aún no
hay nada en concreto. Y la capacidad de presión del Ayuntamiento capitalino
hacia Fomento está por ver. Máxime cuando el grupo parlamentario del PP se ha
venido desdiciendo de lo que ese grupo político venía apoyando hasta ahora en
Murcia. Creo más en la perseverancia y contundencia de la lucha vecinal que en
coyunturales apoyos institucionales. De todas formas, bienvenido sea este nuevo
escenario político en la Región.
Pero no acaba aquí la batalla. Si
se consigue el anhelado soterramiento del tren desde Los Dolores a Nonduermas, creo
que los vecinos de Alcantarilla tienen sobrados motivos para exigir la misma
actuación en su municipio. Como también creo que, al margen del AVE, que lleva
demasiado tiempo ‘planeando’ sobre nuestras tierras, hay que seguir reivindicando
para nuestra Región lo que ya exponía en un artículo que publiqué en La Opinión
en octubre de 1999, titulado ‘El AVE, ¿la panacea?’. “A pesar de ser un tren
–decía Juan C. Rodríguez, en la
revista El Ecologista- el AVE, por
sus altas velocidades, requiere un consumo energético por pasajero próximo al
del avión […]. Sin embargo, la tendencia en todo el mundo, y en particular en nuestro
país, es la de favorecer los medios de transporte más ineficientes y de mayor
impacto medioambiental (automóvil, avión y tren de alta velocidad), en
detrimento de los demás” […] “Ese tren exige unas infraestructuras que producen
un efecto barrera innegable sobre zonas pobladas y de cultivos, amén del
impacto medioambiental sobre flora y fauna. Además, el radio de curva exigido,
de unos 7 km., contribuye asimismo a la complejidad del trazado”. En mi
artículo, apostaba, pues, por la apertura de la conexión ferroviaria con
Andalucía, que nunca debió perderse (como tampoco el ferrocarril de Caravaca), la
potenciación del ferrocarril convencional con el desdoblamiento y
electrificación de las líneas con Chinchilla, Lorca, Alicante y Cartagena, y el
transporte de mercancías por ferrocarril, detrayéndolas de la carretera.
Y es que creo que la llegada
del AVE no debe hacernos perder la perspectiva de la defensa del ferrocarril convencional.
Tenemos los restos, como en los cercanías a Lorca y Alicante, de otras comunidades. Semitercermundistas.
ResponderEliminarYa se sabe, para qué lo vamos a hacer bien, pudiéndolo hacer mal.
ResponderEliminarCarreteras saturadas para la gente y trenes de superlujo para ricos, o para el que se lo costea el erario público.
Y claro que no hay casualidades, y menos en política, cuando esta gente que antes te apaleaba, ahora se te arrima, en mi pueblo dirían: "Algo quedrán".
Me estoy acordando de una anécdota que me contó un viejo comunista, que estuvo exiliado en Francia.
No recuerdo ni nombres ni fechas pero la cosa era más o menos así.
Se trataba de la jubilación de un parlamentario del PCF. Su vida fue un ejemplo de lucha y honradez, miembro de la resistencia fue capturado por los nazis, internado en un campo de concentración del que se escapó para volver a la resistencia hasta la liberación.
Pues bien, el caso es que tras escuchar una estruendosa ovación de muchos minutos de todos los miembros del Parlamento Francés puestos en pie, tomó el microfono y dijo: "Pobre viejo tonto, que habrás hecho para que te aplauda la derecha".
Espero que te guste la anécdota.
Un abrazo.
Es muy significativo el caso que me expones, amigo Finchu. Un abrazo.
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